POR YOSJUAN PIÑA NARVÁEZ
Cuando tenía 13 años y cursaba 8vo grado en un barrio de Cagua —fuera de Caracas—, una de las reglas del colegio era tener cabello corto si eras “niño”. Esas fibras que salen de tu cuero pueden determinar qué tan cerca o lejos estés de los modelos normativos de género: qué tan niño, qué tan niña, qué tan “rarx” eres. Siempre me rehusé a cortarme el cabello y las profesoras me colocaban en la fila de las niñas como castigo. Al ver que nunca fue un castigo para mí, el aparato disciplinador escolar y la ortopedia de los géneros me cortaron el cabello a la fuerza. Delante de todo el liceo, como gesto aleccionador. Pero la lección fue: no le hagas caso a la institucionalidad domesticadora.
Hoy, la institucionalidad juega nuevamente al disciplinamiento de los cuerpos y las formas de relacionarnos. No hay nada más parecido a la heteronormatividad que la homonormatividad: el concepto de familia (pero ahora con personas con el mismo genital entre las piernas), credibodas, pasapalos y sanguchitos con los colores del arcoíris; la “luna de miel”, Ciudad Tiuna “gay”, mi casa bien equipada “gay” o la búsqueda de una propiedad para nuestro homo-lesbo nido de amor normativo según las reglas de un Estado; la internalización de concepto de exclusividad amoroso-monogámica, el beso “apasionado” (como en el capítulo final de Marimar) después de que una “autoridad civil” legitime la unión, la burocratización de los afectos, el acta, lxs testigxs, la adopción de niñxs o la reproducción.
No me opongo a la unión civil entre sexo-género-disidentes. No me opongo a los derechxs que tenemos perversxs, rarxs, polimorfxs, maricxs, cachaperxs, transexuales. Si esto incomoda a la Iglesia y al puritanismo criollo, entonces no estamos equivocadxs. Me alarma la instrumentalización política de la derecha que juega a hacerle guiños a “lxs gais”, pero que arrugan la cara al ver lxs transexuales, maricxs, cahaperas, negrxs (de barrios) y militantes no higienizadxs por la fashion-política “oenegista”. A ver si lxs autoproclamadxs de“izquierdas” comienzan su dilatación anal, cooperan para el alcance de derechos y deshacen su homolesbotransfobia.
Amanecí antinormativx y canto arroz con leche no me quiero casar. Quizá mañana cambie de opinión.
Fuente: http://epaleccs.info/arroz-con-leche-no-me-quiero-casar/
@ERCHOS / ILUSTRACIÓN JESSICA MENA