Por: Estella Acosta Pérez
Nada es aséptico en educación. En los conocimientos, comportamientos, normas y valores va latente una ideología.
Vigencia de la ideología neoliberal
La batalla ideológica, puede ser irrelevante para algunos modelos de análisis, pero en mi humilde opinión constituye, al menos, una de las mayores dificultades para combatir el neoliberalismo imperante
Después de unos años de sequía en ciertos debates, se percibe una cierta recuperación de algunas ideas claves para la batalla ideológica contra el neoliberalismo. En particular, son muy interesantes los análisis sobre la clase social, la base material o las manifestaciones culturales, las expresiones políticas o las reflexiones críticas sobre el poder autoritario o las perspectivas de la democracia y la justicia social. Desde mi punto de vista, desde el área a la que me dedico, y en particular por la relación trabajo–educación, me parece relevante incorporar la influencia y el poder de la ideología dominante, hegemónica sin lugar a dudas, reproducida a través de poderosos medios audiovisuales e instrumentos masivamente utilizados por la población.
La batalla ideológica, puede ser irrelevante para algunos modelos de análisis, pero en mi humilde opinión constituye, al menos, una de las mayores dificultades para combatir el neoliberalismo imperante. En estos momentos confluyen algunas variables, determinismos aparte, cuya influencia en última instancia va definiendo comportamientos favorables a las pautas básicas de la ideología dominante: individualismo, excesivo valor de una falsa libertad o falso poder de decisión (para consumir), importancia excesiva de posesiones valoradas con jerarquías irrelevantes para el desarrollo humano y social (éxito, fama, moda, imagen, tipos de placeres, etc.) Si a eso le sumamos la ignorancia absoluta sobre aspectos prioritarios para la vida o la sociedad, despreocupación máxima por los verdaderos problemas que sufren los seres humanos o desconocimiento total de los orígenes de las peores situaciones vividas, la reproducción del modelo hegemónico está garantizada.
Porque, precisamente, el papel de la ideología dominante es ocultar las deficiencias del sistema, reducir en apariencia el origen de los problemas sociales en el poder económico, oscureciendo las contradicciones de clase, encumbrar los valores que determinan la acción para contrarrestar las opciones alternativas. Con unos procedimientos nada conscientes, que llevan implícita una carta de naturaleza, lo “normal”, lo “natural”, “siempre ha sido así”, para que se vean como positivas todas las acciones que favorecen la reproducción de la cultura, la forma de vida, los modelos de empleo, etc. Algunas de esas manifestaciones de la ideología dominante son vitales para el desarrollo del modelo capitalista que promueve el neoliberalismo.
Si a todo ello le sumamos unas condiciones de vida y de trabajo sepultadas en la incertidumbre, en la precariedad, en las escasas perspectivas de futuro, la fuerza de trabajo se convierte en presa fácil para implantar modelos del sálvese quien pueda característicos del neo-taylorismo imperante. Si desde muchas manifestaciones culturales, programas televisivos, desde el deporte o las noticias, se ensalzan las acciones individuales, se realizan cerrojazos informativos sobre las acciones colectivas organizadas, se premian los éxitos en temas irrelevantes, se da excesiva cobertura a las acciones espontáneas y espectaculares, las formas y las reacciones se corresponderán con esas pautas. Si la inmediatez es la norma, la política se transforma en espectáculo, con debates crispados, artificiales, maniqueos, no es posible una mínima reflexión crítica con matices, que obliguen a repensar, a profundizar.
Alfabetizaciones
La alfabetización de la población ha sido un objetivo clave en muchas sociedades para asumir cambios y desarrollo económico y social
No pretendo dar ninguna receta, ni pienso que lo que voy a exponer sea la única alternativa, pero creo que puede contribuir en parte a neutralizar el poder de la ideología neoliberal. Al menos considerar alguna opción de contrarrestar ese poder, como muchas otras veces en la historia de la humanidad, a través de la educación. No pienso que se pueda cambiar el mundo ni hacer la revolución desde la educación, pero tampoco comparto el determinismo de la estructura económica o la jurídico-política ni el dominio absoluto de la ideología dominante. Además, pienso en la educación como práctica social, no sólo en su variante institucional del sistema educativo. (1)
En muchos momentos se ha considerado la importancia de formar a la ciudadanía para sostener los modelos sociales democráticos, no vamos a citar ni a hacer academia, porque es fácil reconocer la necesidad de disponer de un cierto nivel de conocimientos o como mínimo salir de la ignorancia, para participar de alguna forma en la vida social. La alfabetización de la población ha sido un objetivo clave en muchas sociedades para asumir cambios y desarrollo económico y social, desde el mismo capitalismo industrial incipiente en Gran Bretaña o desde la Revolución burguesa en Francia, hasta la Revolución cubana se plantearon la necesidad de universalizar las herramientas básicas de lectoescritura o matemática.
Desde hace tiempo, algunos pensadores de las ciencias de la educación, como J.C. Tedesco (2) proponen objetivos educativos que abarcan otras alfabetizaciones. La alfabetización digital ya está de moda, incluso como demanda empresarial o visualizada como relevante para evitar la exclusión por razones de edad o nivel de estudios. No deja de ser formar en una herramienta, evidentemente imprescindible para funcionar en las sociedades actuales, superar la segmentación de la población, pero que no garantiza una ciudadanía crítica que pretendemos. La alfabetización científica comienza a entreverse, aunque como cantera de futuras “vocaciones” hacia las carreras STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemática). En nuestro caso, la alfabetización científica debería cumplir una función específica que permita a la población menos formada no ser caldo de cultivo de manipulaciones, consumo irresponsable, o mantenimiento de “creencias” o falsedades sobre nuestro mundo. La educación científica ha sido siempre una aspiración de las fuerzas progresistas, contra la ignorancia que facilita el sostenimiento del poder religioso, político o simplemente comercial. En este caso sería muy importante la reflexión sobre el sentido de determinados conocimientos (qué hace falta saber), sobre la influencia del método de aprendizaje (no es lo mismo memorizar datos que experimentar) o sobre los modelos de difusión para la población adulta (¿soporíficos documentales?).
No obstante, lo más complejo sería incorporar la alfabetización subjetiva. Empieza a despuntar la importancia de la educación emocional, en algunos casos ligada a la inteligencia que le da una apariencia menos peligrosa. Hasta ahora estos ámbitos se limitaban a enseñar pautas de conducta, normas, valores, algunas veces en determinados temas como mera información. Pero es evidente la influencia de internet y la televisión para la mayoría de las emociones y valores. El feminismo ya ha advertido de la educación sexual por medio de la producción de imágenes pornográficas, como la única educación recibida en la adolescencia masculina. Todavía habría dificultades para una educación sexual más allá del funcionamiento del aparato reproductor, la prevención de embarazos o de enfermedades de transmisión sexual. Porque ligada a las emociones implicaría incluir temas más conflictivos: aborto, mundo LGTBI, etc. Tampoco significa que toda la responsabilidad se deposite en la escuela, pero pueden aparecer dudas sobre la idoneidad de algunos programas o las posibilidades de la familia para llevar adelante algunas cuestiones o sobre las prioridades, que estarán teñidas de ideología (religiosa muchas veces).
La educación emocional que se desarrolla en la familia sería la base clave, por lo cual las diferentes instituciones sociales y los medios de comunicación deberían ejercer un mayor compromiso, una mayor complicidad con el sistema educativo para conseguir una alfabetización subjetiva alejada de los valores que transmiten el cine, internet o la televisión con programaciones ligadas a la competitividad, la fama, el consumo, en suma el individualismo y la libertad sin principios. Pero, sobre todo, la publicidad apela a emociones y valores porque pretende influir precisamente sobre los deseos. Algunas parecen neutrales, apelando a las bondades del objeto que venden, pero hay otras que sin ningún rubor reproducen emociones o valores denigrantes o perniciosos. Una empieza diciendo “hago lo que me da la gana”, otra corrompe a un árbitro de fútbol infantil con un jamón y demasiadas siguen reproduciendo el modelo femenino que combatimos. Sería toda una investigación desmenuzar otras, pero es indudable el modelo que proponen.
Ni la alfabetización subjetiva ni la científica están entre las prioridades intencionadas de las instituciones, incluida la familia. Se educa de hecho en las emociones, se reciben de hecho las influencias de los medios, en algunos casos existen algunos propósitos al respecto. Todo ello sin reflexión crítica para saber qué sentido le damos a algunas experiencias educativas, sin plantearse seriamente un cambio de modelo de interacciones personales o sociales. Porque el otro riesgo, muchas veces con medidas bien intencionadas, es la psicologización de los problemas sociales que vuelve a transformar en individuales los conflictos de origen social. Al menos, elijamos la duda ante ciertas propuestas de competencias “personales” o interpersonales que están planteando ciertos gurús de recursos humanos, para el futuro del empleo. (3)
Nada es aséptico en educación o formación, en los conocimientos, en los comportamientos o en las normas y valores, va latente una ideología. Habría que comprometerse a la reflexión crítica y a proponer alternativas que puedan contrarrestar el dominio de la ideología del poder. Es necesario profundizar, detenerse a fundamentar las propuestas, con visión estratégica, sin urgencias ni consignas. Son urgentes la financiación, la derogación de las barbaridades de la LOMCE, conseguir un sistema educativo de calidad con equidad, y tantas otras medidas eficaces. Pero si no se realiza en paralelo la apuesta por una fundamentación pausada de las prioridades ideológicas, el futuro seguirá siendo neoliberal, desigual y precario, para las clases trabajadoras.
(1) “Si bien la educación es fundamental para la movilidad social, los jóvenes no necesariamente logran superar el grado de educación de sus padres. Un análisis de 32 países en el marco de la encuesta de la OIT sobre la transición de la escuela al trabajo (encuesta SWTS) mostró que solo el 37 por ciento de los jóvenes trabajadores alcanzaron un grado de educación superior al de sus padres, mientras que aproximadamente el 48 por ciento alcanzó el mismo nivel” Informe inicial El futuro del trabajo.OIT
(2) Directo de la Oficina de educación de la UNESCO con Mayor Zaragoza en los noventa, Ministro de educación de Argentina, Director del Instituto de la UNESCO, asesor de múltiples ministerio en Aca. Latina y África y profesor universitario hasta su fallecimiento en 2017
(3) Acosta Pérez, E (2017): Una digitalización justa y equitativa. www.asociacionisegoria.org Documentos.
Fuente: https://www.nuevatribuna.es/articulo/sociedad/ideologia-educacion-alfabetizaciones-obligatorias/20181005173937156254.html