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La escuela puede mejorar el papel ambiental del papel

Por: Carmelo Marcén 

El uso del papel en las escuelas es muy habitual. La llegada de nuevas tecnologías no ha supuesto una reducción real de su consumo, que en muchos momentos, es excesivo. Sería interesante reflexionar, a través de este matrial, sobre el medio ambiente.

Hubo quien afirmó hace unos años que la llegada de la informática a las escuelas iba a suponer una auténtica revolución en el uso del papel: menos fotocopias y cuadernos junto con la paulatina desaparición de los libros de texto tal como los conocíamos hasta entonces. Pero la experiencia nos ha demostrado que no ha sido así, hasta el punto de que en la entrada de todas escuelas habría que colgar un cartel que dijese: STOP a las fotocopias y al derroche de papel.

Sucede que, desde la educación infantil hasta la universidad –aunque ahora esta esté plagada de archivos en la nube-, las fotocopias son el medio más utilizado para animar o retener aprendizajes, al menos en los países ricos. Los costes ambientales que esta moda supone son enormes: papel virgen más o menos clorado procedente de bosques bien o mal gestionados, lixiviados más o menos controlados, emisiones más grandes o pequeñas, energía de todo tipo, transportes desde los centros de producción más bien largos, y más cosas como los residuos del tóner y similares. Además, los cuadernos que atiborran las mochilas se utilizan mal, quedan en blanco cientos de hojas. Por eso, el papel es un buen material para hablar de medioambiente y escuela, pues su uso tiene un elevado papel ambiental.

La secuencia puede comenzar con una actividad de motivación. Se invita a una reunión sobre medio ambiente al profesorado y al alumnado. Se constata si en esa escuela ya se recogen muchos o pocos papeles y cartones, si se llevan a los contenedores azules de la calle. Se insiste en que en que las buenas prácticas no se hagan porque sí, que sería más conveniente la elaboración de un “Proyecto de mejora en el uso del papel”, para que este siga siendo el protagonista de la acción escolar, pero sobre todo en la lucha participativa por proteger el medioambiente. El equipo promotor expone para el debate los objetivos que se podrían perseguir, más o menos en este orden: llamar la atención de la comunidad educativa sobre el alto coste ambiental y económico que supone el uso actual de papel, adoptar de forma progresiva unos hábitos de uso que generen reducción de los consumos y, cómo no, consolidar el respeto del medioambiente como una de las señas de identidad del centro. En fin, llamar la atención sobre la importancia de la participación personal en la tarea colectiva que implica la gestión ambiental del centro y de la vida.Propónganselo.

Notarán que se va configurando un plan de acción participado. Prevé momentos y personas que se comprometen a su ejecución en cada una de sus partes: diseño de la auditoría del papel para diagnosticar si es un problema ambiental en el centro, formulación clara de objetivos, elaboración colectiva del plan de acción, toma de decisiones y aplicación del plan, evaluación del desarrollo y los resultados, y comunicación (logros apreciables y tareas pendientes para estimular la continuidad de la participación). Alguien propondrá pasar un pequeño cuestionario (con respuestas sencillas del tipo: nunca, a veces, a menudo, siempre), al profesorado y al alumnado, sobre cuestiones varias: si utilizan las hojas de papel por las dos caras, si imprimen los documentos que solo van a leer una vez, si creen que el número de fotocopias que utilizan es el adecuado o sería conveniente reducirlo, si separan el papel de los restos de cosas que van a la “papelera” de clase, si el alumnado utiliza los cuadernos no terminados de un año para otro. Otra persona comentará que sería conveniente, más que nada para motivar a todos los que se mueven por el centro (profesorado, alumnado, personal de administración y servicios, Asociación de madres y padres, familias, etc.), elaborar un pequeño informe que detallase los consumos anuales de folios (sean o no para fotocopias), si se utiliza en el centro el papel reciclado y se dispone de un sistema de recogida del papel usado, para una posterior reutilización o para su reciclado. Esta tarea hay hacerla año tras año, pues una parte del profesorado cambia y al curso siguiente accede al centro alumnado nuevo. Verán cómo la gente ya se anima; se intercambian las primeras impresiones y se constata que no todos los presentes actúan de la misma forma.

El equipo de alumnos y profesores que habrá elaborado el diagnóstico previo presenta sus conclusiones. A partir de ellas, se detectan aspectos que se pueden mejorar: buenas prácticas de compra de papel, buenos hábitos para reducir el consumo y acciones para la reutilización/buena gestión del papel. La primera actuación referida a gestión ambiental, en este caso compras de papel, tendría unos claros objetivos: intentar una reducción significativa sin rebajar los niveles de calidad en la prestación; lograr que se utilicen siempre criterios razonables de uso y consumo, que se seleccione en cada caso el papel más adecuado; incrementar las compras de papel reciclado y reducir las del elaborado con pasta virgen, lo que llevaría a conseguir, a medio plazo, que el porcentaje de este papel fuese mínimo. También vendría bien realizar gestiones con las papelerías del barrio que surten al alumnado del centro para que dispongan de material escolar elaborado con papel reciclado, libre de cloro y amparado por los logos de buena gestión de los bosques (FSC, PEFC, etc.).

La segunda, limitación general del consumo, quedaría bien si lograra una reducción en torno al 5 % anual, margen de mejora posible en algunas escuelas. Sería conveniente que el Equipo Directivo estableciese una norma que limitase la realización de las fotocopias por una sola cara; adecuase el formato de las comunicaciones al profesorado, familias y alumnado al objetivo de reducción del papel y adoptase el sistema on line; diese a conocer a la comunidad educativa la existencia de este proyecto colectivo e invitase en la web del centro a sumarse a él para intervenir de una forma más respetuosa en el medio ambiente.

Para lograr lo anterior, habría que recomendar al profesorado unas cuantas acciones: adopción de hábitos para la reducción personal del papel, selección de los materiales que imprime, incentivación del ahorro entre el alumnado. Este también debería participar con: la reducción personal del papel (uso por las dos caras, tamaños adecuados al destino, etc.), impresión de los documentos que obtenga mediante recursos informáticos solamente en el caso de que su uso lo exija, reutilización de cuadernos de trabajo de un curso para otro.

La tercera se escribiría en letras grandes cuando toda la comunidad educativa llevase a cabo un uso responsable del papel, que, como tesoro educativo y social que es, se utilice sólo cuando sea estrictamente necesario, para que siempre guarde emociones o traiga recuerdos renovadores, para que nunca acabe arrugado y despreciado en las mal llamadas papeleras.

Finalmente, la acción cuarta que encamina a la correcta recogida del papel usado y la reutilización del que lo permita se consigue si: se dispone de contenedor azul específico, se coloca una caja en cada una de las estancias del centro para que se puedan depositar los papeles utilizados por una sola cara y darles un segundo uso, se consigue la implicación de toda la comunidad educativa en las buenas prácticas y en el vaciado de los recipientes de aula en los contenedores azules de la calle. En realidad, hemos estado hablando aquí de una ecoauditoría del papel en el centro educativo. Simplemente para recordar que la escuela tiene un imprescindible papel educativo en todo lo que tiene que ver con el medioambiente; por eso debe comunicar a la sociedad lo que hace y cómo lo lleva a cabo.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/ecoescuela-abierta/2019/04/05/la-escuela-puede-mejorar-el-papel-ambiental-del-papel/

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Con menos plástico también hay vida placentera; defendámoslo desde la escuela

Por: Carmelo Marcén Albero

El tiempo dirá el camino recorrido personal o socialmente, si nos hemos instalado en la “crisis de comodidad” a la que antes hemos aludido, si se ha avanzado más en la recogida o en la eliminación de nuestra dependencia de los plásticos.

Era por junio de 2015 cuando propuse al alumnado de secundaria un asunto que por entonces parecía de ciencia ficción: Es posible vivir en un mundo sin apenas plásticos. Para motivar los posicionamientos apelé a la ciencia, que siempre ayuda al reconocimiento de lo que uno dice. Les conté que la prestigiosa revista Science había publicado una investigación que estimaba que en 2010 se vertieron entre 4,8 y 12,7 millones de toneladas de basura plástica a los océanos de todo el mundo. Sin duda era una cantidad enorme –difícilmente imaginable para quienes pocas veces medimos o pesamos las cosas- pero que taparía con una altura de varios metros el césped de un campo de fútbol; eso sí que tenemos idea de lo que abarca. Tal cantidad, aunque enorme, representaba una pequeña parte de los 275 millones de toneladas que aquel año se generaron solo en los países que tienen costa. También decía el artículo que la producción mundial de plástico se había incrementado un 500% desde 1980.

Como no quería que cundiese ni la indiferencia ni la impotencia, les propuse imaginar cómo vivían sus abuelos hace 60 años. Entonces el tema dejó de ser tan ajeno, más todavía cuando empezamos a enumerar los objetos plastificados que nosotros utilizamos cada día y no tendrían entonces. En torno a lo visto o leído en lugares diversos, organizamos un debate sosegado para preguntarnos si vivir en el plastificado mundo actual era bueno o malo, si podía seguir ese ritmo de plastificación. Hubo intervenciones de todo tipo, la mayor parte para justificar la imposibilidad de resolver las cuestiones cotidianas –desde que nos levantamos hasta la hora de ir a dormir- sin el plástico; algunos alumnos no veían ninguna desventaja en el hecho, o no encontraban justificaciones rápidas para dejar de usarlo. La clase ya estaba inicialmente plastificada pero distintos avatares obligaron a dejar el tema, como pasa muchas veces en la escuela donde lo normativo impone su ritmo y aparta los asuntos que procura la vida.

Pasado un tiempo, cuando a comienzo de curso seleccionábamos en el departamento los temas de interés de la programación, alguien sugirió hablar sobre los plásticos; parecía que el asunto preocupaba y además encajaba con el desarrollo curricular. Las noticias televisivas de aquellos días informaban sobre las grandes islas plastificadas que se habían formado en el océano; el sabelotodo Google las encuentra enseguida y las muestra en todo su esplendor.

Además, conocimos por entonces que el 3 de julio era el Plastic Bag Free Wolrd, señalado por la ONU para recordar la necesidad de librarnos de las bolsas de plástico; también que los europeos consumíamos más de 200 bolsas de media al año de las de usar y tirar. El hilo social del polímero plástico siguió y llegó a ser proyecto de trabajo para todos grupos de 3º de secundaria.

Existía, más o menos, un consenso de que el asunto era importante como para sentir que todos debíamos implicarnos en la búsqueda de alternativas. Como primera actividad, se organizó un debate en clase que no se limitaba a hablar de las bolsas de un solo uso, cuya eliminación ya llevaban entre manos los comercios y tiendas; en unas ya las cobraban y en otras daban de papel, sino sobre los objetos de plástico. Se apuntaron en la pizarra las ventajas e inconvenientes que el alumnado encontró. Después, se propuso que cada cual pusiese encima de la mesa su mochila y todos los materiales que guardaba que estuviesen fabricados totalmente o con algo de plástico; el muestrario fue de lo más variado. Resultó muy ilustrativo para repensar la consecución de un mundo con o sin plásticos, de un solo uso o de varios. Argumentos que nos permitieron diferenciar entre recogida de los plásticos para ser reciclados y disminución paulatina de su uso. Se comentó en clase que Greenpeace avisa de que aunque algunas grandes marcas como Coca-Cola, Danone, Mars, Pepsi y Unilever, entre otras, han mostrado su buena disposición para reducir los plásticos, están pensando más en el reciclaje -que siempre conlleva algunas dificultades en su tránsito en España en donde solo se recicla según la misma ONG una tercera parte de lo que va a los contenedores amarillos- que en su sustitución o progresiva eliminación de nuestras vidas. Por eso, redactó el informe “Crisis de comodidad”, del cual animamos a leer algunos párrafos y comentarlos en sus clases.

A continuación se propusieron varias líneas de investigación; se aportaron datos y acciones sumamente interesantes, de esas que animan a pensar que algo se mueve en el mundo e invitan a seguir el camino. Supimos que 250 grandes empresas se habían unido a la iniciativa de la ONU para reciclar todo el plástico en 2050, en un proyecto que habían bautizado como New Plastics Economy Global Commitment (Compromiso Global por la Nueva Economía de los Plásticos); que las bolsas de un solo uso iban a desaparecer en la UE en enero de 2020, en algunos países ya lo habían hecho; que la mayoría de las grandes cadenas de distribución estaban preparadas para cambiarlas por otros sistemas de almacenaje. Como tras un trabajo pedagógico siempre se busca la aplicación, se les mostraron sugerencias para empezar a salir de la era del plástico, como #yousomibolsa, que nos anima a la participación activa; otra llamada “Labolsadepapel”, impulsada por los fabricantes del gremio para convencer a empresas y consumidores, pero que nos interesa conocer.

Pareció que se había generado un sentido crítico a la hora de abordar los usos del plástico –enfrentar lo que nos aporta con los desastres que genera su uso- y una manifestación de la intención personal de usar el mínimo posible. De hecho, a propuesta de uno de los grupos, se adhirieron un par de hojas grandes en el pasillo de secundaria. En ellas se invitaba a que quien circulase por allí escribiese en una las ventajas y por qué, y en la otra los inconvenientes y sus razones. Queda pendiente el trabajo de análisis de todo lo realizado. Una vez más, el inconveniente curricular que nos acosa nos impidió hablar sobre otros plásticos que nos acompañan: menaje de usar y tirar, vasos incluidos; los usados en la sobreprotección alimentaria, los que portan los animales que nos alimentan o no, etc.

El tiempo dirá el camino recorrido personal o socialmente, si nos hemos instalado en la “crisis de comodidad” a la que antes hemos aludido, si se ha avanzado más en la recogida o en la eliminación de nuestra dependencia de los plásticos, si ya hemos comenzado la andadura hacia el fin del plástico superfluo. Por último, y el reto va dirigido especialmente al profesorado: ¿Qué van a hacer en su centro para plantear la batalla al plástico? Pero de verdad. Pónganle plazos a cada acción y ¡suerte!

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/ecoescuela-abierta/2019/03/22/con-menos-plastico-tambien-hay-vida-placentera-defendamoslo-desde-la-escuela/

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La naturaleza a la escuela o viceversa; pero algo habrá que hacer

Por: Carmelo Marcén

La educación reglada debe ser en buena parte un contexto de naturaleza en donde se representen pasajes de vida real.

Cada vez son más los niños y niñas que viven todo el año en un entorno totalmente urbano, tanto que el contacto con la naturaleza se está reduciendo al mínimo. La ven un poco en parques y jardines, domesticada, o por la televisión; a veces tienen la suerte de que en su escuela se la muestren. La naturaleza vivida es biodiversidad múltiple, diferente según dónde y cómo, lugar donde aprenden muchas cosas que ayudan a crecer personalmente, rica en afectos si se sabe sentir, y también escenario con alguna incógnita. Por eso, la educación reglada debe ser en buena parte un contexto de naturaleza en donde se representen pasajes de vida real.

No pretendemos crear escuelas al estilo del Emilio de Rousseau ni atiborrar cada día a los estudiantes con capítulos de National Geographic –por cierto, no dejen de ver Planeta Tierra y Planeta azul con David Attenborough en la BBC– pero, al menos, sugerimos que la naturaleza tome presencia activa en la escuela o, mejor, que la escuela salga de vez en cuando a la naturaleza. Lo tiene más fácil el alumnado del medio rural pero, incluso, este ha sucumbido al influjo de las pantallas electrónicas y es raro que salga de su clase al campo a observar, hacerse preguntas, sentir el influjo del viento y los colores, escuchar los sonidos de los pájaros o, simplemente, dejarse llevar por el conjunto y sentir emociones.

Estar en contacto con la naturaleza es obligado en un sistema escolar que tiene –desde los primeros cursos de primaria hasta secundaria– una materia que se llama Ciencias de la naturaleza o Biología. Hay que salir a buscarla para que lo abstracto aprendido se vuelva concreto vivido. Quizás una buena parte del profesorado “teme” salir del aula por los problemas de logística que se crean, por las responsabilidades que lleva consigo. Convendría buscar la forma de limitar estos inconvenientes y adentrarse en el mundo vivo y desconocido. Se puede empezar a experimentar visitando un enclave próximo al centro, un parque serviría, para encontrar el aliciente emocional, para escuchar a la vida y obrar en consecuencia; así evitaríamos que nos suceda como a Víctor Hugo, a quien embargó la tristeza por la pérdida de interrelación entre personas y naturaleza. A la vez, lograríamos admirar la belleza del verde que da paso a la hermosura, como le sucedió a Calderón de la Barca.

En tiempos se practicaba la educación al aire libre, se conectaba a menudo con la biodiversidad, pero se desvanecieron una parte de aquellos vínculos tradicionales. Seguro que entonces se estaba más a salvo de lo que Richard Louv –autor entre otros de libros como El último niño en el bosque o El principio de la naturaleza– llama “el trastorno por déficit de naturaleza”, la pérdida de comunicación de los urbanitas con ella, con el conjunto de seres vivos. Lo contrario ayudaría a fomentar la creatividad y la salud, a pasar de la toma de conciencia a la acción personal y colectiva. Habrá que escuchar con atención lo que dice Heike Freire. Defiende acercar a los niños al medio natural –fomentar el razonamiento y la capacidad de observación– para mejorar el desarrollo cognitivo y disminuir los impactos por estrés, además de desarrollar otras habilidades como la sociabilidad. Asegura que este contacto necesita un enfoque más ecológico por parte de las escuelas, rediseñando los patios escolares para que sean lugares verdes, así como transmitir en las clases respeto y compromiso por el planeta. De todo ello habla en http://educarenverde.blogspot.com/, y en el libro que, con el título Educación en verde, editó Graò. Practicar el descubrimiento guiado al principio para no perderse detalles poco visibles dará paso a la búsqueda particular de referentes que ayuden a asumir acciones, a implicarse más en el cuidado del entorno. En cierta manera, por caminos similares transita la educación en el desarrollo sostenible (EDS) algo urgente si queremos hacer la necesaria transición ecológica y social. ¡Hay que educar en verde! Ya hay movimientos de este estilo en marcha en varios países. Dense una vuelta por Children & Nature para conocer más detalles de esta apuesta educativa.

Atentos a la nueva serie Nuestro planeta que Netflix estrenará el 5 de abril de la mano de David Attenborough, a quien en este artículo queremos hacer un reconocimiento especial por sus 50 años de dedicación a la divulgación de la educación –observación y acción formativa y positiva– en el medio natural; con su imágenes pasamos horas y horas viendo crecer a plantas y animales, a seres de otros reinos. Su palabra y su forma de contar las cosas seguro que atraen a jóvenes y adultos.

En este asunto, madres y padres tienen mucho que decir. Practicar las relaciones con el mundo natural, aunque sea en el fin de semana, es más educativo y vivencial que pasar la tarde en un gran centro comercial. Mejor todavía si varias familias se unen y transitan por recorridos o enclaves naturales que cuentan con proyectos pedagógicos, tipo espacios protegidos, que tanto han proliferado en la mayor parte de los territorios y países. Esas vivencias permiten la interconexión con mundos nuevos a la vez que se aprende –de forma lúdica, emocional y compartida– la asignatura vital que es el mundo silvestre. Si no pueden salir, vean en familia las películas que aquí recomendamos, comenten lo que sienten y disfruten descubriendo los tesoros que encierra el medio natural. Al final, de lo que se trata es de compartir pensamientos, de experimentar recorridos hacia una conciencia ecológica; quizás esta llegue a convertirse en una forma personal de ser y estar en el mundo.

Fuente e imagen: http://eldiariodelaeducacion.com/ecoescuela-abierta/2019/03/01/la-naturaleza-a-la-escuela-o-viceversa-pero-algo-habra-que-hacer/

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Climatizar la escuela para atemperar la incertidumbre

Olviden las lecciones tradicionales que presenta el clima en forma de lección aprendida, como algo estático. Potencien la dimensión interactiva entre sociedad y territorio.

No, no vamos a hablar de instalar aparatos de calefacción y aire acondicionado en todas las estancias de las escuelas para aumentar la confortabilidad según los deseos de los diferentes usuarios, pues la medida supondría un gasto energético desmesurado, ilógico en estos momentos e inasumible en los exiguos presupuestos escolares. Eso no es deseable en un mundo que lucha contra un cambio climático ya comprobado, acelerado por efecto de la emisión antrópica del carbono y otras partículas al aire. Pero aun así merecería hablar de estos temas de vez en cuando.

Las puertas de la escuela siempre deben estar abiertas a recoger opiniones y percepciones de los escolares, aunque sean controvertidas, y tratarlas de forma dialogada, para aventurar lo que supone cada deseo de las personas en la aldea global en la que vivimos. En esta ocasión, se trata de algo menos continuado, por eso escasamente perdurable en la preocupación curricular, pero suponemos que más importante: escuchar y entender desde las aulas el clima y sus vaivenes locales o globales, a la vez que prepararnos y comprometernos para aprehenderlo mejor y así actuar todos los días. Si se logra este propósito, se ayudará a limitar las incertidumbres meteorológicas, que las habrá siempre, de distinta intensidad y afectando a más o menos gente; esta última idea debe quedar clara entre los escolares pues la experimentarán en la vida adulta. Porque, no lo olvidemos, el clima ya no es lo que era: lo manifiestan de forma subjetiva los más mayores, lo corroboran de forma objetiva los científicos.

Los recientes episodios meteorológicos ocurridos en España, también en Francia, como sucede cada mes en casi todos los países del mundo, han tenido graves repercusiones en el medio natural y en la vida de muchas personas, tanto que han sido objeto de una enorme atención mediática. Pregunten en su clase cómo el alumnado ha percibido estos episodios, quizás ni siquiera se hayan enterado. Avancen con los escolares las causas y consecuencias que han tenido, intenten situar las localidades o regiones afectadas en el mapa y buscar alguna relación entre las pulsiones de la naturaleza y el bienestar y las necesidades de las poblaciones. Pídanles que cuenten alguno que hayan sentido muy cercano. Háganles ver que fenómenos como estos no son exclusivos de España; en América saben mucho del asunto. El año pasado, cientos de personas se vieron afectadas en Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Perú, Colombia y Ecuador. ¡Qué nos dirían los chicos y chicas de Bangla Desh de las veces que las aguas los dejan sin escuela! Seguro que en nuestros colegios e institutos se está al tanto de los efectos de ciclones y tornados en América del Norte, este año y todos los años; suelen tener un amplio despegue mediático. Vistas las cosas que suceden, convendría abrir los intereses de la escuela y abordar el clima a partir de hechos o situaciones similares. Lleven a clase noticias sobre sus efectos y hablen de ello. Tiempo y clima es mucho más de lo que traen las clásicas lecciones de los libros de texto, empeñadas en que el alumnado aprenda las zonas climáticas y las caracterice.

En esos días de tormentas e inundaciones ha quedado manifiesta la incertidumbre de las condiciones meteorológicas –en particular las precipitaciones habidas en cortos periodos de tiempo–, que son las que con su recurrencia configuran las características climáticas. Suponemos que algunos centros educativos habrán comentado estos episodios en clase, que habrán visitado la página de Aemet (Agencia española de meteorología) y otras para informarse de las previsiones meteorológicas. Este trabajo prospectivo cabe hacerlo mirando solo en el ámbito de la naturaleza dinámica –masas de aire con mucha agua que se ponen en contacto súbito con otras con temperaturas muy bajas y provocan precipitaciones extraordinarias– o resaltando la influencia de estos episodios en localidades y personas –a veces con resultados dramáticos–. En cualquier caso, no hay que olvidar el trabajo reflexivo sobre los asuntos que son claves para la vida y el comportamiento social: ¿pueden las personas dominar la naturaleza?, y una segunda de ideología colectiva, ¿hacen bien en comportarse como si les perteneciese? Porque al final hay que comprender si la naturaleza está sujeta a restricciones o simplemente hace uso de su libertad, que una vez y otra quiere recuperar aunque se le pongan barreras. Si todavía no se han trabajado estas perspectivas en clase cabe hacerlo en forma de debates o simulaciones en las que afloren percepciones, ideas y compromisos.

Olviden las lecciones tradicionales que presenta el clima en forma de lección aprendida, como algo estático. Potencien la dimensión interactiva entre sociedad y territorio, aborden especialmente las ventajas e inconvenientes de vivir cerca de masas de agua, de taponar y hormigonar los cauces; quizás tengan alguno cerca. Estudien casos concretos con dimensiones diversas, en cualquier curso. Hablen con los escolares del principio de prevención y de la precaución como estrategia de vida; coméntenles la necesidad de los protocolos ambientales, pues estos episodios se repetirán. Al profesorado tampoco le iría mal reflexionar sobre lo que piensa, siente, enseña y practica personalmente sobre estas cuestiones. Y no culpen al agua, véanla mejor como Mario Benedetti en su poema Agua.

La del grifo/ la mineral/ la tónica
la del río/ la dulce/ la salada
la del arroyo/ la del mar/ la regia
la de las cataratas/ la del pozo.
La de la lluvia/ la del aguanieve
la de las fuentes o la del rocío
la del océano/ la del aljibe
la del diluvio o la de la cascada.
Toda el agua del mundo es una abuela
que nos cuenta naufragio y regatas
que nos moja la sed y da permiso
para seguir viviendo otro semestre.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/ecoescuela-abierta/2018/10/26/climatizar-la-escuela-para-atemperar-la-incertidumbre/

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Medioambiente y escuela solo se entienden hoy en clave de sostenibilidad

Por: Carmelo Marcén

Las palabras que expresan ideas grandiosas deben manejarse con cuidado y respeto; de otra forma se deprecian para siempre. Una palabra como medioambiente puede acumular significados, por su simple concepto o por el uso; esconder en sí misma múltiples relaciones. En más, si muchas personas la pronuncian con la misma intención y tono, si se cultiva con amor y destreza, llega a provocar emociones, deseos y argumentos de vida a quienes la usan o la combinan acertadamente con otras similares; quienes en ella creen no dudan en expandirla entre los que les rodean e incluso más allá, porque el futuro les preocupa. Así ha pasado en las ocasiones en las que la escuela ha dejado que entrase en ella; hecho que afortunadamente sucede más en las últimas décadas. De esa forma, mientras disfrutaba de acogimiento en las aulas, y casi sin que nadie se diese cuenta, se ha encontrado con otra palabra grandiosa: que expresa una idea nueva, reciente aunque vieja en sus argumentos, inabarcable para algunas personas y docentes y fundamento de vida para cada vez más gente; esa idea creciente afortunadamente es sostenibilidad.

Por su modernidad, y por el incorrecto uso que de ella se hace, se ve sujeta a interpretaciones difusas; va de un lado a otro del lenguaje político y ciudadano sin quedarse en convicciones concretas, quizás es complicada de entender bein. ¡Ojalá encuentre su acomodo en la escuela; allí convertirá a esta institución en espacio ambiental y socialmente posible. Al mismo tiempo, la animará a enseñar el medioambiente –el profesorado se verá interpelado- y lo hará en clave de inquieta búsqueda de espacios y tiempos acordes con el maremágnum que se nos viene encima a diario. Ese complejo caos que provocan las incertezas –cambio climático y fenómenos asociados, migraciones, salud ligada a contaminación, desigualdades de generación territorial, etc.- lo sufrirán o disfrutarán dentro de unos años los chicos y chicas que ahora conviven en las aulas de la enseñanza obligatoria.

Para llamar a la sostenibilidad escolar nos hemos decidido a escribir Medioambiente y escuela para la editorial Octaedro. Es un librito de poco más de 100 páginas, lleno de preguntas y con algunas respuestas; unas y otras siempre abiertas y formuladas más en clave de estrategias metodológicas secuenciadas que de recetas de efectos seguros. En sus páginas se reflexiona sobre la existencia o no de una serie de saberes ambientales que tengan carácter universal porque, claro, la escuela necesita enseñar algo para que el alumnado aprenda. Pero esos saberes son complejos, cambian con el tiempo como lo hace cada sociedad.

Ahora mismo, la escuela puede ser un laboratorio de participación en torno a lo que es la vida, a cómo las sociedades han llegado a ser ecosociales, a debatir de qué forma se puede mitigar las complejas problemáticas ambientales o compartir si simplemente nos queda adaptarnos a ellas. Para lograrlo, debe llevar a cabo una revisión crítica de sus currículos, una buena parte de ellos obsoletos y marcadamente epistemológicos. Además, la escuela debe ser en sí misma sostenible, como institución formada por personas que se relacionan con distintos intereses: la gestión de los recursos, la generación de residuos, el uso de la energía, los planes de movilidad que aconseje al alumnado y al profesorado, etc. En el libro hay pistas para esa doble intención.

Han pasado más de 40 años desde que las cuestiones de la naturaleza llamaron a las puertas de las escuelas; se puede decir que entraron en ellas. Alguien opina que el camino ha sido largo y el recorrido demasiado corto. Es por eso que en el libro se habla brevemente del pasado ambiental escolar pero sobre todo se centra en mirar de forma crítica el presente e imaginar el futuro de un momento ecosocial extremadamente complejo: viejas problemáticas ambientales que se intensifican, sin duda ayudadas por otras nuevas que emergen con una rapidez que no nos da tiempo ni a entenderlas. La interacción de ambas nos reduce certezas y nos sume en continuas incertidumbres; de ambas debe hablar el alumnado con fundamento razonado, para resolver cómo y dónde participa en mitigar los efectos o adaptar su vida a la nueva dinámica ambiental.

El camino de adaptación se recorre con el alumnado de forma pausada, aunque haya que actuar con rapidez en algunos casos. En el libro se habla de cómo se ayudan o interfieren el conocimiento cotidiano de los sucesos o tendencias ambientales con el conocimiento escolar, demasiado estático y escasamente crítico en sus planteamientos; de lo que se trata realmente es de rescatar la posible trascendencia de la escuela en la mejora o el deterioro del escenario ambiental y social, y de sus múltiples expresiones.

El librito no se olvida de proponer pequeñas prácticas educativas en torno a un blog escolar sobre medioambiente, al cambio climático, a la ecoauditoría energética, al ciclo de vida de los productos y la gestión de residuos generados, a proponer visitar virtuales a espacios naturales o singulares, a analizar la incidencia de la contaminación en la salud urbana, a la relación entre migraciones masivas y percepción del medioambiente global que tiene su expresión en la ciudadanía sin fronteras, a la irrupción de plásticos en nuestras vidas y su incidencia en la calidad de los entornos naturales y la salud; entre otras propuestas. Para ello aporta estrategias metodológicas diversas, en las que prima la participación, el debate y la búsqueda de soluciones compartidas; que es una buena forma de adquirir/construir compromisos.

Quienes utilicen el libro para inspirar su quehacer pedagógico, nunca olviden que, al margen de un buen o mal material sobre la sostenibilidad, cuentan los liderazgos y en la escuela el profesorado tiene mucho que decir y, sobretodo, hacer. Y siempre tengan presente que cuando se crea disponer de todas las respuestas a las problemáticas socioambientales, después de un trabajo bien hecho, seguro que aparecerán nuevas preguntas; eso es el diálogo vivo entre medioambiente y escuela: (en)clave de sostenibilidad.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/ecoescuela-abierta/2019/02/01/medioambiente-y-escuela-solo-se-entienden-hoy-en-clave-de-sostenibilidad/

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Mapas multimuldiales para soñar desde la escuela hacia el futuro

Por: Carmelo Marcén 

Los mapas siempre representan espacios vivos, multiformes y cambiantes, más o menos aislados o interactivos, posibles o no, para fantasear sobre el futuro global, tan necesario también para el profesorado, demasiado sujeto a los viejos mapas.

Los mapas tienen actualmente una existencia ambigua en la escuela; se ven bastante pero sitúan poco. Sin embargo, mapa es una palabra inequívoca; señala algo importante plasmado en una superficie de apoyo. Es algo universal, casi nadie podrá decir que no ha utilizado varios en su vida. La palabra que los marca viene del latín y designaba, más o menos, un pañuelo sobre el que se podía dibujar un plano. Seguro que en la escuela se sabe que los intentos de entender el mundo y de aprehenderlo mediante símbolos vienen de antiguo: los babilonios hace casi 4.000 años y los griegos posteriormente se ocuparon de plasmar en una lámina el mundo conocido. Sin embargo, sus dibujos tenían demasiada imaginación para lo que se lleva hoy; apenas utilizaban medidas cartográficas.

En cierta manera, todos los mapas, hasta los más científicos que podamos ver hoy, implican cierto grado de invención. Líneas y colores sirven a sus autores para dar forma a resúmenes y localizaciones del espacio; a los demás nos guían para encontrar lo buscado o descubrir lo recóndito, o simplemente nos dejan viajar con la imaginación. Por eso, la escuela -escenario de aventuras formativas en un mundo global- debe asignarles un protagonismo diario, ahora que Google Maps u otros sistemas cartográficos nos lo ponen más fácil.

Cuente al alumnado de su clase que la historia de los mapas nos dice que el griego Tolomeo fue su precursor en occidente. Sin embargo, sus anotaciones llevaban implícitos errores y así siguieron hasta que los delineantes renacentistas y las exploraciones marítimas –con el soporte de la brújula– ayudaron a reconocer un mundo que cada vez se hacía más grande. En realidad, los dibujos en plano son una manera de relatar o inventarse historias como aquella que nació cuando un sacerdote alemán llamado Martin Waldesemüller colocó en 1507 la palabra América por primera vez en una representación y así se quedó para siempre para designar a un continente que en realidad son dos pegados hace más de diez millones de años. Pero llegó Mercator hace unos 550 años y se empeñó en montar globos terráqueos; nacieron los planisferios, que siempre distorsionan el espacio pues es difícil poner en plano lo que contiene una superficie esférica. Será por eso que los mapas que todos hemos utilizado sobredimensionan el hemisferio norte –sorprende lo enorme que aparece Groenlandia– y reducen la superficie del sur; son una apariencia de la forma geoide de la Tierra y colocan casi siempre a Europa en el centro del mapa (sic).

Con el tiempo, llegó Internet y todo cambió: las dimensiones, la escala, el espacio, los símbolos, etc.; con los variados buscadores cartográficos aumentó la posibilidad de volar, conocer el mundo sin moverse de casa y fantasear sobre el futuro con variables distintas a la estrictamente geográfica. Solamente es necesario darse un paseo por los mapas de National Geographic, World Resources Institute (WRI) y su Aqueduct Global Flood Analyzer, los del IDMC (Internal Displacement Monitoring Centre, o el  Atlas of the Real World: Mapping the Way We Live, que utiliza como criterio de representación la población total por países.

Además de estos podemos utilizar mapas que hablan de espacios vivos: los desafíos norte-sur y la pobreza, los países más afectados por el cambio climático, las rutas migratorias y los desplazados en el mundo –ACNUR los proporciona en su informes anuales–, la distribución de la población mundial, las servidumbres económicas, la población anciana en el mundo y otros muchos escenarios que nos ayudan a pronosticar el futuro desde una perspectiva multimensional, social y ambiental en interacción. Hace unos meses nos impactó uno que vimos publicado en el último informe de la ONU sobre previsiones demográficas, The World Population Prospects: The 2017 Revision; es tan peculiar que si queremos nos lleva hasta 2090.

El continente negro, en conjunto, será el que más crezca, pues la alta tasa de fertilidad se mantendrá varias décadas. Sus proyecciones demográficas no son muy diferentes a las que avanza el Banco de España sobre las presiones migratorias para Europa en 2050. De ellas se deduce que si combinamos la población anciana de aquí –con incógnitas sobre sus pensiones y el sistema de salud– con las migraciones de allá –cada vez más numerosas y según se ve más necesarias para reponer nichos de actividad– no resulta atrevido pensar que las sociedades europeas van a cambiar mucho, que podemos aventurar un continente euroafricano. ¿Qué decir del mapa de futuro entre norte y Suramérica? Podríamos consultar con el alumnado “Worldometers”, el contador de la población mundial, y organizar algún debate sobre las futuras relaciones entre sociedades y el medio ambiente. ¿Quién se atreve a decir que de esto no hay que hablar en la escuela?

Durante el mes de enero de 2018 estuvo abierta en la Biblioteca Nacional de Madrid la magnífica exposición “Cartografías de lo desconocido”. Su comisario, Juan Pimentel, afirmaba que los mapas son artefactos cargados de poder pues todos tienen una intencionalidad, ocultan o descubren tesoros. Las imágenes, que conectan con la geografía de las emociones, deben incentivar la imaginación. Una simple analogía con lo ya conocido nos hace ver que son necesarias políticas globales que preparen el futuro, que se basará en la convivencia y en los intercambios entre demografía y bienestar (no desarrollo), sin olvidar que ambas tienen dimensión universal; de otra forma el mundo resultante no cabrá en un mapa. Quizás, la verdad sobre el futuro, o los sitios de verdad, no están marcados en ningún mapa, como nos parece que se deducía de Moby Dick, aquel cuento o historia de Herman Melville, allá por la mitad del siglo XIX.

Esas idealizaciones que suponen los mapas siempre representan espacios vivos, multiformes y cambiantes, más o menos aislados o interactivos, posibles o no pero siempre ilustrativos de las variables que influyen en el mundo interconectado, marcadamente social y relacionado con el medio ambiente; la forma de ver los mapas tiene consecuencias sociales políticas, de pasado mañana para quienes ahora pueblan nuestras aulas. Un buen tema para empezar a abrir la escuela al mundo con los más pequeños –invítenles a que tracen lazos con líneas y colores, con mensajes diversos, entre las escuelas de España y América, que imaginen que van y vienen de un lado a otro–, para las clases de Geografía aplicada en Secundaria y Bachillerato; también para la materia de Ciencias de la Tierra y del Medio. Pero sobre todo, para fantasear sobre el futuro global, tan necesario también para el profesorado, demasiado sujeto a los viejos mapas.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/ecoescuela-abierta/2018/11/30/mapas-multimuldiales-para-sonar-desde-la-escuela-hacia-el-futuro/

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Salvar la Amazonía debería ser un empeño de todas las escuelas del mundo

Por: Carmelo Marcén

¿Podría Amazon, ya que le ha copiado el nombre al gran río y a su cuenca, destinar un centimillo de euro por cada uno de los transportes que hace diariamente a salvar la Amazonía?

Hay muchos mitos sobre las Amazonas, aquellas mujeres que reinaban en las tierras mediterráneas en tiempo de los griegos y tenían un carácter guerrero muy fuerte que demostraron ante Heracles y Aquiles. Se cuenta que Francisco de Orellana, el conquistador español que se empeñó hacia 1541 en seguir la corriente de un gran río cuyo tamaño lo dejó impresionado, dio a ese el nombre de Amazonas, por creer que un ejército femenino lo había atacado con flechas desde la orilla. Aquel gran río sigue siendo un mito: pasa por ser el más largo del mundo y alberga en su sistema hídrico más agua que los otros tres grandes ríos del mundo juntos: Nilo,  Yangtsé y el Misisipi. Atraviesa Perú, Colombia y Brasil, como todos sabemos, pero quizás desconozcamos que su cuenca hidrográfica (con sus fuentes Marañón y Ucayali) guarda la quinta parte del caudal fluvial de planeta; algo que si los dioses griegos hubiesen conocido seguro que lo hubieran cobijado en su prolija teología. Así, mitológico, lo vería Pablo Neruda que le dedicó un poema en el que lo llamaba capital de las sílabas del agua, padre patriarca y eternidad eterna de las fecundaciones y decía de él que ni la luna lo puede vigilar ni medir. Recitémoslo en la escuela y desentrañemos los caudales del poema.

Pero nombrar Amazonas no es decir agua, es hablar de la Amazonía que comprende territorios de 9 países sudamericanos –unos 6,7 millones de km2, casi 12 veces la península Ibérica– y se identifica con la selva tropical por excelencia. Además de ser el hogar de casi el 10% de la biodiversidad conocida, entre otras unas 40.000 especies de plantas y 2.500 de peces fluviales, también de singulares invertebrados; seguro que guarda muchas especies desconocidas. Por otra parte, captura cientos de miles de millones de toneladas de óxido de carbono y libera parte de sus equivalentes de oxígeno. Es el gran pulmón del aire, de la vida global; la evapotranspiración de sus plantas es fundamental para la dinámica climática de todo el planeta. Es la casa de más de 30 millones de personas, además del refugio de más de 300 grupos indígenas –entre ellos los Yanomami y los Kayapó, nombrados en varios documentales por su oposición a las tropelías de los nuevos colonizadores de la selva–.

A pesar de toda esta riqueza visible o no, los científicos aseguran que la Amazonía –la magnífica reserva de la biosfera– está en peligro. Interesaría plantear en la escuela un debate sobre a quién pertenece la Amazonía: a los gobiernos de los países que engloba, a los habitantes indígenas que viven dentro de ella o, por los beneficios que reporta, a todo el mundo, se podría decir que es un patrimonio global: por eso la Unesco la habrá nombrado Patrimonio Natural de la Humanidad. Esta figura de protección plantea una serie de beneficios pero a la vez conllevaría otros tantos compromisos o más para conservarla. Los periódicos de la zona se lo preguntan a menudo; para comprobarlo solamente hace falta realizar una búsqueda en internet. Si lo dejamos en manos de aquellos países, pueden hacer con ella lo que quieran; incluso talarla del todo, lo cual deja a la intemperie a sus habitantes y maltrechos a los pueblos indígenas. Nosotros lo notaremos enseguida: el clima y nuestras vidas cambiarán mucho. Si pensamos que es propiedad colectiva habremos de implicarnos en su protección. ¿Cómo podemos hacerlo desde la escuela?

En primer lugar hay que viajar allí vía internet. Enseguida encontraremos noticias del empeño de Greenpeace, que avisa que absorbe unas 1.000 millones de toneladas de CO2, la mitad que en 1990. Normal, la ONG asegura que desde 1970 se ha perdido una superficie mayor que la de España debido a las talas de árboles; para comprobarlo solamente es necesario buscar en las fotos de la NASA en las que compara varios años. Si queremos conocerla mejor abramos la puerta de National Geographic, que le dedica una amplia información

Ya hay por ahí centros escolares que han puesto en marcha iniciativas como “Salvar la Amazonía” o “Visión Amazonía” -implicada en la protección de la selva colombiana porque saben qué va detrás de la masiva deforestación-. El debate escolar debe continuar: es importante hablar en la escuela de lo que está lejos o cerca, debemos ocuparnos de qué y cómo mueve el mundo natural y social, etc. La escuela es el escenario adecuado para desarrollar el pensamiento crítico sobre qué es la vida. Quizás valdría para la reflexión el visionado de los capítulos de la serie La Amazonía: última llamada o la reciente Sob a pata do boi (Bajo la pata del buey. Cómo la Amazonia se convierte en pasto). Algunas personas de América del Sur están muy preocupadas por las posibles políticas de los nuevos dirigentes de Brasil, por ejemplo.

Desde aquí se nos ocurre lanzar una propuesta sencilla. ¿Podría Amazon, ya que le ha copiado el nombre al gran río y a su cuenca, destinar un centimillo de euro por cada uno de los transportes que hace diariamente a salvar la Amazonía? Según nuestros cálculos solo con los envíos de Amazon Prime en 2017, unos 5000 millones, serían 50 millones de euros al año. Hemos propuesto por cada producto, no por los millonazos de dólares que se cobran por los envíos; y además, falta el 37 % de recados de la compañía que no figuran en este servicio. ¿Se imaginan que fuese el 0,07 % de cada valor? En cierta manera resarciría un poco los enormes peajes ambientales que generan sus pedidos viajando de lado a lado por todo del mundo. Esta idea es la sugerencia de una alumna de 4 º de ESO, toda su clase la suscribió. ¡Qué lástima que el señor Jeffrey Preston Bezos no lea este blog! Por si alguna escuela se anima le podría enviar una carta cortésmente redactada diciéndole que considerase el asunto; su dirección –o la de su sede- será fácil encontrarla en internet. Mejor si le llegan muchas de muchos países en los que opera escritas en varios idiomas.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/ecoescuela-abierta/2018/11/16/salvar-la-amazonia-deberia-ser-un-empeno-de-todas-las-escuelas-del-mundo/

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