Crisis global y ética desde la espiritualidad de nuestra América

 

La Semana Santa fue una oportunidad para reflexionar sobre la crisis global y el intento de depurar el rumbo constructivo de paz desde Nuestra América, amenazado, tanto por errores internos como por fuertes ambiciones de grandes poderes mundiales.

Argentina, visitada por el presidente Obama, conmemora 40 años de la instalación de una dictadura implacable violadora de derechos humanos, con militares formados en la Escuela de las Américas de Estados Unidos. Los movimientos de Derechos Humanos expresan su rechazo a las políticas del presidente Macri. En Brasil los movimientos sociales enfrentan amenazas de golpe de Estado a la presidenta Dilma y al líder obrero Lula, con los medios de comunicación como punta de lanza. En Bolivia, Ecuador y en la República Bolivariana de Venezuela se manifiestan amenazas similares. En Venezuela, quien asumirá en Abril la presidencia de UNASUR Y MERCOSUR, representantes del gobierno de Colombia y de las FARC, acuerdan una ruta de paz, luego de medio siglo de guerra interna.

La decisión del gobierno argentino de impedir la señal de la agencia de noticias Telesur,   resulta repudiada por organizaciones de derechos humanos y  movimientos sociales de Nuestra América.

En su mensaje de Pascua de Resurrección, Francisco, primer Papa latinoamericano, refiriéndose a Venezuela, abogó por que se trabaje por el bien común y la búsqueda de diálogo y “Se promueva en todo lugar la cultura del encuentro, la justicia y el respeto recíproco, lo único que puede asegurar el bienestar espiritual y material de los ciudadanos”.

Por su parte, el párroco del templo de San Francisco en Caracas, Numa Molina, en entrevista realizada en el Domingo de Resurrección con el destacado periodista José Vicente Rangel, al hacer referencia a la extensión del decreto del presidente Obama que declara a Venezuela como amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad de Estados Unidos y refiriéndose al silencio al respecto de las autoridades eclesiásticas venezolanas, afirmó: “Claro que tenían que pronunciarse, es lógico, porque si está en juego la vida de los cristianos, de mis hermanos, de mi país al que me debo como pastor, se está en juego la vida de ellos y yo soy el pastor, tengo que levantar la voz por mis ovejas” Y señaló que “estamos urgidos a una refundación ética”.

Refundación ética que requiere necesariamente, con base en la espiritualidad de Nuestra América mestiza, asumir la perspectiva incluyente de valores ancestrales como el buen vivir, que no es vivir mejor que los demás, al cual induce la competencia neoliberal. Rescatar los valores arraigados desde el movimiento de Jesús, que rechaza le pretensión de poder, sobre la vocación de servicio “no he venido a ser servido sino a servir”. La reflexión ética implica asumir en el camino democrático de Nuestra América, la depuración de males internos como la corrupción, no cambiando de rumbo hacia violencias institucionalizadas – como caracterizaban los obispos latinoamericanos en Medellín 1978 a la situación de América Latina de entonces-. Sino a depurar el rumbo democrático asumiendo la perspectiva ética del diálogo sincero, sin manipulaciones mediáticas, con la perspectiva de las víctimas, con verdad, justicia, respeto por los que piensan distinto, cuidado de la Madre Tierra. En función de la construcción de la Paz del Resucitado, con la alegría del evangelio.

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