Page 1 of 8
1 2 3 8

¿Qué nos dicen los nombres de las calles?

Por: Ignacio Mantilla

Una de mis mayores sorpresas cuando viajé por primera vez a Alemania fue descubrir que las calles de sus ciudades no están numeradas, sino que llevan nombres propios, en su mayoría de personajes, algunos muy famosos y hasta familiares, y otros que nunca había oído nombrar.

Los nombres de algunas calles son comunes y se repiten, como Goethestrasse, Humboldtstrasse, Rosa-Luxemburg-Strasse, Karl-Marx-Strasse o Schillerstrasse. En Francia también encontramos las calles Rue Platon, Rue Descartes y Rue Pascal, entre otras alusivas a las figuras provenientes de las ciencias en su conjunto.

En muchas ocasiones memorizamos el nombre de algún personaje, pero es más en un intento por retener una dirección que por indagar por su biografía, y entonces asociamos dicho nombre con el lugar, mas no con la figura. Personalmente me sucede con la Plaza de Wenceslao, en la bella ciudad de Praga: cuando oigo el nombre de Wenceslao, inmediatamente pienso en la plaza de Praga, mas no en San Wenceslao, patrono de la República Checa.

También suele pasar que con el tiempo una calle que lleva el nombre de un personaje ilustre pierde su reputación por las actividades que se realizan allí, y entonces también arrastra el buen nombre de la persona y se tiende a asociar dicho detrimento con el personaje mismo, quien puede caer en desgracia para siempre. Por ejemplo sucede con Pigalle, en París. Ese lugar lleva el apellido del importante escultor francés Jean-Baptiste Pigalle, pero si usted digita su apellido en Google, encontrará cientos de referencias a la Plaza Pigalle y a la zona parisina que no se recomienda sino para algunos entretenimientos mundanos.

Existen otras calles con características particulares que vale la pena traer a mención. Por ejemplo en Hamburgo está la calle Herbertstrasse, cuyo nombre prácticamente se debe pronunciar en voz baja. Allí las prostitutas se exponen desnudas a sus clientes en vitrinas a la vista de los transeúntes. Desconozco el origen de su nombre. La calle está vedada para mujeres y menores de edad, lo que atrae aún más a los turistas. Ante la curiosidad, algunas mujeres se han disfrazado para poder recorrerla a sus anchas.

Así mismo en otras zonas la actividad criminal ha impuesto nombres, como “Cracolandia”, a una zona del centro de Sao Paulo que representa un reto tanto para el gobierno urbano como para el ejercicio del derecho a la ciudad.

Los nombres de las calles y la apropiación del patrimonio, como lo han señalado los urbanistas, es un campo de lucha. Pensemos por ejemplo en la Segunda Guerra Mundial. Las vías de las ciudades alemanas nombradas en honor a Hitler y al nazismo fueron rebautizadas de inmediato al paso de los aliados. Y en la capital de España, Madrid, hacia 2015 el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) lideró una intensa campaña para cambiar los nombres franquistas de las calles.

En Estados Unidos, por ejemplo, ha sido fuente de polémica la existencia de monumentos a los líderes de los Estados Confederados de América, por sus conocidos idearios en pro de la esclavitud y el racismo.

En Colombia nos guiamos mucho más por los números de las calles y avenidas que por sus nombres. En la capital del país las personas se refieren a la Calle 26 y a la Carrera 30 en mayor medida que a la Avenida El Dorado o a la Avenida Ciudad de Quito, y probablemente si preguntamos por la Avenida Fernando Mazuera nadie nos da razón.

En contraste, todos podemos ubicar la Avenida Boyacá o “La Caracas”. Hay vías que por su nombre tal vez no estimulan ninguna emocionalidad, y por ello es mejor identificarlas con sus números. Pero en Bogotá un nombre es inexplicable, como pude comprobarlo cuando un amigo extranjero me preguntó por qué esa avenida se llama “Avenida Norte-Quito-Sur”, que, si bien lleva el nombre de la capital del país hermano, nadie entiende esa extraña combinación, que además no es conmutativa, pues, como preguntaba mi amigo extranjero, “¿y por qué no se puede llamar también Sur-Quito-Norte?

También hay nombres de locales que despistan, como un bar que conocí llamado “Gardel”, de una rara combinación: ofrecen comida mexicana y se oye salsa, pero no tango.

En las grandes ciudades del país, las avenidas o calles principales deberían llevar nombres de nuestros personajes más ilustres o representativos. Así por ejemplo, en una ciudad como Zipaquirá, en la cual Gabriel García Márquez cursó su bachillerato, su principal avenida podría bautizarse con su nombre.

No podría dejar de hablar de la Universidad Nacional, patrimonio de todos los colombianos, en cuyos campus algunos de los edificios han sido revestidos de un poderoso sentido simbólico al ser bautizados con los nombres de los personajes que han marcado la vida universitaria, entre ellos el Edificio de Matemáticas, que fue nombrado como Yu Takeuchi, o el edificio insignia de la Facultad de Ingeniería de Bogotá como Julio Garavito Armero, en Manizales la Biblioteca Carlos-Enrique Ruiz, en Medellín el Auditorio Pedro Nel Gómez, o en Palmira el Edificio Ciro Molina.

Pero ni siquiera la Universidad se salva de la disputa simbólica, y el caso más icónico es sin duda la Plaza Santander, bautizada originariamente en honor a quien impulsó decididamente la educación pública en el país, pero que hoy es más conocida como Plaza Che.

Fuente: https://www.elespectador.com/opinion/que-nos-dicen-los-nombres-de-las-calles-columna-716929

Comparte este contenido:

Por un costumbrismo crítico

Por: Graziella Pogollotti

Formamos parte de un país que dispone de una brevísima e intensa historia. Nuestros primeros pobladores dejaron escasas huellas. Luego, fueron llegando los españoles que impusieron la inmigración forzosa de africanos. Nuestra demografía en los años que siguieron a la conquista se vio empobrecida por la partida de quienes se marcharon al continente, seducidos  por el espejismo del oro y la plata. Con el andar del tiempo, los que radicaron en la Isla y sembraron familia, se fueron acriollando. Se modificó el habla, cambiaron las costumbres y, por razones de clima y de recursos, las ciudades evolucionaron con perfil propio. La mentalidad, los estilos y expectativas de vida acentuaron diferencias entre los nacidos en Cuba y sus padres. Aparecían también las contradicciones entre el monopolio expoliador de la metrópoli y los intereses económicos de los lugareños.

La agudización de las contradicciones con España se une a la conciencia de nuestra singularidad para forjar paulatinamente el sueño de la nación.

Los rasgos característicos de nuestro perfil se precisaban al contemplarnos ante un espejo. Los escritores asumieron esa tarea, punto de partida para la conformación de un imaginario colectivo. Era la obsesión de Heredia en sitio tan distante como las cataratas del Niágara, y el desgarramiento de Gertrudis Gómez de Avellaneda al abandonar la tierra en que había nacido. Estaba en el descubrimiento de la peculiar luminosidad de nuestro paisaje.

Con extrema prodigalidad y riqueza, el costumbrismo se expandió a lo largo del siglo XIX. Para los contemporáneos, fue un modo de afirmar nuestra singularidad. La posteridad ha podido descubrir en esos textos el registro de un ambiente de época a través del testimonio de un vivir cotidiano que incluye una significativa franja de la sociedad. La mirada del observador recorre mercados, el vestuario y la conducta de las vendedoras de una repostería hecha al gusto de los paseantes, en las celebraciones tradicionales, en la vida de los salones y en los sitios dedicados a la recreación.

El costumbrista resulta a veces complaciente en exceso, al extremo de eludir en sus viñetas las zonas más oscuras de nuestra realidad. Podemos tropezar con la zona marginal representada por los curros del manglar, pero el acercamiento al drama social y humano de la esclavitud es mucho más cauteloso.

Los reformistas condenaron la trata negrera, pero no pudieron plantearle la abolición radical al sistema. Precursor de una ciencia en formación, en su prosa reflexiva José Antonio Saco intenta un análisis sociológico de las razones de algunos de los males que hemos arrastrado en nuestro devenir; la vagancia y los juegos de azar, que se sumergen y renacen como el irreductible marabú que inficiona nuestras tierras.

Desde la publicación de Contradanzas y latigazos, Reinaldo González no ha abandonado el estudio de Cecilia Valdés, clásico indiscutible de nuestra literatura, lectura imprescindible para todos los cubanos. Con esa novela, Cirilo Villaverde dio término al ambicioso empeño de toda una vida. Encontró maestros en los escritores europeos de su época, pero su intuición de artista lo condujo a entrecruzar la perspectiva sociológica con una penetrante capacidad de observación sicológica. En su voluntad de descubrir las interconexiones subyacentes en una realidad compleja, conduce al lector a un recorrido por la capital y por las zonas rurales. Atraviesa los estratos de la sociedad cubana, desde el comerciante español hasta el quehacer de ingenios y cafetales. Pasa junto a los mestizos que desempeñan oficios. Mira de soslayo a los estudiantes del seminario San Carlos. Describe la condición de los esclavos y advierte, con notable perspicacia, la marca de esta infame institución en víctimas y victimarios. El acercamiento abarcador a conflictos que atraviesan la sociedad se complementa con la sagaz visión del ámbito familiar de los Gamboa y la manifiesta ambigüedad latente en el vínculo entre Leonardo y su madre.

La literatura del siglo XX tomó otros rumbos, aunque nos dejó el perfil crítico del trepador Juan Criollo. No faltó, sin embargo, la crítica de costumbres. Se hizo a través del periodismo. La ejerció de manera ejemplar Emilio Roig, quien supo compartir su tarea en los campos de la investigación histórica y de animación cultural con una acción pública en favor de la cimentación de la conciencia ciudadana. En las modalidades de la convivencia cotidiana se manifiesta también el sueño martiano de preservar, ante todo, la dignidad suprema del hombre en lo que tiene de esencial, el respeto al otro.

En el aquí y el ahora del obligado quehacer de cada día, observamos la vulneración creciente de normas de conductas básicas para garantizar, en lo espiritual, una adecuada convivencia entre los seres humanos y, en el orden de la práctica concreta, un mejor funcionamiento de la sociedad. Desde la espontaneidad, se socavan los valores que sustentan un imaginario que subvierte los momentos esenciales para un presente en que germinan las semillas del porvenir. La prepotencia se expresa en la actitud del vendedor con el cliente, del funcionario que maltrata al demandante, de los poseedores de bienes adquiridos al margen de la ley y los exhiben sin recato ante quienes disponen apenas, con su trabajo honrado, de un salario depreciado. Las bocinas estentóreas perturban el descanso del vecindario. Los basurales tupen nuestras avejentadas alcantarillas, propician el derrame de aguas  negras y violan condiciones  de higiene indispensables para detener la propagación de epidemias. La coreografía de las fiestas de quince rinde culto a la ostentación y a la más ramplona cursilería.

Hay espacios en nuestra prensa para el registro crítico de fenómenos de nuestra realidad. Más allá de la observación del hecho aislado, se impone profundizar en las causas de las cosas y abordar el problema de manera integral. El funcionamiento de las instituciones tiene que ofrecer muestras de ejemplaridad en el cumplimiento de las normativas legales, eludir la persistente tendencia justificativa, actuar con prontitud y eficacia al responder a los demandantes, convertirse en modelo de trato respetuoso, aplicar sanciones requeridas en caso necesario, restaurar el estricto cumplimiento de la ley.

El pueblo trabajador es el mayor tesoro de la nación. Desde el siglo XIX los visitantes de otros países admiraron nuestro paisaje, pero reconocieron, sobre todo las cualidades del cubano cordial. Preservar esa virtud es compromiso esencial en este momento histórico.

Fuente: http://www.granma.cu/opinion/2017-09-03/por-un-costumbrismo-critico-03-09-2017-21-09-10

Comparte este contenido:

Ecuador:Juan García, sembrador de saberes

Ecuador / www.rebelion.org / 26 de Julio de 2017

Juan García Salazar ha sido una de las personas que más ha aportado al pueblo afroecuatoriano. Su pensamiento político abarca la genealogía de académicos, intelectuales y pensadores afrodiaspóricos, que han contribuido con otras formas de ver, pensar y actuar en el mundo, a partir de la experiencia de la esclavitud, colonización, colonialidad y de la existencia.

Nació en El Cuerval, pequeño pueblo al norte de Esmeraldas donde los cuervos abundaban, y de ahí el nombre. En ese lugar fue donde recibió su primer mandato de asumir el encargo de «dar tierra» a su abuelo Zenón, que no era más que cuidar de un familiar «que estaba esperando la muerte», y para cumplir con esa tarea se escogía a la persona más fiel a la tradición. Esta práctica cultural tenía la intención de heredar los secretos y saberes que la persona mayor guardaba en su cabeza. Juan García nunca pensó que eso le cambiaría la vida, y que sería su semilla de sabiduría. «Algunos de estos secretos son historias de nuestros actos de resistencia que pertenecen a la memoria de nuestros pueblos».

Reflexionar sobre la memoria como fuente y matriz de pensamiento es pensar en cómo Juan García se ombliga (práctica del nacimiento que consiste en transferir un don al recién nacido a través del ombligo), en el pensamiento del abuelo Zenón1. El maestro Juan fue ombligado con la palabra de la memoria por este abuelo.

En ese caminar y andar, como enseñaban los mayores —«caminar y andar, andar y caminar, caminaba con los pies y andaba con la cabeza»—, continuó labrando e hilando el proceso, de ahí su autonombramiento como obrero del proceso, construyendo proyectos de vida «casa adentro» para interpelar desde su militancia las historias de sumisión y obediencia que nos metieron con sangre en la cabeza.

Sin lugar a dudas, Juan García Salazar ha sido una de las personas que más le ha aportado al pueblo afroecuatoriano en estos tiempos modernos. Un hombre excesivamente sencillo, de figura delgada, pero enérgico con su palabra. Yo le conocí por el año 2002 en la Universidad Andina, y a partir de ese momento no me he separado de su pensamiento y de su ser, y hasta llegué a quererlo como a un padre.

Hablar de su pensamiento político es sumar a la genealogía de académicos, intelectuales y pensadores afrodiaspóricos, que han contribuido con otras formas de ver, pensar y actuar en el mundo, a partir de la experiencia de la esclavitud, colonización, colonialidad y de la existencia. Entre los que se podrían citar: Manuel Zapata Olivella, Candelario Obeso, Fanon, Cesaire, Roger Bastide, Dubois, Malcom X, Martín Luther King, Maya Angelou, Angela Davis, Frederick Douglass, Booker T. Washington, los filósofos afrocaribeños Lewis Gordon, Sylvia Wynter, Piaget Henry, Tony Bogues, Amílcar Cabral, Patricio Lumumba, Mandela, Desmond Tutu, etc.

El pensamiento de este obrero del proceso se caracteriza por la radicalidad de posicionamiento político y epistémico, desarrollado a través de teorías y categorías para la emancipación desde la experiencia del esclavizado o del colonizado. O, mejor aún, desde los condenados de la tierra, como diría Frantz Fanon. El criterio del maestro es mucho más que un lugar de enunciación, conlleva una profundidad política: «El posicionamiento es un obstáculo para el otro, porque si yo sigo excluido, solo sigo excluido, dejando el campo expedito para el otro, cuando yo me posiciono me salgo de la exclusión que el otro me está haciendo asumir».

Todo esto lo fue armando y recomponiendo desde la palabra y memoria de los mayores, con la vocación de ir como un juglar de la diáspora africana, recopilando testimonios, historias e imágenes de decimeros, curanderos de culebras, cantadoras de arrullos y chigualos, cuenteros y otros tantos personajes de las comunidades del pueblo afroecuatoriano.

Así, por los años ochenta, organizó a un equipo de jóvenes que habían migrado a Quito como resultado de esa diáspora interna, y con grabadora y cámara en mano, empezaron a recorrer las tierras secas y polvorientas del Valle Chota-Mira y los ríos y esteros de Esmeraldas, buscando guardianes de la tradición, poseedores de saberes y conocimientos. De esta forma creó el Centro de Estudios Afroecuatorianos, una escuela donde se enseñaba y se aprendía a «volver a ser lo que habían dejado de ser», en palabras del maestro.

En uno de esos caminares-andares un abuelo le dijo: «Si toda la gente que se fue a la ciudad para estudiar y aprender de los otros regresa donde los ancianos para saber, quiere decir que los negros estamos retomando el timón de la historia».

Sin embargo, no terminó con esto su trabajo. Siguió elaborando discursos y prácticas políticas con base en estos testimonios, y por primera vez después de muchos años, los afroecuatorianos tenían una historia que no era la que figuraba en los textos escolares. Dedicó años a revisar y estudiar los legados históricos, desempolvando cientos de folios de varios archivos nacionales, oficio que aprendió mientras estudiaba Historia en Estados Unidos, gracias a una beca que recibió de la Universidad John Hopkins. Fue harto interesante, porque le permitieron realizar una maestría a pesar de no haber terminado el colegio.

Nota:

1. Zenón es abuelo materno, y a quien «dio tierra», y este le transfirió saberes a través de historias de la comunidad y filosofías de vida.

Fuente: http://www.cartonpiedra.com.ec/noticias/edicion-n-299/1/juan-garcia-sembrador-de-saberes

Comparte este contenido:

La Escuela de Ingeniería en la historia de la Universidad Nacional

Por: Ignacio Mantilla

Una de las seis escuelas que conformaron la Universidad Nacional desde su creación, hace 150 años, fue la Escuela de Ingeniería. Puede decirse que los orígenes de esta escuela son fácilmente rastreables en el Colegio Militar fundado por el general Tomás Cipriano de Mosquera en 1848; colegio que desapareció en 1854, al no encontrar respaldo del Estado. Aunque el general Mosquera, siete años después, en su segundo mandato, decretó la reapertura del Colegio Militar, solo hasta 1866 pudo entrar en funcionamiento, debido a la guerra civil en curso. Y fue este colegio, que concentraba la formación de ingenieros civiles en el país, el que dio origen a la escuela, una de las seis primeras que integraron en 1867 la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia.

La Escuela de Ingeniería tuvo como sede inicial el Convento de la Candelaria de Bogotá, que hoy alberga al Colegio Agustiniano en la calle 11, entre carreras 4ª y 5ª en el centro de la ciudad. Esta escuela de la universidad recibió en su primer año a 36 estudiantes de casi todos los estados de la Unión que fueron recibidos por los primeros diez profesores de ingeniería. La historia de esta escuela de la universidad es rica en aportes importantes para el país, tales como la construcción de carreteras, ferrocarriles, puentes y túneles. Obras que aportaron para que la Colombia de finales del siglo XIX fortaleciera, poco a poco, la producción industrial y su desarrollo económico.

Adicionalmente, la Escuela de Ingeniería formó a ingenieros e intelectuales de gran preponderancia para la vida económica y cultural de nuestra nación. Uno de aquellos ingenieros formados en sus aulas fue el muy reconocido Julio Garavito Armero, que por décadas se desempeñó como director del Observatorio Astronómico Nacional y desde donde realizó investigaciones en matemáticas y astronomía que le valieron para ser reconocido internacionalmente. Como muchos saben, en 1971 la Unión Astronómica Internacional exaltó su trabajo, bautizando un cráter ubicado en el lado oscuro de la Luna con el nombre de este ingeniero colombiano. De los alumnos de los primeros años de la escuela se destacan por su gran reconocimiento, entre otros, Ruperto Ferreira, posteriormente rector de la misma, cargo equivalente a lo que hoy sería decano de Facultad, quien por varios años asumió la responsabilidad como ministro de Hacienda, y Manuel Antonio Rueda, uno de los mayores impulsores del estudio de las matemáticas a finales del siglo XIX. A este último le debemos uno de los primeros esfuerzos en traducir, editar y publicar gran cantidad de textos matemáticos de fundamental importancia para su estudio en nuestro país.

A diferencia de la Escuela de Minas de Medellín, que desde comienzos del siglo XX formó parte de la Universidad Nacional y donde las matemáticas se estudiaban únicamente para su aplicación a la ingeniería, la Escuela de Ingeniería se desarrolló bajo un modelo francés donde los aspectos teóricos de la matemática se estudiaban con mayor dedicación y profundidad. Por su inclinación hacia el abordaje más extenso de las matemáticas, la escuela cambió de nombre en distintas ocasiones; así, por ejemplo, en 1886 pasó a llamarse Facultad de Ciencias Matemáticas. Después de la reapertura de la universidad, al terminar la Guerra de los Mil Días, cambió su nombre a Facultad de Matemáticas e Ingeniería, nombre que mantuvo hasta terminarse la primera mitad del siglo XX, cuando adoptó su nombre actual, Facultad de Ingeniería.

Los primeros cursos dictados en nuestra escuela demuestran la inclinación teórica de la Ingeniería Civil que allí se estudiaba. Así, el pénsum de la carrera para 1868 se componía de un primer año con estudios superiores de aritmética, álgebra, geometría, trigonometría rectilínea y esférica. El segundo año había que cursar las asignaturas de geometría práctica, topografía, geometría analítica y geometría descriptiva. En el tercero: cálculo diferencial e integral y mecánica. En el cuarto año: geodesia y maquinaria. Por último, en el quinto años los estudiantes tomaban cursos de arquitectura y construcción civil (caminos, puentes y trabajos hidráulicos, entre otros).

Pero fue gracias a la Escuela de Ingeniería, con su formación politécnica, que surgieron formalmente algunas disciplinas en nuestro país, entre las que podemos mencionar la química, la astronomía, la física, la arquitectura y la matemática. También debemos a nuestra Escuela de Ingeniería la influencia en la creación de instituciones de gran importancia nacional como la Sociedad Colombiana de Ingenieros en 1887, la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Nariño en 1905 o la Escuela Colombiana de Ingeniería en 1972.

Hoy por hoy la Facultad de Ingeniería es una de las más grandes e importantes facultades de ingeniería del país y ofrece una formación de alta calidad a través de nueve programas de pregrado y 27 programas de posgrado entre los que se cuentan siete doctorados. La labor desarrollada ininterrumpidamente por esta antigua facultad es para nuestra universidad y, por supuesto, para todo el país de gran orgullo y valor. Es la facultad de la Universidad Nacional con mayor número de estudiantes y de egresados.

La Universidad Nacional, patrimonio de todos los colombianos, es como un cuerpo humano, compuesto de órganos que son indispensables para su funcionamiento. En el caso de la Facultad de Ingeniería se trata de un órgano vital que da a la institución su razón de ser.

Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/la-escuela-de-ingenieria-en-la-historia-de-la-universidad-nacional-columna-704294

Comparte este contenido:

Nueva Sede de La Paz de la Universidad Nacional

Por: Ignacio Mantilla

Desde su fundación, hace 150 años, la Universidad Nacional ha integrado escuelas y facultades que hoy por hoy constituyen sus ocho sedes erigidas en el territorio nacional. En un comienzo, la Universidad se conformó con seis escuelas en Bogotá que para la época de 1867 estaban dispersas por la ciudad: Medicina, Ciencias Naturales, Filosofía y Letras, Ingeniería, Artes y Oficios, y Jurisprudencia.

Posteriormente, en 1935, el presidente López Pumarejo entregó los terrenos en los que se construyó la Ciudad Universitaria en Bogotá, sede principal de la institución. En 1936 se integró la Sede Medellín a la Universidad con la anexión definitiva de la Escuela Nacional de Minas; la Sede Manizales se adicionó en 1948 y la Sede Palmira en 1946 con la incorporación de la Escuela Superior de Agricultura Tropical del Valle.

En 1996 la universidad creó cuatro sedes en las fronteras del país: Arauca, San Andrés, Leticia y Tumaco. Su apertura formal se dio posteriormente de manera distinta en cada una de estas regiones. La última que entró en funcionamiento fue Tumaco, que apenas hace tres años recibió los primeros estudiantes.

Desde hace varios años, y por iniciativa de la comunidad vallenata, se ha querido tener una sede de la Universidad Nacional en el Cesar. Las tres últimas administraciones regionales y locales: Gobernación, Alcaldía de Valledupar y Alcaldía del municipio de La Paz, con el apoyo adicional de los diputados, han unido esfuerzos, recursos y acciones para lograrlo. Es así como, desde 2013 se inició la construcción de un campus, localizado entre Valledupar y La Paz, con recursos de la Gobernación del Cesar, principalmente provenientes del sistema general de regalías.

Las dificultades propias de este tipo de obras públicas y el incumplimiento del cronograma inicialmente previsto para la culminación de la construcción han motivado la intervención de la Contraloría General, en cabeza del señor contralor, doctor Edgardo Maya, para poder superar los excesivos retrasos y lograr, finalmente, concluir esta importante obra para la región.

En virtud de estas acciones, los directivos de la Universidad Nacional acompañamos la semana pasada al señor contralor a la ciudad de Valledupar para instalar una veeduría ciudadana compuesta por los notables ciudadanos, en su mayoría ilustres egresados de la Universidad Nacional, Alfonso Araújo Cotes, Hernán Cabello Vega, Ernesto Altahona Suárez, Emilio Araos Solano, Francisco Fuentes Acosta y Gustavo Gnecco Oñate, quienes se encargarán de hacer seguimiento e informar sobre el cumplimiento de los trabajos finales. Fue ésta además una oportunidad para reunirnos todos con el señor gobernador, Franco Ovalle, en una de las aulas del nuevo campus en construcción y observar el estado de avance de las obras.

La reunión y, en general, la visita abre una concreta esperanza: entregar a la Universidad Nacional las instalaciones debidamente terminadas a principios del mes de noviembre de 2017. De lograrse con éxito esta meta, habrá que garantizar aún la ineludible financiación por parte del Gobierno Nacional para el funcionamiento y vendrá para la universidad un gran reto que debe comenzar el próximo año.

Esta nueva sede se llamará Sede de La Paz, haciendo alusión a su ubicación geográfica en el municipio del mismo nombre, pero también al momento histórico que vive el país. Su real apertura y funcionamiento se dará cuando el Consejo Superior Universitario apruebe su creación y se incorporen a la base presupuestal de la institución los recursos de funcionamiento requeridos para atender una población estudiantil que en la primera etapa aspira a tener unos 2.500 estudiantes.

El ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, ha mostrado interés en este proyecto y gracias a su gestión se dispone de una primera suma de inversión para llevar a cabo los trabajos preoperativos de adecuación y dotación de los espacios académicos iniciales. También el presidente Santos ha manifestado su compromiso con este proyecto de gran impacto social. Confío, entonces, en que estas manifestaciones y buenas intenciones se concreten en los recursos requeridos para la apertura de la nueva casa de estudios, acto equivalente a la creación de una nueva universidad pública, lo que no se ha hecho en las dos últimas décadas.

Si mis expectativas optimistas se cumplen, el gran proyecto académico de la Sede de La Paz de la Universidad Nacional comenzará entonces el próximo año. Este nuevo reto universitario, que quiero compartirles, lo representa principalmente la puesta en marcha de los programas académicos de pregrado y posgrado que allí se ofrecerán.

En una audaz apuesta, queremos que, por primera vez en 150 años, la Universidad Nacional ofrezca, fuera de Bogotá, carreras del área de la salud tales como Medicina. La región necesita y merece este esfuerzo y desde la universidad estamos convencidos de la importancia de consolidar allí una Facultad de Ciencias de la Salud, que además de los beneficios naturales que trae la formación de los mejores médicos, odontólogos, fisioterapeutas o nutricionistas, pueda contribuir para transformar en un hospital universitario el actual Hospital Rosario Pumarejo de López de Valledupar.

Complementaria al área de la salud, la Sede de La Paz tendrá otras facultades y se ofrecerán más de 50 carreras distintas en la exitosa modalidad Peama, consistente en programas que inician con las asignaturas propias de los ciclos básicos comunes a casi todas las carreras y después de dos años de estudios en esa sede, el estudiante se traslada, para terminar su carrera, a una de las grandes sedes como Bogota o Medellín. Paralelamente la oferta académica de posgrado por cohortes podrá contemplar programas de especialización o maestría en diferentes áreas.

Espero que todas las condiciones iniciales se den para que podamos responder a las expectativas de esta amplia comunidad y para que la educación superior de calidad que ofrecerá la Universidad Nacional en esta región pueda acoger a los talentosos y alegres jóvenes vallenatos.

Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/nueva-sede-de-la-paz-de-la-universidad-nacional-columna-699822

Comparte este contenido:

Alemania: Knowledge is power: Humboldt’s educational vision resonates on 250th birthday

Alemania/Junio de 2017/Fuente: Made for Minds

Resumen: Un lingüista cosmopolita, filósofo, estadista y escritor en uno, Wilhelm von Humboldt hoy sería un buen ministro de educación alemán. Hablaba con fluidez los principales idiomas del viejo y nuevo mundo y vivió largos períodos de su ajetreada vida en los centros culturales europeos más importantes como París, Roma, Londres, Viena y Berlín. A pesar de estar a veces en la sombra de su hermano bien viajado Alejandro, era igualmente significativo, especialmente por su trabajo pionero como reformador de la educación.

Considered the father of the modern university, Wilhelm von Humboldt revolutionized public education in Germany. But on his 250th birthday, how does Humboldt’s legacy live on?

A cosmopolitan linguist, philosopher, statesman and writer in one, Wilhelm von Humboldt would today make a good German education minister.

He was fluent in the principal languages ​​of the old and new world, and lived through long periods of his busy life in the most important European cultural centers such as Paris, Rome, London, Vienna and Berlin. Even though he was sometimes in the shadow of his well-traveled brother Alexander, he was equally significant, especially for his pioneering work as an education reformer.

The road to enlightenment

Wilhelm von Humboldt’s whole life was essentially an educational journey. After the early death of his father – who served as chamberlain to Frederick the Great – Humboldt had already received excellent education from private tutors that continued into his youth. His mother, born to prosperous Huguenot merchants, sought the best philosophers, reformist educators and polymaths to not only teach her sons the basics, but explain the world to them.

A young Wilhelm von Humboldt (Imago/Imagebroker)

The young Wilhelm von Humboldt

The boys were quickly instilled with a fascination with research, intellectual curiosity and Prussian discipline – and would go on to achieve excellence in their professions.

Like his brother, Wilhelm had intensive contact with the great minds of his time, among them Schiller, Goethe, Fichte and Schleiermacher. They also closely studied the modern philosophy of Kant. Thanks to his family’s wealth, the Humboldt brothers werefinancially independent and could freely pursue their personal interests.

Wilhelm von Humboldt entered the Prussian state service in 1790 at the age of 23, but was bored and quickly resigned. He then married Karoline von Dacheröden, who regularly ran salons for poets, philosophers and politicians in the family home as they traveled Europe when Wilhelm later worked as a diplomat.

A highly educated art historian, Karoline was also an emancipated young woman who dared to to wear men’s dress when horse riding because it was more practical. Wilhelm, on the other hand, spent time looking after his children at home, which went against the Prussian military ideal of masculinity at the time.

In Weimar in 1803, Wilhem von Humboldt and brother Alexander listen as Goethe (center) holds court

Early in the marriage, the couple undertook extensive journeys through France and Spain, some of them into inaccessible areas high in the Pyrenees where travelers at the time rarely strayed. They also journeyed with three children – together with their tutors, of course.

From diplomat to education reformer

In 1802, Wilhelm von Humboldt entered the Prussian civil service for the second time. On this occasion he was lucky enough to be sent to Rome as a diplomat. Together with Karoline, then a close friend of Schiller’s wife Charlotte von Lengsfeld, he led a lavish social life in Rome among the liberal intelligentsia. Writers, scholars and famous artists such as the painter Angelika Kauffmann visited the Humboldt home, as did Wilhelm’s brother Alexander.

But after Prussia was invaded by France in 1806, and the country was left bankrupt and its people starving, Wilhelm was summoned to Berlin in 1808 and appointed to the post of director of education.

School education in Prussia was rigid and anachronistic, with no separation between church and state. Curriculum was strict and women were denied access to education. But Humboldt soon ushered in a new age of education. Born of his humanistic educational ideals, in 1810 Humboldt  introduced a uniform three-level school system in Prussia from elementary through to high school. He abolished the «disastrous training pedagogy,» as he called it.

Humboldt also invented the modern research university when, in 1811, he founded Berlin University (now Humboldt University). Promoting the latest teaching methodology, the university sees Prussia develop the most advanced educational system in Europe.

Wilhelm von Humboldt's memorial in Berlin at the Humboldt University (picture alliance/Arco Images/Schoening)Wilhelm von Humboldt’s memorial in Berlin at the Humboldt University, which he founded in 1811 and where Einstein once studied

Utopian ideals

As he reformed an antiquated curriculum, Humboldt insisted that teachers and university professors should be an «advocate for the education of young people.» Systematic learning and holistic education through art and music were just as important as mathematics to the training of the mind, according to Humboldt.

The ability to think critically would be more important than strict vocational training. «Knowledge is power and education is liberty,» was Humboldt’s credo.

When Wilhelm von Humboldt died in Berlin-Tegel on April 8, 1835, he left behind a powerful new school of thought. His ideal was to nurture educated, confident citizens, independent of their class or family background.

These educational ideals could serve as a model for present-day school and education policy in Germany. But regional political interests and packed curricula – which still have their origin in the strict Prussian administration – stand in the way. Humboldt’s cosmopolitan, liberal-minded educational philosophy remains a utopian ideal in Germany.

Fuente: http://www.dw.com/en/knowledge-is-power-humboldts-educational-vision-resonates-on-250th-birthday/a-39363583

Comparte este contenido:

Libro: Sistematización Etnográfica: Una propuesta para la evaluación de experiencias de desarrollo comunitario – Venezuela

Libro: Sistematización Etnográfica: Una propuesta para la evaluación de experiencias de desarrollo comunitario – Venezuela

Este documento nos presenta  la sistematización de la experiencia en la organización de la praxis comunitaria para la transformación y participación de hechos históricos en la conciencia y la convivencialidad de los pueblos de la planicie norte del Río Motatán en el sudeste del Lago de Maracaibo en Venezuela.

La propuesta metodológica de observar y aplicar la sistematización de experiencias de desarrollo comunitario considerando los aportes de la etnografía, representa un acto de construcción del conocimiento de altísimo valor humanístico y científico desde la criticidad de los paradigmas emergentes.

De allí, que esta obra está destinada a ser una importante referencia para todos aquellos investigadores que pretendan aplicar este modelo de acción e investigación, por su alto nivel teórico y práctico pero sobre todo por la capacidad innovadora al observar las relaciones sociales desde una perspectiva transcompleja y transdiciplinar sin perder el valor del relato y lo cotidiano como un dato sencillo que expresa la sapiencia de los pueblos.

Este documento fue elaborado por Lewis Pereira. Fue arbitrado bajo el sistema doble ciego por expertos en el área bajo la supervisión del Colectivo de Investigación Desarrollo de la COLM, adscrito al Programa Investigación – CDCHT de la Universidad Nacional Experimental “Rafael María Baralt”. Venezuela.

Puede descargar el documento aquí

Fuente de la Reseña:

Sistematización Etnográfica: Una propuesta para la evaluación de experiencias de desarrollo comunitario – Venezuela

Comparte este contenido:
Page 1 of 8
1 2 3 8