Redacción: Prensa Latina
Algunos datos pudieran ser alentadores: en todo el mundo el índice de esperanza de vida aumentó en las últimas décadas, pasando de 66 en 1992 a 72 en 2016, cuando el Banco Mundial publicó por última vez datos demográficos del planeta.
Pero el llamado continente negro superó al resto del orbe, con una esperanza de vida general que aumentó de 50 a 60.
Cuando murió el sudafricano Nkosi Johnson, la medicación antirretroviral que controla el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH), causante del SIDA, era escasa y demasiado costosa para todos, salvo para los más ricos, recordó el investigador del Centro de Estudios Estratégicos, Desta Gebrehiwot.
Nadie articuló la tragedia de la epidemia tan poderosamente como Johnson; tenía solo 11 años cuando habló en la conferencia internacional en Durban en 2000, con un rostro visiblemente transformado por la afección, detalló.
Sin embargo, en un breve discurso logró humanizar una enfermedad que aterraba demasiado a muchas personas como para enfrentar y galvanizar un nuevo esfuerzo internacional para vencerla.
El pequeño falleció cuando la epidemia en el África subsahariana todavía estaba en su apogeo. En la década anterior a su deceso, la afección redujo la esperanza de vida en algunos países de la región entre 10 y 15 años, según los expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
No obstante esos logros prometedores, muchos de los Estados del área permanecen enraizados en la parte inferior de las tablas globales que miden el acceso a servicios de salud, agua potable y educación gratuita.
En 2015, cerca del 70 por ciento de los 37 millones de personas infectadas vivían en el África subsahariana. A diferencia de las infecciones en Europa, el principal modo de transmisión aquí es a través de relaciones heterosexuales y la incidencia de infecciones nuevas es mayor en mujeres que en hombres.
Los científicos insisten en que si se comienza el tratamiento antirretroviral de por vida en la etapa temprana, la esperanza de vida es casi igual a la de un ser humano no infectado.
Durante los últimos 15 años se han hecho enormes aportes en la reducción de los patrones, pero la muerte asociada al SIDA sigue siendo más frecuente en hombres que en mujeres.
Hay una tarea muy importante pero aún más complicada que es la de enfrentarse a las normas de género perjudiciales que aumentan los riesgos para la salud tanto en un sexo como en otro, indicó a Prensa Latina Seid Mehammed, un trabajador de ayuda de una organización sanitaria no gubernamental con sede en Addis Abeba.
Respecto a las féminas, se suele abordar a través de programas de empoderamiento y educación. Sin embargo, en el África subsahariana, solo ha habido esfuerzos aislados para incorporar en las normas masculinas la idea de que necesitar apoyo no es incompatible con la identidad, agregó.
La incorporación de programas sanitarios en las regiones con alta prevalencia del VIH podría ser una solución con la que todos saldrían ganando. Menos hombres morirían a causa del SIDA y menos mujeres contraerían la enfermedad, refirió.
Algunos estudios corroboran que en África vive apenas una décima parte de la población mundial, mientras se dan nueve de cada 10 casos de nueva infección del VIH.
El 83 por ciento del total de muertes ocurre en este continente, donde la enfermedad mató 10 veces a más personas que la guerra, precisó un informe de Naciones Unidas de 2016.
En nueve países del África subsahariana, más del 10 por ciento de la población adulta tiene el VIH. En Botswana, Namibia, Swazilandia y Zimbabwe, del 20 al 26 por ciento de los habitantes entre 15 y 49 años de edad contrajo el virus.
Se observó que el número de fallecimientos relacionados con el SIDA aumenta de forma pronunciada en Oriente Próximo y el norte de África, en un 66 por ciento; tan solo tres países, Nigeria, Sudáfrica y Uganda, suman el 48 por ciento de todas las infecciones por VIH nuevas, a consideración del Informe de déficits y diferencias de ONUSIDA.
Se calcula que la prevalencia es 28 veces mayor entre los usuarios de drogas inyectables, 12 veces mayor entre los trabajadores del sexo y hasta 49 veces mayor en las mujeres transgénero que en el resto de la población adulta.
En África subsahariana una de cada cuatro infecciones se produce en chicas jóvenes. En la mencionada pesquisa se examinan los motivos por los que determinadas poblaciones aún no tienen acceso a los servicios de tratamiento y se destaca la necesidad urgente de dar respuesta a sus necesidades particulares.
‘Nunca se logrará acabar con el SIDA si no se anteponen los intereses de las personas, si no se garantiza que a quienes afecta esta epidemia forman parte de un nuevo movimiento’, concluyó Mehammed.