La distracción que trae consigo la riña electoral deja a un lado la discusión de los temas fundamentales, como el de la educación, por ejemplo. Un profundo y realista estudio de Educa, presentado la semana pasada con los auspicios del Banco Popular, debería obligarnos a pensar la necesidad de rescatar la que debe seguir siendo nuestra prioridad de prioridades y aglutinar todas las energías para rescatar el sistema educativo del pozo en que se hunde.
Si queremos desafiar los retos del futuro estamos obligados a dotarla de la calidad que haga de ella un fuerte instrumento del desarrollo de la República. Y, con ello, lograr los objetivos de otra de nuestras grandes urgencias, de obtención impostergable, como es el mejoramiento de las condiciones de salud del pueblo, hoy también en crisis.
Los resultados expuestos en el estudio de Educa muestran cifras escalofriantes, que no guardan proporción con los grandes gastos e inversiones realizadas en el área educativa, y que, por el contrario, muestran señales de retrocesos en lugar de avances en esa esfera. La educación está en crisis con déficits de aulas, docentes y, sobre todo, en la enseñanza y aprendizaje de las ciencias y las matemáticas. Antes de que fallezca, ese paciente, casi moribundo, tiene que ser llevado a la sala de cuidados intensivos, hay que declararlo en emergencia, se deben prohibir las huelgas y asumir esa medida como una obligación nacional.
La gravedad del caso no permite dubitaciones, sino escalpelos, y si no actuamos con la rapidez, la energía y la dedicación indispensables, el paciente morirá y con él la oportunidad de avanzar en la ruta hacia el futuro. El tema no puede seguir siendo un juguete en manos de los hacedores de lemas políticos publicitarios. Es cuestión de ahora o nunca.
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