Europa/Rusia/17 Diciembre 2016/Autor: Xavier Colás/Fuente: El mundo
Muchas veces el camino áspero es el que se adapta mejor a las necesidades de la formación. Rusia es un país frío, que un día estuvo aislado de muchas otras naciones y que tiene un idioma cuyo aprendizaje equivale a empezar a hablar y escribir de nuevo. A pesar de todo, a sus universidades se acercan en la actualidad muchos estudiantes que llegan buscando una educación de calidad a un precio razonable. Así está despegando poco a poco Rusia como potencia universitaria.
El abaratamiento del rublo y una cantera de profesores muy veteranos que todavía esperan el relevo generacional convierte a Rusia en una oportunidad para futuros ingenieros, médicos y profesores. Mientras la Guerra Fría vuelve a resurgir entre Rusia y Occidente, en el plano universitario hace tiempo que empezó el deshielo. Los campus rusos están más abiertos que nunca, y tienen programas educativos en inglés e incluso en español.
Entre las universidades con mayor número de estudiantes extranjeros destaca sobre todo la famosa Universidad Rusa de la Amistad de los Pueblos (RUDN). En tiempos de la URSS había un 70% de estudiantes extranjeros y un 30% de estudiantes soviéticos. Ahora la cifra ha dado la vuelta: hay un 70% de estudiantes del país y un 30% son de fuera. «Tenemos 8.000 estudiantes de fuera, ofrecemos en lengua española una especialización en Economía enfocada para América Latina y también hay ramas sanitarias como Farmacia y Odontología, estas dos últimas en inglés», explica orgullosa Larissa Efremova, vicerrectora de Desarrollo Académico Internacional de la RUDN. En cuanto a presencia de alumnos extranjeros también sobresalen la Universidad Estatal y la Universidad Politécnica Pedro el Grande de San Petersburgo y la Universidad Estatal Lomonosov de Moscú.
Clara línea ascendente
El número de estudiantes extranjeros en Rusia ha crecido hasta casi triplicarse en diez años. En el curso 2004-2005 eran 100.000 y al llegar el verano de 2015 la cifra estaba en 282.000. Uno de ellos es el español Juan Gual, de 28 años, que en 2011 llegó a la Universidad Estatal de Moscú a estudiar el doctorado en Geológicas.
De los primeros meses recuerda el aprendizaje del idioma desde por la mañana hasta por la tarde, las infernales lecciones de matemáticas en ruso para preparar los exámenes de acceso de otros estudios, las pequeñas habitaciones compartidas en la residencia y el hastío del papeleo sin fin. Le impactó la talla humana de los profesores, «todos tan soviéticos, con mucha experiencia, capaces de hacer mucho con poco, muy curtidos, analógicos como los de antes, pero con un nivel muy bueno», explica este oscense amante de los espacios abiertos y de las recetas gastronómicas de lugares recónditos.
Estudiar en Rusia es como escalar una montaña: desde la cúspide todo parece fácil pero antes hay que ascender muy despacio. Por eso existe este periodo de formación previa para los estudiantes extranjeros antes de su incorporación a los estudios en ruso: 52 semanas, un año lectivo. De éstas, 38 están dedicadas a clases y cuatro a la temporada de exámenes. El resto son vacaciones. Pero es necesario afrontar las pruebas de acceso y superar la omnipresente burocracia, que te acompaña hasta el último día.
El filtro de entrada determina que es necesario adquirir un nivel mínimo de ruso: un vocabulario de al menos 2.300 palabras, la comprensión de textos y la lectura. «En mi caso había estudiado ruso en Zaragoza, pero tengo un compañero mexicano que vino sin saber nada de ruso», recuerda Gual.
El Ministerio de Educación calcula que más de 40.000 de ellos estudian gracias a becas rusas. Por número de alumnos destacan los países de la vieja órbita socialista: Ucrania, Moldavia, Tayikistán o Uzbekistán. América Latina es una fuente muy importante también: especialmente Colombia, Guatemala y Perú. También tiene mucho peso Asia, sobre todo China. Palestina, Siria e Irak completan el mosaico de las principales nacionalidades. Efremova cree que el precio no es el principal factor a la hora de optar por Rusia, «ofrecemos tradición y garantía de calidad, la gente que estudia con nosotros son después profesionales respetados».
Modernización
Las universidades rusas ya han logrado atraer al alumnado extranjero, pero tienen pendiente cobrar relevancia mundial. Sólo desde el año 2011 las Universidades de Rusia han podido poner en marcha una verdadera política de investigación científica después de que el Ministerio de Educación de Rusia eligiese 27 universidades para financiar su labor investigadora. Dos años después se creó el Programa 5Top100 para favorecer el posicionamiento de15 Universidades Rusas dentro de las 100 primeras posiciones de los ránkings internacionales.
La Universidad Lomonosov de Moscú está en el puesto 77 del Ranking Universitario Mundial CWUR 2016. Tres universidades rusas han sido incluidas en el Ranking de Reputación Mundial de 2016 elaborado por The Times Higher Education (THE). Uno de los frenos es que tienen todavía pocos profesores extranjeros. Y que la cantidad de estudiantes de fuera estudiando es porcentualmente bastante menor que la de las universidades occidentales. El año pasado el porcentaje de jóvenes llegados de otros países suponía menos del 3% del total. Pero de cara a 2018 el Ministerio de Educación y Ciencia prevé aumentar este porcentaje hasta el 10%.
Otra batalla pendiente es la de las escasas referencias en publicaciones científicas. Algunos expertos creen que la economía rusa, basada en la exportación de hidrocarburos y materias primas, no favorece el desarrollo de las innovaciones en un amplio espectro. Pero hay proyectos de gran calado. La Universidad Estatal de Moscú Lomonosov planea construir un cluster de 430.000 metros cuadrados dedicado a la investigación científica cerca del campus principal. Es una de las universidades más antiguas de Rusia, pero aspira a convertirse en la versión rusa de Silicon Valley.
Precisamente el ámbito de la comunicación ha abierto nuevos caminos en la jungla universitaria rusa. Iago Fernández llegó a hacer un máster en periodismo internacional de dos años de duración en la RUDN tras terminar Derecho en La Coruña: «Quería aprovechar la experiencia para practicar el ruso que había aprendido tras los seis cursos de la escuela de idiomas». La mayoría de las profesoras eran buenas, sabían de lo que hablaban y, en contra de la tónica general en Rusia, su nivel de inglés era satisfactorio.
«Los contenidos respondían más a la parte internacional que a la de periodismo, aunque no estaban muy actualizados«, recuerda este joven nacido en 1991 que no quiso dedicarse a la abogacía y ha preferido ver mundo. En su clase eran pocos alumnos y destaca una asignatura «que estaba relacionada con la influencia de las nuevas tecnologías y las redes sociales en la actualidad y su uso en acontecimientos como la primavera árabe y otros contextos en los que el papel del llamado periodismo ciudadano era clave».
El máster costaba 10.000 euros y a través de él logró unas prácticas en la agencia ITAR-TASS ayudando a gestionar sus redes sociales en inglés. «Así seguí a diario la crisis en Ucrania», recuerda ahora, aunque si hay algo imborrable será «el día en que Putin visitó nuestra universidad y la ovación que le dieron los alumnos, contenidos detrás de unas cintas de seguridad».
En el barrio de Belaievo, no lejos del centro de la ciudad, es habitual ver a los estudiantes foráneos de la RUDN mezclarse con la población local. «Ecuador, Colombia, Cuba y Venezuela son países muy importantes para nosotros en cuanto a número de alumnos, también China, por motivos obvios de tamaño», añade Efremova. Los estudiantes extranjeros han descubierto Rusia. Aunque de momento pocos están ahí para quedarse.