07.06.2016 – 06:39h • JOSE ÁNGEL GONZÁLEZ
Con una síntesis perfecta de tipografía, diseño e ilustración, los libros ilustrados para niños rusos de las décadas de 1920 y 1930 influyeron en toda Europa.
La exposición ‘Una nueva niñez’ muestra ejemplares pioneros en el modo de transmitir enseñanzas e ideas en volúmenes de gran poder visual.
Entre la selección de obras extremadamente raras hay ejemplares diseñados por Marc Chagall y El Lissitzky y libros hechos a mano por el Colectivo
La ebullición creativa que se dio en la URSS tras la revolución de 1917 influyó también en los libros infantiles. Desde un primer momento, Lenin y los suyos establecieron como objetivo liquidar una de las más perniciosas herencias del régimen feudal de los zares: el analfabetismo, que a finales del siglo XIX rozaba al 80% de la población del imperio. La edición de libros, la construcción de escuelas y la educación reglada eran retos prioritarios para los soviets.
La mejora en las primeras décadas postrevolucionarias fue notable. La educación básica para los niños se convirtió en obligatoria y los índices de analfabetismo descendieron a gran velocidad: en 1926 era del 60% y en 1930 del 33, según datos de algunos historiadores. Desde un agencia centralizada, el Narkompros, el siglas del Comisariado Popular de Educación, se nacionalizaron todas las instituciones educativas, se desvinculó a las órdenes religiosas de la docencia, se separó a los alumnos por edades, se anularon los deberes y se decretó que la escolaridad debe estar basada en el «respeto mutuo».
En unos pocos años el número de escuelas aumentó un 12% y de estudiantes en un 24. En 1920 se establece un cambio de rumbo curricular de gran importancia, dando mayor importancia en los programas a las ciencias —sobre todo física, química, biología y astronomía—. Aunque, como en todo régimen dictatorial, el objetivo era el adoctrinamiento de los alumnos para hacer de ellos «proletarios soviéticos» fieles al Estado, la situación había mejorado de modo drástico.
Buena parte de responsabilidad la tuvieron los libros ilustrados que el Estado empezó a subvencionar con holgura. Se entendía que la calidad y excelencia de estos volúmenes, ricamente punteados con láminas y dibujos, era un camino fácil para llegar a los críos y deslumbrarlos. La exposición A New Childhood: Picture Books from Soviet Russia (Una nueva niñez: libros ilustrados de la Rusia soviética) presenta una colección de ejemplares pioneros en el modo de transmitir enseñanzas e ideas en volúmenes de gran poder visual.
‘Innovación sin precedentes’
La muestra, en cartel hasta el 11 de septiembre en la House of Ilustration de Londres, explora las décadas de los años veinte y treinta, posteriores a la revolución. Fue un «período de innovación sin precedentes», dicen los organizadores, que han reunido más de un centenar de ejemplares de primeras ediciones de los pioneros en la edición de libros ilustrados.
Entre los ejemplares más llamativos y difíciles de encontrar se encuentran ilustraciones de cuentos populares y de temas educativos, dibujos originales pintados a mano por el artista Marc Chagall sobre temas judaicos y otros del diseñador, tipógrafo, arquitecto y fotógrafo El Lissitzky, una de las figuras clave de las vanguardias soviéticas que medraron al pairo del ambiente entusiasta de los primeros años postrevolucionarios.
También se exponen libros impresos a mano por el Colectivo Segodnya, uno de los primeros grupos de artistas que se dedicó a la ilustración infantil, y obras de una de sus impulsoras, Vera Ermolaeva, una pintora y grabadora de inmensas dotes que sería detenida y ejecutada años más tarde durante la Gran Purga de Stalin. Otros artistas con piezas en la muestra son Vladimir Tambi, las hermanas Olga y Galina Chichagova y Vladimir Lebedev.
Los colores vivos, formas dinámicas, diseños lúdicos y fantástico diseño de los libros ilustrados soviéticos influyeron en el estilo de la edición infantil en todo el mundo y «fueron elementos clave para el libro de imágenes moderno en la forma en que lo conocemos hoy», dicen los organizadores de la muestra.
Llevados a Francia y el Reino Unido
Una muestra de libros rusos en los Países Bajos en la década de los años treinta causó sensación; en Francia, los artistas emigrados rusos Nathalie Parain y Feodor Rojankovsky crearon la «estética inconfundible» de la popular colección Père Castor y en el Reino Unido los ejemplares traídos de Rusia por la ilustradora Pearl Binder inspiraron al editor Noel Carrington para crear la serie Puffin Picture Book en 1940.
Fuente: http://m.20minutos.es/noticia/2760527/0/libros-ilustrados-urss-modelo-occidente/