Por: Fareed Zakiara
Este mes tuvo lugar la Semana de Apreciación del Profesorado, y yo tenía la intención de escribir sobre este asunto, pero un tema más inmediato se cruzó en el camino. Esa es una metáfora apta para las tribulaciones de los profesores en EEUU a día de hoy. Vivimos en un entorno mediático en el que lo urgente a menudo desplaza a lo importante. Pero esta semana voy a mantener mi plan.
En “Al este del Edén”, la magistral novela sobre el Oeste americano, John Steinbeck escribe: “En el campo, el repositorio de las artes y las ciencias era la escuela, y el profesor transportaba y custodiaba la antorcha del aprendizaje y la belleza… El profesor no era solo un modelo intelectual y un líder social, sino la gran pieza matrimonial de la región campestre. Una familia podía, de hecho, sentirse orgullosa si uno de sus hijos se casaba con un profesor”.
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El salario medio de un profesor en muchos estados está por debajo de los 50.000 dólares anuales. Los profesores en Virginia Occidental se pusieron en huelga hace unos meses para exigir sueldos más altos, y el Gobierno aceptó un incremento de un 5%, lo que significa que el salario medio crecerá a solo 48.000 dólares al año. Como muchos estados, Virginia Occidental no ha restablecido los gastos en educación tras recortarlos masivamente tras la crisis financiera hace una década. El año pasado, la financiación por estudiante aún estaba entre un 8 y un 28 por ciento por debajo en cinco de los seis estados donde los profesores se han puesto en huelga, según un estudio del Centro sobre Presupuesto y Prioridades Políticas.
Con bajos salarios y magros recursos, los educadores estadounidenses se queman y dejan la profesión en una ratio que duplica la de algunos de los países con mejores resultados, como señala Linda Darling-Hammond, del Instituto de Políticas de Aprendizaje. Dado que un 35% menos estadounidenses han estudiado para convertirse en profesores en los últimos años, indica, hay una escasez masiva de profesores, lo que fuerza a las escuelas de todo el país a contratar a más de 100.000 personas que carecen de la cualificación adecuada. De hecho, según el New York Times, es tan difícil encontrar estadounidenses cualificados para las escuelas públicas que muchos distritos están empezando a contratar instructores de países de bajos ingresos, como Filipinas.
Pero no todo tiene que ver con los salarios. Un veterano educador con el que hablé, que empezó trabajando en California en los años 60, recordaba esa “edad dorada” en la que tenía amplios recursos para usar en el aula, iba a seminarios para desarrollar sus capacidades y se sentía realizada. Hoy, los profesores tienen muy poco tiempo o dinero para nada de eso. Una encuesta reciente entre profesores de centros públicos descubrió que el 94% paga los repuestos del aula de su propio bolsillo, sin reembolso, con un gasto medio de 479 dólares al año.
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Sí, la educación es un asunto muy complicado. El mero hecho de gastar más dinero no garantiza resultados, aunque hay estudios que indican que hay una correlación significativa entre el pago a los profesores y los logros de los estudiantes. Sí, la burocracia educativa es rígida y a menudo corrupta. Pero todo eso enmascara el problema central: durante los últimos 30 años, como parte del asalto al Gobierno, los burócratas y el sector público en general, ser profesor en EEUU se ha convertido en un trabajo desagradecido. Y sin embargo, enseñar es la única profesión que hace posibles todas las demás.