Por: Cecilia Pèrez León
Como dijo María Montessori, “si servimos y educamos al niño, estamos preparando el camino de la humanidad”. Y la mejor forma de hacerlo, según revela un estudio de la Universidad de Virginia, es por medio del revolucionario método que ideó la pedagoga a finales del siglo XIX.
Vivimos una crisis en lo que se refiere a la salud mental. La OMS estima que la depresión afecta aproximadamente al 5% de la población, lo que representa un incremento de casi el 18% en el número de personas que la padecen desde 2005. Esta variación en la estadística es multicausal, y no está en nuestra mano erradicar cada una de esas causas. Sin embargo, sí tenemos el potencial de reducir estas estadísticas a futuro, invirtiendo en la educación de nuestros hijos.
Y es que la ciencia ha hablado. Los niños que son educados con métodos educativos respetuosos con la infancia, como lo es el método de la pedagoga María Montessori, crecen y se convierten en adultos más felices, independientes y confiables. Hoy más que nunca, las palabras de la maestra toman una gran importancia: “si servimos y educamos al niño, estamos preparando el camino de la humanidad”. En este caso, el de una humanidad más amable, feliz y sana. Aquí tienes un curso para aprender este método.
La filosofía esencial que se esconde tras la enseñanza Montessori podría resumirse en una única frase: “Un adulto feliz es el resultado de una infancia donde se respetaron sus tiempos y necesidades”. Y es que lo revolucionario del método de la pedagoga italiana es que, por primera vez en la historia, la educación se centró en las necesidades del niño, y no en las del adulto.
Este cambio de perspectiva, que parece tan sencillo a simple vista, generó un cambio revolucionario. Lo acredita la Universidad de Virginia, que en el estudio titulado Una asociación entre la educación Montessori en la infancia y el bienestar en la adultez llegó a las siguientes conclusiones:
Quienes asistieron a una escuela Montessori durante al menos dos años, disfrutaban de un bienestar significativamente más alto en la adultez.
Los factores que más influían en este bienestar eran el compromiso, la confianza, la estabilidad social y la autoconfianza.
Además, cuánto más años se asistía a una escuela Montessori, mayor era el bienestar en la edad adulta.
La diferencia persistía incluso entre quienes habían acudido a centros privados o concertados con enfoques distintos al convencional. El método Montessori se impone como el que mayor bienestar genera en la edad adulta. Pero… ¿Por qué?
El quid de la cuestión
La clave tras estos resultados parece tener una explicación sencilla, que genera un complejo efecto cascada. El método Montessori permite que el niño se exprese, así de sencillo.
Este método educativo no parte de la idea de que el adulto deba imponer su forma de ver el mundo. No pide al niño que haga lo que el adulto espera, sino que le permite explorar, con libertad y seguridad, el mundo que le rodea. Esto hace que el eje central de la educación, tanto en casa como en la escuela, sea las necesidades del niño.
Y así empieza el efecto cascada. Como el niño puede expresar lo que necesita, sus necesidades se ven atendidas, sin mermar su autosuficiencia. Esto hace que, para empezar, los niños crezcan sintiéndose seguros, lo que a su vez les permite explorar el mundo que les rodea sin miedo, y, por tanto, les ayuda a aprender más y mejor.
Los efectos se acumulan uno tras otro. Como estos niños se sienten seguros y respaldados, y dado que no se les castiga ni impide explorar el mundo que les rodea, desarrollan una mayor autonomía. Se sienten capaces de realizar tareas básicas que les permiten desarrollarse hasta llegar a ser adultos completamente independientes.
Además, este desarrollo natural de sus capacidades les permite crecer con una mayor autoestima, que es uno de los pilares fundamentales de la salud mental.
La autoestima del niño Montessori
Los niños que han crecido con el método Montessori, tanto en casa como en la escuela, desarrollan una mejor autoestima. Como explica Cristina García, investigadora doctoral de neurociencia y pedagogía Montessori, la autoestima se construye sobre cuatros pilares.
El primero es la autoestima familiar. “Nuestra autoestima inicial”, explica en un artículo para Método Montessori Moberi, “es una media entre la autoestima que tiene nuestra madre y la que tiene nuestro padre a nuestros tres años de vida”.
Desde aquí, la autocrítica que escuchamos en boca de nuestros padres, así como las críticas directas que podemos recibir de otros adultos, comienzan a modificar nuestra autoestima. Recordemos que la autoestima no es otra cosa que “la percepción del propio valor”.
Es por esto por lo que el método Montessori nos anima a “contemplar el error como parte valiosa del proceso de aprendizaje”, invitando a padres y profesores a soltar la crítica y acompañar desde la empatía.
Como punto final, y quizá el más importante, la autoestima se construye cuando sentimos que nuestras necesidades están cubiertas. Porque eso nos hace sentir valiosos.
En el método Montessori, que pone como centro las necesidades del niño, estas quedan cubiertas y, por tanto, les hacemos sentir valiosos. Les hacemos entender que lo que sienten, piensan y necesitan es importante, y llegan a la adultez con esta enseñanza bien aprendida.
https://www.cuerpomente.com/psicologia/maria-montessori-pedagoga-que-revoluciono-mundo-adulto-feliz-es-resultado-infancia-donde-se-respetaron-sus-tiempos-y-necesidades_16712






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