Por: Sergio Martínez Dunstan
Las propuestas no representan un avance respecto a las políticas públicas actuales o de sexenios anteriores.
A principios del mes de marzo del año en curso, compartí las propuestas en materia educativa de las dos mujeres aspirantes, en este mismo espacio, a través de una colaboración titulada “Campañas presidenciales 2024. Educación, ciencia, academia y magisterio”. Algunos lectores me hicieron saber la omisión del tercer aspirante y sus ideas. Pero no las habían difundido en medio digitales, en aquel tiempo, el partido político que lo respalda como sus contrapartes.
El debate fue la ocasión propicia que aprovechó el Movimiento Ciudadano para darlas a conocer. A pregunta expresa de los moderadores, Jorge Álvarez Máynez eludió la pregunta acerca de los planes de estudio. Pero puso en tela de juicio los Libros de Texto Gratuito por adoctrinantes. La revolución educativa de Corea del Sur resultó su ejemplo paradigmático. Reafirmó la importancia de destinar el 1% del producto interno bruto a la ciencia como lo establece el precepto constitucional. De manera enunciativa, aludió a la educación universitaria y la infraestructura educativa. También se mostró a favor del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación —sin decir más nada—, del restablecimiento de las escuelas de tiempo completo y de mayor inversión del recurso público en este rubro. En lo discursivo, la frase “Por el bien de todos primero las niñas y los niños”, en clara referencia al presidente actual, fue de los más sobresaliente en mi parecer.
Mientras que Xóchitl Gálvez coincidió con su homóloga en las pretensiones de trasparentar los procesos de la Unidad del Sistema para la Carreras de las Maestras y los Maestros así como ofrecer mejores salarios al magisterio. Ponderó la reducción del presupuesto para la capacitación de los maestros. Contempla retomar el programa de escuela de tiempo completo incluyendo la alimentación. Asimismo ofrecerá una tarjeta de datos para el acceso a internet en zonas marginadas, tabletas digitales, la enseñanza del idioma inglés y mejorar los planteles. En mi parecer, coincido con Erick Juárez Pineda [1] que la intención de destinar recursos públicos para apoyar a los estudiantes, de escuelas pública y privadas resulta un punto debatible y rebatible por decir lo menos.
Claudia Sheinbaum, por su parte, insistió en la universalización de las becas desde preescolar hasta universidad; el fortalecimiento de la educación media superior o preparatoria. Prometió hacer nacionales la Universidad Rosario Castellanos y la Universidad de la Salud creadas en la CDMX cuando fue Jefa de Gobierno como parte del programa “Jóvenes Construyendo Futuro”. A pregunta expresa sobre la calidad de la educación puso por delante la Nueva Escuela Mexicana con la participación del magisterio, ponderó, y los nuevos Libros de Texto Gratuitos que dejan de lado la memorización, según dijo. Y aprovecho para insistir en la necesidad de aplicar el humanismo mexicano.
Llama la atención el papel de los moderadores y las preguntas enviadas por ciudadanos de las distintas regiones del país. En lo particular, la percepción del entorno actual: el rezago educativo después de la pandemia que trajo consigo el abandono escolar de un gran cantidad de niñas, niños y adolescentes, entre otras consecuencias, así como el exceso de carga administrativa y pocos estímulos para el magisterio.
Xóchitl Gálvez hace un refrito de las políticas foxistas, calderonistas y peñistas. Los temas sobre la calidad educativa y su evaluación, la tecnología como medio de aprendizaje — v. gr. las tabletas—, el acceso a internet el acceso a la información gubernamental, entre otras, son la base sobre la cual se busca revertir el estado actual de las cosas en educación. Mientras que Claudia Sheinbaum retoma la fórmula de la administración gubernamental que va de salida. Los argumentos esgrimidos para cuestionar y desdeñar las políticas de gobiernos anteriores deberían tener mayor solidez técnica. Es válido ver desde otra perspectiva los problemas. Pero los métodos para acometer los grandes desafíos presentes y futuros bien ameritan que sean debidamente planteados. No solo es cambiar por cambiar ni continuar por continuar. Las propuestas no representan un avance respecto a las políticas públicas actuales o de sexenios anteriores. Parece que no hay nada oculto bajo el sol. Elegir entre el pretérito más lejano y el presente —que dentro de poco formará parte del pasado también— es dejar de lado la visión de futuro y condenar a la educación al estancamiento. Falta altura de miras en todos los casos.
Carpe diem quam minimun credula postero
Fuente de la información e imagen: https://profelandia.com