Autor: Víctor Manuel Hermoso
América del Sur/Venezuela/Julio de 2016
Compartir unos mensajes en el marco de la temática general: Cultura popular y Pedagogía que desarrolla el Centro Internacional Miranda (CIM), es tamizado por algunas reflexiones acerca de la vigencia de la llamada pedagogía y luego sobre el carácter pedagógico de la cultura popular. Uno de las categorías del conocimiento mas cuestionada en los últimos cincuenta años es el de PEDAGOGÍA. En la medida que lo pedagógico se desterritorializa de la Escuela, se van creando fisuras que cuestionan lo pedagógico. Sin embargo, en el existenciario de los grandes maestros en Venezuela (Simón Rodríguez, Andrés Bello, Luis Beltrán Prieto Figueroa… El ser pedagógico es una amalgama de pensamiento y acción, de ruta de emancipación, de amor por la Tierra, por la gente… es una invitación a la trasformación: al pensar con criticidad, al compartir sueños, realidades, doxa y episteme. Pedagogía es para ellos signo y símbolo de dedicación plena, de despliegue de facultades artísticas para impulsar la labor formativa y sobre todo camino de entendimiento entre los hombres, de denuncia de las impenitencias del hombre y se los abusos del poder. Pero, el ser pedagógico, tal y como ha sido desplegado, es bastante común en maestros que trascienden (no solo los que están en las escuelas), cada uno de nosotros tendrá en la memoria uno o mas de estos cultores de la humanidad.
La Cultura popular presenta heterogeneidades que podemos clasificar en dos grandes territorios: La cultura popular tradicional y la cultura popular in extremis. La primera es el vínculo con el pasado que dejó huella, dota de una historicidad que recuerda que estamos sobre un planeta que está en permanente cambio pero, que hay aspectos que perduran. Por eso las manifestaciones populares son fuente de identidad, de resistencia y de sentido de pertenencia. El protagonista de esas manifestaciones que perviven es el cultor popular tradicional.
El cultor popular tradicional sintetiza el carácter pedagógico en raíces con sabor a lo que somos. Por consiguiente es importante desvelar cuales son sus cualidades. Una manera de acercarse a tal empresa, es sumergirse en su mundo de relaciones. Partamos de un concepto de Cultor popular tradicional venezolano: Los cultores populares tradicionales son aquellos que están impregnados de las tradiciones de las cuales son su expresión. En sus interpretaciones pueden tener como horizonte histórico los orígenes étnicos. La impronta cultural lo ata a las tradiciones que son capaces de modificar en concordancia con los recursos del ambiente. Sus producciones son una síntesis de tradición y cambio. La huella de la tradición lo enmarca dentro de un gran respeto por las creencias populares ancestrales que, por lo demás, cultivan con esmero. Son portadores de secretos que con frecuencia, le son trasmitidos por vía oral y por vivencias. Como portadores de “cajas negras” son miembros de cofradías, donde ejercen liderazgo.
Los cultores populares son intérpretes de su ambiente el cual plasman en sus creaciones…Ellos sincretizan lo artístico, científico y religioso de un pasado que es necesario comprender.
El arte popular es el producto de un cultor popular que esta plasmando su cotidianidad. Esta cotidianidad está impregnada de su vertiente artística pero forma un todo con lo religioso y lo científico. Aquí científico implica una vivencia curiosa en el escenario de los acontecimientos, un preguntarse por el como y el porqué de acontecimientos. Al ser un personaje que construye desde la episteme popular presenta formas de aprendizaje y de apropiación que le dan una identidad que está sustentada en la relacionalidad. En este sentido la relación es plasmada en cada uno de sus actos de vida, esta relación lo hace intérprete del mundo de vida popular y de su entorno sociocultural. Al ser intérprete del mundo – de – vida popular sus productos generados están ligados a la cultura popular.
El cultor popular tradicional es defensor de la forma de trabajar del pueblo y expresa su cotidianidad desde su forma de aprehender los saberes. En esa sabiduría popular están los símbolos y signos tradicionales.
La segunda (la cultura popular in extremis), Tiene su territorialidad en el barrio. El barrio es el espacio- tiempo donde se despliega la pobreza, es decir la carencia y la abundancia. La carencia por ser heredera de la exclusión. Limitaciones en los alimentos, vivienda, servicios de salud educación que van mas allá de los esfuerzos no comprometidos de entes del Estado venezolano. La abundancia en el horizonte de valores como la solidaridad, el humor que sosiega, la habilidad parea sortear la escasez, las enfermedades… El barrio es también el escenario de la cultura popular in extremis que se caracteriza por la contingencia y la sobrevivencia. En la cultura popular in extremis hay un tiempo existencial en donde se mezclan pasado presente y futuro incierto. Se es hoy sin dejar de ser ayer. La participación es obligante, comprometida hasta la implicación, que matiza lo que hace y piensa.
En consonancia con esas características, los cultores populares in extremis, están impregnados en el “día a día” de los cuales son su expresión. Su horizonte histórico es contingente, hay un apego por el pasado en cuanto a procesos de supervivencia que le dan una idea de como enfrentarse a las cambiantes situaciones a las cuales se enfrenta. La carencia incita al uso de todo tipo de conducta que le pueda ser útil. Frente a los valores tradicionales, es irreverente, con tendencia a respetarlo en la esencia y no en la forma. Poseen una gran habilidad para el liderazgo ante situaciones cambiantes. La supervivencia implica la necesidad de un compromiso extremo.
También el significado de Escuela como centro de saberes, de reproducción y de creación ha sido cuestionado. En las sociedades disciplinarias la escuela es una institución disciplinaria “…que forma parte de una difusa red de dispositivos o aparatos que producen y regulan costumbres, hábitos y prácticas productivas” ((Negri y Hardt, 2002, p.35).La escuela asegura la obediencia a reglas y a mecanismos de inclusión y / o exclusión, propias de esa sociedad disciplinaria.
Escolio 1
La sociedad disciplinaria es desarrollada por Michel Foucault en carios textos, muy especialmente en “Vigilar y castigar” y “Microfísica del poder”.
Pero, en tiempos de postmodernidad la sociedad disciplinaria tiende a ser desplazada por la sociedad de control. Veamos la posición al respecto de Antonio Negri y Michael Hardt, en su libro: “Imperio”: “Y la sociedad de control surge en la <postmodernidad<, desarrollándose en un medio más <democrático< buscando a su vez manejar tanto los cuerpos como la mente de las personas, mediante sistemas tales como los medios de comunicación o los sistemas de bienestar… la finalidad del poder es por consiguiente, manejar cada vez mas la vida, su producción y reproducción” (Martínez Posada, 2010, p.63).
Una vía de conciliación para una escuela donde, entre otras cosas, haya presencia sistemática de la cultura popular es des-territorializar la escuela. Des-territorializar en el sentido de conectarla en la comunidad. Debemos aclarar que estamos contestes de la presencia permanente de la cultura popular en las escuelas actuales. Ésta se manifiesta a través de los mundos socioculturales de los estudiantes, docentes profesionales, maestros en casa que despliegan saberes, costumbres, formas de percibir el mundo, de pensar, de hablar… sin embargo, en una sociedad de control, en el sentido Negri y Hardt, la escuela es visitada, bombardeada por los medios de comunicación de masa cuyos mensajes de ordinario tienen tendencia transculturizante. No es necesario que se usen en el salón de clases la radio, la televisión, la red, el celular… estos ya está, instalados en la mente y el cuerpo de los estudiantes y docentes. En otras palabras la escuela es un espacio-tiempo de muchos, para la confrontación entre los mundos socioculturales que contienen la cultura popular y los saberes incrustados desde los medios de comunicación de masa.
La situación es marcadamente compleja. Un vector de complejidad proviene del carácter itinerante de los saberes de la cultura popular y la de otras formas de cultura (de elite, de masa). Al estar instalados esos saberes en el pensar y en el quehacer de estudiantes y enseñantes, los acompañan a los escenarios de la sociedad donde hay juegos de poder y juegos de palabras. Denomino juegos de poder: a la presencia simultánea, en un espacio tiempo, de diversos ejercicios de poder, es decir, cada hablante tiene formas de poder que tiende a ejercitar y construye reglas que faciliten ese ejercicio de poder. Los juegos de palabra en el horizonte de Ludwig Wittgenstein: el uso cotidiano de las palabras multiplica los sentidos.
La cultura popular tradicional se ejercita a través de juegos de poder y juegos de lenguaje. En este sentido actúa como un trasfondo que permite la construcción de mensajes con un toque de cotidianidad. La cultura popular in extremis se ejercita como una manera de cuestionar el lenguaje oficial, es decir aquel que tiene privilegios de poder, permiso para ser usado en cualquier escenario sin producir rechazos.
En ambientes de tendencia emancipadora, el hablante tiene la oportunidad de construir sus mensajes tomando como insumos las palabras y frases generadoras tanto de sus mundos socioculturales como el de los mundos socioculturales del maestro o del autor del material impreso.