Por: Izaskun Aroca Sánchez
La autora critica el vídeo de campaña de Irene Montero, que ensalza la educación concertada en un momento de asfixia de lo público y de movilización de profesorado y personal de los colegios.
¿Qué nos pasa a la izquierda con la educación pública? Irene Montero solo ha necesitado 30 segundos para hacer que se tambalee el voto de muchas personas que apoyamos unos servicios públicos y de calidad, cada vez más cercados y asfixiados. Recortar lo público para favorecer lo que a Irene “la ha hecho mejor persona”, la escuela concertada. No entro en su historia personal, sino en el desatino de una campaña que hubiera sido el escenario ideal para posicionarse a favor de los servicios públicos. Pero sobre todo, y lo que me parece más alarmante, es que nadie del equipo de comunicación de Podemos haya visto ese error tan garrafal, porque eso es estar muy fuera de todo. O quizá demasiado dentro.
Mientras Irene alaba la concertada las movilizaciones de familias y docentes de la pública se multiplican por todo el Estado español. Concentraciones exigiendo medidas de climatización para los centros escolares, con alumnado —de la pública— a 32 grados. Docentes haciendo huelgas, sepultados en burocracia y exigiendo bajar las horas lectivas, la ratios y revertir los recortes de 2011. Solo en Madrid desde 2014 el gasto público en enseñanza privada ha aumentado 7 puntos, hasta alcanzar el 27% del presupuesto total de la educación no universitaria en la región. Qué mal timing, Irene.
Nadie está libre de los cantos de sirena de la concertada, del trabajo por estaciones de aprendizaje, del yogur ecológico y del profesorado con el que eres afín ideológicamente
Pero lo cierto es que no es solo ella o el equipo de comunicación de Podemos. La izquierda o ese amplio espectro que a nivel discursivo defendemos los servicios públicos, tenemos, en la práctica, un problema. Trabajo en un instituto de Usera y siempre dice una compañera que “nuestra” gran batalla perdida es no haber apostado, en nuestro entorno personal, por la educación pública. Pero no es de extrañar. En Madrid llevamos más de 20 años con un gobierno neoliberal que se ha encargado de denostar y torpedear la imagen de lo público desde lo ideológico y lo económico.
Y si has llegado hasta aquí probablemente te reconozcas, como yo, en estas líneas. Tu hijo o hija es especial, diferente. Es sensible y necesita otro tipo de atención. Buscas un centro que trabaje por proyectos, con comedor ecológico, buenas instalaciones, extraescolares estimulantes (ciencia, robótica, teatro) y un grupo de familias con el que puedas compartir inquietudes. Da igual que cada mañana tengas que coger el coche o que nunca estés en el barrio con las familias del cole.
Nuestras hijas e hijos lo merecen todo. Yo también lo pienso. Nadie está libre de los cantos de sirena de la concertada, del trabajo por estaciones de aprendizaje, del yogur ecológico y del profesorado con el que eres afín ideológicamente, con el que va a las manis de Palestina. Y eso que Primaria a veces “tiene un pase”, pero Secundaria ya “es otra cosa”. Y de verdad que a mí me pasa. Sobre todo cuando el equipo directivo del centro público de mi hijo nos pone pegas a las familias para hacer cualquier cosa en el patio o cuando me entero de que en clase han estado a 30 grados y les han puesto (otra vez) una peli.
Moralmente no creo que lo haga mejor. Fantaseo mucho con otra educación, pero también me entra el desánimo cuando sé que la hija de otra amiga no pisará la pública hasta la universidad o leo cómo suben las matriculaciones en la concertada y que cada vez hay menos oferta de institutos públicos en Madrid.
No voy a romantizar la pública. Hay que pelearla mucho y a veces es cansado, pero también es muy bonito y, sí, beneficia a todo el mundo, sobre todo si queremos ser esa izquierda que apuesta desde la práctica por otros modelos de ciudad, por luchar contra la segregación, porque haya comedores ecológicos en todos los centros públicos, con buenas extraescolares, patios inclusivos, que se trabaje por proyectos o se atienda la diversidad de manera adecuada. Y también es posible en Secundaria.
No es una utopía. Muchos centros públicos, gracias a las familias y la complicidad de algunos docentes y equipos directivos, son referentes en metodologías y proyectos pedagógicos, trabajan la diversidad desde la inclusión, poniendo en valor la riqueza de las aulas con alumnado de distintos orígenes sociales y económicos. Centros que ven que la escuela o el instituto no termina cuando se sale por la puerta. Son centros con familias diversas, que tienden puentes al barrio, que transforman la ciudad. Porque siempre hay una profe afín y siempre hay una familia con la que juntarte a la salida y con la que pensar.
Fuente de la información e imagen: https://www.elsaltodiario.com