Hay personas que andan por la vida como en una obra de teatro. Sonríen, elogian y siguen co aparente naturalidad.
Otras asumen personajes de críticos, apuntan con el dedo, dicen «no» y mueven la cabeza hacia los costados. En ocasiones el protagonista es el mismo, aunque en diferentes lugares.
A veces, aplauden, dicen que algo les parece bien, pero luego resaltan lo negativo, le añaden un poco de ficción y hasta ofenden. Constituyen personajes de la realidad, de esos que casi nunca son sinceros, hacen daño y en las reuniones suelen «cuchichear» ciertas «gracias» al de al lado, pero jamás alzan la mano.
Disfrutan transmitir malas sensaciones al colectivo, con expresiones y actitudes pesimistas. En ocasiones, hasta envían papelitos, firmados por Anónimo, un ser indefinible que, con frecuencia, solo quiere dañar.
Uno podría pensar que se escaparon de alguna telenovela o página literaria, pero no, andan por nuestras calles, toman batido, saludan y con tono especial aseguran «te quiero», dan un abrazo, y luego disertan con otros sobre lo malo de quien recibió el simulado cariño.
No estudiaron en el Instituto Superior de Arte, ni en talleres de las Casas de Cultura o las universidades, pero su preparación actoral es innegable, aunque poco a poco uno los conoce y sus representaciones son menos creíbles. Uno suele darles la espalda o inventar un pretexto para no ser jamás público.
Las obras teatrales debieran ser solo para los escenarios. Prefiero la sinceridad, hablar sin temores y hasta con dureza cuando sea preciso, aunque la «diplomacia» a veces es muy necesaria.
Los protagonistas de estos párrafos, quienes tienen muchos nombres, interpretan sus personajes en cualquier lugar, una cola para comprar pizzas, un ómnibus…
Hace poco, alguien intentó recitarme un largo guion de problemas, y confieso que escuché unas dos páginas, pero no más. Le dije: «vamos, hablemos con la persona responsable de eso». Abrió los ojos más de lo habitual, balbuceó algo indefinible, una excusa que no definí por el bajo volumen de su voz, dio unos pasos hacia atrás, y… ya.
Es muy fácil señalar, ver lo negativo e hiperbolizar. Lo más importante es hacer y aportar a favor de los colectivos. La crítica constructiva será siempre muy necesaria y hasta saludable, especialmente en un país que aspira a la perfección permanente. Algunos la hacen por impulsos, porque algo les molesta, por simularse valientes… La percibo en parques, guaguas, coches, en barrios y centros laborales.
Dice mi abuelo que uno siempre la debe agradecer, y, cuando sea necesario, expresarla con valor, ética, responsabilidad y deseos de contribuir a eliminar los problemas.
Tal vez, usted imagine a una vecina, colega de trabajo o amiga (puede ser del sexo masculino), que emite sus criterios de forma espontánea y parece traer una cuchilla en la lengua, enunciando los defectos de otros. Si manifiesta lo que piensa y desea favorecer las soluciones, yo la aplaudo, aunque el tono no sea el más adecuado.
Varias personas aseguran que prefieren quedarse calladas o solo comentan en casa y con amigos, porque, en ocasiones, los señalamientos son malinterpretados, molestan a otros y no conducen a nada bueno. Y tienen razón.
Las deficiencias y otros aspectos mejorables se deben asumir con valor y conciencia, sin pretextos ni máscaras. Hay que decir: «es cierto», y lo más importante: caminar hacia la eterna superación. Es preciso que nadie la «coja» contra el emisor, sino contra el problema.
Debemos comprender que juzgar implica un alto grado de subjetividad y, en ocasiones, no conocemos cuántos problemas personales o de otro tipo sufre quien, en determinado momento, es blanco de los disparos verbales.
Tecleo estas ideas, y pienso en un amigo, quien me pide que sea más preciso en ciertos textos, escriba nombres y dificultades con apellidos, pero el objetivo es motivar reflexiones. Cada quien tiene sus propias vivencias.
Confirmo: criticar es una actitud favorable para todos, cuando pretende ayudar y empujar hacia el bien individual y colectivo, no destruir ni herir sensibilidades, o algo más.
Fuente del articulo: http://www.granma.cu/opinion/2017-04-13/el-teatro-y-la-vida-13-04-2017-21-04-04
Fuente de la imagen: http://reporteroescolar.unir.net/2017/wp-content/uploads/2017/01/42088_i_teatro.jpg