Diario de la Educación
Victoria Camps ha centrado sus estudios y actividad académica en la Filosofía y la Ética. Es catedrática emérita de la Universidad de Barcelona. Ha sido miembro del Comité de Bioética de España y de los comités éticos del Hospital del Mar y del del Valle Hebron. Preside la Fundación Víctor Grífols. Quisiera que la crisis de la pandemia del Covid-19 fomente el civismo, la responsabilidad y la fraternidad tanto en las personas como en los colectivos.
¿Qué retos éticos principales está poniendo sobre la mesa esta pandemia?
Por primera vez podemos decir que la respuesta a la calamidad que estamos viviendo está siendo éticamente correcta por parte de la ciudadanía. Estamos respondiendo al mandato de confinamiento con disciplina y comprensión, generosidad y responsabilidad. Con civismo. Ahora bien, los retos tienen un recorrido más largo porque habrá un final de la pandemia y tendremos que vivir con las consecuencias económicas del coronavirus. Mantener el espíritu cívico y cooperante por un bien común, a nivel nacional y europeo, es el reto ético fundamental, que deberá comprometer sobre todo a la política. Se habla mucho del derecho a la libertad como un derecho en riesgo dada la limitación de las libertades del confinamiento. Pero hay también un derecho a la igualdad. ¿Habrá propuestas justas equitativas, que protejan a los que más lo necesitan?
Una crisis como esta ¿potencia la solidaridad entre las personas o los instintos y actitudes más egoístas?
Creo que se está viendo que potencia la solidaridad mientras la reacción está motivada por el miedo a contagiar y ser contagiado y también porque nos fiamos de los consejos de los científicos que dicen que cuidarnos mutuamente es la única manera de acabar con los contagios. Me temo que las actitudes egoístas vengan después y que se imponga la consigna del ‘sálvese quien pueda’.
¿Qué sociedad se impone? ¿La que intenta hacer negocio vendiendo mascarillas o la que sale a los balcones a aplaudir a los sanitarios?
Parece que ha habido especulación y negocio a pesar de la gravedad de lo que nos está pasando, pero no se puede generalizar. Hay más compasión y reconocimiento hacia los que trabajan directamente para paliar la crisis que actitudes egoístas.
¿Esta crisis marcará nuestra sociedad? ¿Saldremos diferentes cuando se supere?
Individualmente lo recordaremos y seguramente sacaremos lecciones positivas. La jerarquía de valores y de prioridades tiene que cambiar. Lo que convendría es que estos cambios no se dieran sólo a nivel personal, sino colectivo. Hay cuestiones, como el cambio climático, que se reconocen como prioritarias y exigen políticas y cambios en la manera de vivir. La reacción a la pandemia nos ha hecho ver el valor de un sistema sanitario público que debería estar mejor dotado. Si seguramente es cierto que era imposible prever las dimensiones de lo que nos está pasando, sí que habría sido posible estar más preparados. Hoy se lamenta que la Ley de salud pública de 2011 apenas se haya desarrollado; si se hubiera hecho, habríamos podido responder más fácilmente a la crisis con los recursos disponibles. Una catástrofe como esta no se puede olvidar. Hay que hacer una reflexión profunda y amplia sobre las carencias que hubiéramos podido evitar.
Damos por hecho que un día u otro se superará la pandemia. ¿Qué garantía podemos tener de que será así?
Sólo el ejemplo de China. Pero nadie dice que el virus desaparecerá cuando los contagios empiecen a menguar. Más bien parece que se quedará con nosotros. Habrá que ver qué tipo de precauciones hay que tomar.
El porcentaje más elevado de mortalidad por Covid-19 se da entre la gente mayor de 70 años. Se ha llegado a plantear que se reserven las UCI para las personas con más posibilidades de recuperarse y vivir más años que la gente de edad avanzada. ¿Como lo valora?
Cuando los recursos son escasos hay que tomar decisiones ‘trágicas’. Si sólo hay un respirador, la mejor opción no es ponérselo a quien ha llegado primero. En las listas de espera sanitarias se tienen que tomar decisiones de este tipo. Pero la diferencia no debe ser la edad, sino la posibilidad de beneficiarse del tratamiento. Obviamente, una persona de noventa años tendrá en principio menos posibilidades de beneficiarse porque no estará tan sana como una de treinta.
Si se consolida la idea de que sistemas autocráticos como China son más eficaces en la lucha contra la pandemia ¿pueden perder apoyo ciudadano nuestras democracias?
Se ha hablado de dos medidas que han contribuido a frenar la pandemia: el control sobre los ciudadanos para que se quedaran en casa y la efectividad derivada de hacer la prueba del virus a todo el mundo. En Corea del Sur se optó por la segunda opción y funcionó con la eficiencia que lo hizo el método autoritario de China, y creo que con menos contagiados. Debemos optar por el modelo de Corea. Y considerar que estamos en un estado excepcional. No debemos extrapolar ni debemos consentir que la privación de libertad se dé después en una situación de normalidad.
¿Cómo valora la reacción de los países occidentales ante la pandemia?
Menos decidida y eficiente que la de los países asiáticos. También habrá que analizar porqué ha sido así.
¿Y de cómo se le ha hecho frente a España?
Tarde pero no peor que en otros países europeos. La reacción en España ha sido, también por primera vez, la de un estado federal que se hace cargo y coordina realmente las decisiones que considera que deben tomar los diferentes territorios.
El gobierno de la Generalitat, el de Murcia y un grupo de expertos defendían que se optase antes por confinamientos más duros. ¿Le parece una idea acertada?
No sé qué decir. La discusión se ha dado no sólo entre los gobiernos de algunas comunidades y el del Estado, sino entre los expertos. Tampoco los científicos pueden decir a ciencia cierta qué opción habría sido mejor.
¿Qué impacto destacaría de esta crisis en el mundo educativo?
Los niños y niñas están viviendo el confinamiento de un modo muy especial. A diferentes niveles, esta experiencia es una perspectiva excelente para fomentar el civismo, la responsabilidad, la fraternidad.
¿El capitalismo podrá seguir como hasta ahora? ¿La economía del libre mercado seguirá igual después de este episodio?
No debería continuar como hasta ahora. Es todo lo que podemos decir. Pero decirlo no sirve de nada si falta voluntad de cambio. Propuestas para cambiar hay de sobra. Los expertos más progresistas tienen propuestas de corrección de un capitalismo que ha generado desigualdades intolerables desde la perspectiva de los derechos fundamentales. Hay propuestas pero no valentía por parte de los más poderosos para abordar un cambio radical.
¿Dentro de un tiempo, veremos esta crisis como una etapa que cambió el mundo o bien quedará atrás, olvidada y sustituida por otros retos que nos plantee el futuro?
No soy profeta. Ojalá que nuestros hijos o nietos la pudieran ver como el desencadenante de un cambio de paradigma revolucionario, que los jóvenes la vean como el inicio de un cambio revolucionario.
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