4 de octubre de 2016/Fuente: UNOSANTAFE
Resignificar. La pedagoga Graciela Frigerio se refirió a los desafíos de la escuela en el difícil contexto actual. Habló de la jornada extendida y de la necesidad de reflexionar sobre las políticas educativas que se proponen.
pedagoga Graciela Frigerio llamó a pensar por qué hay escuela y cuál es el objetivo de la educación como una instancia necesaria para definir qué políticas públicas se necesitan para combatir la desigualdad. Además se refirió al operativo de evaluación nacional Aprender y a las dificultades que presentan las propuestas actuales de jornada ampliada. También hizo hincapié en que se debe crear condiciones económicas que acompañen los procesos educativos.
«Estos tiempos de la economía en el mundo necesitan excluidos, marginales, vulnerables, esclavos para que un puñadito de gente se quede con casi todo», alertó.
Frigerio estuvo en Santa Fe para brindar la conferencia «Resignificar la educación, resignificar la escuela», organizada por el diputado Paco Garibaldi (FPCyS). Durante su visita a la capital provincial dialogó con Diario UNO sobre el impacto de la crisis en la escuela y reconoció: «No soy muy optimista».
«La sobreedad, la repitencia y el desgranamiento son efectos no confesados pero deseados y buscados por un sistema que necesita que el 86 por ciento de la riqueza esté en mano del 10 por ciento de la población» – Graciela Frigerio, pedagoga
—¿Qué se necesita para hacer frente a la desigualdad?
—En un país que se proponga que haya menos desigualdad, la gente tendría que poder trabajar. Habría que crear condiciones para el trabajo. Eso no es menor porque todo el discurso de igualdad de oportunidades es, salvando las intenciones de quienes lo sostienen, falso. Si yo pongo a 10 personas en la misma línea de salida para una carrera donde en la meta hay solo tres lugares, hay siete que corran como corran y salgan o no a la vez, no van a tener lugar. Entonces hay que pensar a quiénes no se está dando lugar. Los nuevos, los que llegan a la escuela, tienen derecho a reclamar un lugar que no sea cualquier lugar. Y me parece que la cuestión del desgranamiento, la repitencia y el mal llamado fracaso escolar, también lo tenemos que reinterpretar o resignificar desde una perspectiva diferente.
—¿De qué manera?
—Por lo general lo pensamos como algo que pone en evidencia un efecto no deseado. Pero la hipótesis que estamos sosteniendo es que la sobreedad, la repitencia y el desgranamiento son efectos no confesados pero deseados y buscados por un sistema que necesita que el 86 por ciento de la riqueza esté en mano del 10 por ciento de la población y que necesita mantener, por lo menos, al 50 por ciento de la población sin nada. Creo que si queremos, de verdad, empezar a intentar ofrecer algunas oportunidades hay que empezar a dar vuelta las hipótesis.
—Se suelen hacer muchos análisis y evaluaciones sobre lo que pasa en las aulas, ¿qué opinión tiene del nuevo operativo Aprender?
—Yo he sido, históricamente, muy crítica con esos operativos y con la nueva regla que mide a todo el mundo, Pisa (Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes de Ocde, por sus siglas en inglés). Me parece que hay una cuestión a atender que es el modo en que algunas políticas conllevan, sugieren o dan a entender, un desprecio hacia lo que hacían en la escuela. Cualquier maestro evalúa, la escuela está llena de evaluaciones. ¿Qué es lo que hace que esas pruebas no sean creíbles y necesitemos otras? Cuando sacás del educador lo que forma parte de todo trabajo pedagógico que es, en algún momento, hacer un balance de cómo están las cosas; y decís que en él no podés confiar y te vas a la globalización de la evaluación, estás despreciando lo que pasa en la escuela. Es como todos los programas que agregan prótesis a la escuela. Un contraturno, una jornada extendida o un par de horas más pero con un discurso en el que dicen que los alumnos van a hacer ahí lo que la escuela no puede dar ¿qué está construyendo sobre la escuela? Lo que se está diciendo es que en esa escuela no puede pasar nada, es inmodificable y hay que inventarle una prótesis donde ahí podría pasar lo bueno. En el fondo hay una desvalorización, desjerarquización, que atenta contra aquello mismo que se dice querer proteger: la escuela.
—¿Entonces qué se puede hacer?
—Si queremos escuela, hay que hacer una apuesta sobre ella, una apuesta de confianza. No desvalorizar todo el tiempo a la institución y a sus actores. Si se quiere hacer algo por la escuela, se tiene que hacer con y en la escuela. Hay unos efectos paradojales que se pueden llegar a producir en nombre de evaluar. No hace falta una nueva cifra sobre las matemáticas para darnos por enterados de lo que ya sabemos. Evaluar no está mal, el problema es cuando la propuesta a nivel general es que lo que hay que hacer es evaluar. El control no reemplaza al imaginario motor. Y acá hemos perdido capacidad de imaginario motor, estamos plegados a un orden de globalización totalmente injusto que criticamos pero no estamos dispuestos sino a formar parte. ¿Por qué hay que formar parte de un mundo injusto? ¿Por qué tengo que formar para un mundo globalizado? ¿Por qué tengo que preocuparme por las competencias?
En su comienzo la palabra escuela venía de skholè, daba cuenta de un tiempo libre de urgencias y de presiones para poder pensar urgencias y presiones del tiempo. No soy nostálgica, no digo que eso existió efectivamente, sino que las palabras conservan la traza, la huella, de unos significados y sentidos que, a lo mejor, hay que volver a recordar, no restituir como eran. Porque esa restitución es nostálgica, inútil e imposible.
«Tampoco podés ampliarles la jornada a unos porque son pobres. Porque entonces más que un beneficio o un derecho parece una condena» – Graciela Frigerio, pedagoga
El valor de las palabras
La educadora hizo hincapié en que este es un momento en el que están dadas las condiciones para repensar la escuela y su objetivo. «Creo que, como en todo momento donde está todo patas para arriba, sería la ocasión para ver si se nos ocurre algo distinto», indicó.
Y agregó: «No soy muy optimista, a pesar de que no desconozco, homenajeo, honro y me conmuevo frente a pilas de maestros emancipadores, que ponen cabeza y cuerpo para evitar que la desigualdad aterradora arrase con los pibes que tienen en sus clases. Ellos lo intentan tantas veces como sea necesario, creen en la igualdad y no adjetivan».
—¿Por qué es un problema adjetivar?
—Cuando las políticas empiezan a adjetivar estamos fritos porque el adjetivo te lleva a la acción de la política. Te anula. Si decís «Voy a hacer una educación inclusiva» ¿qué estás diciendo? ¿Que la que tenés no lo es? La educación es la educación.
En relación a la política de jornada extendida, la experta en educación analizó: «Tampoco podés ampliarles la jornada a unos porque son pobres. Porque entonces más que un beneficio o un derecho parece una condena. Es como decirles: «Como además sos pobre y desconfío tantísimo de vos prefiero que estés más tiempo en una parte de la escuela que no va a funcionar como la escuela porque la escuela no podría hacer de vos nada bueno». Ese es el problema de la adjetivación. No creo que la gente que piensa estas cosas sea malvada sino que, a veces, no nos detenemos a pensar lo que construimos discursivamente y el discurso es una práctica, una marca política».
Y siguió: «Cuando decís que tenés que incluir es porque excluiste. Entonces la pregunta es cómo hago para no excluir. Cuando te ponés en un adjetivo omitís pensar qué produjo lo otro. Entonces corrés el fuerte riesgo de reproducir más de lo mismo».
—¿Cuál es el mensaje y el impacto que ese tipo de adjetivación genera en los sectores más vulnerables?
—Si formás parte de cierto sector social ya la sociedad te vienen diciendo que el problema es el sector social al que pertenecés y que vos, pobre, no vas a poder hacer nada. Pero la política te dice que va a hacer un esfuerzo por vos y te la va a hacer un poco más sencilla. Cuando el sujeto va y no logra encontrar un sentido a su experiencia, la desesperación es terrible porque el sujeto dice: «Me la hicieron fácil y ni siquiera puedo esto». Es una humillación agotadora, que arrastra una decepción profunda.
De todas maneras, aclaró: «En la escuela conviven la reproducción y la emancipación; las prácticas que tienen menos en cuenta al sujeto y las más atentas y protectoras».
—¿Es un tema que se debe abordar solo desde la educación?
—No. La responsabilidad de las políticas consiste en ver cómo se las ingenia para que la escuela haga lo que tiene que hacer pero si la economía no hace lo suyo, la desigualdad no cambia. Habrá algunos meritocráticos, término que vuelve a estar de moda. Ahora si sos pobre pero meritocrático podrás convertirte en un mutante y funcionar como si fueras de clase media. Pero la política no puede sugerir la meritocracia, tiene que ofrecer las condiciones para que la desigualdad no construya vidas dañadas. Es otra historia.
Fuente: http://www.unosantafe.com.ar/estos-tiempos-la-economia-el-mundo-necesitan-excluidos-n1254828.html
Imagen: www.lanueva.com/upload/news/mdeckerdiaz/2015/06/558fd825b9b24_large.jpg