Transformación Curricular y Revolución Bolivariana

Por: Ruben Reinoso

La decisión del Ministro Elías Jaua de posponer y revisar la transformación curricular propuesta por el Ministerio del Poder Popular para la Educación es una excelente noticia que nos brinda la oportunidad a los diversos sectores de la sociedad venezolana para abordar un debate necesario y urgente. Esta es la segunda vez que el Gobierno Bolivariano se ve obligado a posponer una reforma curricular. La primera vez fue el Comandante Eterno quien, en una alocución televisiva demolió con argumentos contundentes las debilidades de esa propuesta.

Durante  la revolución bolivariana, la derecha, se ha opuesto a cualquier propuesta que intente proponer cambios estructurales en la educación.  En ese sentido, es sintomático como se han opuesto al Decreto 1011, la Ley Orgánica de Educación, las reformas curriculares, el Decreto 058 y la Colección Bicentenario. Los argumentos en contra de estas propuestas han sido una mezcla de medias verdades, que buscan sembrar pánico en los padres y representantes. Esta conducta reiterada de la derecha es la expresión de la polarización, pero su relativo éxito, se debe a la forma como el debate de la Resolución 1011 operó como un detonador que culminó con los acontecimientos del 11 de abril.

Ante cada una de esta propuesta los burócratas de turno en el Ministerio de Educación trataron de imponer un cambio educativo sin contar con el consenso suficiente en el seno del chavismo, mucho menos en la sociedad venezolana. La excepción a esta situación la ha constituido las transformaciones impulsadas por el profesor Aristóbulo Isturiz que se ha caracterizado por impulsar propuestas que gozan de amplio apoyo de la base magisterial.

Los errores políticos y de instrumentación que se han cometido a la hora de proponerse cambios en la educación venezolana han hecho posible que los que tenemos alguna observación o sugerencia  en algunos temas, sencillamente seamos ignorados.

No acostumbro a escribir de estos temas públicamente, pero el acto valiente del ministro Jaua me permite realizar algunas sugerencias que he compartido con mis estudiantes de maestría y doctorado, toda vez  que los temas vinculados al currículo ha sido parte de mi preocupación intelectual en los últimos años.

En primer lugar deseo señalar, que cualquier reforma curricular demanda un alto grado de viabilidad, y eso sólo es posible, si se diseña una metódica (siguiendo a Luis Antonio Bigott) que permita recoger las opiniones de maestras y maestros.

En segundo lugar, se requiere comprender que cualquier propuesta de transformación educativa debe recuperar el sentido de la educación a través de políticas de subjetividad que hagan posible el encuentro de las niñas, niños y adolescentes con los propósitos de  la educación en el marco de un sistema educativo que contribuya al desarrollo de proyectos de vida que ayuden a  la felicidad de nuestros estudiantes. Esta política pasa por el rescate de la autoridad, de los adultos sobre los jóvenes y esto es posible, si comprendemos que los adultos tenemos la responsabilidad de incorporar a los jóvenes en el universo simbólico de los adultos.

Esto en la actualidad tiene varias dificultades, pero la principal es la intención del capitalismo neoliberal de convertir a mujeres y hombres en meros consumidoras y consumidores. Las condiciones de posibilidad para realizar esto, se ven acrecentadas por los efectos que tienen las tecnologías de la comunicación e información en la cognición y los peligros que esa situación engendra. Recientemente la Asociaciones de Pediatría de Japón USA y Canadá advertían de la necesidad de controlar el uso de Smartphone, computadoras y juegos de video a niños y niñas entre 0 y 18 años, y presentaban 10 razones para hacerlo. Estas razones son de diverso tipo, pero desde el punto de vista educativo, los efectos de las TIC generan patologías vinculadas al aprendizaje derivado de la contradicción que se genera entre el texto y la imagen en la conformación de la cognición.

Un tercer aspecto vinculado a una política educativa pertinente debe pivotear entre dos polos: el fortalecimiento del proyecto nacional y las demandas culturales del siglo XXI, esto significa crear una propuesta que desde la CRBV la LOE y las tradiciones pedagógicas nacionales se creen los propósitos que se constituyan en marco para el inicio del debate curricular. Por otra parte, deben diseñarse unos objetivos que incorporen los acervos culturales y científicos del siglo XXI, sobretodo en aspectos vinculados a la condición humana, la ética, la  bioética, la salud y la preservación del planeta.

Un cuarto aspecto, está asociado a la necesidad de fortalecer las capacidades pedagógicas de nuestras maestras y maestros; para ello, se requieren retomar las mejores tradiciones pedagógicas venezolanas que ponían como eje la enseñanza de la lengua y la matemática.  Aprender a hablar, escribir y leer bien no es una habilidad más es una herramienta fundamental para tener capacidad simbólica que es la habilidad que soporta las ideas y el sentido de la vida.

Por último se requiere crear una resolución que regule en un solo instrumento legal el funcionamiento de nuestras instituciones escolares de forma tal, que se fortalezca la capacidad de la comunidad educativa para combatir los efectos nocivos de la sociedad del consumo.

Nuestras niñas, niños y adolescentes necesitan de nosotras y nosotros los adultos generar instrumentos que los formen y protejan, que los motiven y los reten, que los hagan creativos, con excelencia. Necesitamos una educación que emule lo que hacemos en deportes y con las orquestas juveniles.

El Comandante Eterno y el Presidente Maduro han solucionado la deuda histórica que significó la exclusión de las grandes mayorías hoy tenemos el reto de ponernos a la altura del siglo XXI, estamos a tiempo y consideramos que las primeras acciones del ministro Jaua ayudan en mucho a lograr estas metas.

Rubén Reinoso Ratjes

Profesor asociado de la UBV.

reinosoratjes@gmail.com

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