Kant, el profe que nos cambió el chip

Por: Francisco Celis Albán

Habría sido consolador hace muchos años tener a la mano un libro acerca de Immanuel Kant, como este del magnífico y prolífico escritor español Joan Solé, un delicioso despliegue de recursos narrativos para lograr que el lector común comprenda el pensamiento del filósofo alemán, cuyo original aporte es totalmente insoslayable para entender el mundo de hoy.

 Kant está detrás de infinidad de temas que son de total coyuntura en el mundo y, sin duda, en nuestro país: la justicia, el derecho, la ética, la paz (es suyo el tratado La paz perpetua), la estética, el gusto, el ilusorio mundo de los sentidos, la categorización de los más abstrusos laberintos de las funciones del cerebro… Un repertorio de asuntos que hacen preguntarse al lector cómo fue posible que tanta información, tanta capacidad de acopiar observaciones y traducirlas en densos análisis, cupiera en la humanidad este hombre menudito (se dice que medía un metro con cincuenta y tenía el cuerpo un poco torcido), el cuarto hijo en un hogar de once (otros autores contabilizan nueve), y de quien se dice que no enseñaba filosofía sino a filosofar.

Nuestro personaje nació en Könisgberg (traduce ‘montaña del rey’), hoy rusa y renombrada Kaliningrado), ciudad capital del ducado de Prusia a orillas del mar Báltico, el 22 de abril de 1724, en el seno de una familia sin mayores recursos económicos. Cursó sus estudios en aquella ciudad del ducado de donde no salió en toda su vida.

En un comienzo se aficionó a la matemática y la física. Su padre hacía guarniciones de cuero para caballos.

El propio Immanuel reconoció a su madre como quien promovió en él su amor por los principios (“la primera en alimentar en mí la semilla del bien”) y por las ideas. Sus padres pertenecían a la doctrina pietista y en su ciudad siguieron los sermones del párroco Franz Albert Schulz, quien acabó siendo el mentor que sacó al chico Kant de la escuela del Hospital de Königsberg al Collegium Fridericianum, institución progresista que dirigía Schulz.

En 1740, Kant ingresó a la Universidad de Königsberg. En ese mismo año presentó su Demostración filosófica de la verdad de la religión cristiana.

En la universidad, Kant, estudiante modelo, profundizó en matemáticas, física, filosofía y literatura latina clásica. Luego fue maestro por muchos años, tanto como docente universitario como de alumnos privados. Poco a poco las ideas de libertad y rebeldía fueron adhiriéndose a su modo de ver el mundo. Con los años, llegó a ser un admirador de las revoluciones francesa y estadounidense, y un cuestionador de las religiones y de la propia fe en Dios.

Es en 1770, pasada más de la mitad de su vida, cuando se dedica a elaborar la gran arquitectura de su obra, que él bautizó filosofía crítica, y de la cual se cuentan en sus pilares las llamadas ‘tres críticas’: Crítica de la razón pura, Crítica de la razón práctica y Crítica del juicio.

Para determinar si es posible para el ser humano conocer de manera confiable, cierta, sólida, el mundo circundante, Kant va más allá de lo examinado por los hombres de su tiempo.

Él se encargará de responder al dogmatismo imperante y cuestionar todo lo anterior, para establecer que el ser humano construye –no pasiva, sino de manera activa– su conocimiento merced a su conciencia.

Fuente: http://www.eltiempo.com/cultura/musica-y-libros/libro-sobre-kant-en-coleccion-de-filosofia-de-el-tiempo-135414

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Francisco Celis Albán

Editor de El Tiempo