-Casi cuatro años de negociaciones sobre la Paz en Colombia; ¿cómo valoran las Farc lo acordado cuando faltan solo unos detalles para acordar? –Han sido cuatro años en que indudablemente se han logrado conquistas importantes para la democratización del país. El acuerdo sobre la solución al problema de las drogas ilícitas, por ejemplo, es un esperanzador documento que demuestra un cambio en la visión que se tiene sobre este flagelo. Se pasa de un tratamiento meramente punitivo al entendimiento que el cultivo de coca es un problema social, y que son los grandes narcotraficantes los que deben ser perseguidos y procesados, no el campesino que no tiene otros medios de subsistir. – El tema del consumo es tratado como un problema de salud pública. Son avances muy dicientes, en un país en el que el pequeño cocalero ha sido castigado con persecución y por encima fumigaciones. En cuanto a justicia, creemos que se logró llegar a un acuerdo que superó ya la visión punitiva de la justicia (“llenando cárceles no se construye país”), pero sin caer en el intercambio de impunidades. En conclusión, hay muchos aspectos interesantes que, claro está, hasta el momento solo están en el papel. La implementación de todos ellos va a ser clave, y para eso necesitamos a la comunidad internacional, para que juegue un papel como veedores, acompañantes y verificadores de los acuerdos.-¿Cuál ha sido el tema más complicado? –El tema más complicado tal vez haya sido el hacerle entender al gobierno que la guerrilla no llegó derrotada a la Mesa, que somos una fuerza social y política que tenemos unos planteamientos serios y una base social. Considero que es relativamente normal que en una guerra se utilizan los medios de comunicación para crear una imagen desastrosa del enemigo. Pero creo que es bastante nefasto para unas negociaciones, cuando el gobierno empieza a creer esos imaginarios creados por los medios. Esto le ha llevado en algunas ocasiones al Gobierno a tratar de tomar decisiones unilaterales, y la guerrilla reiteraba, una y otra vez, que en la Mesa había dos partes sentadas, que el diálogo es entre dos, que el proceso de paz no se podía convertir en un monólogo ni en una imposición.
-Durante el tiempo en La Habana la delegación de las Farc ha tenido varios eventos con movimientos sociales que han llegado desde Colombia, entre ellos mujeres. ¿Ha sido para los delegados de las FARC también un aprendizaje?
–Claro que sí. Hemos aprendido mucho y en muchos campos diferentes. Aquí el intercambio con diferentes organizaciones sociales ha sido muy fructífero y cada vez más numeroso. Al principio el gobierno era más bien reluctante frente a la participación de la sociedad en los diálogos, pero a medida de que el proceso haya ido avanzando, se ha vista cada vez más participación. Se recibieron delegaciones de víctimas del conflicto, representantes de organizaciones de mujeres, de la población LGBTI, de las comunidades negras, de las comunidades indígenas, estudiantes, profesores, ¡hasta empresarios! De cada uno de ellos y ellas se aprende algo sobre el conflicto en Colombia, sobre la necesidad de pararlo, sobre la reconciliación, pero también sobre la necesidad de luchar por los derechos de las mujeres, por ejemplo.
–Una europea que pelea en la selva colombiana. Me imagino que los medios de comunicación, más uno u otro político de la derecha holandesa, se han expresado sobre tu presencia tanto en Colombia como ahora en La Habana.
–Pues, realmente. Al principio la reacción de los medios holandeses fue abrumadora y muy negativa en el sentido de que se trataron durante un tiempo de descalificar mi papel de diferentes maneras, tildándome de carita bonita, arma mediática y disminuyendo mi papel real aquí. Pienso que a la medida que el proceso de paz ha ido avanzando, hemos podido abrirnos un espacio para mostrar una realidad que mucha gente desconocía totalmente, incluso dentro de Colombia. Es decir, se han ido desmontando muchos mitos que existían sobre nosotros y en casi 4 años de diálogo hemos demostrado todos los días que somos una organización esencialmente política, eso ya hoy día nadie lo niega. Es otro punto de partida ya, también para mí como integrante de la organización.
-El proceso que viene ahora y la transformación de las Farc a una organización política sin armas, ¿hay muchos nervios en juego entre los delegados y cuál es el sentimiento de los guerrilleros allá en Colombia? ¿Cómo concretamente trabajarán desde que el guerrillero entrega su fusil y comienza una nueva vida? ¿Van a disolverse o seguirán en forma orgánica cada frente con nuevas tareas colectivas?
–Primero hay que dejar muy en claro – y lo explico porque en otros países la gente a veces tiene ideas equivocadas al respecto – que las FARC-EP éramos una organización político-militar que por necesidad luchaba en la ilegalidad. Y que ahora vamos a hacer el tránsito hacia una organización política no armada que va a ocupar espacios electorales y políticos legales para seguir haciendo política.
No diría que “nervios”; más bien utilizaría la palabra expectativa, tanto para nosotros los delegados aquí en La Habana como la guerrillerada allá en Colombia. Queremos seguir cohesionados y en esa dirección estamos haciendo todos los planes para el futuro. Queremos hacer política, porque es el espacio por el que hemos luchado durante tantos años. No nos vamos a disolver para irnos todos para nuestras casas. No tendría sentido, habría sido en vano la lucha. Seguiremos luchando por los objetivos que nos hemos propuesto todos estos años, ahora por la vía democrática de masas: la toma del poder para el pueblo colombiano.
Como se sabe ya, nos vamos a organizar primero en Zonas Veredales Transitorias de Normalización, donde va a tener lugar la dejación de armas en fases, pero donde al mismo tiempo se va a intensificar la educación y la formación profesional de la gente, y donde también se va a seguir haciendo política desde la base, como siempre lo hemos hecho en los territorios donde operamos. Al mismo tiempo se debe iniciar la implementación de los acuerdos y la creación de proyectos productivos para estas áreas. Todas estas cosas están siendo discutidas en este momento, pero las líneas generales están claras.
–¿Qué será de Alexandra Nariño cuando se firma la paz? ¿Volverás a Holanda o seguirás en Colombia?
–Mi compromiso con la lucha sigue intacto. Pienso que en Colombia queda mucho por hacer; la firma del acuerdo debe ser el inicio de nuestra participación política, de la implementación de planes y programas en el tan olvidado campo, de la erradicación voluntaria de cultivos de coca, acompañada de inversión social en esas comunidades, de la búsqueda de la verdad y la reconciliación. ¡Son muchas cosas las que tenemos por delante!