Día de Muertos, expresión tradicional, integradora y comunitaria: UNESCO

UNESCO / www.cinu.mx / 2 de noviembre de 2016

(31 de octubre de 2016).- Como cada año en las diferentes regiones de México las comunidades celebran el regreso temporal de sus familiares y seres queridos difuntos: el Día de Muertos.

Se trata de una festividad sincrética entre la cultura prehispánica y la religión católica que, dado el carácter pluricultural y pluriétnico del país, ha dado lugar a expresiones populares diversas, transmitidas de generación en generación y a las que, con el paso del tiempo, se han añadido diferentes significados y evocaciones de acuerdo con el pueblo indígena, comunidad o grupo que las llevan a cabo, en el campo o en la ciudad.

La UNESCO recordó que las festividades indígenas por el Día de Muertos forman parte de la Lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, ya que se trata de «una expresión tradicional – contemporánea y viviente a un mismo tiempo -, integradora, representativa y comunitaria».

El Día de Muertos en la cosmovisión indígena implica el retorno transitorio de las ánimas de los difuntos, quienes regresan a casa, al mundo de los vivos, para convivir con los familiares y para nutrirse de la esencia del alimento que se les ofrece en los altares puestos en sus honor.

Su origen se ubica en el sincretismo entre la celebración de los rituales religiosos católicos traídos por los españoles y la conmemoración del día de muertos que los indígenas realizaban desde los tiempos prehispánicos; los antiguos mexicanos, o mexicas, mixtecas, texcocanos, zapotecas, tlaxcaltecas, totonacas y otros pueblos originarios de nuestro país, trasladaron la veneración de sus muertos al calendario cristiano, la cual coincidía con el final del ciclo agrícola del maíz, principal cultivo alimentario del país.

Las festividades indígenas del Día de Muertos incluyen prácticas como el adorno de las tumbas o hacer altares sobre las lápidas, lo que tienen un gran significado para las familias porque se piensa que ayudan a conducir a las ánimas y a transitar por un buen camino tras la muerte.

Para facilitar el retorno de las almas a la tierra, las familias esparcen pétalos de flores de cempasúchil, la flor tradicional de la festividad, y colocan velas y ofrendas a lo largo del camino que va desde la casa al cementerio. Se preparan minuciosamente los manjares favoritos del difunto y se colocan alrededor del altar familiar y de la tumba, en medio de las flores y de objetos artesanales, como las famosas siluetas de papel.

Estos preparativos se realizan con particular esmero, pues existe la creencia de que un difunto puede traer la prosperidad (por ejemplo, una abundante cosecha de maíz) o la desdicha (enfermedad, accidentes, dificultades financieras, etc.) según le resulte o no satisfactorio el modo en que la familia haya cumplido con los ritos.

En la celebración del Día de Muertos, la muerte no remite a una ausencia sino a una presencia viva; la muerte es una metáfora de la vida que se materializa en el altar ofrecido: quienes hoy ofrendan a sus muertos serán en el futuro invitados a la fiesta. En este sentido se trata de una celebración que conlleva una gran trascendencia popular en tanto comprende diversos ámbitos de significación, desde los filosóficos hasta los materiales.

Por ello, el encuentro anual entre los pueblos indígenas y sus ancestros cumple una función social considerable al afirmar el papel del individuo dentro de la sociedad. También contribuye a reforzar el estatuto cultural y social de las comunidades indígenas de México.

Asimismo, el Día de Muertos se considera también una celebración a la memoria, un ritual que privilegia el recuerdo sobre el olvido.

Fuente: http://www.cinu.mx/noticias/la/dia-de-muertos-expresion-tradi/

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