Ecuador / www.rebelion.org / 26 de Julio de 2017
Juan García Salazar ha sido una de las personas que más ha aportado al pueblo afroecuatoriano. Su pensamiento político abarca la genealogía de académicos, intelectuales y pensadores afrodiaspóricos, que han contribuido con otras formas de ver, pensar y actuar en el mundo, a partir de la experiencia de la esclavitud, colonización, colonialidad y de la existencia.
Nació en El Cuerval, pequeño pueblo al norte de Esmeraldas donde los cuervos abundaban, y de ahí el nombre. En ese lugar fue donde recibió su primer mandato de asumir el encargo de «dar tierra» a su abuelo Zenón, que no era más que cuidar de un familiar «que estaba esperando la muerte», y para cumplir con esa tarea se escogía a la persona más fiel a la tradición. Esta práctica cultural tenía la intención de heredar los secretos y saberes que la persona mayor guardaba en su cabeza. Juan García nunca pensó que eso le cambiaría la vida, y que sería su semilla de sabiduría. «Algunos de estos secretos son historias de nuestros actos de resistencia que pertenecen a la memoria de nuestros pueblos».
Reflexionar sobre la memoria como fuente y matriz de pensamiento es pensar en cómo Juan García se ombliga (práctica del nacimiento que consiste en transferir un don al recién nacido a través del ombligo), en el pensamiento del abuelo Zenón1. El maestro Juan fue ombligado con la palabra de la memoria por este abuelo.
En ese caminar y andar, como enseñaban los mayores —«caminar y andar, andar y caminar, caminaba con los pies y andaba con la cabeza»—, continuó labrando e hilando el proceso, de ahí su autonombramiento como obrero del proceso, construyendo proyectos de vida «casa adentro» para interpelar desde su militancia las historias de sumisión y obediencia que nos metieron con sangre en la cabeza.
Sin lugar a dudas, Juan García Salazar ha sido una de las personas que más le ha aportado al pueblo afroecuatoriano en estos tiempos modernos. Un hombre excesivamente sencillo, de figura delgada, pero enérgico con su palabra. Yo le conocí por el año 2002 en la Universidad Andina, y a partir de ese momento no me he separado de su pensamiento y de su ser, y hasta llegué a quererlo como a un padre.
Hablar de su pensamiento político es sumar a la genealogía de académicos, intelectuales y pensadores afrodiaspóricos, que han contribuido con otras formas de ver, pensar y actuar en el mundo, a partir de la experiencia de la esclavitud, colonización, colonialidad y de la existencia. Entre los que se podrían citar: Manuel Zapata Olivella, Candelario Obeso, Fanon, Cesaire, Roger Bastide, Dubois, Malcom X, Martín Luther King, Maya Angelou, Angela Davis, Frederick Douglass, Booker T. Washington, los filósofos afrocaribeños Lewis Gordon, Sylvia Wynter, Piaget Henry, Tony Bogues, Amílcar Cabral, Patricio Lumumba, Mandela, Desmond Tutu, etc.
El pensamiento de este obrero del proceso se caracteriza por la radicalidad de posicionamiento político y epistémico, desarrollado a través de teorías y categorías para la emancipación desde la experiencia del esclavizado o del colonizado. O, mejor aún, desde los condenados de la tierra, como diría Frantz Fanon. El criterio del maestro es mucho más que un lugar de enunciación, conlleva una profundidad política: «El posicionamiento es un obstáculo para el otro, porque si yo sigo excluido, solo sigo excluido, dejando el campo expedito para el otro, cuando yo me posiciono me salgo de la exclusión que el otro me está haciendo asumir».
Todo esto lo fue armando y recomponiendo desde la palabra y memoria de los mayores, con la vocación de ir como un juglar de la diáspora africana, recopilando testimonios, historias e imágenes de decimeros, curanderos de culebras, cantadoras de arrullos y chigualos, cuenteros y otros tantos personajes de las comunidades del pueblo afroecuatoriano.
Así, por los años ochenta, organizó a un equipo de jóvenes que habían migrado a Quito como resultado de esa diáspora interna, y con grabadora y cámara en mano, empezaron a recorrer las tierras secas y polvorientas del Valle Chota-Mira y los ríos y esteros de Esmeraldas, buscando guardianes de la tradición, poseedores de saberes y conocimientos. De esta forma creó el Centro de Estudios Afroecuatorianos, una escuela donde se enseñaba y se aprendía a «volver a ser lo que habían dejado de ser», en palabras del maestro.
En uno de esos caminares-andares un abuelo le dijo: «Si toda la gente que se fue a la ciudad para estudiar y aprender de los otros regresa donde los ancianos para saber, quiere decir que los negros estamos retomando el timón de la historia».
Sin embargo, no terminó con esto su trabajo. Siguió elaborando discursos y prácticas políticas con base en estos testimonios, y por primera vez después de muchos años, los afroecuatorianos tenían una historia que no era la que figuraba en los textos escolares. Dedicó años a revisar y estudiar los legados históricos, desempolvando cientos de folios de varios archivos nacionales, oficio que aprendió mientras estudiaba Historia en Estados Unidos, gracias a una beca que recibió de la Universidad John Hopkins. Fue harto interesante, porque le permitieron realizar una maestría a pesar de no haber terminado el colegio.
Nota:
1. Zenón es abuelo materno, y a quien «dio tierra», y este le transfirió saberes a través de historias de la comunidad y filosofías de vida.
Fuente: http://www.cartonpiedra.com.ec/noticias/edicion-n-299/1/juan-garcia-sembrador-de-saberes