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El neoliberalismo se instala como un virus en el sentido común.

Prólogo del libro “La disputa del sentido común y la transformación del orden social. Los aportes de Antonio Gramsci”. Ediciones Desde abajo, 2024.

El filósofo italiano Norberto Bobbio[1] decía que clásico es el autor que cumple, al menos, con tres requisitos: primero, es un intérprete de la época que le tocó vivir, de tal manera que esa época es incomprensible, en parte, sin sus aportes; segundo, ha construido herramientas teóricas, tipologías, categorías, ha acuñado conceptos, etc., imprescindibles para comprender mejor la sociedad y la historia, y tercero, es un autor actual, si bien parcialmente, que cada generación tiene necesidad de releer y de reinterpretar, y lo es justamente porque sus aportes teóricos y conceptuales pueden ayudar a esclarecer el presente[2]. Yendo más allá de Bobbio, se puede agregar que también es clásico un autor cuyos aportes pueden ser utilizados fructíferamente en disciplinas distintas a la suya. Un autor clásico lo es, pues, por su legado intelectual y por la vigencia, siempre parcial, de este.

Clásico en cualquier disciplina es también lo que pertenece a una tradición intelectual; tradición que es un pretérito acumulado, un reservorio cultural de ideas. La tradición es lo que la misma historia nos entrega; traditio en latín: ‘algo que se transmite’, un legado. Clásico es lo que sobrevive a las ruinas del tiempo, es lo que deja huella, aquello que nunca se ha ido y que, por lo mismo, siempre ha estado ahí, presente, sin ser barrido por el paso de la historia. Es también lo que sirve de modelo, por ser ejemplar. Es lo que se puede rescatar y poner a actuar en el presente. El filósofo italiano Antonio Gramsci (1891-1937) es uno de esos autores.

Desde su aparición en las primeras décadas del siglo xx, el pensamiento del filósofo italiano Antonio Gramsci realizó aportes significativos a la corriente del marxismo, específicamente, frente al mecanicismo, al dogmatismo, el economicismo y la desatención al papel de la cultura del llamado marxismo vulgar. La obra de Gramsci significó una fructífera revolución que engrosó el acervo del pensamiento original de Marx y Engels. Así, es reconocido en procesos actuales como el de Podemos en España[3]; el socialismo autóctono bolivianoen la versión de Álvaro García Linera del año 2015; el grupo Presidencialismo y Participaciónde la Universidad Nacional de Colombia, dirigido por Miguel Ángel Herrera Zgaib y Juan Carlos García, o los estudios del profesor Jorge Gantiva Silva centrados en la actualidad de Gramsci para el pensar y la cultura, entre otros.

¿A qué se debe, entonces, la actualidad de Gramsci? A su renacer en el marco de los procesos políticos contemporáneos y a la vigencia de un arsenal de conceptos útiles, especialmente, en la lógica de la política. Esta es la razón por la cual Gramsci vuelve (como los astros) a estar de moda, a ser vigente. En efecto, como lo recuerda Íñigo Errejón —uno de los fundadores del partido Podemos en España—, tras el movimiento 15-M[4] de 2011, Gramsci permitió ver que es posible la actividad política entendida como una lucha por el sentido y como articulación de una suma compleja y «contradictoria de iniciativas culturales, sociales y electorales-institucionales que van cambiando los equilibrios de fuerzas en favor de los gobernados». Es decir, se evidenció la posibilidad de construir voluntad común colectiva y articular al pueblo en defensa de la democracia y en claro reto a las oligarquías y sus privilegios.

El regreso de Gramsci se debe, además, a la relectura constructivista y posmarxista de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe[5], que puso en primer plano el concepto de hegemonía. Este término es relevante asimismo para el llamado «ciclo nacional-popular latinoamericano» (2002-2013), iniciado con el chavismo y seguido en países como Bolivia, Ecuador, la Argentina kirchnerista, el Brasil de José Ignacio Lula Da Silva, y que entró en claro retroceso en el año 2013 con la caída del precio internacional del petróleo y la muerte de Hugo Chávez.

Estos procesos políticos trajeron de nuevo la necesidad de repensar el legado de Gramsci para la política contemporánea. De ahí que conceptos como reforma cultural y moral, sociedad civil, guerra de posiciones, lucha por el sentido y la cultura, sentido común, papel de los intelectuales, bloque histórico, voluntad popular y colectiva, voluntad común, articulación política, hegemonía, ideología  etc., vuelvan a estar a la orden del día para pensar las posibilidades de la política en sociedades cada vez más plurales, diversas y complejas, y donde no se acepta la muerte de la política o pospolítica, como la llamó Jean Baudrillard[6], sino que se concibe la historia de manera abierta a la acción práctica, humana y transformadora.  Este es el aspecto que me interesa resaltar aquí, pues permite luchar contra el fatalismo y el nihilismo típico de nuestro tiempo. Veamos.

Desde los escritos tempranos de Antonio Gramsci hay una constante reiteración en que la historia humana es producto de la voluntad, y, en este sentido, el humano tiene incidencia en el decurso histórico. Ya en un trabajo juvenil, de 1910, titulado «Oprimidos y opresores», decía

“La Revolución francesa ha abatido muchos privilegios, ha levantado a muchos oprimidos; pero no ha hecho más que sustituir una clase por otra en el dominio. Ha dejado, sin embargo, una gran enseñanza: que los privilegios y las diferencias sociales, puesto que son producto de la sociedad y no de la naturaleza, pueden sobrepasarse”[7].

Esta ética práxica, comprometida con los oprimidos, está sustentada en la convicción gramsciana de que el hombre es voluntad, la cual, desde el punto de vista marxista, «significa conciencia de la finalidad, lo cual quiere decir, a su vez, noción exacta de la potencia que se tiene y de los medios para expresarla en acción»[8]. Por eso, para Gramsci, Marx es el ingreso de la inteligencia en la historia, la reivindicación de la conciencia y del poder transformador del hombre. Esta postura es una lucha contra la indiferencia, esa inercia de la historia; contra la apatía, la resignación, el fatalismo, el pesimismo, el escepticismo, la modorra del espíritu y la naturalización de la historia. Es la plena convicción de que «el ser es, en cada caso, el resultado nunca definitivo de la acción humana»; por lo tanto, el futuro es siempre abierto. Es lo que podemos llamar, según Diego Fusaro, «la desfatalización del ser»[9]. Esta desfatalización comporta una postura ontológica, puesto que no hay creación ni reproducción del «ser social» sin la actividad práctica humana.

Esta desfatalización de lo existente alumbra un futuro siempre abierto, donde el ser humano, como voluntad común organizada, produce, fabrica y reproduce su existencia. Esta constante producción y fabricaciónde la vida humana es lo que aquí designamos con el término de antropoiesis, concepto formado a partir de poiesis antropos, y que designa la ‘capacidad que tiene el hombre para producir y fabricar su propia realidad humana y social’. Denota, también, la capacidad creativa del humano, con la cual introduce la novedad y el sentido en la historia, en medio de sus condicionamientos y posibilidades. Igualmente, permite resaltar la singularidad del humano en medio de la maraña de lo vivo-inerte, sin necesidad de caer en el antropocentrismo, pues es imposible negar su trascendencia y su libertad frente al férreo determinismo natural al que están sometidos los otros seres. La antropoiesis es la respuesta del humano frente al terror, la desazón y la intemperie existencial que engendra la crisis actual, y permite pensar esa condición de inacabamiento del ser humano. Su existencia, su apertura, su libertad, su trascendencia, sus procesos de autotransformación, su condición social, su relación con la naturaleza, en fin, el eterno labrado sobre sí mismo que ha sido y que lo asemejan a una «obra de arte que se produce a sí misma» con todo lo bueno y lo malo.

Es esta postura antropológica la que rescatamos aquí, que permea la obra de Gramsci, y la que se encuentra en la base de nuestro optimismo, de esa lucha por reconfigurar la gramática de la sociedad, de transformarla a partir de la disputa colectiva y la creación de un nuevo sentido común. Se trata de disputar ese “lente con el que nos movemos en la vida cotidiana”, ese abecedario mental con el que interpretamos el mundo y sus fenómenos, pues es en el sentido común donde están instalados el racismo, el clasismo, el complejo de hijo de puta o inferioridad[10], el esnobismo cultural, la corrupción de lo público; es en el sentido común _y esto es sumamente relevante- donde se naturaliza el neoliberalismo, y donde se asienta el conformismo y la impotencia, donde se da la “impotencia reflexiva”, pues como dice Mark Fisher: “en un grado nunca visto en ningún otro sistema social, el capitalismo se alimenta del estado de ánimo de los individuos, al mismo tiempo que los reproduce. Sin dosis iguales de delirio y confianza ciega, el capitalismo no podría funcionar”.[11] Es decir, el capitalismo “logró modelar nuestra vida y nuestro habitus mental y consiguió imponerse como un modo de vida”[12].

También se trata de ir más allá del pensamiento crítico (pasando por él) y construir un pensamiento alternativo, propositivo, vigoroso, desde el sur global que permita hacerle frente al Antropoceno o capitaloceno. Solo así es posible configurar un nuevo orden social[13], un nuevo modo de vida, con valores, normas, instituciones y una racionalidad técnica diferentes. Por eso, ya en las conclusiones, cuando se haya realizado el recorrido conceptual por la obra de Gramsci, reflexionaremos sobre la disputa del sentido común para superar las herencias coloniales de larga duración, y sobre la subversión del orden social neoliberal. Aquí la ayuda del pensamiento de Fals Borda, de quien conmemoramos desde ya, los cien años de su nacimiento, es fundamental. La apuesta se trata, como se verá, de aprovechar todo el potencial de los conceptos de hegemonía y disputa del sentido común al interior de lo que Fals llama “subversión”, trastocamiento, cambio, del orden social. De esta forma, cambio social y hegemonía aparecen rearticulados.


[1] BOBBIO, Norberto. Teoría general de la política. Madrid, Trotta, 2009.

[2] Ibíd., p. 128

[3] ERREJÓN, Ínigo. La lucha por la hegemonía durante el primer gobierno del MAS en Bolivia (2006-2009): un análisis discursivo. Universidad Complutense de Madrid (Repositorio), 2012.

[4] El 15-M es el movimiento de Los Indignadosque tomó fuerza en el año 2011 y que se manifestó en varias ciudades de Europa y Estados Unidos. En el caso específico de España, se refiere a las aglomeraciones, especialmente encabezadas por las juventudes, que tuvieron lugar el 15 de mayo en diferentes ciudades, en clara oposición al régimen neoliberal, a la dictadura económica de los bancos, a los desahucios de las viviendas, al bipartidismo y la corrupción, entre otras causas. El 15-M llevó la discusión pública a la plaza y se mostró como un claro proceso de radicalización de la democracia participativa.

[5] LACLAU, Ernesto, y MOUFFE, Chantal. Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia. Buenos Aires, 2010.

[6] BAUDRILLARD, Jean. Las estrategias fatales. Barcelona, Anagrama, 2006.

[7] GRAMSCI, Antonio. Antología. Akal, 2018, p. 17-18.

[8] GRAMSCI, Antonio. Para la reforma intelectual y moral, Catarata, 2016, p. 16.

[9] FUSARO, Diego. Antonio Gramsci: la pasión de estar en el mundo. México: Siglo XXI editores, 2018, p. 158.

[10] PACHÓN, Damián. Superar el complejo de hijo de puta. Para una introducción del pensamiento decolonial: fuentes, categorías y debates. Bogotá, Desde abajo, 2023.

[11] FISHER, Mark. Realismo capitalista. ¿No hay alternativa? Buenos Aires: Caja Negra, 2016, p.  66-67.

[12] TRAVERSO, Enzo. Revolución: una historia intelectual. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2022, p. 52.

[13] Uso este concepto en el sentido que lo operativiza Orlando Fals Borda en: La subversión en Colombia. Visión del cambio social en la historia. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1967.

El neoliberalismo se instala como un virus en el sentido común.

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Colectivizar las bibliotecas personales

Hace dos años, durante el confinamiento de la pandemia, mi madre comenzó a perder la vista. Para alguien como ella que dedicó su vida a la edición, esa borradura, esa pérdida de foco, ensombreció su relación con el mundo. Cada vez que se sentaba con un libro entre las manos, cientos de preguntas golpeaban sus ojos desde el interior. No podía leer, las letras y el sentido de las palabras se le esfumaban. ¡Deberían publicarse libros con letras grandes para gente como yo!, me decía. El diagnóstico no fue, por fortuna, terrible: tenía cataratas. Operaron uno de sus ojos y después de una convalecencia de varios meses y cuidados, volvió a ver. Pero algo se perdió en el camino. Mi madre dejó de salir a la calle como hacía antes, con esa autonomía risueña que siempre le admiré. Sus desplazamientos se volvieron vacilantes, como si una vulnerabilidad nueva, la vulnerabilidad de la vejez, se hubiera hecho más presente. ¿Cómo acompañarla en este momento titubeante? ¿Cómo desafiar el aislamiento al que esta época despiadada y vertiginosa condena a las mujeres mayores?

Quizá regalarle un libro (¡un libro más!) no era una buena idea. Y, sin embargo, se lo regalé. Porque no se trataba de un libro cualquiera, sino de un objeto singular, una biblioteca portátil que era también un fichero de hojas sueltas, un artefacto hospitalario y misterioso. Se trata de Habitar la biblioteca, una cajita de cartón (tan frágil y por eso tan potente) hecha de historias personales, de afectos e intimidades, de rincones iluminados por una comunidad indomable de lectoras, trece mujeres de distintos territorios y disciplinas (curadoras, bibliotecarias, artistas, libreras, editoras) convocadas para escribir sobre sus relaciones con bibliotecas perdidas y reconstruidas, desembaladas y vueltas a embalar, bibliotecas del polvo, del aire, de la infancia, de los amantes. Cuando le extendí el objeto, mi madre y yo estábamos sentadas alrededor de su comedor. Yo intentaba hacerle plática, pero muy pronto ella dejó de escucharme. Se había enfocado en otra cosa, como si una ráfaga de curiosidad hubiera desentumido de pronto sus hermosos dedos artríticos: durante varias horas ella se dedicó a extraer y desdoblar papelitos, a leer los cuadernillos que configuran este libro que es muchos libros, con un interés, una delicadeza y una atención que no le había visto en mucho tiempo. Se había reencontrado, al fin, con otras buenas compañías, sus iguales, mujeres que han hecho del libro más que un objeto, un vínculo. Ella estaba de nuevo absorta, entregada a la lectura. Yo la miraba en silencio.

Habitar la biblioteca es un dispositivo de lectura que nos interpela y contagia de inmediato con su alfabeto de gestos materiales: en lugar de un libro cosido y con lomo, en lugar de la secuencialidad del discurso y las hojas numeradas, esta compilación se organiza y desorganiza en una serie de folders habitados por hojas de tamaños y colores diversos, tipografías variables, trazos, manuscritos, dibujos, tarjetas, mapas, posters desplegables. Manipularlo nos hace meter las manos en el mundo. Nos recuerda que, a pesar de la abstracción digital generalizada, somos un cuerpo y que la lectura es un tipo de relación material con la realidad sensible.

Ese es el gesto micropolítico de Habitar la biblioteca que imantó la atención de mi madre: reconocer, en su propia manufactura artesanal, en su objetualidad, que nuestras bibliotecas personales son sitios “creativos, vulnerables, abiertos y en constante construcción”.

Walter Benjamin habría quedado fascinado entre las secretas vías subterráneas que se abren en esta biblioteca, como hacía con su colección de juguetes en miniatura y libros infantiles, donde era posible encontrar todo lo imaginable, libros de estampitas para insertar figuras, aún no tocados por producción industrial. Esos libros ya no existen, pero siempre vuelven. Habitar la biblioteca es también eso: un mundo inmensamente pequeño que guarda rastros de otros espacios y tiempos, genealogías y metamorfosis de bibliotecas afectivas en las que podemos reconocernos, porque parecen susurradas al oído. “Historias mínimas, que no son mínimas”, como subraya Sol Henaro en su ensayo, “Rememorar”, donde rastrea su relación con los archivos y recuerda a su abuelo linotipista. No hay nada pretencioso ni grandilocuente en este fichero y, sin embargo, sus ensamblajes son infinitos.

Aquí la biblioteca es un bosque que es una cocina que es un quipu que es un grimorio que es un ritual que es un gabinete de curiosidades.

Desarmarlo y volverlo armar es entrar en el juego de las relaciones oblicuas. No importa cuánto nos empeñemos en guardar los folders en orden, este fichero afirma que todo tiene aquí la misma categoría; el saber que organiza la ficha no conoce jerarquía alguna”, como escribió Erdmunt Wizisla al describir el archivo de Benjamin. Esa falta de jerarquía es también una política (y una epistemología) feminista, distinta a las retículas cartesianas que deciden cuáles saberes cuentan y cuáles no. Sugiere que una biblioteca viva es aquella que puede reordenarse cada vez gracias al deseo de las usuarias. Todas las que acumulamos libros sabemos que a pesar de nuestra obsesión por clasificarlos (ya sea por categorías disciplinares, temas, tamaños, centros de interés, ediciones o anomalías), la biblioteca es un organismo que tiende a la disgregación. Pero es en el desorden donde el azar propicia otros encuentros. ¿Sería ese el sueño de una biblioteca mutante, una biblioteca que no se definiera por el crecimiento acumulativo de saberes, sino por su reubicación, su inestabilidad, sus montajes renovados?

La movilidad interior de Habitar la biblioteca representa esa cartografía abierta, quizá una metáfora de la biblioteca por venir, dispuesta a incorporar las más diversas formas de leer el mundo.

Pienso, por ejemplo, en la pieza de Gwennhael Huesca Reyes, “Pulsión de código”: una hoja doble carta donde se despliegan, como un collage, frases sobre otros actos de lectura: leer las nubes, leer el movimientos de las hojas de los árboles, leer el golpe del mar en las rocas, los rastros en la nieve, las líneas de la mano, el movimiento de los labios. En “Objeto encontrado”, la fotógrafa Patricia Lagarde también propone un método de investigación heurística a través de un catálogo de objetos econtrados entre las páginas de sus libros. Cada objeto es clasificado junto con una cita de la página donde se encontró, creando concatenaciones enigmáticas. Como esa “hoja seca, ocre, oblonga” descubierta en la página 174 de Sobre la fotografía, de Susan Sontang, donde se lee: “Poseer el mundo en forma de imágenes es, precisamente, volver a experimentar la irrealidad y lejanía de lo real.” ¡De qué manera aparece ahí no sólo lo ya conocido sino lo inédito, lo inesperado, lo que aún no tiene nombre! El ensamblaje, entonces, nos permite leer lo nunca escrito. Algo similar sucede con la palabra deconstruida de Fernanda Aránguiz, una serie de papelitos con trozos de letras que guardan un sentido secreto para quien participe en el juego del lenguaje como “una forma abierta al infinito” y del libro como “un soporte de encuentros”.

Haciendo pública la biblioteca personal § Mario Cruz López

En la intimidad de estas lecturas, se desbordan los andamiajes de la biblioteca como institución, porque este acervo incorpora la historia de unas vidas transcurridas. Así sucede en la pieza extraordinaria de Javiera Barrientos, “Elegía a las bibliotecas perdidas”, un ensayo construido con retazos de textos cruzados. En uno de ellos seguimos la trama de esas formas en que el poder busca neutralizar la potencia indomable de la lectura, esas bibliotecas destruidas o incendiadas, como sucedió con la biblioteca de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Bagdad durante la guerra de Irak, luego reconstruida gracias a una biblioteca participativa del artista Wafaa Bilal. Esta historia pública se entrecruza con dos textos manuscritos: uno sobre la biblioteca que Barrientos deja embalada antes de mudarse de país; otro sobre la biblioteca perdida de alguien a quien amó y murió. Estas anotaciones a mano, con su letra diminuta y amontonada, parecen entradas de diario o cartas nunca enviadas. La materialidad de su caligrafía es un gesto entrañable: nos obliga a leer muy de cerca una historia muy íntima. Desentrañarla es pensar juntos en las razones por la cuales recomponemos las bibliotecas de los muertos y preguntarnos por qué compartir la biblioteca privada es un acto político. De eso escribe también Aleida Pardo, en “Maternar las bibliotecas”. Cuando socializamos nuestros libros estamos cuidando la reproducción de la vida como posibilidad futura, “porque si las bibliotecas se privatizan nos adueñamos de cosas que nos son comunes.”

En momentos en los que se libra una guerra constante por el monopolio de nuestra atención, creo que este proyecto editorial, concebido por Andrea Reed-Leal, en colaboración con La Máquina de Aplausos, defiende una apuesta colectiva y feminista por la lectura, haciendo pública la biblioteca personal*, permiténdonos estar, otra vez, como a mi madre, a solas en compañía.

* Una versión digital de Habitar la biblioteca se liberará para descarga en junio de 2023 aquí.

Nombro a todas sus participantes: Andrea Reed-Leal, Erandi Adame, Fernanda Aránguiz, Javiera Barrientos, Clara Bolívar, Fernanda Escalera Zambrano, Sol Henaro, Gwenhhael Huesca Reyes, Patricia Lagarde, Valeria Mata, Aleida Pardo Hernández, Catalina Pérez, Alejandra R. Bolaños, Sandra Sánchez, Isabel Zapata.

Vivian Abenshushan es escritora interdisciplinar. Su práctica, tanto individual como colectiva, explora estrategias micropolíticas que confrontan los procesos del capitalismo contemporáneo y sus estructuras de producción cultural, así como las relaciones entre arte y pedagogía, procesos colaborativos, redes feministas y prácticas experimentales en la escritura. Ha publicado los libros: El clan de los insomnes (Premio Gilberto Owen 2002), Una habitación desordenada y Escritos para desocupados, publicado por la editorial Surplus bajo una licencia copyleft, entre otros. Su libro más reciente, Perman ente Obra Negra (Sexto Piso, 2019), es un proyecto de escritura conceptual fundado en la copia, la reescritura y el montaje de citas, que circula como libro, fichero y suajado. Es cofundadora de la cooperativa Tumbona Ediciones y directora de BLA: Espacio de Experimentación Escrita.

Fuente de la información:  https://www.jardinlac.org

  • Un artefacto hospitalario y misterioso § Mario Cruz López
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Campaña de donación de libros virtuales feministas

El Aquelarre de las Insumisas

Le comentamos que estamos creando nuestra biblioteca virtual feminista latinoamericana y caribeña, y l@s queremos invitar a que participen activamente, enviandonos libros, monografias, videos, audios, entrevistas, articulos de investigacion, que esten en acceso libre o con el permiso del autor@, para montarlo en nuestra biblioteca.

Conservar la memoria histórica del patrimonio construido por entidades y personas vinculadas al movimiento feminista, se le añade la significación política que podemos dar al acto mismo de hacer y preservar la memoria. Esto es, el valor político de la fundación de un centro de documentación, la captación del material para documentar y entender el papel del movimiento político de las mujeres en la historia, o el deseo de crear memoria y genealogía femeninas.

Los archivos y bibliotecas de mujeres pueden ayudar a cambiar la situación de las mujeres y contribuir a su empoderamiento. Desde finales de los años 1990 el fenómeno del World Wide Web y la explosión de la información digital, ha traído la posibilidad de crear bibliotecas y archivos digitales de la mujer: el acceso a los recursos pensados en un nuevo formato, diseñados y adaptados a una nueva realidad dentro de la sociedad de la información y las TIC se convierte en un nuevo espacio para recopilar, sistematizar, preservar, conservar y difundir el conocimiento de las mujeres.

Pueden enviarnos los materiales al correo: aquelarreinsumisas@gmail.com

Abrazos

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CII-OVE Compartimos las entrevistas de la semana, disponibles en nuestro canal de YouTube

Centro Internacional de Investigaciones Otras Voces en Educación 

Compartimos las entrevistas de la semana.

Dialogamos con Javier Enrique Diez (España), quien habló sobre su libro Pedagogía del Decrecimiento

Conversamos con Vicent Mauri (España), quien explicó las trampas de las plataformas del diálogo social

Practicamos con Marco Raúl Mejía(Colombia), sobre sus libros De Simón Rodríguez a Freire y Sistematización pedagógica

Estuvimos con Didimo Castillo (México), conversando sobre su libro Capitalismo digital

Entrevistamos a Damian del Valle (Argentina), quien explico su libro sobre internacionalización universitaria

 

Y para finalizar conversamos con Stanley Muschett (Panamá), sobre la formación docente y el IPEBI

 

 

 

 

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Gabriel García Márquez total en portal “La Gaboteca” en Biblioteca Nacional de Colombia

La vida y obra del nobel Gabriel García Márquez está ahora más cercana para sus lectores gracias a “La Gaboteca”, un proyecto de la Biblioteca Nacional de Colombia que pone al escritor a un clic de distancia.

El portal web recopila miles de artículos de prensalibrosguiones para cine y televisión, así como capítulos en compilaciones de distinto tipo y las traducciones de sus novelas que son conocidas en todo el planeta.

“La Biblioteca Nacional se dio cuenta de que tenía un gran acervo documental, muchos libros de él y sobre él. Había que pensar maneras de que ese grupo de libros fuera conocido por el público y que se interese la gente por venir a leerlos”, dijo Nicolás Pernett, investigador y responsable del proyecto.

Entonces decidieron hacer un “catálogo mucho más llamativo, moderno y parecido al lenguaje de la web para que la gente conociera qué había de Gabriel García Márquez“, agregó sobre el ganador del Premio Nobel de Literatura de 1982, fallecido el 17 de abril de 2014 en Ciudad de México.

El portal, de fácil manejo y accesibilidad, recibe a los internautas con el propio García Márquez mirando fijamente desde su escritorio y está dividido en los apartados “Obras de GGM”“Sobre GGM”“Traducciones” y “Vida y viajes”.

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“Aunque siempre llevó a su Colombia natal en el alma, Gabriel García Márquez fue un auténtico ciudadano del mundo entre las muchas ciudades a las que viajó o en las que vivió”, reza la web sobre la última de las secciones.

En él, los creadores han recorrido cada uno de los sitios donde vivió Gabo, desde su Aracataca natal, que inspiró el universo mágico de Macondo, hasta México pasando por varias ciudades de la costa Caribe colombiana, Bogotá, París, Roma o Barcelona.

Más allá de mencionar sus hechos más trascendentales en esas ciudades, los promotores han plasmado el influjo que tuvieron en su obra y las novelas que escribió en ellas.

Sobre Barcelona, por ejemplo, recuerda que llegó en 1967 “cuando empezaba el éxito arrollador de ‘Cien años de soledad’“, publicado ese mismo año.

Allí escribió “El otoño del patriarca”, en una Barcelona que era el epicentro del “boom” de la novela latinoamericana gracias en parte a su agente literaria, Carmen Balcells, que falleció el pasado septiembre.

“Cada uno de sus libros tiene una historia detrás acerca de cómo fue su escritura, su publicación y alguna fue rechazada”, explicó Pernett.

Por ello, “La Gaboteca” ofrece la historia de sus obras, lo que es especialmente interesante puesto que García Márquez “fue un escritor que también cambió de modo radical junto a Balcells el mercado del libro en toda Latinoamérica y el mundo”, según el investigador de la Biblioteca Nacional.

“Antes de García Márquez, la tradición literaria colombiana estaba más volcada hacia la poesía que hacia la novela. Sin embargo, en el siglo XX fue sin duda la novela la que se llevó todos los laureles, en el continente y en el mundo, llegando a convertirse en el género ‘best-seller’ por excelencia”, señala el portal en la parte dedicada a las obras del autor.

Ese es el rincón estrella de “La Gaboteca”, en el que aparecen referencias sobre las obras de García Márquez y “en cualquier lugar del mundo pueden acceder a una de sus obras o a las traducciones”, comentó Pernett.

“‘La Gaboteca’ la pueden disfrutar tanto los extranjeros como los colombianos, la única diferencia es que invitamos a los colombianos a acercarse a la sede de la Biblioteca Nacional o de las redes de bibliotecas del país, pero alguien de fuera puede entrar a la página y ver de un modo ordenado toda la obra de García Márquez“, concluyó. (Agencias)

La Gaboteca

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Para ingresar a La Gaboteca, haga clic aquí.

Texto: WSV
Foto: Biblioteca Nacional de Colombia

Fuente de la información e imagen:  https://www.cronicaviva.com.pe

Fotografía: crónica viva. Biblioteca Nacional de Colombia

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CII-OVE: 5 libros para reflexionar sobre la importancia del 1 de mayo Día Internacional de l@s Trabajador@s

CII-OVE/Luz Palomino 

Conocer la historia del Primero de mayo, Día Internacional de los Trabajadores, sigue siendo de vital importancia para nuestro presente.

El 1° de mayo se recuerda los trágicos eventos que ocurrieron en Chicago hace más de un siglo, durante un reclamo de cientos de trabajadores que pedían la reducción de la jornada laboral a ocho horas

Trae a la memoria las conquistas y reivindicaciones de los trabajadores en el siglo XIX, cuando la tragedia y la solidaridad los unió para que hoy pudiéramos gozar de unos derechos que parecen tambalearse.

Este día es en honor a los sindicalistas estadounidenses que perdieron la vida en 1886 en la Revuelta de Haymarket. Aquellos obreros pedían que la patronal respetase la jornada laboral de ocho horas ya aprobada por ley y que -por ahora- es la habitual si se tiene un contrato a jornada completa. Ya que con los cambios en el sistema de producción, con la llegada de la Revolución Industrial, fue cuestión de tiempo para que las jornadas laborales pasaran a ser de seis días y que durarán entre 10 y 16 horas, o hasta 18 en algunas ocasiones.

El resultado en los trabajadores fue la enfermedad y el agotamiento extremo en cumplimiento de las ambiciones de los industriales y propietarios de empresas. Pero todo reventó. Un primero de mayo de 1886, en Chicago, esta rabia, junto con otras protestas y manifestaciones que cuestionaban el status quo, se hicieron oír, alcanzando su punto más candente el 4 de mayo con La Revuelta de Haymarket.

Ahí, en medio de una manifestación, una persona desconocida lanzó una bomba a la policía y la situación se tornó caótica. Esta abrió fuego contra los presentes dejando un número de muertos y heridos aún desconocido; varios no asistieron a centros de salud por temor a ser detenidos. También hubo uniformados que resultaron heridos, aunque muchos por las armas de sus compañeros. Vino el estado de sitio y el toque de queda, además de una fuerte represión contra obreros que fueron arrestados, golpeados y torturados; todo también apoyado desde la prensa que pedía el castigo ejemplar contra los «vándalos».

Lo anterior desembocó en un juicio contra ocho trabajadores anarquistas, a quienes se les libró un juicio que con los años ha sido considerado ilegítimo, manipulado y represivo. Cinco de los acusados fueron sentenciados a muerte -uno se suicidó- y tres fueron puestos en prisión. “Los Mártires de Chicago”, es como fueron bautizados por el movimiento obrero.

Es así que esta fecha propone reflexionar sobre las condiciones a las que se enfrentan todos los trabajadores y recordar la importancia del cumplimiento de sus derechos, como las jornadas de ocho horas, la formalización y los aportes jubilatorios.

Ese espíritu reivindicativo se ha ido evaporando con el tiempo y actualmente casi es un día festivo más dentro del calendario laboral. Hay quien sigue asistiendo a las manifestaciones convocadas por los sindicatos y quien decide gastar su tiempo libre en otras actividades. Una buena puede ser leer algún libro relacionado con el tema y reflexionar sobre él. Para bien y para mal, el trabajo es uno de los aspectos más importantes de la vida de todos y todas.

Les dejamos 5 libros de descarga gratuita para pensar, aprender, emocionarse y reflexionar sobre el 1 de mayo:

  1. El trabajo de cuidados HISTORIA, TEORÍA Y POLÍTICAS de Cristina Carrasco, Cristina Borderías y Teresa Torns (eds.):

Este texto recupera y avanza en los debates en torno al trabajo de cuidados, trabajo imprescindible para la reproducción social y el bienestar cotidiano de las personas, que continúa siendo responsabilidad casi exclusiva de las mujeres, pero que resulta de vital importancia para toda la sociedad. Desde hace cuarenta años ha ido aumentando progresivamente el interés entre quienes se ocupan y preocupan del bienestar en las sociedades contemporáneas, especialmente en el pensamiento feminista, que ha mostrado que las tareas de atención y cuidado de la vida de las personas son labores imprescindibles para la reproducción social y el bienestar cotidiano.

Este análisis recoge los debates, elaboraciones teóricas y estudios aplicados en torno al trabajo de cuidados producidos en las diferentes disciplinas sociales en las últimas décadas, aportando una perspectiva histórica.

Descárgalo aqui: El-trabajo-de-cuidados_introduccion

2. Historia del 1 de mayo. Antología Milstein, Dommanget, Mella, López Trujillo, Ingenieros.

La Editorial Utopía Libertaria se creó en Argentina después de la crisis que vivió ese país en 2001, con el objetivo de recopilar textos clásicos del pensamiento libertario y sumarlos a voces más contemporáneas y los debates del presente. Este libro reúne varios textos que no solo cuentan sino que analizan e interpretan la historia del primero de mayo. Hace además un ejercicio en el que conjuga estas luchas históricas dentro del contexto latinoamericano.

Descárgalo aqui: Historia del primereo de mayo

3. Estupor y temblores de Amélie Nothomb

Esta novela de inspiración autobiográfica, que ha obtenido un enorme éxito en Francia, cuenta la historia de una joven belga que empieza a trabajar en Tokio en una gran compañía japonesa. Pero en el Japón actual, fuertemente jerarquizado, la joven tiene el lastre de un doble handicap: es occidental y mujer, lo cual la convertirá en blanco de una cascada de humillaciones y de una progresiva degradación laboral que la llevará a pasar de la contabilidad a servir cafés, ocuparse de la fotocopiadora y finalmente encargarse de la limpieza de los lavabos masculinos.

Descargala aqui: Estupor y temblores – Amelie Nothomb

4.El Crimen de Chicago de Ricardo Mella 

Ricardo Mella fue un escritor, pensador y activista libertario español. Nació en Vigo en 1861 y murió en esa misma ciudad en 1925. Este libro lo publicó en 1886 y en él hace un detallado contexto histórico, político y social que desató la muerte de los ya mencionados “Mártires de Chicago”. Es así otra mirada que pone la lupa en el el punto germinal de la conmemoración del Día del trabajo.

Descárgalo aqui: Crimen de chicago Mella

5. Mujeres, raza y clase de Angela Davis

Mujeres, raza y clase es un libro publicado en 1981 de la académica y autora estadounidense Angela Davis. Contiene un análisis feminista marxista del género, la raza y la clase. Es el tercer libro escrito por Davis.

Permite mirar con detenimiento las necesidades y luchas de las mujeres pobres y racialmente oprimidas. Su lectura motiva a mantener la lucha en contra de toda forma de opresión y violencia racista, de género y de clase en tanto las desigualdades sociales y económicas persisten en la sociedad actual.

Descárgalo aqui: Mujeres,+raza+y+clase+-+Angela+Davis

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Opinión | Los libros como amistad, meditación y erotismo

Por:  Andrés García Barrios

 

En esta nueva entrega de la serie «Testimonio de un autodidacta», Andrés García Barrios reflexiona sobre el hábito de la lectura en el marco del Día Internacional del Libro.

Testimonio de un autodidacta

De niño, si algo aprendí de los libros fue a no leer. Cerrarlos era el mejor momento; abrirlos, el peor. Y durante muchos años siguió siendo así. Elegir un título, recorrer las primeras páginas, quedarse dormido: tal era la rutina inevitable. ¡Ah, y al despertar, sentir culpa! Hoy ya no me duermo al leer, pero me costó mucho trabajo lograrlo.

En general, los grandes amantes de los libros no dan ninguna importancia a la lectura por obligación; en cambio, sí comparten la mística que ve en el libro un lugar de reunión de todo lo humano, incluyendo lo humano que hay en aquellas personas que nunca leen.

Decir que alguien es un “burro” por no leer es como decir que es un burro por no haber ido nunca al mar, por no haber comido gusanos de maguey o por nunca haber dormido bajo la lluvia. Cada uno tiene la lectura de la realidad que le ha tocado, cada uno ha posado las manos sobre el braille del mundo a su manera.

Mis hermanas y hermanos, mis padres, leían mucho. Yo era el más flojo. Antes de los quince años sólo había leído El libro de la selva, de Rudyard Kipling, que tuvo su importancia por haber sido el primer libro que yo mismo me compré; y Los hermanos Karamazov, de Dostoievski, cuyas páginas todavía resuenan en mí. Pero a esa edad ─los quince, digo─ la apatía dio un vuelco: un brote de hepatitis me privó unos meses de lo que yo más amaba (mis clases de actuación teatral en un taller de adolescentes) y las compensé con lo único que desde mi cama podía suplirlas: libros de teatro.

Devoré todas las obras que había en la biblioteca familiar. Eran muchas, porque al parecer en sus años de casados, mis papás habían compartido el poco común gusto de leer teatro (tal vez lo hacían juntos, turnándose los personajes: puedo imaginarlos, a ella haciendo de Lady Macbeth, y a él respondiéndole con los parlamentos de su también malvado esposo).

Consumí las más de doscientas obras de teatro que había en mi casa, turnándolas con las que yo mismo empecé a comprar. Resultó una verdadera fiesta el encontrar las obras completas del dramaturgo italiano Luigi Pirandello ─a quien yo en ese entonces amaba sobre todos─ en tres tomos y al escandalosamente bajo precio de 189 pesos, más o menos el equivalente del mismo precio el día de hoy.

Llegó a ser tal mi avidez de lectura que algunos días devoré completas  hasta tres obras, ¡y de las de tres actos! En los recesos de la preparatoria me quedaba en el salón, leyendo, y en las fiestas me apartaba hacia una habitación tranquila o alguna escalera silenciosa para terminar mi libro. En un par de años recorrí la historia del teatro entera, desde Esquilo (el trágico griego) hasta lo más reciente del teatro mexicano del siglo XX, llegando a sentirme capaz de ordenar el gran drama humano en orden alfabético.

Aquel gran entusiasmo se acabó con el fin del primer amor. Roto el corazón, la lectura menguó: ya no servía de nada ser un intelectual. Sin embargo, ahora puedo afirmar que conocí la pasión de leer, la obsesiva dicha de irse por las páginas de un libro como hilo de media.

No me gusta venerar los libros, al menos no más que otras cosas. No me gusta valorarlos como si fueran entidades superiores o seres de una clase distinta. No me gustan, de hecho, los seres de una clase distinta. Entiendo que los libros, lo mismo que las piezas musicales y las obras de arte, son una especie de ser en transición entre una cosa y una persona, pero incluso a la gente prefiero no tener que rendirle ninguna pleitesía, y simplemente detesto ir a preguntarle a alguien ─sobre todo si es un libro─ si se puede uno divertir en su presencia. Jorge Luis Borges ─lector como pocos─ sugería “Si un libro te aburre, déjalo”. Así es: si no tienes ganas de leer, no leas. Confieso que mi autodidactismo me dicta lo mismo en cuanto a casi todo: si no tienes ganas de comer, no comas, y a final de cuentas, acota tu vida tanto como  quieras, igual que aquel hombre que decía: “A veces me siento y pienso. Y a veces nomás me siento”.

A mí, algunas de esas veces en que estoy nomás sentado, me dan ganas de leer. Y leo. Entonces, desde esa paz en que la lectura resulta algo todavía más quieto que simplemente estar sentado, todo mi derredor se transfigura en lo que me dicen las páginas.

Mucha gente asocia el autodidactismo con los libros. Les dices: “Soy autodidacta” y te dicen “Yo también, me encanta leer” o “Hice tres carreras pero lo que más me gusta lo aprendí leyendo”. Claro que se puede leer con actitud autodidacta, pero no son lo mismo: el autodidactismo tiene más que ver con aprender lo que amas: por ejemplo, resulta maravillosamente autodidacta darte cuenta de pronto de que lo que más te atrae de leer libros impresos es el ruido que hacen las páginas al pasarlas; o que no te gustan los libros electrónicos porque no tienen olor (como me hizo ver mi amiga María Teresa de Mucha); o que sí te gustan pero no para leer novelas, y mucho menos de suspenso, porque no puedes sentir su grosor ni saber si ya se acerca el tan inesperado final.

A mí me gustan los libros cuando me doy cuenta de que detrás de ellos hay alguien diciendo algo; y es que la verdad es que he elegido ser autodidacta porque lo que más me gusta de la vida es conversar (con las personas, con las cosas). Hay que entender que un texto no es sólo la transcripción del flujo del pensamiento de alguien, ni siquiera del flujo de su inconsciente o de sus emociones: en la escritura está también su cuerpo; más aún, está ahí toda la vivencia reunida hasta el momento de escribir. Por eso, al leer uno puede tener la clara sensación de estar con alguien.

Adquirir libros no es como acumular bienes sino como hacer amigos (perdón por el lugar común, pero es así). Una biblioteca es como un barrio. No hay nada más bullicioso que una biblioteca desordenada (como los amigos, que son todo menos ordenados: por eso el maestro Inchi Andrupanda Yanoandapata negaba que existieran círculos de amistades: la amistad nunca tiene un orden, decía). Una biblioteca bien ordenadita es como una escuela donde un maestro parsimonioso extrae los libros y los hace hablar uno a la vez. En cambio, entre amigos (o en un aula de clases que se les parezca) todos deberíamos hablar al mismo tiempo.

¡Los libros nunca están cerrados! Tal vez eso es lo que advertía la hermosa protagonista de los cuentos de La dama del lago que, en su locura, llenaba de libros el suelo alrededor de su cama, como si con ellos pudiera alejar alguna espectro: los libros eran guardianes siempre alerta.

Extrañar a un amigo es como tener perdido un libro en una biblioteca inmensa.  Por su parte, nuestros hermanos son ejemplares únicos, libros que no están en ninguna otra biblioteca más que en la nuestra.

Borges habla de un libro sin principio ni fin, un libro cuyas hojas son infinitas y se pierden en las manos como arena: una vez que extravías la página que estabas leyendo, no puedes volver a hallarla, por más que la busques. De esto se infieren muchas cosas: por ejemplo, que no tiene caso subrayar ningún fragmento que te guste: nunca volverás a encontrarlo.

Para mí, Dios es ese Libro de Arena que nunca se abre en la misma página. ¡Y claro que puedes anotar lo que diga, pero solo estarás perdiendo un tiempo precioso en el que podrías leer otra página igual de importante! De hecho, las frases de ese libro suelen colarse por nuestra memoria, e incluso confundirse con ella, como granos por nuestras manos, o mejor, como gotas de agua en el mar.

Con todo lo anterior, tengo de repente la clara impresión de que leer es la forma de meditación que caracteriza a esta parte del mundo que nos toca, a la que llamamos Occidente; Oriente elige otras formas, sin palabras, o mejor dicho, sin discurso. Sin embargo, hay varias cosas en las que ambos se parecen: para empezar, en lo que ─con imaginación bastante naive─ solemos creer que ocurre por dentro a quien lee o medita: así como este último, en su posición erguida y quieta, suele ser visto como alguien que ha quedado vacío y no alguien en profunda conmoción interna (que es lo que en realidad casi siempre está ocurriendo), así tampoco podemos percibir el torbellino que arrastra por dentro al que lee.

La particularidad de este tipo de meditación occidental es que es una forma de comunicación (de nuevo, leer es hacer amigos). En Occidente, meditar es llegar a nosotros mismos a través de otro y a otro a través de nosotros mismos. Mientras que en Oriente ─hasta donde he leído y me han contado ─ meditar es disolver la propia identidad en lo inefable, en occidente somos más de apapacho, de estar juntos.

Quién interrumpe a alguien que lee está interfiriendo en una conversación apasionante. Cuando intenta promover la lectura, Occidente está alentando esa conversación, sin embargo, no sé por qué la idea que se crea en la mayoría de la gente es que leer es una obligación, que es importante leer aunque sea sólo por el hecho de hacerlo, como una especie de superstición en la que someter los ojos al impacto de las letras es suficiente para que ese acto tenga sentido. Al menos desde que yo era chico, impera en el mundo una distorsión utilitarista, una confusión sobre la experiencia profundamente vivencial y de contacto humano que implica la lectura, y ésta se convierte en un acto mecánico, una acción rutinaria que puede fácilmente ser sustituida por cualquier otra (¿no es cierto que todos interrumpimos a alguien que lee, por cualquier banalidad?).

La obligación de leer se me figura un poco como lo que pasa con ese libro de arena borgiano ─a quien yo llamo Dios─, el cual podríamos consultar cada vez que quisiéramos, y al que en cambio acabamos teniendo terror y encerramos con llave en un armario oscuro. Esta alusión a lo religioso al hablar de los libros no parece estar fuera de lugar. Al re-ligar (volver a unir), una verdadera religión debería disolver fronteras, abrir espacios, ensancharnos, y no estrecharnos ni encerrarnos. Sin embargo, el rigor impuesto sobre la lectura desde la escuela y la educación autoritaria puede convertirse en un verdadero sucedáneo del terror eclesial, transformando a las bibliotecas en oscuras dictaduras teocráticas. ¿Consecuencia? Uno quisiera quemar los libros y festejar el triunfo del paganismo con música y cualquier otra cosa que no sea leer: disfrutar la calle, lo nuevo, el aire, el bullicio de verdaderos amigos…

Pregunta final: ¿Cómo hacer de un libro un verdadero amigo, de esos que puedes extraviar en medio de la fiesta, con la seguridad de que de nuevo lo vas a encontrar (a menos que le haya gustado a otro lector y se hayan ido juntos a su casa)? Y otras preguntas más, inevitables, dada esta última y sensual imagen: ¿por qué seremos tan celosos de nuestros libros, por qué nos costará tanta trabajo prestarlos y, una vez en nuestras manos, devolverlos a sus antiguos amantes?

Fuente de la información e imagen:  https://observatorio.tec.mx

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