La escuela innovadora reivindica la tradición

Por : Carina Farreras

  • Dos directores de centros con proyectos pedagógicos singulares reflexionan sobre los cambios en la educación

Pocos rasgos comunes parecen tener las escuelas que dirigen Pilar Ugidos(Miquel Bleach) y Joan Puig (Súnion). No coinciden ni sus etapas educativas (primaria y secundaria/ bachillerato), ni el tipo de alumnado (inmigrante y autóctono), ni la titularidad de los centros (pública y concertada). Sin embargo, sus respectivos directores, que dejaron el cargo el pasado junio después de tres décadas de experiencia en entornos educativos, comparten el mismo discurso: la educación es alentar la autonomía intelectual y humana de los alumnos. “No es extraño”, indica Ugidos, “porque las personas que vivimos con pasión la educación coincidimos en lo
básico”.

Se reúnen en Súnion, a propuesta de La Vanguardia. “La educación, que ahora acapara tanto la atención de la sociedad, no ha cambiado en su esencia”, interviene Puig que habla sobre los jóvenes. “Los adolescentes comienzan a ver el mundo, se hacen preguntas, son muy críticos. A veces, parecen estar de vuelta del mundo (que desconocen), pero si les acompañas, les das confianza, estimulas el sentido de la curiosidad, ves que están abiertos a comprender, y te siguen”.

 Los populismos educativos

Ambos directores han forjado sus carreras en proyectos pedagógicos revolucionarios, transformadores. Pero se muestran reservados respecto a la ola de innovación que recorre las escuelas de Catalunya. En este sentido, advierten sobre el riesgo de los “populismos educativos”.

“Hay que preguntarse, ‘la innovación ¿para qué?’ En sí misma no es un valor absoluto”, indica Puig. “La pedagogía a lo largo de la historia ha realizado muchas aportaciones que no podemos desestimar, desde la explicación magistral brillante hasta el trabajo por proyectos”. Ugidos añade que “el educador debe estar abierto a todas las metodologías y pensar cuál es la adecuada a su propósito, porque lo que importa es el aprendizaje”.

A juicio de estos maestros, que pese a su cargo no han renunciado a dar clases, educar es acceder a la cultura palanca para interpretar la realidad. Y en ese proceso se requieren las disciplinas educativas, las asignaturas clásicas. “Claro que todo está enlazado en la vida –exclama Puig– pero, ¡hombre!, las matemáticas son las matemáticas, la literatura es la literatura”. Y sigue: “Internet nos hace pensar que muchos contenidos se han quedado obsoletos, prescindibles, y con poco significado para los alumnos. En este camino de transformar el cu-
rrículo hay mucho que hacer. Pero hay muchos aspectos que tienen un buen recorrido, un único recorrido. No es la disciplina la que hace perversos algunos contenidos, sino algunos contenidos mal planteados”. Y concluye: “Los niños tienen que ser competentes, por supuesto, pero tiene que haber una base de conocimiento para aplicar la sabiduría, porque si no son ignorantes”.

Revisión continua

La innovación, acuerdan, tiene que ver, en todo caso, con el cuestionamiento continuo sobre la práctica educativa desde la dirección y el claustro. “La construcción de materiales, la realización de actividades concretas, la formación del profesorado, la creación de una estructura organizativa (calendarios, reuniones), hasta el espacio, todo eso debe estar vinculado a los objetivos finales”, indica Ugidos.

Puig asiente en que no se puede caer en la autocomplacencia. “Un profesor no puede estar quieto, está obligado a cuestionarse. Si hace tres años que imparte la clase igual, con los mismos materiales, ¿está bien? No, hay que revisar nuestra actuación. De forma individual y colectiva. Si perdemos la capacidad de interrogarnos permanentemente, fallamos”, señala.

Al servicio de un proyecto

La diferencia con la escuela concertada, según explica la directora del centro público, es que se admite que hay una línea pedagógica. Toda la comunidad (las familias, el equipo, los alumnos) la comparten. “En una pública un director no es nada más que un compañero que está en dirección al que le toca desempeñar temas de gestión y organización. Y te tocan unos alumnos, familias heterogéneas. Si quieres transformar, tienes que convencer, seducir, implicar al claustro primero y a las familias después”. Al llegar a Miquel Bleach, hace siete años, se encontró con un personal desmotivado por el difícil reto que suponía el alumnado (98% inmigrante, sin dominar la lengua, con cargas emocionales pesadas al vivir en contextos desfavorecidos). “La vivencia de los maestros en muchos centros de alta complejidad, que son como guetos, es: ¿qué culpa tengo yo de encontrarme con estos niños si yo he estudiado para dar clases?”. Al mito de la homogeneidad del aula (una fantasía común) se unían las quejas hacia la administración, la dejadez de las familias, la falta de esfuerzo de los alumnos… “Pero logramos el cambio colocando al alumno en el centro de todas las decisiones. Los niños pasaron de ser meros receptores pasivos a narradores del relato de su aprendizaje, dirigiéndose a sus propias familias, a las que también implicamos. Entendieron por qué estudiaban, ampliaron competencias comunicativas, y el arte, nuestro eje vertebrador, les aportó perspectivas fundamentales para comprender el mundo, como la creatividad o la crítica”.

“Nosotros –continúa Puig– planteamos desde el inicio la necesidad de que los alumnos tuvieran un espacio amplio y de bienestar para que se autoconstruyeran, con poca presencia de los adultos, pero con responsabilidad”. El espacio, el horario (variable cada semana en función de las actividades) y la asistencia fueron los elementos que definieron la fundación de Súnion. “Hemos recuperado la libertad de asistencia a clase que inicialmente había y que retiramos un tiempo después porque nos pareció que la sociedad no iba por ahí. Los chicos de 2.º de bachillerato, con 18 años, ¿tienen que cumplir con esta obligación cuando estrenan su libertad en otros ámbitos? La asistencia, por mucho que crean algunas universidades que la exigen para su evaluación, no es un valor en sí mismo. El valor es el aprendizaje y eso es lo que nosotros creemos que hay que evaluar. Y funciona. Sólo hay que procurar que los alumnos hagan un buen uso de esa libertad, que no se excedan. El acompañamiento en este proceso es parte de nuestra función”.

El papel del maestro

“Los profesores son la clave del proyecto, si creen en él, lo aplican cada uno con su capacidad, su temperamento y creatividad. Deben mantener una buena relación con el alumno”, reitera Ugidos. Para el director de Súnion, los docentes son educadores. “Yo no entiendo que haya unos profesores especialistas y luego unos tutores que entran en la vida privada de los alumnos. No, todos tenemos que conocer a los alumnos y luego ser profesores de matemáticas o de lo que sea”.

Ambas organizaciones reflejan en las aulas lo que sucede en el claustro, donde también hay una diversidad. “No todo el mundo es perfecto y tenemos el deber de ayudarnos unos a otros. Hay profesores que tiran más que otros, pero todos participamos y hay que asegurar un buen ambiente de personal”, considera el director de la escuela de secundaria.

Formación

“Soy muy crítica sobre la formación que se hace a los profesores por su inutilidad –explica la directora de primaria–. Nosotros determinábamos el tipo de formación preguntando a los maestros. Primero formarnos en arte, luego en trabajo por proyectos, en trabajo en equipo, en gestión emocional… Pero no queríamos expertos para llenar vasos vacíos, sino expertos que entraran en el aula, y dieran un feedback personal”. Puig cree en la responsabilidad como docente. “Hay una parte tuya, de querer actualizar conocimientos, profundizar en tus inquietudes. Y otra parte es de la escuela, que debe organizar la formación de forma eficiente”.

Fuente: http://www.lavanguardia.com/vida/20170803/43291766828/escuela-innovadora-reivindica-tradicion.html

Comparte este contenido:

Carina Farreras

Periodista. Egresada de la Universidad Autònoma de Barcelona.España. Trabaja para la Página Web La Vanguardia.