Por Pita Laddaga
La adolescencia de los hijos es un período especialmente intenso en la vida familiar en el cual son frecuentes los conflictos y enfrentamientos
La búsqueda de independencia del adolescente se manifiesta algunas veces por medio de las conductas que nos incomodan, inquietan o preocupan. Si no somos conscientes del sentido de esas conductas en el desarrollo de nuestro hijo, podríamos intentar modificarlas con regaños y castigos, o bien dejarlas pasar esperando que desaparezcan solas. En ambos casos, el conflicto permanece sin solución.
A los padres nos toca hacer el esfuerzo para resolver los conflictos con los adolescentes
En un conflicto cada uno defiende sus intereses, Los padres tenemos que aprender a armonizarlos, escuchar a nuestro hijo, expresar nuestras necesidades, marcar límites y buscar soluciones que satisfagan a todos.
Para resolver conflictos es recomendable:
-Crear un ambiente de entendimiento. Para llegar a un verdadero acuerdo, todas las partes deben ser tomadas en cuenta.
-Buscar un momento oportuno No se pueden resolver problemas en medio de una emoción fuerte. Solo es posible solucionar las dificultades si tanto nosotros como el adolescente deseamos hacerlo y estamos serenos.
-Revisar las normas familiares. Cuando las reglas son claras y razonables, los conflictos tienden a reducirse, y en el caso de que se presenten, ofrecen un marco objetivo que facilita su solución.
-Identificar el problema. El solo hecho de reconocer y definir el problema con claridad, plantearlo en forma sencilla, concreta y específica, es un gran paso para la solución.
-Escuchar con interés a nuestro hijo. Prestar atención a las razones de su actitud y comportamiento, saber que quiere y porqué lo quiere.
-Expresar nuestra posición. Explicar de manera concisa lo que necesitamos y los sentimientos que nos despierta su actitud.
Es importante incluir tres aspectos en la comunicación:
*Describir la conducta ( no juzgar o criticar, sólo definir): “Cuando llegas tarde sin avisar…”
*Expresar nuestros sentimientos ante esa conducta: “me preocupo…”
*Establecer el efecto o la consecuencia de lo que hace: “porque no deseo que te ocurra nada malo.”
La palabra “porque” es muy importante. Cuando el adolescente entiende las razones por las que pedimos un comportamiento, puede encontrar el sentido de llevarlo a cabo.
*Invitar a nuestro hijo a explorar juntos las posibles soluciones. A veces las necesidades se ven tan opuestas, que parecería imposible encontrar una solución en la que podamos ponernos de acuerdo. Un ejemplo: nuestra hija se niega a acompañarnos a celebrar el cumpleaños del abuelo, porque esa tarde debe asistir a una reunión con sus compañeros de la escuela. La dificultad está en considerar solamente las soluciones en conflicto- ir a la reunión de los compañeros o participar en la fiesta del abuelo- y no en las necesidades en conflicto.
Cuando nos escuchamos y ponemos nuestra atención en lo que cada uno necesita, pueden surgir acuerdos
Si las necesidades están claras, es posible analizarlas, y entonces aparecen las soluciones: llevar a sus amigos a la fiesta del abuelo, posponer su reunión, felicitar al abuelo al medio día, anticipar la hora de la reunión y llegar más tarde a la celebración familiar, son solo algunas de las posibilidades. Nuestro trabajo como padres es ayudar al adolescente a descubrir que cada problema puede tener muchas soluciones; animarlo a expresar cualquier idea que llegue a su mente, no importa que tan loca o impráctica parezca. A esta fase se le llama “lluvia de ideas” y la única regla es no criticar ni descalificar ninguna aportación.