Puerto Rico / 31 de enero de 2018 / Por:
/ Fuente: http://www.elvocero.com/“Hoy intentaré llevar un mensaje que yace en el corazón de miles de jóvenes de nuestro país; jóvenes, a quienes la vida les ha regalado talentos espectaculares, pero su medio ambiente, en muchísimas ocasiones, les hace sentir que no son parte del mismo, que no son importante para un desarrollo del país”.
Con este contundente mensaje y sin leer su ponencia, el niño Pedro J. Bonilla Morales, en representación del Instituto de Estudiantes Dotados, se dirigió a la Asamblea Legislativa en una vista pública sobre el Proyecto del Senado 743, presentado por el presidente de la Cámara Alta, Thomas Rivera Schatz y el senador Abel Nazario Quiñones, que busca establecer el Programa de Internado para Estudiantes Dotados de Puerto Rico; crear una comisión que tendrá a su cargo la organización y funcionamiento del programa; y para otros fines relacionados.
“Los jóvenes dotados representan una de las herramientas de desarrollo más importante de nuestro país. Nadie discute, que la tecnología del conocimiento podría ser la punta de lanza de nuestro futuro. La creatividad, la pasión y entrega de los jóvenes son importantes para alcanzar esa meta”, agregó Bonilla Morales, de 11 años.
El niño, que cursa el sexto grado en el Colegio Puertorriqueño Marinel en Levittown, destacó varios aspectos del proyecto legislativo que hace énfasis a recibir educación de acuerdo a sus intereses y necesidades; pensar de forma diferente o sugerir ideas diferentes de hacer las cosas; y decidir cuáles áreas de talentos quiere desarrollar.
“Todos reconocemos que somos diferentes, pero, como sociedad, queremos que todos aprendan como si fueran la misma persona. Esa estandarización de los procesos ha creado, sin desearlo, un ambiente solitario, doloroso y decepcionante para aquellos que mientras en el aula se practica la suma de fracciones, podemos manejar la factorización de polinomios”, abundó.
A modo de analogía, Bonilla Morales recordó que el 20 de septiembre de 2017, su familia tomó la decisión de pasar el huracán María en casa de su abuela. A las 10:00 p.m., según dijo, después del paso del huracán, su papá lo levantó apresuradamente, y le dijo “nos vamos”.
“Yo no entendía, ¡lo peor había pasado! Pensaba yo. Me tomó de la mano y me llevó afuera. Al ver el carro cubierto por el agua, la basura y los escombros flotando y los postes del tendido eléctrico derribados, mi corazón se llenó de temor. Levittown, Toa Baja, era otro lugar. Comenzamos la travesía a un refugio bajo agua, el agua mal oliente me llegaba al pecho, mi hermano de 8 años en varias ocasiones sucumbió dentro del agua; no veía luces blancas, todas eran rojas, amarillas o azules, aún ahora me acuerdo y no puedo evitar el sentir dolor de la compañía de impotencia”, afirmó.
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