En su libro ‘Lo que la noche le debe al día’, Elvis Gori Molubela narra un viaje desde su pueblo natal en la República Democrática del Congo hasta Marruecos con el anhelo de ampliar su educación
Elvis Gori Molubela nació en la República Democrática del Congo el 1 de enero de 1998. En realidad, su nombre verdadero, o el que le pusieron al nacer, es Kabwende Nsungu Wilkins. Hoy ostenta nacionalidad ecuatoguineana, aunque antes fue tanzano, burkinés y de Gabón. Pero estos datos son anecdóticos, porque a lo largo de su vida ha utilizado nueve nombres diferentes y siete nacionalidades distintas, siempre con el objetivo de tener acceso a una educación.
Aprender a leer y escribir. Estudiar. Conocer la historia de su pueblo. Formarse. Ir a la universidad. La determinación de Molubela por conseguir estos objetivos es excepcional, sobre todo teniendo en cuenta que 121 millones de niños y niñas de todo el mundo nunca ha ido a la escuela, y que en países de África subsahariana esta exclusión afecta a uno de cada cinco entre los menores de 12 años y a uno de cada tres en la franja de 12 a 14, según la Unesco.
La historia de Molubela parte de Bukunga, un pequeño pueblo en Katanga, al sur de la República Democrática del Congo, y llega hasta la Universidad de Rabat, donde estudió Derecho. Actualmente, cursa un máster de relaciones hispano-africanas en España con una beca. El afán de continuar formándose le ha llevado por un camino rocambolesco y extraño, a veces surrealista, pero siempre verídico, que narra en el libro que acaba de publicar con la colaboración de Casa África: Lo que la noche le debe al día, y que firma con otro de sus nombres: Kabwende Nsungu Gori. “La noche representa a mi infancia”, explica el autor. “Perdí a mi madre al nacer y mi padre me culpó de su muerte. No pude, como mis amigos, beneficiarme del amor maternal; para mí la infancia fue sufrimiento, esa es la noche. El día es cuando salí de mi pueblo y vine para Marruecos. Día es la libertad, la conciencia histórica, todo eso… Y la noche es el pasado, la parte negativa que tuve cuando era pequeño”, comenta sobre el título de la obra.
Un escenario de violencia y masacres
República Democrática del Congo es uno de los países del mundo más devastados por la violencia y escenario de innumerables conflictos desde hace décadas. Situada en la frontera con Zambia, Katanga, la región originaria de Molubela, es una zona rica en minerales y recursos naturales que también ha sufrido situaciones de inestabilidad desde tiempos de la colonización. Después de la ocupación belga, Moisés Tshombe proclamó la independencia de Katanga y se convirtió en presidente de este nuevo territorio. Entre 1960 y 1963, este fue un escenario más de la Guerra Fría y allí se produjeron numerosas masacres de población civil e, incluso, el asesinato de Patrick Lumumba, por entonces recién nombrado primer ministro de la República Democrática del Congo.
Con posterioridad hubo frecuentes enfrentamientos e insurrecciones en Katanga, y las consecuencias han llegado hasta hoy. Cuenta Molubela que, del 2000 al 2005, los Mai-Mai (uno de los grupos de milicianos armados que actuaron durante el segundo conflicto del Congo) se adueñaron de su pueblo y convirtieron la vida de los habitantes un infierno.
Un aliciente para salir de la pobreza
Molubela accede por primera vez a la escuela a los cinco años, después del fallecimiento de su padre. Corre el año 2003 y, desde entonces, estudiar ha sido el objetivo que ha marcado su vida, un anhelo que recuerda desde su infancia, cuando su abuela le contaba historias de Nkongolo Mwamba, un guerrero medieval que fundó el imperio Luba en el siglo XII. Molubela quería ser como él. “Un día le pregunté a un testigo de Jehová qué tenía que hacer para conseguir lo que mi abuela me pedía, y este me dijo que tenía que estudiar: si estudias vas a saber mucho. Eso es lo que me alimentó el espíritu de salir de la ignorancia y vivir con pasión.”
Empezó negociando con el director del colegio de su pueblo: ser escolarizado a cambio de unos tallos de mandioca seca. Con nueve años se embarca en una trayectoria que le lleva de Bukunga a Lubumbashi, para luego saltar a Zambia, Tanzania, Burkina Faso, Ghana, Costa de Marfil, Mali, Senegal y Argelia hasta llegar a Marruecos en 2014. Una ruta increíble realizada por un joven cuya única idea es continuar estudiando. “Como digo en el prólogo, lo que he escrito es verdad. Las personas que me ayudaron están vivas y se les puede preguntar. De mi pueblo hasta Marruecos. Yo escribí el libro porque conseguí mi sueño, estudiar hasta la universidad. Por eso ahora no tengo ninguna necesidad de mentir a nadie. Me da igual que la gente me crea o no”.
Antes de ser Elvis Gori Molubela, ha tenido otras identidades, pero reconoce que siente ese nombre ya como el suyo propio. Elegido como homenaje a Enrique Gori Molubela, un diputado de Guinea Ecuatorial durante la independencia (y tío de Rita Bosaho, actual directora general para la Igualdad de trato y Diversidad Étnico Racial del Ministerio de Igualdad) es con el que se identifica y con el que tiene toda su documentación y títulos educativos.
“Lo primero que aprendí durante estos años es que no todas las personas son malas. Yo siempre fui hacia el lado de las buenas”. A pesar de su habilidad innata para los idiomas (habla inglés, francés, español, ruso, suajili, lígala y kiluba aprendidos de forma autodidacta) y de tener muy claro su propósito, su camino ha estado plagado de dificultades: no dejaba de ser un niño solo, sin recursos ni documentación, que muchas veces tuvo que dormir en la calle, inventarse una identidad para sobrevivir o recurrir a la ayuda y generosidad de desconocidos o entidades religiosas para comer.
Con una capacidad de sacrificio fuera de lo común, Elvis se hizo todo un maestro de lo que él llama las cuatro artes: la verdad, la mentira, la manipulación y el engaño, como explica a lo largo del libro en diferentes anécdotas. “Estas artes son: decir la verdad. Si es necesario, mentir para salvarte de una situación; manipular si es imposible mentir o decir la verdad, y engañar para salvar a la persona que te ayudó, para que no tenga problemas a causa tuya (…) Las cuatro se deben usar cuando lo que vas a conseguir es positivo para ti y no perjudicará a nadie. Si no es necesario mentir, ¿por qué hacerlo? Si la verdad no te va a hacer daño, di la verdad”, se justifica, insistiendo en que no está orgulloso de haber mentido.
Migrar para estudiar dentro del continente
Los datos reflejan que la mayoría de las migraciones procedentes de países africanos se producen dentro del mismo continente, y solo una pequeña parte se dirige hacia Europa. Según el informe correspondiente a 2022 de la Organización Internacional de las Migraciones, a pesar de que la mayoría de países que forma la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) están clasificados con un índice de desarrollo humano bajo, de los 10 millones de migrantes internacionales que viajaron hacia o desde estos países en 2020, más de seis millones lo hicieron dentro de esa comunidad económica.
Aunque a la hora de desplazarse la mayoría lo hace para buscar mejores oportunidades de vida, trabajo o para huir de la pobreza o conflictos, cada vez son más los estudiantes procedentes de países subsaharianos que se marchan para estudiar, o que aprovechan convenios y becas con universidades europeas para especializarse. Según datos del Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y de Cooperación, se estima que antes de la pandemia los estudiantes africanos representaban más del 10% de toda la movilidad de alumnos en el mundo. Sin embargo, el caso de Molubela es doblemente llamativo. Por un lado, por haber realizado toda su ruta migratoria siendo menor de edad y solo; por otro, porque supo ingeniárselas para sobrevivir sin recursos y logró acceder a estudios superiores.
Molubela tiene claro que su trayectoria vital es el fruto del esfuerzo de todos estos años, y así lo explica cuando afirma que no cree en la suerte, sino en proyectos y estrategia. Lector voraz, su mayor aprendizaje no lo ha encontrado en los libros, sino en las personas que ha conocido durante todo este tiempo. “No es la inteligencia, ni la educación, ni la escuela lo que nos permite alcanzar nuestros sueños. Son las relaciones humanas que tenemos con otras personas. Si tú tienes buenas redes, es más simple llegar a tu sueño”.
En la actualidad, Molubela estudia en la Universidad de las Palmas de Gran Canaria con una beca de la Agencia Española de Cooperación y Desarrollo (AECID). Convencido de que contar su historia le puede ayudar a seguir estudiando, ha invertido parte de sus escasos ingresos en editar su libro en español y en francés. Tiene claro que su futuro pasa por cursar un doctorado. De momento, aunque aún le queden varios meses para finalizar el máster, ya ha terminado el trabajo final que debe presentar para graduarse. Mientras, sigue leyendo y estudiando, en un proceso de aprendizaje que no parece tener fin.
Su idea siempre es volver. Porque a pesar de esa mezcla de procedencias y nacionalidades que le ha acompañado durante los últimos años, Molubela tiene claro que su identidad es baluba, una etnia que desciende del imperio medieval Luba y cuyo origen bebe en las raíces de la mitología.
Emulando a su admirado Nkongolo Mwamba, primer rey luba, el sueño de Elvis Molubela es la utópica reunificación e independencia de los baluba bajo una misma identidad. “La zona donde estamos (los baluba) es muy pobre, no hay nada. Por ejemplo, yo salí de ahí en 2011 y hasta hoy nada cambió: la miseria mata igual o más que antes” lamenta. “Voy a volver, pero no sé cuándo. Primero tengo que formarme, conseguir dinero y prepararme intelectualmente. Mi idea es quedarme unos cinco años, cursar el doctorado y luego, regresaré”.
Fuente: https://elpais.com/planeta-futuro/que-mueve-a/2022-04-03/perseguir-por-africa-entera-el-sueno-de-estudiar.html