Por: Rogelio Javier Alonso Ruiz*
Un poeta contaba sobre una paloma que se equivocaba por creer “que el mar era el cielo, que la noche la mañana”. Los versos de Rafael Alberti, además de una decepción amorosa, parecen reflejar la política educativa actual. En su comparecencia ante el Senado, el titular de la Secretaría de Educación Pública, Esteban Moctezuma Barragán, afirmó categóricamente que la revalorización del magisterio representaba el máximo logro del gobierno federal en el ámbito educativo. Para apoyar sus dichos, el funcionario no refirió mejoras en las condiciones profesionales o salariales de los docentes, ni mucho menos el impulso de procesos de formación y capacitación. En cambio, para respaldar sus afirmaciones, mostró una escueta gráfica de barras que, según dijo, representaba los resultados de una encuesta (de la que no dio mayores detalles) en la que se observaban mejorías en la imagen pública de los profesores.
Pocos hechos han demostrado con tanta claridad la fragilidad del discurso de revalorización del magisterio como el acontecido el 10 de noviembre: la Cámara de Diputados ha aprobado el dictamen por el cual, en el Presupuesto de Egresos de la Federación, las Escuelas Normales tendrían una reducción presupuestal del 95.3%. De recibir poco más de 400 millones de pesos anualmente, a las instituciones formadoras de maestros se les destinaría aproximadamente 20 millones de pesos.
El Consejo Nacional de Autoridades de Educación Normal (CONAEN) ha advertido que con tal reducción no serán costeables acciones de carácter curricular y profesional, dejando a estas instituciones “sin posibilidades de un cambio y transformación verdadera”. Las autoridades normalistas son contundentes al definir la escandalosa reducción de la que serían víctimas como una traición no sólo al alegre discurso oficial, sino también a acuerdos como la Estrategia Nacional de Mejora de las Escuelas Normales o la misma Ley General de Educación. Es pues, a todas luces, una incongruencia escandalosa entre los ideales, las palabras y las acciones.
Ya al inicio del presente sexenio presidencial diversas voces normalistas habían advertido un menosprecio a estas escuelas, denunciando que son tratadas “como instituciones educativas de segunda o menores” (Poy, 2020). De este modo, la enorme reducción presupuestal que afectaría a las Normales, agravaría los de por sí ya significativos y vastos problemas a los que se enfrentan estas instituciones: de infraestructura, académicos y de docencia, precariedad de condiciones laborales o incluso el control institucional que ejerce el sindicato sobre muchas de estas escuelas.
El castigo presupuestario a las Normales demuestra plenamente que la decisión de dar prioridad a los egresados de estas instituciones en los nuevos procesos de selección para el ingreso al servicio profesional docente fue más un acto demagógico que una medida derivada de una genuina revalorización de las escuelas normalistas. ¿Cómo, justo cuando se pone a los egresados normalistas como primera opción para ocupar los puestos de docencia, se proponen medidas presupuestarias que, sin duda, van en detrimento de sus escuelas formadoras? ¿Bajo qué lógica son compatibles la prioridad en el otorgamiento de plazas y la disminución de los recursos económicos?
La reducción presupuestaria a las instituciones formadoras de maestros deja entrever un gobierno confundido (o que quiere confundir) en materia educativa. Un secretario que cree que el éxito de la educación a distancia radica en el rating de los programas de televisión o en los millones de cuentas de plataformas educativas creadas a partir de la pandemia. Un régimen que creyó que la revalorización de los docentes implicaba únicamente cancelar la posibilidad de despedirlos de su trabajo, pero lleva ya casi dos años sin brindar opciones de mejora salarial al profesorado. Una clase gobernante que se jacta de hacer realidad la revalorización del magisterio y presenta como prueba, ante el Senado de la República, una miserable gráfica de barras. Un gobierno que no vacila en ensalzar la profesión docente, pero que pretende dar una estocada, quizá de efectos casi fatales, a la cuna de los profesores: las Escuelas Normales. Al igual que el ave que volaba en el poema de Rafael Alberti, el gobierno cree o dice ir en una dirección hacia la revalorización del magisterio, pero va exactamente en la contraria: “por ir al norte fue al sur. Se equivocaba”.
*Rogelio Javier Alonso Ruiz. Profesor colimense. Director de educación primaria (Esc. Prim. Adolfo López Mateos T.M.) y docente de educación superior (Instituto Superior de Educación Normal del Estado de Colima). Licenciado en Educación Primaria y Maestro en Pedagogía.
Twitter: @proferoger85
REFERENCIAS
POY, LAURA (2020). Exigen dejar de tratar a las normales como instituciones de segunda. Disponible en: https://www.jornada.com.mx/2019/06/10/sociedad/033n1soc
Fuente e imagen: https://proferogelio.blogspot.com/