Por: Ignacio Mantilla
Dos noticias importantes me han sorprendido en los primeros días de este nuevo año. La primera fue la entrada en vigencia en Francia, desde el 1 de enero, de la ley que incorpora un nuevo derecho: el derecho a desconectarse fuera del horario laboral. La segunda fue la muerte, a la edad de 91 años, del sociólogo y filósofo polaco Zygmunt Bauman, ocurrida el 9 de enero pasado.
Los dos hechos aparentemente no podrían relacionarse de manera alguna. Sin embargo, las dos noticias guardan una interesante relación y parecería como si Bauman hubiese podido ahora descansar en paz, al comprobar que Francia se adelanta a reconocer el nuevo derecho de sus ciudadanos a disfrutar del tiempo libre, sin que les estén obligando a continuar su trabajo en forma remota, permanentemente y sin ningún respeto por sus horas de descanso o por los días de vacaciones.
Bauman se hizo famoso por el desarrollo conceptual de lo que él llamó: “modernidad líquida”, una etapa en la cual lo que era sólido se ha licuado, una etapa en la que “nuestros acuerdos son temporales, pasajeros, válidos solo hasta nuevo aviso”. Bauman escribió también abundantemente sobre la globalización, el consumismo y lo que él denominó “la nueva pobreza”.
Y son de un especial valor sus reflexiones sobre el nuevo comportamiento social, influenciado por las tecnologías que ofrecen otras oportunidades y facilitan las comunicaciones en grupo mediante una permanente interconexión que ha creado un mundo digital en donde las relaciones personales se disuelven. Examinemos algunas de sus frases más famosas, que como veremos, conectan perfectamente con el espíritu de la nueva ley francesa y más bien parecen ideas para la exposición de motivos, de esta interesante disposición. Decía Bauman:
– “El viejo límite sagrado entre el horario laboral y el tiempo personal ha desaparecido, estamos permanentemente disponibles, siempre en el puesto de trabajo”.
– “Ha sido una catástrofe arrastrar la clase media a lo precario. El conflicto ya no es entre clases, sino de cada uno con la sociedad”.
– “Todo es fácil en la vida virtual, pero hemos perdido el arte de las relaciones sociales y la amistad”.
– “Hemos olvidado el amor, la amistad, los sentimientos, el trabajo bien hecho. Lo que se consume, lo que se compra, son solo sedantes morales que tranquilizan tus escrúpulos éticos”.
– “Todas las medidas emprendidas en nombre del «rescate de la economía» se convierten, como tocadas por una varita mágica, en medidas que sirven para enriquecer a los ricos y empobrecer a los pobres”.
Pero hay una de sus frases, que me parece especial:
– “Con nuestro culto a la satisfacción inmediata, muchos de nosotros hemos perdido la capacidad de esperar”.
Hoy Internet, las redes sociales y la increíble interconexión a través de nuestros dispositivos electrónicos ha provocado que todo esté al alcance de un click. Pero estos medios no nos permiten un instante de silencio, una conversación tranquila o la mínima contemplación de nuestro entorno, porque siempre la adicción por la inmediatez nos atrae con fuerza hacia Internet.
La frase de Bauman, a mi entender, devela el principio que encuentra el sociólogo como sustento del actual comportamiento, que desconoce las fronteras entre la vida personal y familiar y la laboral y profesional.
De acuerdo con los informes de estudios realizados por los franceses en la discusión de la ley mencionada, más de uno de cada tres trabajadores activos (el 37%) reconoce su esclavitud del celular o del computador, incluso durante los fines de semana y en vacaciones. Para luchar contra este fenómeno, Francia ha decidido crear el derecho a la desconexión. Y es que como lo dice Bauman, se ha vuelto costumbre tener que estar siempre disponibles, en el puesto de trabajo. Recibimos correos electrónicos y mensajes a horas intempestivas y en muchos casos debemos cargar un sentimiento de culpa por no responder inmediatamente asuntos que pueden esperar a la mañana siguiente.
El fenómeno seguramente se origina, como bien lo expresa Bauman, porque se ha perdido la capacidad de esperar. La paciencia pasó a ser un concepto caduco y olvidado en nuestra actual forma de vida social.
De este fenómeno no se escapan las comunicaciones entre estudiantes y profesores. Por una parte, los estudiantes creen que sus profesores están obligados a atender toda clase de dudas, en forma inmediata, en cualquier horario, a través de correos electrónicos o mensajes de texto. No es extraño, por ejemplo, que en horas previas a un examen de matemáticas el profesor sea bombardeado con mensajes como: “profe, para preguntarle cómo se hace el ejercicio 9”. Y cuando finalmente, minutos antes de las 7 de la mañana, hora programada del examen, el profesor puede revisar su correo, encuentre 15 mensajes similares y un grupo de estudiantes esperándole en la puerta del salón para reclamarle por no haber atendido sus preguntas.
Pero de otra parte también existen los profesores “intensos”, que a la media noche dejan tareas, vía correos electrónicos, con límites horarios perentorios imposibles de cumplir para su envío o entrega, desconociendo que también los estudiantes tienen derecho a descansar.
Se ha perdido entonces, en muchos casos, el derecho y deber de unos y otros de fijar horarios de atención, y de poder usar un tablero en una oficina para plantear las inquietudes, enriquecer el aprendizaje y resolver las dudas en forma directa y presencial.
Desde la Universidad Nacional, patrimonio de todos los colombianos, invito a empleados, directivos, trabajadores, jefes, profesores y estudiantes para que sigamos el ejemplo de Francia y respetemos el derecho de todos a desconectarse unas horas al día y así empecemos a recuperar nuestra devaluada capacidad de esperar.
Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/derecho-desconectarse
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