Salario docente y su impacto en el desarrollo humano

Por: Rose Mary Hernández Román

Tras la búsqueda de mejoras significativas y potenciales en el desarrollo de los pueblos y naciones, son válidas las posturas de autores humanistas al considerar que, los procesos educativos actuales en América Latina requieren reformas contundentes, apropiadas a la dinámica social, política, científica, tecnológica y económica.

En ese sentido, el desarrollo humano puede referirse a cuestiones diferentes, pero, siempre su punto central es la existencia del ser como persona, en un sentido biológico-social, paseándose  por la concepción, el nacimiento y la adultez, vinculado al progreso de las condiciones de vida a través de la satisfacción de sus necesidades, es decir, al bienestar en un plano de lo deseable y materializable.

El desarrollo humano es al mismo tiempo, un proceso de expansión de las capacidades y/o habilidades entrelazadas a las oportunidades que brindan las políticas públicas, que en muchos casos se convierten en limitantes opciones que no solo impiden la satisfacción de necesidades, sino también, los anhelos de optimizar la calidad de vida y ser cada vez mejor, bien sea a nivel personal, profesional, como miembros de un grupo familiar y de la sociedad en general.

En ese hilvanar de ideas, la educación ha sido considerada como un elemento clave para el desarrollo humano y es una pieza sine qua non para la sustentabilidad; puesto que a través de ésta cada quien se hace consciente del impacto de sus actividades sobre el entorno, motivo por el cual, la persona se visualiza como motor para el crecimiento de la economía, como fuente de enriquecimiento responsable para la sociedad, como participes del fortalecimiento espiritual, entre otros.

Considerando a Delors, Jacques (1996:7) “frente a los numerosos desafíos del porvenir, la educación constituye un instrumento indispensable para que la humanidad pueda progresar hacia los ideales de paz, libertad y justicia social”.

No obstante, para nada es un secreto que, a nivel mundial son muchos los países que han realizado esfuerzos para enfrentar las debilidades en su sistema educativo, entre ellos Venezuela.

La situación actual  de este sistema y, para los (as) trabajadores (as) de la educación universitaria nacional demanda de  la participación y rectificación urgente de todos y todas sus actores. Nuestra educación es demasiada importante para que dejemos a su suerte o a lo que pueda pensarse o accionarse por pequeños burócratas del sector.

En tal sentido, la máximas autoridades venezolanas: Presidente legítimo, ministeriales y sindicales deben fomentar la búsqueda activa de sinergias con los programas que el Estado diseña en el Proyecto País, cónsono con los estamentos legales que a él le rigen para  alcanzar a la mayor prontitud la resolución de conflictos, en especial  los problemas que se tejen desde el tema salarial y que tanto ha incomodado a lxs trabajadorxs al desconocérseles  el pago según lo acordado en la firma de la III Contratación Colectiva Única (CCU) y  vigente, y de ésta manera poner fin a la insatisfacción que ésta aberración ha causado, generado inconformidad, desigualdad e injusticia, impidiendo la posibilidad de llevar adelante el plan de vida que cada quien han decidido tener como parte de su evolución y propio dsarrollo.

Más aún, cuando  nos encontramos ante los inclementes ataques de una guerra económica impuesta por el imperio norteamericano,  con una superinflación fuera de control, ​ en la que los precios aumentan rápidamente al mismo tiempo que la moneda pierde su valor real y la población tiene una evidente reducción en su patrimonio monetario.

Hoy, debe considerarse que, el pago mínimo a los trabajadores en el país equivale a seis dólares desde la implementación del plan de recuperación económica, lo que representa el menor salario de Latinoamérica, por debajo de Cuba, cuyo salario vale 30 dólares y Haití, en donde se ganan 83 dólares. En el resto del continente, los pagos a los ciudadanos no baja de 100 dólares, como en Perú (279 dólares), Brasil (269 dólares), Bolivia (300 dólares) Chile (427 dólares) y Panamá (1.200) dólares, por lo que urgen medidas que permitan rectificar esta devastadora realidad y proteger el salario docente ante el asfixie económico al que debemos hacer frente y que arrebata el poder cubrir las necesidades básicas y por ende, la capacidad para cultivar los intereses  en pro de desarrollar potencialidades productivas y creativas, entre otras cosas. En fin, que lxs profesorxs universitarixs  puedan tener un desarrollo humano deseable.

Referencias bibliográficas

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Rose Mary Hernández Román

Venezolana. Docente-Investigadora de la Universidad "Rómulo Gallegos"- Venezuela.