Amparo Tomé: “Hay que educar tanto en el aula como en el patio”

23 de diciembre de 2016 / Fuente: http://blog.tiching.com/

Amparo Tomé

¿Hay sexismo en las aulas?
Sería muy extraño que no existiera sexismo en las aulas, si el sexismo consiste en las diversas formas de manifestarse el sistema patriarcal que favorece y perpetúa las desigualdades y las jerarquías en el trato que reciben las mujeres teniendo en cuenta sólo su diferencia sexual. Si toda la sociedad está impregnada por la plaga del sexismo, afectando la vida de todos los seres humanos, todas las instituciones, formas culturales y relaciones, podemos asegurar que la escuela está afectada.

¿Con qué edades aparecen las manifestaciones sexistas en las niñas y los niños?
Tanto las niñas como los niños aprenden a ser niñas y niños y a formar parte de la sociedad (se socializan), mimetizando, imitando, copiando los modelos, las formas de ser y de estar en el mundo de las personas que son referentes en sus vidas: las madres, los padres, abuelas, abuelos, hermanas, hermanos, otros familiares, profesorado, etc. y posteriormente los medios de comunicación y sus amigas o amigos. La mayoría de estas y estos agentes no saben en qué consiste el sexismo y por lo tanto lo producen, lo reproducen y lo perpetúan sin ser conscientes de ello.

¿Nos puede poner algún ejemplo?
Para empezar, aprenden a hablar utilizando sólo el masculino. Además, sin que nadie se lo explique, saben que los niños en las aulas de infantil se mueven más que las niñas, que hablan y gritan más y más fuerte, que se visten de forma diferente… Ellos no llevan nada de color rosa, suelen llevar el pelo corto, visten siempre pantalones, no llevan aderezos en el pelo, ni pulseras, ni collares. Las niñas visten de colores, incluido el rosa, pueden vestir pantalones o faldas, se adornan la cabeza, las muñecas… Todas estas diferencias físicas, en el trato, en los juegos y juguetes, en el valor que le dan las personas adultas a lo que saben unas y otros,  se acaban convirtiendo en desigualdades con el tiempo, tanto en la escuela como en la vida familiar y social. Este proceso de diferenciación y desigualdades comienza a ser visible a partir de los 2 años, tanto en las niñas como en los niños.

¿Somos conscientes de ello?
No podemos ser conscientes debido a que el sexismo está normalizado, naturalizado y por lo tanto nos aparece como normal, natural y tanto sus manifestaciones como sus consecuencias son invisibles a nuestros ojos, ya que son manifestaciones que hemos mamado y vivido desde que llegamos al mundo. Esta es una de las dificultades que nos encontramos para diagnosticarlo y eliminarlo.

¿Por dónde empezar?
En todos los procesos de desaprendizaje del sexismo existe un momento en el que parece que el sexismo nos acecha desde una posición de superioridad cual aguilucho que descubre un lagarto. Te encuentras acechada por cualquier programa de televisión, la publicidad, los videojuegos, los cuentos infantiles… Todo lo que hemos visto y vivido como “normal” se vuelve agresivo, insoportable, dañino. ¿Cómo plantarle cara a un fenómeno tan intenso, extenso y universal? Desnormalizar el sexismo es una tarea que requiere de una profunda toma de consciencia, de la voluntad de querer luchar en su contra, y del análisis de sus causas y las consecuencias de sus manifestaciones para todas las mujeres y la mayoría de los hombres.

¿Qué actitudes lo refuerzan?
Para empezar, la falta de reflexión social respecto los orígenes y perpetuación de las desigualdades sociales. Las jerarquías y las desigualdades parece que son inevitables. También afecta la falta de espíritu crítico en todas y cada una de las instituciones sociales, especialmente las educativas, que educan las formaciones de las subjetividades y las identidades de niñas y niños que más tarde serán madres, padres, doctoras, maestros, ingenieras, cocineros…

¿Y en las aulas?
El exiguo conocimiento por parte del profesorado y de las familias de las nuevas identidades femeninas y masculinas. Cuando las familias se interesan por sus hijas e hijos les suele interesar las cualificaciones, los rendimientos académicos, los comportamientos; pero no suelen ni sospechar que sus hijas e hijos sufran por el sexismo en la escuela. También debemos tener en cuenta la creencia y aceptación generalizada de que los modelos masculinos ostentan más valor, más visibilidad, más concreción que los femeninos. O la creencia y aceptación generalizada de que los privilegios que heredan y disfrutan los hombres son justos.

¿A qué edad o en qué momento se empiezan a intuir o a reflejar los roles en los juegos?
Existe un trabajo de investigación que hoy día está recogida en un vídeo que ilustra a la perfección cómo las expectativas de las personas adultas respecto a lo que implica ser una niña o un niño siendo aún un o una bebé, pueden marcar las vidas de unas y otros. En un primer momento la distinción es algo tan simple como el color de la ropa que visten: rosa la bebé y azul el bebé. En segundo lugar,  los hombres y las mujeres que han de interaccionar con la bebé y con el bebé lo cogen en brazos, acunan, hablan, ríen de forma totalmente distinta si el bebé es niña o niño.  Y en tercer lugar, se da por supuesto que si son niños han de ser fuertes para poder ser futbolistas, o bomberos, y si son niñas han de ser guapas para ser bailarinas o actrices. ¿Cuándo empiezan a aprender sus roles sexuales? Diría que desde que están en el vientre materno.

¿Es posible diferenciar si los niños y las niñas escogen espontáneamente esos juegos o si están siendo influenciados por la sociedad y el mundo adulto?
Este debate sigue estando vigente como una fuerte resistencia a admitir que la biología por ella misma no tiene mucho sentido si no va acompañada de los criterios aprendidos en la cultura, si hablamos de la libertad de elección. No es posible que la biología nos marque a los hombres con un gen violento y con el gen del cuidado a las mujeres.

En los momentos de recreo que los chicos y chicas tienen en la escuela, ¿cómo se divierten? ¿Es algo espontáneo?
El patio de la escuela es el lugar más público de la escuela y posiblemente es el espacio donde chicas y chicos se comportan más libremente. Es un espacio ideal de observación de algunos aspectos que nos dan mucha información respecto a las manifestaciones del sexismo. El uso del espacio de juego, quién juega a qué, cómo juegan y con quién juegan.

¿Qué información tenemos?
Sabemos que el patio está ocupado mayoritariamente por chicos jugando al fútbol, el resto del espacio lo ocupan los chicos que no son buenos jugando al futbol, y todas las chicas. Las chicas se agrupan por amistad y charlan lejos de los lugares de riesgo. A las edades entre los 11 y los 14 se ven algunas parejas de chicos y chicas enamorados, se aprecian peleas o “ajustes de cuentas”. El profesorado interviene regularmente cuando ocurre algo que se considera “grave”, ya que es su recreo también y no se contabiliza como hora lectiva.

Si los adultos intervenimos en sus espacios de juego, ¿se modifican las conductas?
Hemos observado en las investigaciones desde hace más de veinte años y las realizadas en estos momentos que si modificamos, por ejemplo, el centro del patio y no permitimos el fútbol como único juego y ampliamos la posibilidad a otros juegos colectivos, efectivamente cambian las pautas de comportamiento del alumnado tanto masculino como femenino y se crean nuevos grupos de juego y amistades. No es que las criaturas elijan los juegos, son las tendencias y el valor que tienen lo que marcan la “espontaneidad” y la pasión por unos juegos y no por otros.

¿Los profesores o monitores responsables de estos ratos deben intervenir en organizar estas franjas de tiempo?
Por supuesto que han de intervenir por un justo uso del espacio del patio: dar valor a otros juegos que no sea el fútbol, corregir o admirar los comportamientos en las canchas de juegos… Hay que educarlos tanto en el aula como en el patio, es erróneo pensar que tanto niñas como niños se autorregulan en el patio y no lo saben hacer en el aula.

¿Debemos dejar tiempo y espacio para su espontaneidad aunque veamos que reproducen roles sexistas?
Pues no, a no ser que haya una intencionalidad de corregir o hacerles ver dónde estriban las injusticias de esas manifestaciones sexistas.

¿Qué se podría hacer al respecto?
Es hora de cambiar los patios grises por jardines de esparcimiento en los que aprender a cuidar los árboles, las plantas o el huerto como formación en valores y que forme parte de sus conocimientos vitales.

¿Prohibir los balones es una solución?
No hay porque prohibir los balones: los juegos con las pelotas son ideales para desarrollar estrategias de juego, fortaleza ante los fracasos, agilidad mental y física… Pero no puede monopolizar los demás juegos. Nos admiramos de la capacidad espacial que tienen la mayoría de los chicos y no lo correlacionamos con su facilidad de controlar el espacio.

¿Cuáles son los principales retos a los que nos enfrentamos para reducir el sexismo en las aulas?
Ya que los gobiernos en nuestro país siguen sin querer desarrollar las leyes que ya existen para poder afrontar este reto como prioritario, ha de ser el profesorado u otros agentes sociales quien se encargue. Algunas comunidades autónomas con sentido del deber educativo han elaborado leyes que introducen el género como reto importante en la vida escolar. Desafortunadamente, tan pronto como cambian las o los consejeros o el partido que gobierna, todos los esfuerzos se deshacen como el hielo bajo el sol.

Fuente entrevista: http://blog.tiching.com/amparo-tome-hay-que-educar-tanto-en-el-aula-como-en-el-patio/

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