Por: Saray Marqués
La Fundación Acción Social por la Música replica desde hace cinco años en Madrid y Zaragoza el sistema ideado en Venezuela en 1975 por José Antonio Abreu, que con sus orquestas y coros infantiles y juveniles ha contribuido a transformar las esferas personales, familiares y comunitarias de los sectores más vulnerables.
Son las 15.30 pasadas en el IES Jaime Vera de un viernes cualquiera. El director, Dimas Rodríguez, cruza el semáforo frente a la puerta del centro, enfilando hacia su fin de semana. Dentro, es el turno de las mujeres de la limpieza. Por los pasillos, donde hubo revuelo reina el silencio, hasta que resuena: “¡Los chelos, al gimnasio! ¡El resto, arriba!” y, poco después, empiezan a escucharse los primeros acordes de violines primeros y segundos, violas, violonchelos y contrabajos en las instalaciones de este instituto inaugurado en 1933 en el barrio madrileño de Tetuán.
Desde las 16.00 hasta las 20.00, con parada a las 17.00 para merendar, el instituto será escenario de los ensayos de la fundación Acción Social por la Música, primero de la orquesta de paz de los más pequeños, entre los seis y los 12 años, hasta las 18.30, y luego de la camerata de los más mayores, los que se pueden ir a casa solos, que tocan un repertorio más avanzado.
La fundación desarrolla su labor en distintos colegios del distrito (Pío XII, San Antonio, Jaime Vera) a lo largo de la semana y el viernes se reúnen todos en este instituto, en lo que se denomina núcleo Tetuán (abierto a todos los niños del barrio interesados en la iniciación musical desde los seis años y a todos los que se animen a integrar el ensemble de percusión, desde los ocho). En total, unos 300 niños y niñas componen en este curso las tres orquestas y los dos coros de paz de la fundación, que, más allá de Tetuán, se han expandido al barrio madrileño de San Blas (CEIP La Alameda) y a Zaragoza (CEIP Ramiro Solans).
La música como medio
Acción Social por la Música es una fundación social creada en 2013, y no fue fácil, como nos relata María Guerrero, fundadora y presidenta, ligada al Teatro Real: “Hace cinco años para constituirte como fundación debías estar adscrita al protectorado de un Ministerio… En nosotros veían más la música e interpretaban que éramos más del de Cultura que del de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. En realidad, la música es un medio, nuestros fines son sociales: Si un chaval no está concentrado, no da pie con bola, se le da fatal o todo al mismo tiempo, en nuestras orquestas seguirá teniendo un sitio. ¿Que pasa una temporada peleado con el instrumento? Puede ayudarnos a colocar los atriles. Si nuestro proyecto fuera solo cultural no tendría cabida”.
Quienes se integran en las orquestas y coros de paz, y lo hacen sin ningún tipo de selección o audición previa, raramente se desenganchan. Pasan del colegio al instituto y siguen ligados a ellos, y esa es, para María, una muestra de éxito. “Otra es que mejoran muy rápido su comportamiento, recuperan mucha motivación y autoestima”, apunta, “Así nos lo transmite el equipo directivo de sus centros, sus maestros, sus familias”. Cualquiera que entra en las orquestas y coros a los tres meses da su primer concierto: en su colegio, en su comunidad de referencia, pero también en otros lugares: “Buscamos escenarios cuanto más importantes, mejor”, asegura María. ¿Tocar en el Teatro Real? ¿Y por qué no? “Es un proceso muy esforzado, del día a día, y ha de tener su recompensa, su momento de dignificación, ese esfuerzo compartido ha de ser ensalzado para demostrarles a esos niños que son valiosos y que unidos a otros son capaces de lograr lo que se propongan”. No solo a esos jóvenes intérpretes, sino a esas familias que de repente ven a sus hijos dando conciertos y sienten que son importantes, que hay motivos para la esperanza.
El fin último de la iniciativa se resume en estas palabras de María: “Aspiramos a enganchar a un montón de chavales, a que no estén en la calle y a que entiendan que existe un camino. Todos somos fruto de nuestro entorno más inmediato, de la educación, del esfuerzo que han podido hacer nuestras familias… Queremos formar parte del entorno potenciado de esos niños para que vean el camino. Si no sabes que se puede transitar, ¿cómo vas a hacerlo? Ese camino es el del esfuerzo, la calidad, la disciplina en el mejor de los sentidos, el de educar la voluntad y saber que hay un lugar para ti incluso en lo más cerrado y elitista, que es la música clásica, que en nuestro país es para genios o para ricos. Y si has sabido hacer ese camino, entonces puedes hacer el que quieras”.
Abreu en Tetuán
Que el germen esté en Tetuán lo justifican las características del distrito: “En primer lugar, percibíamos una necesidad social -con la crisis se ha agudizado, pero ya antes existían muchas familias en riesgo de exclusión social-. Además, es una comunidad compacta, con una red institucional (colegios, ONG), lo que permite desarrollar una intervención que complementa a otras. Se detecta también que la población es cada vez más mestiza, lo que nos interpela como reto que debemos gestionar desde el punto de vista educativo. Y, por último, queríamos visibilizar que estas realidades están presentes en todas partes, lo extendido de la problemática, que no es necesario irnos a entornos estigmatizados”, enumera Guerrero.
Los servicios sociales del Ayuntamiento, con el que colaboran, les ayudaron a identificar los centros, desde el Pío XII, que fue el primero. En la fundación también valoraron la existencia de una comunidad educativa abierta a lo nuevo, pues trabajan mano a mano con el equipo directivo, y también con los profesores y profesoras de música si así lo desean.
Maestros agentes de cambio
Con los 300 niños y niñas de las orquestas y coros trabajan 15 maestros agentes de cambio. Se trata de un equipo mixto en que conviven personas procedentes de El Sistema, formados en España y musicoterapeutas. Todos ellos han estudiado música y además una carrera pedagógica, y conjugan su vocación con su voluntad de transformación social.
Es el caso de Carlos Fontán, de 33 años y maestro agente de cambio desde abril de 2016. De lunes a jueves dedica dos horas cada tarde en los colegios Jaime Vera y La Alameda, y los viernes desde las tres hasta las ocho está absorbido por su labor en Acción Social por la Música. Profesor de viola e intérprete, es también el responsable del banco de instrumentos, que proceden de donaciones y se ceden a las familias para que los alumnos puedan seguir practicando en casa.
Este viernes, Carlos ha ido a buscar a los niños y niñas a sus colegios y les ha acompañado hasta el instituto, porque las familias muchas veces no pueden, y da clase a ocho niños y niñas de 4º a 6º de primaria. “Lo primero es crear un ambiente de trabajo, de clase, de disciplina… Al principio me llamaba la atención cómo muchos de ellos chillaban, hablaban gritando… Deben entender que esto es algo para pasarlo bien, pero a través del estudio”, explica. “Tocar un instrumento es muy complicado porque mentalmente debes manejar muchas cosas a la vez: Saber leer las partituras, manejar el brazo derecho de una forma, el izquierdo de otra diferente, excepto en el piano… Y eso te puede ayudar en otros aspectos de la vida, a pensar las cosas, a organizarte. Tocar en una orquesta requiere de mucha disciplina… Estos chicos quieren mejorar en violín, tener un ratito para tocarlo, pero también han de planificar la tarde para sacar buenas notas en sus estudios… Les hace más autónomos”.
En este tiempo ha descubierto dos talentos excepcionales para la música: “Uno de ellos, en 1º de ESO, no quería saber nada del violín al principio, decía que lo suyo era el fútbol. Ahora lo ha dejado y se está preparando las pruebas del conservatorio”.
Gratis pero bueno
Recuerda María al maestro Abreu cuando decía que la cultura para los pobres no puede ser una pobre cultura: “Tenemos el deber moral de ofrecer excelencia a todo el mundo, y de no rebajar la exigencia porque sea gratuito”… aunque algunos no se creyeran al principio que lo que les estaban ofreciendo de verdad era gratis y de verdad era bueno, que esos doctores en musicología y graduados en Berkeley estuvieran al servicio de los más vulnerables.
Por lo demás, en este tiempo ha habido todo tipo de reacciones a esta trasposición de El Sistema a nuestro país: “Desde los que creían que no sería posible y ahora están encantados al ver que aquí también se puede, a los que no lo consideraban necesario, o aquellos, los más puristas, que auguraban que el resultado artístico, al ser un proceso colectivo, sería de muy bajo nivel…”.
Más allá de ellas, María Guerrero se muestra satisfecha por historias como las que han vivido, como la de ese chico que desde hacía un año no escuchaba a nadie, ni en casa ni en el colegio, y se había integrado en bandas: “Se enganchó a la orquesta y es uno de los mejores violinistas que tenemos. Es increíble su mirada, su concentración, las ganas de mejorar que tiene. Se frustra cuando se equivoca, le recompensa cuando le sale bien… Es muy importante esa energía de tener un sitio donde se siente importante, valorado, donde pertenece. Su forma de vestir y su corte de pelo han cambiado, y su madre no se lo cree. Para nosotros es clave someterle constantemente a retos musicales, porque vemos que él con su motivación es capaz de conseguirlos”.
También, con las perspectivas de futuro. Están trabajando, por ejemplo, con instituciones del mundo de la música para poder becar a los talentos que surjan. Y desarrollando un nuevo campo de actuación en formación del profesorado en psicología de la clase, pedagogía musical, referencias éticas en justicia social, inclusión y capacidades de todo el alumnado: “Entendemos que merece la pena expandir nuestra metodología, basada en el aprendizaje colaborativo, la cohesión y la solidaridad en una actividad lúdica y compartida, lo que expulsa esos demonios que a veces no acosan en lo académico, como el individualismo, la comparación o que se te juzgue por tu rendimiento exclusivamente”.
Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/01/22/despertar-sensibilidades-lo-musical-conciencias-lo-social/