Por Jesús Montero Tirado
La educación que ofrecemos no responde a las necesidades y exigencias del presente, menos aún a las que tendrán los niño actuales cuando egresen del sistema educativo. Casi lo digo de balde porque todos lo sabemos. Ya es inútil echar la culpa de esta situación a los maestros, al Ministerio de Educación y Ciencias, a los políticos y sus partidos, a la reforma o al bilingüismo mal resuelto, a las universidades o a la corrupción. Solo hay tiempo para trabajar inteligentemente y con la mayor rapidez posible. En veinticinco años, el mundo ha cambiado vertiginosamente, por ejemplo, no existía la sociedad virtual y hoy hasta los niños están sumergidos en ella. En estas circunstancias, la educación no puede seguir igual.
En cualquier plan que se haga, algo es necesario: que trabajemos todos con entusiasmo, escuchando el clamor silencioso de los derechos de los niños y que colaboremos: quien tenga ideas que crea interesantes y fundadas sobre qué y cómo hacer, que las proponga y que el Congreso y el Ministerio lideren la firma de un pacto social para salvar el presente y el futuro de nuestro país.
Cualquier proyecto educativo que se emprenda tiene que construirse sobre cuatro “pilares pedagógicos”, que no tenemos definidos: 1) el modelo de hombre y mujer que queremos encarnen y desarrollen los niños; 2) la corriente sicológica principal en la que vamos a inspirarnos para promover su desarrollo psicológico; 3) el modelo de sociedad que deseamos construyan; 4) la educación y desarrollo de su natural dimensión espiritual.
Estos cuatro pilares, que responden a las cuatro dimensiones esenciales constituyentes de todo ser humano, según la antropología integral, deben estar orientados por una “filosofía de la educación” que fundamente sólidamente todo el sistema educativo en las coordenadas de nuestro tiempo acelerado.
Si el sistema necesita cuatro pilares pedagógicos fundamentales, los estudiantes tienen que afrontar cinco desafíos básicos: 1) aprender a ser, 2) aprender a conocer, 3) aprender a hacer, 4) aprender a vivir juntos y 5) aprender a aprender permanentemente.
En consecuencia los educadores, “pilar central de la educación”, son requeridos y serán competentes para enseñar con los “pilares pedagógico-didácticos” correspondientes, de manera que los estudiantes puedan lograr tales aprendizajes.
“El ser humano es el único que tiene que saber lo que es, para poder serlo”. Por eso, para que los niños “aprendan a ser”, el MEC necesita definir explícitamente la antropología, la psicología, la sociología y la espiritualidad de la educación que ofrece. Para que los educandos aprendan a conocer, aprendan a hacer, a vivir juntos y aprendan a aprender continuamente necesitan adquirir “competencias” y no solo conocimientos ya elaborados, porque ellos mismos deben saber “producir conocimientos” y no solo repetir los que otros produjeron. Y en una sociedad, en la que el poder y la riqueza están en el conocimiento, la educación incorpora en sus procesos el dominio de la investigación y los lenguajes y recursos de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). No basta el cognitivismo, ni siquiera el constructivismo, hoy necesitamos además el paradigma del “conectivismo”.
Nuestro sistema educativo es parte del sistema socio-económico-político nacional y se apoya e integra en él con muy débil “pilar jurídico-legal”. El cuerpo de leyes del sistema educativo es radicalmente insuficiente por ausencia de leyes fundamentales y por vulnerabilidad de las pocas vigentes, que necesitan ser actualizadas y coordinadas entre sí y con la Constitución Nacional.
Igualmente podemos insistir en la debilidad del “pilar de la infraestructura” de las instituciones educativas, empezando por el mismo MEC, que amerita por razones obvias una infraestructura acorde con su misión, sus altísimas responsabilidades y funciones, y en consonancia con las exigencias de la nueva Ley Orgánica del MEC. Recordemos la sabida debilidad de la infraestructura de las demás instituciones educativas escolares e incluso de la casi totalidad de las universitarias.
Y, por falta de espacio, aludo no más a la extraordinaria debilidad del “pilar financiero”. Mientras quienes tienen poder de decisión se mantengan tercamente en la obstinación de no invertir en educación como mínimo el 7% del producto interno bruto, el sistema educativo no podrá sostenerse.
Sin solidez en estos pilares, imposible será la calidad de currículos, programas, procesos y resultados.
Fuente del artículo: http://www.abc.com.py/edicion-impresa/opinion/los-pilares-de-la-educacion-1674262.html