Por: James Petras
Los siete pecados capitales del presidente Erdogan
Oriente Próximo está siendo devastado por múltiples guerras. Turquía se ha metido en medio de la mayor parte de estos conflictos regionales y ha terminado perdiendo.
Bajo la presidencia de Recep Tayyip Erdogan, Turquía ha intervenido en alianza con toda una lista negra de señores de la guerra, terroristas-mercenarios, expansionistas sionistas, potentados feudales y siniestros jefes tribales, que han acarreado desastrosas consecuencias económicas, políticas y militares para la nación turca.
En este artículo analizaremos la conducta y la política interior y exterior turca de los últimos diez años. Como conclusión, extraeremos lecciones que puedan ayudar a las potencias de tamaño mediano a tomar futuras decisiones.
Desastres en política interna del presidente Erdogan
Durante la primera década del siglo XXI, Erdogan se unió en alianza estratégica con una influyente organización semiclandestina, “Hizmet”, dirigida por el clérigo Fethullah Gülen, convenientemente autoexiliado en Estados Unidos y bajo la protección del aparato de inteligencia estadounidense. El objetivo de este matrimonio de conveniencia era debilitar a la oposición izquierdista, laica e influida por el nacionalismo de Ataturk. Armado con un tesoro oculto de documentos falsos gülenistas, Erdogan purgó al ejército de sus líderes nacionalistas seguidores del legado de Ataturk. Prosiguió marginando al partido republicano laico y reprimiendo a los sindicatos de izquierdas, a los movimientos sociales y a académicos de prestigio, periodistas, escritores y estudiantes activistas. Con el respaldo del movimiento de Gülen, “Hizmet” (“el servicio”), Erdogan celebró sus triunfos y revalidó su liderazgo en múltiples elecciones.
Al inicio, Erdogan no supo reconocer que el movimiento Hizmet actuaba como una organización política subversiva, penetrando en el aparato del Estado a través de una densa red de organizaciones burocráticas, militares, judiciales, policiales y de la sociedad civil, vinculadas con la CIA y el ejército de EE.UU. y que mantenían relaciones amistosas con los estrategas israelíes.
En 2013, Erdogan sintió una enorme presión por parte del Hizmet, que pretendía desacreditarle y derribar su régimen haciendo públicas las prácticas corruptas que le involucraban a él mismo y a su familia y llevar a cabo una “revolución de color turquesa”, una réplica de otros “cambios de régimen”.
Al descubrir su vulnerabilidad interna, Erdogan procedió a restringir el poder y el alcance de los medios de comunicación controlados por los gülenistas. Todavía no estaba preparado para lidiar con el enorme poder de las élites relacionadas con el Hizmet. En julio de 2016, los gülenistas dirigieron un golpe militar con el apoyo tácito del ejército estadounidense destinado en Turquía. El golpe fue desbaratado por una gran movilización popular con el respaldo de las fuerzas armadas.
A partir de entonces, Erdogan se dedicó a purgar concienzudamente a todos los seguidores del Hizmet del ejército, la administración pública, las escuelas, la prensa y las instituciones públicas y privadas. Amplió su purga para incluir en ella a dirigentes políticos laicos y nacionalistas que siempre se habían opuesto a los gülenistas y a su intento de golpe de Estado.
Como resultado del fallido golpe de Estado y la subsecuente purga, Erdogan fracturó y debilitó todos los aspectos del Estado y de la sociedad civil, para acabar controlando un Estado debilitado con un mundo empresarial, educativo y cultural degradado.
El golpe de Estado gülenista fue inspirado y dirigido por el líder supremo del movimiento, Fetullah Gülen, a resguardo en su finca privada “secreta” en Estados Unidos. Está claro que este país participó en el golpe, por lo que rechazó las demandas de extradición de Güllen por parte de Erdogan.
La subordinación de Erdogan a la OTAN ha debilitado sus intentos de llegar hasta las raíces del golpe de Estado y su estructura de poder interna y externa. Las bases de Estados Unidos/OTAN en Turquía siguen ejerciendo su influencia sobre el ejército.
Como secuela del golpe de Estado, el declive de la influencia gülenista en la economía contribuyó a crear un vuelco económico de las inversiones y el crecimiento. La purga de la sociedad civil y del ejército redujo la preparación militar del ejército turco y alejó al electorado demócrata. Erdogan casi perdió su candidatura a la presidencia tras su anterior purga en 2014.
Desastres en política exterior del presidente Erdogan
Un gobernante es perverso cuando debilita su ejército, reprime a sus ciudadanos y se lanza a una serie de aventuras arriesgadas en el extranjero. Eso es exactamente lo que Erdogan ha hecho en los últimos años.
En primer lugar, apoyó un levantamiento terrorista en Siria, suministrando armas, reclutando “voluntarios” extranjeros y permitiéndoles cruzar sin restricciones la frontera turca. Muchos de estos terroristas unieron sus fuerzas con los kurdos sirios, iraquíes y turcos y establecieron bases militares fronterizas.
En segundo lugar, Erdogan desarrolló una campaña electoral difamatoria entre los millones de turcos residentes en Alemania, violando la soberanía de aquella poderosa nación. Esto aumentó las tensiones con Alemania y la animosidad del país que había sido su mayor aliado en el proceso de integración de Turquía en la UE, poniendo de hecho fin al mismo.
En tercer lugar, Erdogan respaldó la invasión y el bombardeo de Libia por parte de la OTAN que supuso la muerte del presidente Gadafi, quien había sido una voz independiente y capaz de servir como posible aliado contra una intervención imperial en el norte de África.
En cuarto lugar, Erdogan manifestó su apoyo al breve gobierno de Mohamed Morsi y los Hermanos Musulmanes en Egipto tras su victoria electoral de 2012, posterior al levantamiento de la “primavera árabe” en 2011. Apoyaba una fórmula parecida a su propia política turca de exclusión de la oposición seglar democrática. Esto provocó un golpe de Estado sangriento encabezado por el general Abdel Sisi en julio de 2013, una lección no aprendida por Erdogan.
En quinto lugar, las buenas relaciones de facto de Erdogan con Israel –a pesar de sus críticas verbales– tras el asesinato por parte de Tel Aviv de nueve activistas no violentos que intentaban romper el bloqueo mortal de Gaza, debilitó sus relaciones con el mundo árabe propalestino y con los nacionalistas turcos.
En sexto lugar, Erdogan desarrolló unas lucrativas relaciones con el señor de la guerra kurdo-iraquí Masoud Barzani, facilitando el flujo de petróleo hacia Israel. Los negocios petroleros ilícitos del propio Erdogan con Barzani reforzaron la causa del separatismo kurdo y expusieron la corrupción generalizada de los negocios de la familia Erdogan.
En séptimo lugar, Erdogan provocó graves tensiones militares con Rusia al derribar un avión militar ruso en Siria. Este hecho dio lugar a un boicot económico que redujo los ingresos derivados de la exportación, devastando el sector turístico y añadiendo a Moscú a su extensa lista de adversarios: Irak, Palestina, Siria, Arabia Saudí, Estados Unidos, Alemania, Hezbolá e Irán.
Y, por si todo esto fuera poco, Erdogan ha apoyado a Qatar, el pequeño Estado petrolero del Golfo, enviando tropas y suministros para contrarrestar la amenaza de Arabia Saudí, las restantes monarquías petroleras y Egipto, aliados y seguidores de Estados Unidos.
A pesar de sus abundantes políticas desastrosas, tanto domésticas como exteriores, Erdogan no ha aprendido nada ni ha olvidado nada. Cuando Israel apoyó a los kurdos iraquíes a organizar el “referéndum” de independencia cuya meta, en último término, era anexar los ricos campos petrolíferos del norte de Irak, Erdogan resolvió no hacer nada a pesar de la amenaza que ello suponía para la seguridad nacional turca. Se limitó a amenazar verbalmente con cortar el acceso de los kurdos a los oleoductos de Ankara sin adoptar pasos concretos. Erdogan prefirió embolsarse los impuestos derivados del tránsito de petróleo, enemistando a Irak con Siria y fortaleciendo las relaciones entre el Kurdistán iraquí y sus homólogos secesionistas en Siria y Turquía.
Cuando Estados Unidos apoyó el golpe gülenista, Erdogan no fue capaz de cerrar sus bases militares en Turquía, por lo que el ejército turco sigue estando muy influido por la presencia estadounidense. Esto abre la posibilidad de un nuevo levantamiento.
La palabrería desplegada por Erdogan en torno al “nacionalismo” ha servido principalmente como instrumento político para la represión de los partidos y sindicatos democráticos y las comunidades kurdas y alevíes.
El apoyo inicial y posterior oposición de Erdogan a los grupos terroristas yihadistas que buscaban derribar el gobierno secular-nacionalista de Damasco ha provocado una “reacción” del yihadismo: células terroristas del ISIS han realizado atentados contra civiles en Ankara, provocando gran número de bajas.
Conclusión
La alianza inescrupulosa, oportunista y proimperialista de Erdogan con la OTAN demuestra la incapacidad de un aspirante a potencia regional emergente para encontrar su lugar en el Imperio Estadounidense.
Erdogan pensaba que su condición de fiel “aliado” de Estados Unidos protegería a Turquía de un golpe de Estado. No fue consciente de que se había convertido en un peón desechable dentro de los planes estadounidenses de establecer gobernantes más serviles (como los gülenistas) en Oriente Próximo.
Erdogan estaba convencido de que colaborando con Estados Unidos para derribar al presidente sirio Bashar al-Ássad conseguiría anexionar el norte de Siria a Turquía. En lugar de eso, Erdogan terminó prestando un servicio a los kurdos sirios, apoyados por EE.UU., vinculados a los kurdos turcos. Intentando fraccionar Siria y destrozar su Estado y su gobierno, Erdogan contribuyó a reforzar el expansionismo interfronterizo kurdo.
Erdogan no ha sido capaz de asumir la regla básica de todo gobierno imperial: No existen los aliados permanentes, solo los intereses permanentes. Erdogan creyó que si actuaba como sustituto de Estados Unidos, Turquía sería “recompensada” con una parcela de poder, riqueza y territorio en Oriente Próximo. En lugar de eso, Estados Unidos, actuando como cualquier potencia imperial, utilizó a Turquía cuando fue le convino y se deshizo después de Erdogan, como de un condón usado.
El antiimperialismo no es solo un ideal y un principio ético o moral; es una forma realista de enfocar la salvaguarda de la soberanía, las políticas democráticas y las alianzas significativas.
Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=232849