Por: Aitor Caballero Cortés/https://www.magisnet.com
El evento de Educaria «Motores del cambio» abre a debate los pros y contras de la utilización del Big Data en la Educación para lograr una metodología más personalizada.
Ya en pleno 2022, raro es el evento que no vuelve a la normalidad –o lo intenta– celebrándose de manera presencial y sin ningún tipo de aforo. Siguen las bocas y narices cubiertas por esa mascarilla que, al parecer, tiene los días contados también en interiores, pero no sirve de excusa para que vuelvan los abrazos o los apretones de manos. Muchos eran los conocidos, o más bien amigos, que se volvían a encontrar en este rincón de la calle Vallehermoso de Madrid para hablar y, sobre todo, escuchar. Para atender a un debate que atañe a muchas partes: profesores, centros educativos, expertos tecnológicos y en especial, a los alumnos, que es a los que les afectará en un futuro no tan lejano algunos de los temas que se han tratado en este debate de “Motores del cambio”.
Comenzaba su ponencia el Chief Data Scientist del Instituto de Ingeniería del Conocimiento (IIC), Álvaro Barbero –o algo así como el director científico de los datos en español– tranquilizando a todo aquel que no fuera experto en el tema. “La inteligencia artificial (IA) no significa el fin de las profesiones”, explicaba con un simple ejemplo. “Solo os pido que hagáis un simple gesto para que me creáis: saludadme con la mano”. Al unísono, los más de 70 personas reunidas en este espacio, desde especialistas en tecnología a directores de proyectos educativos, obedecían al ponente.
Después, desarrollaba su teoría: “para hacer ese simple gesto, habéis utilizado primeramente el oído, para escuchar lo que digo, y posteriormente la vista, para ver cómo lo hago. Este conjunto de ideas se ha enviado a vuestro cerebro y vosotros habéis decidido si vale la pena hacer el gesto o no. Para todo esto, una máquina tiene que estar específicamente preparada para ese proceso”, decía Barbero, que exponía unos cuantos vídeos de robots preparados para ser el mejor jugador de damas, pero incapaces de subir un escalón.
“Por eso digo que la IA no viene a reemplazarnos, sino a complementarnos”aclaraba Barbero. También en el ámbito educativo, donde casi un 6% de los trabajadores de Big Data se emplean en desarrollar datos para la enseñanza. Pasábamos aquí al meollo del asunto: cómo esas bases de datos podrán lograr una atención personalizada y más eficaz para que el estudiante mejore en aquellas competencias que necesite. La teoría es aparentemente sencilla, dentro de lo complejo del proceso. Una recogida de datos objetivos sobre los alumnos, como calificaciones u horas de estudio dedicadas, por ejemplo. Estos son solo dos de los parámetros más básicos, que cuyo objetivo es comparar los datos de un alumno con otro anterior de características similares para mejorar sus resultados. Parece fácil.
Si todo este mecanismo es exacto surge un problema: y es que las personas no lo somos. No hay dos iguales. Es por ello que los otros tres ponentes han ido desarrollando este método del Big Data para mejorar la Educación en sus centros, y todos han llegado a la misma conclusión, la cual Barbero aprobaba. “Necesitamos a los profesores para tomar decisiones” concordaban Paloma Sanz, Joaquín Rodríguez y Joan Lloret, los otros tres oradores del evento.
La tecnología y el almacén de datos solo contempla que si dos alumnos tienen atributos similares, se debe actuar igual en ambos casos. Muestran acuerdo los cuatro ponentes en que ahí es donde entra el papel del docente, en coordinarse con la máquina para tomar la decisión adecuada. En este proceso están inmersos en la institución educativa SEK, que representaba Joaquín Rodríguez, que alegaba que “nos falta conocer las tendencias que nos ayudarán a adoptar la enseñanza a las necesidades del alumno”.
Otros como Paloma Sanz, en representación de los Colegios Ramón y Cajal, expresaban estar en una fase más inicial, pero asegura que el Big Data “ha llegado para quedarse“ y también habla de algunas de las dificultades del proceso, como la propia logística de los datos y su organización. Joan Lloret, de la Fundación Franciscanas Ana Mogas, añadía el escaso y tardío papel que ha tenido la tecnología en el ámbito educativo, “no ocupando el lugar que debería”.
Barbero planteaba entonces una pregunta: “¿pueden los profesores basar sus decisiones en datos?” a lo que Paloma Sanz respondía que los docentes necesitaban saber si esos datos iban a servir realmente para tomar decisiones educativas. Es por ello, que Joaquín Rodríguez hablaba de la importancia de formarles y crear una “base de competencias” para que realmente tengan el poder de tomar una decisión siendo plenamente conscientes de los datos. A esto, Barbero explicaba su argumento del inicio de que la IA no iba a hacer desaparecer algunas profesiones, y menos la del profesor o cualquiera que trate con personas. “Las máquinas no sienten, solo aprenden de la experiencia”, finalizando así este punto.
Para concluir la reunión, la ética salió a la palestra de la mano del moderador Barbero. Paloma Sanz fue muy clarificadora con su ejemplo: “No debemos caer en el Big Data de los 80, donde se juzgaba al alumno y se le ponían etiquetas que ya no se podía quitar”. La tradición de profesores clasificando y tratando de forma diferente a alumnos por meros adjetivos es uno de los males que se ha ido eliminando –por suerte– a lo largo de los años en la Educación.
No debemos caer en el «Big Data de los 80″, donde se juzgaba al alumno y se le ponían etiquetas que ya no se podía quitar»
Joaquín Rodríguez también se pronunció sobre el tema: “los datos no pueden ser una profecía que se autoverifica” declaraba. El Big Data tiene esa tendencia, al solo formarse de datos, de calificar a una persona por medio de números, al igual que algunos docentes lo hacían a través de prejuicios. Paradójico que, a día de hoy y con la tecnología de última generación de la que disponemos, uno de los riesgos sea volver 40 años atrás. “Son estos los problemas que el profesor tiene que estar ahí para resolver” concluía Rodríguez un evento, que por su nombre, se antojaba a planes de futuro. Pero nada más lejos de la realidad, el tiempo avanza y la tecnología con él, y es vital usarla con conocimiento si la sociedad quiere ser mejor de lo que es ahora.
Big Data y profesores para el futuro de una Educación personalizada