Por: Ana Lilia Herrera
Es cierto. Muchas de nuestras escuelas públicas no cuentan con la infraestructura necesaria para aprovechar la conectividad a internet, y muchas otras requieren incluso de algo tan básico como la electrificación, mobiliario o hasta un techo.
También es cierto que hay decisiones que México no debe seguir postergando: en la actualidad fuera de las aulas, la tecnología ya está al alcance de todos y necesitamos contenidos y capacitación adecuados.
En el año 2000 muchos consideraron irrisoria la propuesta visionaria, hay que reconocerlo, de un candidato presidencial para que la educación pública incluyera inglés y computación. Hoy el destino nos alcanzó y aunque tarde, nuestro país ha dado pasos firmes para enfrentar la brecha digital que ha generado nuevas desigualdades sociales, estructurales y educativas, vinculadas al uso de internet y las nuevas Tecnologías de Información (TIC’s).
La educación en México hoy cuenta con las bases constitucionales y legales necesarias que, en el camino hacia su consolidación, están plasmando calidad en el proceso de aprendizaje que reciben millones de niñas, niños y jóvenes, además de la transformación cualitativa en las relaciones entre autoridades, maestros, alumnos, padres de familia y la sociedad en general.
El presupuesto del sector tiene niveles históricos destinados a infraestructura y equipamiento, lo que debe traducirse en escuelas dignas, donde la incansable gestión de los maestros y maestras se centre en el proceso de enseñanza-aprendizaje y no en las condiciones mínimas necesarias de la infraestructura.
Sin embargo, la tarea no estaría completa si no emprendemos acciones que aseguren, como lo establece el texto constitucional, que los materiales y métodos educativos abonen al máximo logro de aprendizaje de los niños, jóvenes y adultos inscritos en alguno de los niveles de enseñanza.
Con el propósito de hacer realidad el derecho humano a la educación de calidad de los mexicanos, el acceso al internet y a las TIC’s son un factor que coadyuvará a la sociedad del conocimiento, en una era global donde la alta competitividad, el flujo y tránsito de la información son la estructura de una nueva manera de entender y participar en el mundo actual.
De ahí que senadores de todas las fuerzas políticas apoyaron en forma unánime la reforma a la Ley General de Educación que propuse en 2014, para facultar a la autoridad educativa federal a que al inicio de cada ciclo lectivo, ponga a disposición de la comunidad educativa y de la sociedad en general los libros de texto gratuitos y demás materiales educativos, a través de plataformas digitales de libre acceso.
Con cambios al artículo 12 del ordenamiento jurídico, se garantiza que todos los niños y jóvenes tengan acceso a la información de preescolar, primaria, secundaria, telesecundaria, educación indígena y media superior, independientemente del extraordinario esfuerzo que se realiza en México para llevar los libros impresos a cada escuela.
Información publicada por el Inegi señala que el acceso a las tecnologías digitales es predominante (80 por ciento) entre la población de los 12 a los 17 años, mientras que en niños de entre 6 a 11 años, el acceso es igualmente significativo (42.2%). Para el grupo de 18 a 24 años, la proporción se reduce a dos de cada tres, mientras que la mitad de los adultos jóvenes, (de 25 a 34 años) dispone de las habilidades y condiciones para realizar tareas específicas en Internet.
En congruencia con las reformas educativa y en telecomunicaciones, el Senado dio un paso firme para posicionar a nuestro país como referente internacional en el acceso educativo a través de medios tradicionales y tecnológicos preservando la gratuidad y el acceso a los contenidos a través de plataformas digitales.
Muy seguramente la Colegislatura encaminará sus esfuerzos a la consecución del logro de oportunidades para la inclusión de los educandos, lo que sin duda, repercutirá en la innovación, el desarrollo del capital humano y el perfeccionamiento del conocimiento para las nuevas generaciones.
Fuente: https://www.debate.com.mx/opinion/Tecnologia-y-educacion-20170803-0347.html