Por: Carlos Ruperto Fermín
Los latinoamericanos sentimos un profundo miedo hacia el Reciclaje. Es como si reciclar fuera una película de terror, un enemigo fantasmal o una tremenda maldición, que llenará de mala suerte a todas las inocentes víctimas, que cometan el gravísimo error de separar los desechos sólidos generados a diario.
Es tan grande nuestro miedo al Reciclaje, que cada año producimos más de 200 millones de toneladas de basura, para que las infinitas botellas de plástico, los vidrios rotos, las cajas de cartón, los metales oxidados, las láminas de poliestireno expandido y los periódicos sucios, sigan aplaudiendo la extrema contaminación en los pueblos de América Latina.
Fue tanta la destrucción ambiental en nuestro continente, que la gente afirma haber visto al misterioso señor Reciclaje, un ser extraterrestre de apariencia sobrenatural, que camina despacio por las principales calles latinoamericanas. No sabemos si es un mito, una fábula o una leyenda popular, pero dicen que el señor Reciclaje solo quiere aleccionar a los lugareños, sobre el problema de la deforestación en los bosques, la polución del aire por la industrialización, la extinción de la biodiversidad por la sequía, y la toxicidad de las fuentes de agua para el consumo humano.
Según el diccionario la palabra Miedo significa la angustia, el recelo, o la desconfianza que un individuo puede llegar a experimentar, por causa de un peligro real o imaginario. Mientras que la palabra Reciclaje se define como el proceso fisicoquímico o mecánico, que transforma los materiales usados en nuevos productos para su posterior reutilización.
Nos preguntamos ¿Es justificable nuestro miedo al reciclaje? ¿Reciclar puede considerarse un peligro real o imaginario para la población? ¿Por qué sentimos tanta desconfianza hacia el reciclaje?
Basta con observar al escalofriante señor Reciclaje en la calle, para que la gente salga corriendo despavorida del lugar. Es como si fuera la reencarnación del mismísimo Diablo. Las personas se horrorizan cuando la voz del señor Reciclaje, les pide con humildad que NO boten la basura en la plaza, en el parque o en la playa. Algunos gritan con desesperación ¡Auxilio! ¡Socorro! ¡Ayúdenme! Otros se desmayan, alucinan, o hasta son trasladados de urgencia al hospital.
Siguen escapándose los años más bonitos del planeta Tierra, y el temor de reducir, reutilizar y reciclar las montañas de desperdicios, que se van acumulando con rapidez durante las 24 horas del día, viene atormentando el pensamiento de los asustadizos Seres Humanos.
Ellos sufren noches de insomnio, pesadillas y náuseas, cada vez que el señor Reciclaje se atraviesa en una calle ciega, en un programa de televisión, o en un ensayo literario.
Pero debemos saber que reciclar es amar la vida, es cuidar la Tierra, y es preservar la Humanidad. Si usted no recicla la basura que genera en su entorno, es porque no valora su propia existencia, no respeta los recursos naturales, y no comprende la magnitud del daño ecológico ocasionado.
Reciclar es ser creativo, pero somos un clan de mediocres. Reciclar es ser responsable, pero somos una horda de irresponsables. Reciclar es ser consciente, pero somos una tribu de fariseos.
Reciclar es pensar en un mejor futuro para todos, pero todos estamos atrapados en los errores del pasado. Reciclar es para los más valientes, pero somos un concierto de cobardes. Reciclar es mirar fijamente el iris del Sol, pero siempre esquivamos la mirada de la Luna.
Reciclar es abrir las puertas del corazón, pero siempre dormimos en el sueño de Morfeo. Reciclar es llorar la derrota del enemigo, pero siempre congelamos las lágrimas de la victoria. Reciclar es pedir perdón de rodillas, pero somos incapaces de reconocer nuestras equivocaciones.
Reciclar es endiosar un libro, pero rezamos con las leyes del analfabetismo. Reciclar es romper las banderas que roban el credo, pero creemos que nuestra bandera es la mejor de las banderas. Reciclar es la paz, pero somos adictos a la guerra.
Reciclar es ayudar al enfermo, pero sonreímos con la indiferencia. Reciclar es respetar la vida de los animales, pero comemos carne como verdaderos animales. Reciclar es ser positivo, pero elogiamos lo negativo.
Reciclar es tener voluntad de cambio, pero somos tercos por naturaleza. Reciclar es dar los buenos días al prójimo, pero somos buenos verdugos de la Naturaleza. Reciclar es un auténtico don, pero somos un fuerte dolor de cabeza.
Reciclar es hacer lo que decimos, y no simplemente decir lo que haremos. Reciclar es practicar el reciclaje, y no practicar la verborrea. Reciclar es un proceso inclusivo, y no una competencia exclusiva. Reciclar es para todos, pero todos evitan ejercitarlo.
Reciclar es ahorrar la energía eléctrica, pero siempre derrochamos la electricidad. Reciclar es comprar con sentido común, pero compramos con sentido consumista. Reciclar no es para los ángeles del cielo, pero tampoco para los capitalistas del infierno.
Reciclar es ser coherente, aunque todo parezca incoherente. Reciclar es la mejor de las drogas, porque la basura vale su peso en oro. Reciclar es perfumar un jardín de rosas, cuando las cenizas bloquean tus pulmones. Reciclar es la libertad, pero vivimos presos en la ignorancia.
Reciclar es ahorrar el agua potable, pero derrochamos cada gota del vital líquido. Reciclar es fortalecer las virtudes, y potenciar las debilidades. Reciclar es saber que no sabemos nada, aunque pensemos saberlo absolutamente todo. Reciclar es celebrar el 17 de mayo, por encima del 28 de diciembre.
Reciclar es la paciencia en un Mundo de impacientes. Reciclar es donar sangre, para salvar una vida. Reciclar es lograr la independencia, sin asesinar a los soldados. Reciclar no es una elección, es una obligación.
Es muy difícil vencer la raíz de los miedos, sobre todo, si fueron adquiridos en el período de la infancia. Crecimos sin Educación Ambiental en la escuela, en la casa y en la oficina, por lo que la Cultura del Reciclaje no es una prioridad en los países latinoamericanos, y no hay sentimiento de culpa que nos haga cambiar de opinión.
La fobia se propaga con los camiones del aseo urbano, que recogen la basura desclasificada y esperan que las llamas del fuego nocturno, vayan quemando cualquier huella dactilar del ecocidio perpetrado. Por eso, el efecto invernadero del gas metano, aumenta con locura en horas de la madrugada, expandiendo su caluroso hedor en los vertederos a cielo abierto, en los rellenos sanitarios y en las iglesias adyacentes.
Vemos que los gobiernos latinoamericanos no pueden reducir las altas tasas de desempleo, porque la desocupación laboral no sabe que la minería urbana, es la clave para transformar el consumismo tecnológico en sustentabilidad ambiental, porque la pasividad laboral no sabe que con una botella de Tereftalato de polietileno, se puede crear una empresa de manualidades con talento de exportación, y porque la crisis laboral no sabe que con la mágica armonía ecológica, se consiguen con facilidad los votos del domingo electoral.
Queda claro que el señor Reciclaje es un estorbo para la Sociedad Moderna. Vivimos en una colectividad lo suficientemente violenta, frustrada y borrega, como para seguir alimentando el miedo en contra del rey de reyes. No hay psicólogo, psiquiatra o poeta, capaz de curar la enfermedad mental que sufren los millones de hombres y mujeres, que se niegan a recibir la medicina del Conservacionismo dentro de sus cerebros.
Es más fácil contraer nupcias, procrear hijos biológicos y poblar un saturado planeta Tierra, a punto de estallar con los trillones de materiales sintéticos e inorgánicos, que tardarán milenios en biodegradarse por completo, y que tardarán una eternidad en devolverle el rostro a la Pachamama.
Creemos que el miedo al reciclaje, es realmente el miedo a la vida, a los sueños y al progreso. Para perder el miedo a lo desconocido, debemos fomentar el uso de los contenedores de basura, la apertura de los centros de acopio en zonas de alta concurrencia, la instalación de las plantas de tratamiento de los desperdicios, y la utilización de los productos reciclados por parte de la ciudadanía.
Es importante que las comunidades y sus habitantes, trabajen en mancomunidad y respalden el crecimiento endógeno de los pueblos, mediante la gestión integral de los desechos sólidos, y la protección blindada de nuestro Medio Ambiente.
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