Por: Ignacio Mantilla
Una de mis mayores sorpresas cuando viajé por primera vez a Alemania fue descubrir que las calles de sus ciudades no están numeradas, sino que llevan nombres propios, en su mayoría de personajes, algunos muy famosos y hasta familiares, y otros que nunca había oído nombrar.
Los nombres de algunas calles son comunes y se repiten, como Goethestrasse, Humboldtstrasse, Rosa-Luxemburg-Strasse, Karl-Marx-Strasse o Schillerstrasse. En Francia también encontramos las calles Rue Platon, Rue Descartes y Rue Pascal, entre otras alusivas a las figuras provenientes de las ciencias en su conjunto.
En muchas ocasiones memorizamos el nombre de algún personaje, pero es más en un intento por retener una dirección que por indagar por su biografía, y entonces asociamos dicho nombre con el lugar, mas no con la figura. Personalmente me sucede con la Plaza de Wenceslao, en la bella ciudad de Praga: cuando oigo el nombre de Wenceslao, inmediatamente pienso en la plaza de Praga, mas no en San Wenceslao, patrono de la República Checa.
También suele pasar que con el tiempo una calle que lleva el nombre de un personaje ilustre pierde su reputación por las actividades que se realizan allí, y entonces también arrastra el buen nombre de la persona y se tiende a asociar dicho detrimento con el personaje mismo, quien puede caer en desgracia para siempre. Por ejemplo sucede con Pigalle, en París. Ese lugar lleva el apellido del importante escultor francés Jean-Baptiste Pigalle, pero si usted digita su apellido en Google, encontrará cientos de referencias a la Plaza Pigalle y a la zona parisina que no se recomienda sino para algunos entretenimientos mundanos.
Existen otras calles con características particulares que vale la pena traer a mención. Por ejemplo en Hamburgo está la calle Herbertstrasse, cuyo nombre prácticamente se debe pronunciar en voz baja. Allí las prostitutas se exponen desnudas a sus clientes en vitrinas a la vista de los transeúntes. Desconozco el origen de su nombre. La calle está vedada para mujeres y menores de edad, lo que atrae aún más a los turistas. Ante la curiosidad, algunas mujeres se han disfrazado para poder recorrerla a sus anchas.
Así mismo en otras zonas la actividad criminal ha impuesto nombres, como “Cracolandia”, a una zona del centro de Sao Paulo que representa un reto tanto para el gobierno urbano como para el ejercicio del derecho a la ciudad.
Los nombres de las calles y la apropiación del patrimonio, como lo han señalado los urbanistas, es un campo de lucha. Pensemos por ejemplo en la Segunda Guerra Mundial. Las vías de las ciudades alemanas nombradas en honor a Hitler y al nazismo fueron rebautizadas de inmediato al paso de los aliados. Y en la capital de España, Madrid, hacia 2015 el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) lideró una intensa campaña para cambiar los nombres franquistas de las calles.
En Estados Unidos, por ejemplo, ha sido fuente de polémica la existencia de monumentos a los líderes de los Estados Confederados de América, por sus conocidos idearios en pro de la esclavitud y el racismo.
En Colombia nos guiamos mucho más por los números de las calles y avenidas que por sus nombres. En la capital del país las personas se refieren a la Calle 26 y a la Carrera 30 en mayor medida que a la Avenida El Dorado o a la Avenida Ciudad de Quito, y probablemente si preguntamos por la Avenida Fernando Mazuera nadie nos da razón.
En contraste, todos podemos ubicar la Avenida Boyacá o “La Caracas”. Hay vías que por su nombre tal vez no estimulan ninguna emocionalidad, y por ello es mejor identificarlas con sus números. Pero en Bogotá un nombre es inexplicable, como pude comprobarlo cuando un amigo extranjero me preguntó por qué esa avenida se llama “Avenida Norte-Quito-Sur”, que, si bien lleva el nombre de la capital del país hermano, nadie entiende esa extraña combinación, que además no es conmutativa, pues, como preguntaba mi amigo extranjero, “¿y por qué no se puede llamar también Sur-Quito-Norte?
También hay nombres de locales que despistan, como un bar que conocí llamado “Gardel”, de una rara combinación: ofrecen comida mexicana y se oye salsa, pero no tango.
En las grandes ciudades del país, las avenidas o calles principales deberían llevar nombres de nuestros personajes más ilustres o representativos. Así por ejemplo, en una ciudad como Zipaquirá, en la cual Gabriel García Márquez cursó su bachillerato, su principal avenida podría bautizarse con su nombre.
No podría dejar de hablar de la Universidad Nacional, patrimonio de todos los colombianos, en cuyos campus algunos de los edificios han sido revestidos de un poderoso sentido simbólico al ser bautizados con los nombres de los personajes que han marcado la vida universitaria, entre ellos el Edificio de Matemáticas, que fue nombrado como Yu Takeuchi, o el edificio insignia de la Facultad de Ingeniería de Bogotá como Julio Garavito Armero, en Manizales la Biblioteca Carlos-Enrique Ruiz, en Medellín el Auditorio Pedro Nel Gómez, o en Palmira el Edificio Ciro Molina.
Pero ni siquiera la Universidad se salva de la disputa simbólica, y el caso más icónico es sin duda la Plaza Santander, bautizada originariamente en honor a quien impulsó decididamente la educación pública en el país, pero que hoy es más conocida como Plaza Che.
Fuente: https://www.elespectador.com/opinion/que-nos-dicen-los-nombres-de-las-calles-columna-716929