Por: Claudio Escobedo
En los últimos 3 años se han escrito muchísimas páginas en torno a los conflictos que ha generado la imposición de parte del gobierno federal de Enrique Peña Nieto de la Reforma Educativa, una Reforma que de entrada no es educativa, es más bien, un mecanismo disfrazado de Reforma que tiene el propósito de recuperar el control del magisterio y racionalizar al mínimo los derechos laborales y de salario de las maestras y maestros de México.
Una discusión que ha orientado sus baterías sobre la exclusión de los maestros en el diseño de la Reforma, sobre la cuestionable evaluación del desempeño docente y sobre el Nuevo Modelo Educativo. Pero muy poco se ha discutido sobre los dineros que necesariamente se tienen que invertir para transformar el evidente rezago educativo que se vive a lo largo y ancho del territorio nacional.
Un asunto de mucha importancia que debemos prestarle más atención, porque no hay un sólo ejemplo en el mundo, al menos documentado, donde se haya dado una transformación educativa de gran calado sin la participación de dinero extra, sin inversiones notables del Estado que ayuden a mitigar los graves y abundantes problemas que hay en el Sistema Educativo.
El tema no es para menos, puesto que según datos del INEGI y de la misma Secretaría de Educación Pública, de las 207 682 escuelas que hay de nivel básico en todo el país:
101 348 escuelas | Carecen de drenaje |
98 000 escuelas | Son multigrado con limitada conectividad |
64 381 escuelas | No tienen agua potable directa |
26 583 escuelas | No cuentan con sanitarios |
23 260 escuelas | No tienen energía eléctrica |
50 000 maestros | De inglés para 24 millones de estudiantes (500 X Maestro) |
Son sólo algunos datos contundentes que nos ilustran con nitidez del grave rezago de infraestructura y operatividad que tiene la escuela pública mexicana.
Sin embargo esto no termina aquí, no olvidemos que uno de los actores principales del acto educativo son sin duda los maestros, los cuales lejos de estimular su desempeño con salarios dignos y suficientes por su labor estratégica, en los hechos las evidencias muestran una reducción de sus percepciones que en nada ayudan a la conformación de un magisterio capacitado y profesionalmente eficiente.
La prueba fehaciente de este desprecio al trabajo del maestro se refleja con las últimas 7 negociaciones salariales que el gobierno federal acordó con el SNTE, acuerdos que muestran claramente la depreciación de los salarios de los más de un millón doscientos mil docentes del nivel básico que hay en México:
2011 | 4.75 % de incremento directo al sueldo base |
2012 | 4.25 |
2013 | 3.90 |
2014 | 3.50 |
2015 | 3.40 |
2016 | 3.15 |
2017 | 3.08 |
Estamos ante una grave involución en el sueldo tabular del magisterio, sobre todo si lo comparamos con el nivel de inflación de los últimos años, para ello basta tomar como ejemplo la primera quincena de mayo de 2017, donde de acuerdo al Índice Nacional de Precios al Consumidor la inflación llegó hasta 6.17 %, lo que indica que el último incremento salarial otorgado al magisterio de apenas 3.08 al sueldo base quedará prácticamente pulverizado por el incontrolable aumento de precio a productos de consumo y servicios.
Ante estos datos, no queda más que denunciar la política de austeridad que está llevando a cabo el gobierno federal en el tema educativo, la contracción de inversión para infraestructura y salarios de los maestros es más que notable. Por lo anterior es oportuno señalar el doble discurso del gobierno que por un lado habla de la gran revolución educativa que representa su Reforma Educativa, pero por el otro está llevando a cabo un recorte de presupuesto en dos de las áreas más estratégicas del Sistema Educativo Mexicano, la infraestructura y el salario de los maestros.
Por eso es importante que los mexicanos no nos dejemos confundir, no permitamos la manipulación de Peña, Nuño y Compañía. Las deficiencias en materia educativa no se solucionan con buenas intenciones, mucho menos con reducciones presupuestales, se requiere por fuerza hacer costosas inversiones para poner a todas las escuelas en condicione básicas de operatividad, así también es necesario la inversión de parte del Estado para motivar al docente con un salario justo, digno y profesional, un salario que pueda estar a la altura de las demandas y expectativas que exige su anhelada Reforma Educativa.
Pero esa inversión de dinero no la van a realizar, no les interesa realizarla, porque en lugar de invertir recursos frescos a la educación como suele pasar cuando inicia todo proyecto de transformación, la política del gobierno va en contrasentido, escatima dinero y racionaliza los recursos. Una estrategia de gobierno que desnuda por completo las verdaderas intenciones de la Reforma Educativa, la cual pregona calidad, pero la quiere conseguir sin aportar dinero, quiere los mejores maestros, pero con un salario bajo.
Por lo tanto, estamos ante una Reforma Educativa que maneja un discurso demagógico y tramposo que no busca mejorar la educación de los niños y jóvenes del país, caso contrario, la inyección de dinero estaría a la vista, sin embargo lo que ahorita brilla y brilla con intensidad, es la ausencia del dinero.
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