Argentina/19 de julio de 2016/Fuente: la nación
Para los especialistas, se necesita un enfoque multidisciplinario.
2015, el 33% de los chicos de los países más pobres no alcanzó el peso correspondiente a su altura, el 16% de las personas no tuvo acceso a agua potable y el 37% no contó con sistemas de saneamiento. Todas estas carencias pueden vulnerar no sólo la salud física, sino también el desarrollo mental de la población.
Aunque tradicionalmente se suele poner el foco en los primeros 1000 días de vida de un chico para medir el impacto de las privaciones, los especialistas coinciden en que las consecuencias de la pobreza pueden vulnerar el desarrollo del cerebro de una persona hasta los 20 años.
En la Argentina, se calcula que entre el 40 y el 60% de los chicos son pobres, según cómo se haga la medición. «La huella de la pobreza condiciona las capacidades de las personas desde la concepción», advierte Sebastián Lipina, director de la Unidad de Neurobiología Aplicada (Cemic-Conicet) y autor de Pobre cerebro (Siglo XXI, 2016).
Sin embargo, aclara, es posible intervenir para mitigar o revertir las consecuencias en el cerebro. «Hay que desarrollar estrategias a medida», afirma.
Algo de esto es lo que intentarán Facundo Manes, rector de la Fundación Favaloro, y Esteban Carmuega, director del Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil (Cesni), que acaban de ser convocados por la gobernadora María Eugenia Vidal y trabajarán ad honorem.
«La provincia cuenta con el 40% de los recursos humanos de la Argentina. Es fundamental desarrollar políticas de Estado para proteger los cerebros de nuestra población», afirma Manes, entre cuyos planes figura combinar saberes del área de la nutrición, las neurociencias, la educación y la salud para articular acciones y proyectos.
El estudio científico de la pobreza data de principios del siglo XX, pero el 70% de las publicaciones neurocientíficas sobre este tema corresponde a los últimos 16 años. «Es un problema complejo que no tiene soluciones simples -dice Lipina-. La neurociencia ofrece parte de las respuestas, pero no todas. Hay que trabajar con maestros, epidemiólogos, asistentes sociales y con las propias familias, que en nuestro país vienen reuniendo una amplia experiencia.»
Según el investigador, que estudia este tema desde hace más de dos décadas, no hay soluciones «listas para usar». «Hay que desarrollar estrategias «a medida» -destaca-. Si uno quiere una «bala de plata» tiene que generar equidad, y sobre eso, meritocracia. Pero la meritocracia sin equidad, que es lo que ocurre en toda la región, es inmoral.»
Palabras, caricias, imágenes
Para Mariano Sigman, está claro que diferentes entornos sociales resultan en cerebros completamente distintos. «Una caricia, una palabra, una imagen, las experiencias de la vida dejan una traza en el cerebro -explica-. Esta marca modifica los anhelos, deseos, sueños, la manera de responder a algo. Es decir: lo social cambia el cerebro, y esto a su vez define lo que somos. La pobreza influye en las condiciones sanitarias, el acceso a la cultura… y muchas veces se produce un «efecto inflacionario» similar (sólo como metáfora) a la atrofia muscular: el que hace menos deporte a su vez queda en condiciones aún peores para encararlo en el futuro.»
Distintos estudios en animales y en seres humanos sugieren que las modificaciones que introduce la pobreza en el cerebro son múltiples. En el nivel molecular, está asociada con cambios epigenéticos (en la expresión de los genes).
«Desde hace 15 años se sabe que por su influencia se modifican los volúmenes de distintas áreas cerebrales asociadas con la autorregulación cognitiva y emocional, y con el aprendizaje -detalla Lipina-. También se generan cambios funcionales (como mayor probabilidad de dificultades para entender cuál es el sonido del habla al empezar a leer) y conductuales (en las funciones ejecutivas de la atención, el control inhibitorio y la memoria de trabajo). Cuanta más privación acumulada y más susceptibilidad del chico a las privaciones, mayor es la dificultad para revertir estos cambios.»
Una de las áreas que mayor atención recibe es la falta de ciertos nutrientes en etapas específicas del desarrollo. Carmuega destaca que entre las experiencias científicas de más larga evaluación figura una en Guatemala, donde una intervención nutricional temprana realizada en cuatro poblaciones demostró, 40 años más tarde, un incremento del salario de más del 25% . Sin embargo -subraya-, «aunque una adecuada nutrición posibilita el buen funcionamiento cerebral, no lo garantiza. La buena nutrición temprana brinda las condiciones necesarias para contribuir a que una persona supere el desafío de la pobreza, pero es necesario trabajar en la estimulación. La anemia por deficiencia de hierro es muy frecuente en la Argentina y se demostró que compromete alrededor de un 10% de la capacidad intelectual. Según la encuesta nacional de nutrición, uno de cada tres niños menores de dos años padece anemia. ¿Mejorarla asegura por sí solamente un más pleno desarrollo infantil? Probablemente, no, si no está integrada con un conjunto de intervenciones que presenten múltiples estímulos y nuevos aprendizajes.»
Las estrategias
Todo indica que el problema no se puede afrontar desde un solo ángulo, sino que es necesaria una concertación interdisciplinaria.
«Lo que probadamente funciona son las intervenciones «multimodulares» -afirma Lipina-. Hay que entender qué necesitamos, para quién y en qué momento. Dos niños pobres que se crían en el mismo barrio no experimentan de la misma forma las penurias, porque su sensibilidad puede ser diferente, así como la red social y de cuidado que los contiene o los rechaza.»
Para Lipina es primordial atender cuatro pilares esenciales: el sueño, la alimentación, la actividad física y la reducción del estrés.
«Es posible plantear intervenciones con los padres para entender cómo la comunicación ruidosa o el caos en el hogar interfieren sobre la educación, el desarrollo cognitivo y autorregulatorio de los chicos y de los propios adultos», destaca.
En lo educativo, investigaciones sobre el impacto que tiene la asistencia al jardín de infantes en niños pequeños, especialmente de los sectores de menos recursos, muestran resultados contundentes.
«Estudios como los de Richard Melhuish, en Gran Bretaña, y los del economista argentino Samuel Berlinksi muestran que cuantos más años de asistencia al jardín de infantes completen, mejores son los desempeños escolares de los chicos en el nivel primario e incluso más allá -dice Melina Furman, profesora de la Escuela de Educación de la Universidad de San Andrés e investigadora del Conicet-. Los estudios también indican que el acceso al nivel inicial incide además en otras dimensiones de la vida de los chicos, como el futuro ingreso profesional.»
Pero lo importante, agrega, no es sólo que los chicos vayan al jardín de infantes o que vayan más años. También se sabe que es fundamental lo que sucede en ese ámbito escolar. «Las investigaciones muestran que cuanto más ricas son las prácticas pedagógicas de las maestras, mayores son los efectos positivos sobre los aprendizajes de los niños, y que esos efectos perduran durante muchos años -explica Furman-. Lejos de ser guarderías, los jardines de infantes tienen que ser espacios de aprendizaje. Por eso, la extensión del nivel inicial tiene que ir acompañada por un apoyo muy fuerte a los equipos de directores y docentes de los jardines a los que van los chicos de menores recursos.»
«Hoy existen decenas de experiencias exitosas que nos muestran un camino para invertir en el capital mental de nuestra sociedad -asegura Carmuega-. No se circunscriben a la infancia temprana. La etapa escolar, la adolescencia son momentos de un valioso aprendizaje en el que es posible realizar intervenciones sociales para que cada persona pueda expresar toda su potencialidad.»
«Vamos a trabajar en equipo junto con otros científicos para identificar rápidamente oportunidades en la provincia y ayudar con la planificación de políticas especialmente entre los más vulnerables», promete Manes.
Un desafío insoslayable
10%
De la capacidad intelectual
Es lo que se cree que compromete la anemia por deficiencia de hierro, una de las carencias nutricionales más frecuentes
US$ 1,25
Ingresos diarios
Son los que obtuvo, durante la última década, alrededor de la mitad de la población mundial
443
Millones de días escolares perdidos
Se produjeron por la falta de acceso al agua potable y a los sistemas de saneamiento
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1919511-pobreza-estudian-la-forma-de-mitigar-el-impacto-en-el-cerebro
Imagen: http://bucket1.glanacion.com/anexos/fotos/29/pobreza-2237629w640.jpg