EE.UU/28 de julio de 2016/Fuente y autor: bez/ Esther Ortiz
Todo comenzó en Woodland Park, Colorado (Estados Unidos). Dos profesores de química, Jonathan Bergman y Aaron Sams, buscaban una solución para los alumnos que se ponían enfermos y se perdían la clase. Se les ocurrió grabarlas en vídeo y mandárselas por correo electrónico. Luego, las comentaban juntos en el aula. Al hacerlo, descubrieron que podían adaptar la hora lectiva de manera más específica a cada alumno. Era el inicio de la `flipped classroom´ o `clase invertida´.
«Es un modelo pedagógico -no una metodología- que transfiere el trabajo de aprendizaje fuera del aula; así el tiempo de clase se emplea en explotar al máximo el aprendizaje», explica Raúl Santiago profesor de Didáctica de la Universidad de la Rioja. «Se trata de aplicar el sentido común a la educación del siglo XXI: dejar de hacer cosas que las máquinas pueden hacer por nosotros y dar una mayor relevancia al papel del profesor en el aula, enriqueciendo la actividad del alumno», añade. «Ya en clase el tiempo se aprovecha en actividades prácticas, en grupo o en corrección de errores», matiza este experto.
Flipear una clase implica que los alumnos puedan realizar la tarea en casa gracias a la tecnología. El vídeo es el elemento estrella, que el maestro realiza ad hoc o aprovecha los que brinda Internet, con lo que el alumno solo tienen que visitar el link.
Menos memorizar, más crear
A diferencia del modelo tradicional, este se basa en el alumno, no en los contenidos. Además, le anima a aprovechar las tecnologías móviles y las redes sociales para enriquecer el proceso, diluyendo la tradicional frontera entre aprendizaje formal e informal. Involucra a las familias y permite instalar un clima más cooperativo en el aula y una mayor atención a la diversidad, adaptándose a las diferencias individuales y ritmos de maduración de cada uno.
A diferencia del modelo tradicional, este se basa en el alumno, no en los contenidos
La flipped-classroom conecta con el constructivismo -busca entregar al alumno herramientas que le permitan construir sus propios procedimientos- y con las taxonomías de Bloom. Según estas, el conocimiento es una escalera cuyos peldaños inferiores son «recordar» y «reconocer», habilidades sencillas. Comprender para qué sirve un conocimiento, aplicarlo, analizarlo y evaluarlo permite seguir subiendo escalones hasta llegar al último, la capacidad de crear algo con lo aprendido en el camino. Implica pasar de un modelo memorístico, a uno creativo y crítico; de uno pasivo a uno activo.
«El flipped-classroom es un desastre para la educación transmisiva, la que vive solo de transmitir conocimientos, sin importar si son asimilados o no, o si hay alumnos que no se enteran. Una educación, que se dedica a rellenar recipientes sin encender la llama de la motivación», criticó Manuel Jesús Fernández Naranjo, director y profesor de Geografía e Historia en el IES Virgen del Castillo de Lebrija (Sevilla), ponente en AulaBlog 2016, celebrado recientemente en Ciudad Rodrigo.
Una `clase al revés´ para luchar contra el absentismo escolar
Ubicado en Michigan, un estado con tasas de absentismo escolar crónico como el 52,4% de la ciudad de Flint, o el 57,2%, de River Rouge, comunidades donde un tercio de la población vive en el umbral de la pobreza, el instituto público Clinton Dale, en Clinton Township, se convirtió en 2010 en el primero del mundo en flipear su currículum educativo al completo. Con un 25% de alumnos que faltaba regularmente a clase, el equipo de Clinton Dale se dio cuenta de que donde les pedían que hicieran el mayor esfuerzo cognitivo, sus hogares, no era el entorno más adecuado. Así que decidió darle la vuelta al sistema: encargar lecturas como deberes y trabajarlas con ellos al día siguiente en clase. Su apuesta pionera superó a la de las autoridades estatales, que se conformaron con aprobar unos años después la Ley 56, que proporcionaba ayudas sociales a las familias a cambio de que sus hijos fueran a clase.
Decidieron darle la vuelta al sistema:encargar lecturas como deberes y trabajarlas con ellos al día siguiente en clase
«Los chavales forman un grupo de aprendizaje con sus compañeros con el fin de resolver problemas complejos juntos y ayudados por su profesor. Cualquier dificultad que uno de ellos haya identificado será salvada por un compañero o por su maestro», cuenta Greg Green, director de Clinton Dale. «Hemos sido capaces de cuadruplicar el tiempo que nuestros estudiantes pasan con sus profesores», afirma.
Además de reducir el fracaso escolar en casi todas las asignaturas instrumentales, como Lengua y Matemáticas, en un solo semestre, Green afirma que los problemas de disciplina entre los estudiantes han disminuido de forma espectacular.
«Antes, cuando me ponía a hacer los deberes, le preguntaba a mi madre, y ella me miraba mientras usaba la calculadora y me decía `no tengo ni idea de qué estás haciendo´», comenta un alumno de Clinton Dale en un vídeo elaborado por el centro sobre el proyecto. «Al hacer los deberes en clase la profesora puede venir y atendernos a cada uno de forma individual», añade una compañera. «He visto a mucha gente de clase cambiar un montón, diciendo que entienden las cosas, que los vídeos que han visto les ayudan», comenta otra.
El obstáculo de la brecha digital
Ante las ventajas de este modelo, la brecha digital -debido a motivos económicos principalmente- se postula como uno de sus grandes inconvenientes. B. Wimmer, maestro en un entorno rural muy empobrecido en Estados Unidos, expresaba en una publicación enEdutopia sus preocupaciones al respecto. «Algunos de nuestros estudiantes viven en hogares sin electricidad y muchos otros no tienen ordenadores o un acceso a Internet decente. Viven a una hora, u hora y media incluso de la escuela, por lo que realizan largos trayectos en autobús. Algunos vienen de hogares muy pobres y no tienen teléfonos inteligentes ni iPods ni ninguna otra tecnología. ¿Cómo se puede manejar una flipped-classroom en este tipo de entorno?. ¿Es factible?».
La solución la halló la profesora y bloguera pedagógica Jennifer González con la versión en clase, permitiendo que los niños hagan todo el proceso en el aula y usen los equipos informáticos del centro.