Argentina / lanacion.com.ar / 28 de Septiembre de 2016
«Me parece que tengo que seguir estudiando, porque con lo que sé hasta ahora no creo que pueda conseguir un trabajo cuando termine el secundario. Elegimos la orientación por las materias que creemos son más fáciles y no pensamos en el futuro.» La reflexión es de Carolina Mariscal, de 14 años, que cursa 3° año en un colegio privado de Vicente López, pero puede ser la de muchos chicos.
El 66% de los argentinos considera que el nivel medio no prepara para el mundo del trabajo y que los desafíos que enfrenta la escuela secundaria son tener una mejor calidad de docentes y contenidos más rigurosos en sus planes de estudio.
Ésa es una de las respuestas más sorprendentes de la encuesta que sobre educación y percepción realizaron el Centro de Investigaciones Sociales de la Fundación Universidad Argentina de la Empresa (UADE) y Voices! Research and Consultancy. Fueron entrevistadas 1002 personas mayores de 16 años de todos los niveles socioeconómicos y culturales en 26 localidades de todo el país.
«No es un problema de la Argentina, lo es a nivel mundial, aunque en nuestro país el contenido no es lo más importante, sino que el estudiante se quede en la secundaria», explica a LA NACION Andrés Cuesta, director de Investigación y Extensión de la UADE. El 50% de los estudiantes no termina el nivel medio y casi el mismo porcentaje de alumnos abandona el primer año en la universidad, según el Ministerio de Educación. Por eso, la Universidad de Buenos Aires (UBA) revisa hoy las orientaciones que se dictan en el Ciclo Básico Común (CBC) para evitar la deserción, anticipó Catalina Nosiglia, secretaria académica de esa institución.
«Hoy el secundario no está preparando para el mercado laboral. Hay fuerte ausentismo de docentes y de alumnos. El contenido curricular es muy flojo. Hay problemas serios de comprensión lectora y de matemática. En otros países, la escuela es un medio con competencias genéricas y luego hay terciarios que enseñan oficios», añade Cuesta.
A su criterio «habría que pensar en la articulación entre el nivel medio y el mercado laboral; sólo existe en las escuelas técnicas, pero no en el resto de las orientaciones que pueden cursarse».
Para Nosiglia, el problema del aprendizaje en el secundario es que «ya no alcanza (para acceder al mercado laboral); hace falta más competencia para trabajar en puestos mejor calificados. Hoy hay que desarrollar competencias globales para manejar herramientas tecnológicas, saber trabajar en equipo y seguir aprendiendo de forma permanente». Un buen ejemplo es la experiencia de tutorías que desarrollan en Córdoba estudiantes del Colegio Nacional de Monserrat.
«La educación no está bien en la Argentina y no es sólo responsabilidad de la escuela, hay cierta autocrítica de la sociedad y una admisión de la crisis de valores», amplió Constanza Cilley, directora ejecutiva de Voices! El sondeo arrojó otras sorpresas como una autocrítica de la responsabilidad de la sociedad en el tema educativo: el 74% pone el foco en el poco interés de los alumnos por aprender y el 72% admite que la familia delega en la escuela, cada vez más, parte de sus responsabilidades educativas.
Entre las percepciones llamativas se destaca que para 4 de cada 10 argentinos, «el sistema educativo no se adapta a los cambios y exigencias de la sociedad actual», pero al mismo tiempo sostienen que sus hijos están mejor preparados que ellos.
Así como la visión del secundario es bastante pesimista como puente para el trabajo, el nivel universitario es mirado como clave para la inserción laboral exitosa. Eso responden 7 de cada 10 argentinos. Y hay un empate técnico al medir entre el prestigio (34%) y los conocimientos prácticos (35%) que puede brindar un título universitario.
La mitad de los argentinos considera que la labor del maestro no está socialmente bien valorada. Para Cuesta, esa es una gran diferencia con el panorama educativo de uno de los mejores modelos del mundo: Finlandia. «Tienen 180 días de clase por año y 4 horas de clase por día [casi similar a nuestro país]. Trabajan distinto y les va muy bien. Tienen un gran porcentaje de alumnos que aprueba todo. Casi no tienen repitencia. El docente es muy valorado socialmente, tiene mucha libertad para seguir formándose. Deben tener maestrías para estar al frente del aula. Los mejores promedios del secundario son los que pueden ingresar en la carrera docente. Además, en la facultad de formación cursan sólo lo pedagógico», añade.
La tercer sorpresa de la encuesta es la importancia que se le da a matemática. Para el 44% es la materia más útil para la vida, seguida muy de lejos por literatura (14%) e historia (8%). Además aparece entre las tres asignaturas consideradas como mejor dictadas. Lidera ese ranking ciencias naturales (60%) y en el segundo puesto empatan con 58% ciencias sociales y matemática.
«Es paradójico porque en las pruebas PISA siempre les va mal en matemática a los estudiantes», dice Cuesta. A fin de este año se sabrán los resultados de la última evaluación de PISA que permitirá conocer si se registró alguna mejora en el aprendizaje de los jóvenes. La prueba anterior había arrojado resultados inquietantes: el 53,6% de los chicos de 15 años no superaba el nivel mínimo de lectura; el 50,6%, de ciencia, y el 66,5%, de matemática.
Para Juan Carlos Patiño, profesor de matemática del Departamento de Matemática y Método Cuantitativo de la UADE, «la escuela secundaria está fallando en el programa curricular; con las herramientas tecnológicas actuales se podrían lograr mejores resultados». Y ejemplifica: «Hay conceptos geométricos que son difíciles de explicar con métodos tradicionales, pero si se emplea las nuevas tecnologías todo cambia».
Carolina Mariscal no conoce a Patiño ni tampoco a las personas consultadas por la UADE, pero coincide con el profesor universitario. «Me interesa matemática y sé que me sirve porque me quiero tirar a estudiar Administración de Empresas», dice. Pero sin querer, en la conversación con LA NACION, pone el acento en que el éxito o el fracaso del aprendizaje de matemática radica en buena parte en quién dicta la materia. «Este año no tuve mucha suerte. En el primer trimestre tuve a la profesora titular, pero se fue un tiempo del colegio porque sufrió un esguince y en su ausencia tuvimos dos suplentes que fueron bien distintos. Uno fue poco entusiasta. Por suerte, la otra profesora fue muy buena.»
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