China/ 7 de junio de 2016/ Fuente: elpaís
Miles de familias afrontan las duras pruebas de admisión a la universidad como la única vía de garantizar una vida exitosa para sus hijos
Durante el último año, Wang Yueda se ha levantado cada día a las 6.30 de la mañana y ha vuelto a casa pasadas las 10.00 de la noche. Son más de doce horas diarias de estudio casi sin interrupción con el objetivo de obtener una puntuación lo suficientemente alta en la prueba de admisión a la Universidad, conocida como gaokao, que comienza este martes en China. Está en juego una preciada plaza para estudiar Economía y Finanzas en alguna universidad de primer nivel y también el no defraudar a sus padres, que han puesto sobre sus hombros las esperanzas -y la presión- de toda la familia.
«Yo quiero que vaya a la mejor universidad posible, pero esto depende de su preparación y su rendimiento», asegura su madre, de apellido Zhong, en un encuentro entre padres y profesores en el Instituto de Tecnología de Pekín (BIT) días antes de la prueba. «Los graduados procedentes de universidades famosas son distintos de los de las normales. Por ejemplo, los que salen de la Universidad de Tsinghua (una de las más prestigiosas de China) van varios pasos por delante de los otros cuando entran en el mercado laboral», explica.
La vida reciente de Wang, de 18 años, y de prácticamente los más de 9 millones de estudiantes que se presentan este año a las pruebas se ha limitado a preparar este examen. «Después de practicar millones de veces día tras día, creo que todos dominamos el temario. Ahora el éxito o el fracaso depende de la concentración y el aguante de cada uno. En este punto ya no es una competición de inteligencia, sino más física y psicológica», dice. Sus palabras son más propias de alguien que se prepara para un duro combate que para una prueba escrita. Pero en el gaokao no basta con aprobar, sino que hay que sacar la máxima puntuación posible. Un punto más o menos (el mínimo es cero y el máximo 750) puede diferenciarte entre decenas de miles de candidatos.
La importancia del examen es tal que varias ciudades se paralizan durante los dos días de la prueba. En Pekín, las autoridades han enviado equipos para asegurar un «silencio absoluto» a 500 metros a la redonda de cualquier centro en el que se realizan las pruebas. Los hoteles más cercanos a estos enclaves están llenos y ofrecen paquetes especiales con suplementos vitamínicos, bebidas energéticas o chocolate. Zhang y su mujer, otros padres pendientes de si su hijo podrá estudiar medicina, han reservado una habitación para su vástago y se encargan de que no le falte de nada en los días previos: cuidan su dieta, le dan masajes y hasta rezan en el famoso templo del Lama de Pekín.
China ha desarrollado todo un sistema paralelo para preparar a los estudiantes, con escuelas privadas que son resolutivas pero muy polémicas por unos métodos más que cuestionables. La presión a la que se enfrentan los estudiantes –muchos hijos únicos, circunstancia que redobla los nervios- y el hecho de que todo el sistema educativo chino conduzca al aprendizaje de memoria para hacer un buen papel en este examen han suscitado las críticas de varios padres y expertos, que consideran que el modelo desincentiva la creatividad. «La educación orientada hacia los exámenes no es buena para el desarrollo de los niños. Por ejemplo, mi hijo eligió ciencias y ahora su conocimiento de historia y geografía es peor que el mío», subraya Zhang. Dos años antes del examen cada estudiante tiene que elegir entre ciencias o humanidades, momento a partir del cual se concentran en una de esas áreas y dejan de estudiar la otra.
«No es el mejor método para evaluar a los candidatos a la universidad pero sí el que más se ajusta a la realidad china. Las demandas de los ciudadanos de que haya equidad e igualdad de oportunidades son muy altas. Un modelo que utilizara otros indicadores más allá del examen podría ser objeto de fraude», asegura Chen Zhiwen, director del portal educativo eol.cn, el mayor del país. La mayoría de los padres en la reunión del BIT coinciden en que, a pesar de sus desventajas, es un sistema «bastante igualitario» en un país donde generalmente los contactos van por delante de la meritocracia. Es la única vía, dicen algunos, para que alguien del campo pueda llegar a la élite.
«Mi consejo a los padres es el siguiente: si quieres que tu hijo sea feliz, entonces escoge una universidad que coincida con sus intereses; si tienes altas expectativas y quieres que forme parte de las élites, entonces tendrá que trabajar muy duro», resume Chen. La gran mayoría opta por lo segundo.
El Gaokao, en cifras
– Las pruebas se llevan a cabo hoy y mañana (7 y 8 de junio).
– Todos los candidatos deben examinarse de tres asignaturas obligatorias: Matemáticas, Lengua China y Lengua Extranjera (normalmente inglés). Según el itinerario escogido harán otras pruebas: Química, Física y Biología en el caso de optar por las Ciencias o Historia, Política y Geografía en el caso de las Humanidades.
– La puntuación es de entre cero y 750. Uno puede conseguir puntos adicionales si pertenece a una minoría étnica, si es hijo de padres emigrantes que volvieron a China o si el candidato es un soldado que dejó el Ejército, entre otros.
– Aún no está confirmado el número de participantes en la convocatoria de este año, pero en 2015 fueron 9,42 millones. Se espera que la cantidad sea ligeramente menor por el efecto de la política del hijo único, que ha mermado la cantidad de jóvenes.
– El año pasado superaron el Gaokao unos 7 millones de estudiantes (un 74,3% de los que se presentaron a las pruebas). De éstos, 3,66 millones ingresaron en universidades, mientras que los 3,34 millones restantes fueron a escuelas de formación profesional al no contar con una puntuación suficientemente alta.
– El examen no es igual en todo el país, sino que varía en cada provincia. Esto provoca que no haya un baremo común y que las plazas en cada universidad se adjudiquen según las cuotas por provincia que marca el Gobierno central, es decir, los estudiantes compiten con los de su región. Pekín defiende este sistema porque permite que los mejores alumnos de las provincias pobres tengan acceso a los centros más prestigiosos.
– Las calificaciones mínimas también cambian dependiendo de la provincia. En Pekín, por ejemplo, la puntuación requerida para entrar en una universidad de primer nivel se situó el año pasado en los 579 puntos para Humanidades y en los 548 para Ciencias. En Tíbet, el umbral fue de 440 y 420 puntos, respectivamente.
– Los resultados de esta convocatoria se publicarán entre el 23 y el 26 de junio.
Fuente: http://internacional.elpais.com/internacional/2016/06/06/actualidad/1465214786_419718.html
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