Simón Rodríguez como posibilidad espiritual (Apuntes para un conversatorio)

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Por Julio C Valdez/ Venezuela
Siempre he creído substancial y reconfortante volver la mirada hacia seres humanos extraordinarios. Seres que en su tránsito por esta vida han logrado dejarnos una obra que subvierte nuestro modo de ver el mundo y de vernos a nosotros y nosotras; que nos abren posibilidades de ir más allá de nuestras cotidianas fronteras, de superarnos y participar cada vez más en un estadio vital superior…

Es el caso del maestro Simón Rodríguez. Siguiendo a personas como él podemos dar nuevos sentidos a nuestras vidas, asumir horizontes de pensamiento y acción más amplios y fecundos; asomarnos –desde nuestras limitaciones- a montañas más elevadas, y crear miradas más complejas a la historia que construimos y nos construye.

Así, el propósito de esta conversación es mirar a Simón Rodríguez como un gran creador de significados, de proyectos sociales, de sentidos históricos. Crecer visualizando a un ser que puede ayudarnos a avanzar en caminos de mayor plenitud, de superior vínculo con otros humanos y con la naturaleza…En pocas palabras, como la posibilidad de un mayor desarrollo espiritual.

Pero, ¿no estamos exagerando? ¿Cómo podemos referirnos al desarrollo espiritual al hablar de una persona más bien solitaria, precursora del pensamiento materialista, de alguien que se enfrentó a la iglesia, de alguien que enaltecía el trabajo manual?…

Recordemos que Simón Rodríguez es una persona autopoiética. Es alguien que –dicho en términos modernos- se hizo a sí mismo, mediante un descomunal esfuerzo de disciplina personal. Inició su periplo en Caracas, pasando de ser un niño expósito a un joven maestro reconocido y respetado en diversas clases sociales, con ideas claras para reformar de la educación colonial. Luego, en un viaje iniciático, largo y sostenido, de al menos 20 años, por Estados Unidos, Europa, Rusia, entre otros territorios, aprendió, ensayó posibilidades científicas y educativas, observando, meditando, escribiendo, incubando ideas y propuestas de largo alcance y eventualmente factibles. Y luego en América, bajo el amparo del Libertador Simón Bolívar, intentando realizar su magna obra de educación para la libertad, para el trabajo digno, para la justicia y la inclusión social.

Así, el maestro Rodríguez asumió sus propios hábitos de creador, de pensador profundamente original, de actor consciente y protagónico en la historia de su tiempo, y aún en la historia venidera. Era un hombre de época y de síntesis. Sus escritos nos muestran un mundo que languidece (la Europa monárquica, el pueblo-objeto, obediente) y un mundo con posibilidades emergentes (la América que había librado la Guerra de Independencia)…

Si el poeta alemán Goethe decía que un genio es aquél capaz de encarnar el mundo, Simón Rodríguez vivió en el viejo mundo, lo estudió a fondo, lo sufrió, mientras su voluntad, su extraordinaria visión, sus habilidades se enfocaban hacia posibilidades de crear nuevas alboradas, nuevas sociedades, nuevos espacios vitales para los seres humanos. ¿No hablamos aquí de un sentido profundamente profético?

Si bien fue precursor de la filosofía materialista, en el sentido de que todo proyecto de transformación social debía partir de los seres humanos concretos, de sus necesidades, de sus posibilidades de insertarse en la historia y transformarla, el sentido de su proyecto trasciende el materialismo como tal. Habla del bien común como principio rector para los seres humanos. Habla de sociabilidad, de hermandad, de solidaridad (“piense cada uno en todos para que todos piensen en él”), en un mundo que se iría edificando mediante el trabajo honesto y colaborativo de todas y todos, mediante la producción y distribución compartidas, mediante la creación progresiva de sociedades económicas, hechos que apuntan a un vivir mejor y con mayor satisfacción social.

Así, tenemos a un maestro que curiosamente habla de asuntos materiales pero apuntando a un estado de espiritualidad creciente. Nos referimos a una persona que si bien se enfrentó a sacerdotes amigos de los poderosos, en su obra escrita florecen regularmente las imágenes de “resurrección”, “milagro”, e incluso “reencarnación”, pero no en su sentido literal, sino referidas a estados de ánimo posibles para provocar cambios en los hábitos humanos (costumbres, en sus palabras). De alguien que, en la medida que iba siendo cercado, desacreditado, por las fuerzas de poder de la época, se mantenía en el desarrollo de ensayos sociales y de la escritura que “pinta ideas” para soltar semillas de palabras al viento, buscando terrenos fértiles para florecer…

Búsqueda espiritual, no solitaria, sino en compañía de todos y todas, generando una hermandad creciente… ¿No es esto un auténtico camino espiritual, lejos de dogmas añejos y rutinas languidecientes?

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