La educación, la esperanza para mejorar en 2018

Por: Francisco J. Pérez Fresquet.

Podríamos hacer una valoración del 2017 con un solo calificativo: sorprendidos. Porque como país hemos mejorado y empeorado. Si hacemos balance en una serie de elementos clave que han dado consistencia a nuestra realidad hemos de ser justos y ver que en qué hemos mejorado y en que hemos retrocedido. 2017 ha sido un año en el qué hemos mejorado más allá de lo previsto en dos ejes.

En el campo de la economía, hemos crecido más de lo previsto y los datos macroeconómicos han sido positivos, marcando una senda para el futuro de crecimiento. Hemos crecido por encima de la eurozona y todos los analistas han rectificado sus previsiones al alza para el año 2017. Acabaremos con un crecimiento superior al 3%. Pero solo una reflexión y es que esto no nos aleja de ser previsores ante una nueva posible crisis económica.

En el campo de la tecnología, somos un país que crece, y de forma importante, en la tecnología. Sin extenderme en datos, tenemos casi una cobertura total de la tecnología 4G y ostentamos el puesto 19 en el ranking de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIC) en la región europea con 40 países. España se adelanta y desarrolla toda la tecnología IoT (Internet de las Cosas). Y también en el 2017 hemos retrocedido, o no mejorado lo suficiente, en tres aspectos claves del bienestar de una sociedad desarrollada.

En la desigualdad económica, en materia de pobreza, España cuenta con uno de cada tres niños en situación de exclusión social. Compartimos grupo de cabeza de los países europeos con más riesgo de pobreza. Un 30% de nuestra población vive en riesgo de exclusión social, y los pobres ya no son solo los que piden en las Iglesias o en las obras sociales. Hoy hay pobres con trabajo, poor workers, y con estudios superiores.

En el abandono escolar, somos el segundo país de la Unión Europea con la tasa más alta de abandono de estudios (19%) de la población entre los 18 y los 24 años. Solo nos supera Malta. Esta situación agrava el futuro de una sociedad más equilibrada, ya que será más complicada su inserción en el mercado laboral y en condiciones dignas.

En conciencia de ciudadano, de ciudadano europeo y ciudadano global, simplemente ojeando el panorama de crecimiento de sentimientos nacionalistas -independentistas en el marco europeo- se observa que el año 2017 ha dado frutos de mayor “exclusión”.

No todo se podrá solucionar, pero creo que una buena fórmula para mejorar en el año 2018 será la educación. Creo que hemos de tomarnos muy en serio la importancia de una nueva educación, una nueva forma de educar y de formar a las siguientes generaciones.

La educación hay que plantearla, y podemos hacerlo como una ayuda para “ser más” y no que nos eduquen para “tener más”. Nuestra educación, desde la familia hasta todas las instancias educativas, debe hacer hombres y mujeres mejores para ellos, y por tanto mejores para los demás. Un buen sistema educativo está al servicio de los estudiantes, de los ciudadanos que construirán el mañana. Son muchos los retos que se nos avecinan y que han de formar a unas magníficas personas y excepcionales ciudadanos.

La educación es el alma de la sociedad y sin ella estaría perdida. No perdamos el “alma de nuestra sociedad” nos debemos al presente y al futuro. Y no olvidemos la frase de Margaret Mead, antropóloga estadounidense especialista en educación en diferentes culturas: “los niños y las niñas tienen que ser enseñados sobre cómo pensar, no qué pensar”.

El año 2018, sin duda, será un gran año y deseamos que la educación contribuya de forma directa a la mejora de nuestra sociedad y la convivencia de nuestros ciudadanos.

*Adjunto al Rector de la Universidad Loyola Andalucía

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