En la Habana ¿Feria del Libro o feria de las vanidades?

¿Feria del Libro o feria de las vanidades?

La Habana/22 de febrero de 2016/Cubanet

LA HABANA, Cuba.- La Feria Internacional del Libro de La Habana ha evidenciado una ostensible pérdida de calidad a lo largo de la última década. El máximo acontecimiento literario de la Isla puede ser considerado un paradigma en cuanto a la indigente calidad de los títulos comercializados por la mayoría de las editoriales del patio; la insultante selección de literatura trash que traen las editoriales foráneas para vender a los lectores cubanos como si trataran con un hato de ignorantes; y la pérdida irremediable de su objetivo esencial: contribuir al crecimiento cultural y educativo de las personas.

Quioscos-en-la-Feria-del-LibroLa publicación del clásico “1984”, de George Orwell, ha sido la única noticia impactante para quienes conocen la obra y la polémica que suscitó durante décadas; es decir, una ínfima parte de los cubanos. Sobre esta inesperada y largamente deb
atida edición han versado casi todos los titulares interesantes referidos al evento literario. Pero la realidad es que un par de horas en la fortaleza de San Carlos de La Cabaña bastan para percibir que la Feria del Libro se ha convertido en un mero espacio para cierto tipo de socialización ajena al marco de la cultura. El público lector ha sido drásticamente sustituido por un acrecido número de ciudadanos que aprovechan la ocasión para romper con la rutina doméstica y practicar, en un contexto diferente, el hábito de comer opíparamente y beber cantidades ingentes de alcohol.

La proliferación de quioscos cuya oferta gastronómica es, por demás, homogénea y mal elaborada, supera con creces el número de stands para la venta de libros en el recinto. A ello hay que sumar la sorpresiva e incomprensible multiplicación de plazas que, en lugar de obras literarias, comercializan toda la parafernalia destinada a ensalzar a los héroes de las nuevas generaciones: Cristiano Ronaldo, Lionel Messi y Neymar Jr. Revistas, afiches, calendarios, camisetas, bolsas y carpetas conforman un volumen tan desproporcionado y atractivo al público, que la actual edición de la Feria del Libro podría catalogarse como un fracaso absoluto. Recorriendo las añosas rutas de La Cabaña pueden contarse con los dedos las personas que llevan un libro en la mano, mientras el arrobamiento de niños y adolescentes ante sus ídolos de cartón revela la crisis del saber en su más lastimosa expresión.

Ni siquiera las materias incluidas en los programas lectivos conducen a la adquisición de libros, y la lectura ha sido desestimada, casi por completo, como un hobby de excelencia. Hace algunos años era notable ver que grupos de jóvenes recorrían con avidez los estantes buscando clásicos de la literatura universal, imprescindibles para aprobar una asignatura; o indagando por novelas policíacas y de aventuras. Hoy los grupos de jóvenes acuden a la Feria en plan de excursión, y pasan la tarde husmeando en la pacotilla o charlando en el césped.

Este síntoma de la aridez cultural que atenaza a la sociedad cubana ha sido oportunamente aprovechado por sellos editoriales extranjeros, los cuales aportan al evento lo que podría denominarse un “pulguero literario”. Expositores y comercializadores están al corriente de que en Cuba se ha masificado el gusto por la literatura banal, las revistas de chismes, los pasatiempos –crucigramas, sudokus y otros– y los manuales de autoayuda. No es de extrañar que en los abultados stands de editoriales mexicanas, peruanas y españolas se amontonen novelas de vampírico asunto junto a sagas sobre el crimen organizado, consejos de Deepak Chopra, biografías de famosos y torturadoras recetas de cocina, muy distantes del asolado mercado mayorista nacional.

Pero lo peor es que mientras la casi totalidad de los clientes bucea en ese remolino de chatarra impresa que pone precio a los libros según su tamaño y coloca lo peor de la literatura a la altura de los ojos, es en el suelo donde yacen, inadvertidas, obras de Hemingway, George Orwell, Dante Alighieri, Shakespeare y Mario Vargas Llosa. Todo en ediciones buenas, a precios baratos y regateables pues, en resumidas cuentas, nadie las compra.

En el stand de Perú tuvo lugar una de las más desalentadoras peripecias de la jornada, cuando al preguntarle al vendedor si habían traído libros de Vargas Llosa, él contestó categóricamente: “No. Acá no se conoce a Vargas Llosa”. Dicha respuesta constituye una nítida revelación de que el férreo control sobre el consumo cultural impuesto por el gobierno cubano, ha derivado en una atrofia estética conocida y asumida fuera de la Isla como un mal generalizado.

Un golpe de apreciación a la vigésimo quinta Feria del Libro de La Habana podría contribuir a rasgar aún más el velo triunfalista con que la prensa oficial engalana los acontecimientos culturales. El pésimo trabajo de las editoriales nacionales y el pobre aporte de los sellos extranjeros contradicen las pretensiones de “cultura diversa, enriquecedora y masificada”. ¿Quién podría pensar que los habitantes del país más culto del mundo no conocen una novela tan fascinante como “Conversación en La Catedral”? ¿Qué ciudadano cultísimo estaría dispuesto a dilapidar su salario en frivolidades? Irónicamente, todo parece indicar que los agentes del capitalismo editorial más burdo conocen mejor al público del patio que los encuestadores del Instituto Cubano del Libro.

Fuente: https://www.cubanet.org/actualidad-destacados/feria-del-libro-o-feria-de-las-vanidades/

Las ferias de las vanidades:  Vender una imagen más no culturizar a un pueblo. Contribuir con el estatus, el ego de la fama. La feria del libro debe ser un espacio para  facilitarle al lector la posibilidad del conocimiento, es un espacio  que congregará a editoriales nacionales y extrajeras para que el pueblo lector tenga acceso a novedades literarias, clásicos, cientos de actividades culturales y debates.

Comentado  por: rose Mary Hernández Román

Docente de la Universidad «Rómulo Gallegos»

Investigadora del Centro Internacional Miranda

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Una respuesta a “En la Habana ¿Feria del Libro o feria de las vanidades?”

  1. Hoy me decidí a leer este espacio del que también soy colaborador,y tropiezo un artículo como este que en nombre de la libre expresión le da rienda suelta al libre ataque a Cuba revolucionaria, país que más ha hecho por la cultura en Latinoamérica, para no hablar del Caribe. Si el autor de la noticia es cubano, probablemente lo sea, es fruto de esa cultura y de la monumental labor cultural de la Revolución.
    Sinceramente me molesta el artículo. Si las editoriales traen literatura chatarra a la feria será por aquello de que cada cual da lo que tiene. Los cubanos conocen al Sr. Vargas Llosa, lo que pasa que su alineación y alienación política lo desacreditan en el país. Es realmente extraño que la férrea censura del gobierno cubano permita todo ese desastre cultural en la feria y no permita solo la venta de libros de Marx, Lenin y el Ché. Si censura a Vergas Llosa lo aplaudo, pero por un lado el autor dice que prolifera todo tipo de literatura chatarra junto a libros de Hemingway, George Orwell (Fiero oponente del socialismo) Shakespeare, Dante….y Vargas Llosa ¿Lo conocemos o no? ¿Lo permiten o no? Si al escritor del artículo le molesta la cultura cubana, que trabaje para mejorarla ya que ella le enseñó a leer y a escribir y trató de hacerle periodista serio y objetivo, pero debo admitir que si las ferias han sido un éxito a lo largo y ancho de la Isla todos estos años, con él el gobierno fracasó, es una pena.

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