13 de diciembre de 2017 / Fuente: https://compartirpalabramaestra.org/
Por: Luz Amparo Martínez
Estrés, profesores internados en clínicas de reposo, síndrome de de “Burn- Out” ¿sensacionalismo o realidad?.
Investigaciones recientes sostienen que la docencia hoy en día debe ser asumida como una profesión de riesgo en tanto se constituye en uno de los colectivos profesionales más afectados por la depresión, el estrés y el síndrome denominado “burn-out” (estar quemado). Un tema que en la prensa nacional con mayor frecuencia lo encabezan titulares como: “La salud mental de los maestros”, “Profesores internados en clínicas de reposo”, o “Los maestros se están enloqueciendo”.
Esta última afirmación, llevó a la Universidad de Los Andes a adelantar un estudio sobre los maestros de Bogotá con el propósito de analizar factores que afectan su bienestar psicosocial y su desempeño laboral. En este trabajo se identificaron diferencias entre la salud física, emocional y psicológica de los docentes; sin embargo, no se encontraron niveles de perturbación significativos y, por el contrario, se identificó una tendencia hacia el bienestar y un alto uso de estrategias para enfrentar dificultades de forma exitosa.
¿Se trata de prensa sensacionalista? ¿Un asunto sobredimensionado por los grupos sindicales? Lo cierto es que el tema está tan extendido dentro del magisterio que los mismos docentes lo consideran normal, como algo propio de la actividad que desarrollan.
Emilio Tenti, reconocido sociólogo experto en temas de política educativa y condición docente presenta un indicador que podríamos asociar al malestar docente: solo el 35% de los docentes mexicanos, el 45% de los argentinos y el 53% de los brasileros, aspiran a seguir trabajando como docentes en el aula.
El tema que desde luego requiere prudencia en los análisis dado que sus causas admiten un sin número de explicaciones que van desde la sociología, pasando por la psicología, hasta la política educativa, y cuyo peso específico cambia según los contextos, se asocia principalmente a las condiciones de trabajo del sector docente en las que existe una distancia enorme entre el ideal y la realidad de su práctica, a menudo decepcionante, dado el estado de algunas instituciones educativas, la falta de recursos pedagógicos, la exigencia de atender a muchos estudiantes por curso, el desinterés de aprender de los alumnos y las condiciones de pobreza de los jóvenes y sus familias. A esto se suma que sobre ellos recae la culpa por los malos resultados de los estudiantes.
Sin embargo, desde hace algunos años se ha venido consolidando una tendencia a superar la visión de sobrevalorar el peso de los resultados de los alumnos en pruebas estandarizadas, dando importancia a trabajar sobre otros asuntos como la actitud de los docentes respecto a las nuevas generaciones, el impacto de los cambios tecnológicos sobre la autoridad de los docentes para trasmitir conocimientos, el déficit de sentido de la transmisión de contenidos intergeneracionales, el lugar subalterno de la escuela para trasmitir conocimientos socialmente significativos. Todo esto expresa que el modelo educativo tradicional está agotado y por ende las estrategias para evitar el fracaso escolar requieren ser renovadas de manera conjunta con los maestros.
En Colombia claramente damos un paso atrás de ésta tendencia e ingresamos al círculo de países que paga por resultados; el Ministerio de Educación Nacional decreta en febrero de 2015, el Día de la Excelencia cuyo propósito es que cada colegio responda por la resultados académicos de sus alumnos medido en las Pruebas Saber, y otros indicadores de progreso, eficiencia y ambiente escolar. Si el colegio mejora recibirá un premio: “Desde el vigilante hasta el rector tendrán un salario adicional”. Maestros, sindicatos y líderes de opinión han manifestado su voz de protesta sobre las implicaciones de poner en marcha un decreto sin consultarlo con los maestros, y el riesgo de continuar reproduciendo desigualdades pues es probable que los mejores mejoren y sean ellos quienes reciban los incentivos.
Otro fenómeno asociado a la figura del docente, documentado por el PNUD se refiere a los actores sociales más influyentes en la definición de expectativas de futuro de los jóvenes. Los profesores se encuentran en los lugares más bajos de la escala en comparación con la familia, los amigos y la experiencia de vida.
En síntesis, la situación actual de los docentes parece ser muy distinta a la de décadas anteriores, los jóvenes ya no los reconocen como “modelo”, proyectan su vida a partir de otros patrones sociales, los gobiernos orientan sus políticas a contracorriente de las nuevas tendencias y sin consultar a la comunidad educativa; estas nuevas condiciones generan malestar, crisis de autoridad pero al mismo tiempo la posibilidad de entender el nuevo sentido de la acción docente.
Fuente artículo: https://compartirpalabramaestra.org/columnas/malestar-docente