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El mundo invisible de los gases también habita la escuela

Por: Carmelo Marcén

Oxígeno, dióxido de carbono, metano o, incluso, vapor de agua, están presentes en nuestra vida, en la naturaleza y, a pesar de que no los vemos, son fundamentales para la vida. Merecen un hueco en la escuela.

Cada día, en la escuela se habla mucho de la materia que no se ve en toda la vida pero que es importante para toda la vida. Primer mensaje educativo que se debe lanzar más de una vez: lo que no se ve también existe. Sabemos que mucha gente anda despistada con este asunto; incluso algunos libros de texto se olvidan de que la naturaleza o la vida corriente son algo más que objetos, rocas, animales, o plantas. Los gases son, a pesar de su relevancia, unos protagonistas olvidados o, como mínimo, poco queridos. Basta recordar el “gran evento de oxidación” que ocurrió en la marina Tierra hace unos 2.000 años.

Los gases que intervienen en la respiración son los primeros que se citan en la escuela, aparecen ya en los cuadernillos de los cursos de educación infantil. El nombre de esos gases ya tiene algo de misterio: oxígeno (que genera ácido desde tiempos de Lavoisier) y dióxido de carbono (ya está presente de manera natural en el aire aunque en proporciones mínimas, lo cual dificulta la comprensión de la importancia que le reconocemos, y tiene). En realidad, estos dos gases se entienden, simplificando en exceso, como el derecho y el revés del aire que necesitan los seres vivos; las personas también. Prueben a comprobarlo en su clase.

La escuela debe ocuparse de hacer presente una parte del relato de lo desconocido, que también es real. Acaso adornándolo de magia creativa; en otros momentos de leyenda interesada. Los gases, quién lo duda, son parte del transcurso de la vida real. Aunque la mayoría de las veces no se les ponga imagen, se sabe que son parte activa de la vida; por acción u omisión. El dióxido de carbono, una entelequia incomprensible para mucha gente, es un producto de las combustiones/oxidaciones, que son la vida misma. Lo supo encontrar con acierto Joseph Black bien avanzado el siglo XVIII. Por aquellos años, Carl W. Scheele (un gran descubridor de gases) y Joseph Priestley –avispados y concienzudos personajes que trabajaban en laboratorios científicos que hoy harían reír– eran capaces de aislar el oxígeno, ese gas omnipresente en nuestra vida a pesar de ser inodoro e insípido, pero que aviva todas las combustiones. ¿Quién no ha lanzado aire de forma mecánica o con lo boca para que algo ardiera mejor? Pregunten en clase.

El hecho de ventilar una habitación o una clase debe ser entendido como un deseo de cambio en la composición de los gases del aire confinado: unos salen y otros entran. Poco importa en la primeras edades ponerles nombre preciso o asignarles una fórmula, pero sí asociarlos a cualidad del aire para una mejor o peor respiración, algo ineludible de entender hasta por los más pequeños. Es un buen momento de desmontar un par de equívocos muy extendidos en la escuela. El uno dice que durante la noche las plantas respiran como el resto de los seres vivos, mientras que por el día lo hacen en sentido contrario: absorbiendo CO2 –ya tiene su misterio para los escolares pequeños verlo escrito siempre así– y liberando oxígeno. De ahí viene la leyenda negra de que no se puede dormir con una planta en la habitación pues envenena el aire; nada se dice de tener una persona al lado, de masa infinitamente mayor, durante toda la noche. El otro error pretende anular el papel benefactor de las plantas en la absorción de dióxido de carbono y la consiguientes oxigenación del aire –en la fotosíntesis– contrarrestado por su liberación de CO2 mientras respira –las 24 horas del día–. Todos sabemos que la proporción del absorbido puede llegar a ser cinco veces superior que el expulsado, según plantas, días y otros factores.

Respirar buen aire, libre de proporciones elevadas de determinados componentes que estropeen la porción del 21% de oxígeno del aire, esto va para los más mayores, mejora la calidad de vida. Por cierto, ya tiene misterio que en química se escriba siempre O2. Es ineludible hacer comprender al alumnado que en sus ciudades el aire no es todo lo bueno que debería ser, que nos enferma –algunos habrán tenido ya episodios de asmas o alergias–. Deben conocer que los coches, las calefacciones y algunas industrias liberan dióxido de carbono y otros productos dañinos. Ese CO2 tiene la manía de quedarse cerca de nosotros. Así lo respiramos o forma parte de la boina que impide que el calor se escape hacia arriba y no nos socarre. Ahora mismo, sus concentraciones en el aire respirado superan las 400 partes por millón (ppm); nunca había sido así. Si alguien tiene curiosidad, o las capacidades del alumnado permiten un trabajo especial y temporal en clase, se recomienda visitar la web del Global Carbon Atlas; trae unos mapas impactantes, como esos que hablan del pasado, presente y futuro del CO2. También sobre el metano (CH4), otro de los responsables de que el asunto del aire y el calentamiento global sea motivo de preocupación mundial.
Ante esos hechos constatados sólo cabe entrenar la verdad, aunque cueste verla. Para quienes tengan curiosidad por conocer la marcha del carbono en el mundo, el profesorado puede encontrar el acicate para trabajar el tema en clase, pueden mirar los artículos, los recursos educativos y las animaciones de la NASA en Global Climate Change. No vale el chiste malo que dice que mejor así, que las plantas, algas y cianobacterias, tendrán más y elaborarán mucha materia orgánica que nosotros aprovecharemos –en parte es cierto pues se ha comprobado que casi llegan a duplicar su absorción en los últimos años pero eso no soluciona la relación entre aumento de CO2 y cambio climático, que para la mayoría de los científicos es evidente–.

El dióxido de carbono es un gas ambiguo: benefactor y perjudicial. Se habla bien de él, cuando es utilizado por las plantas terrestres o acuáticas, por el fitoplancton, para generar materia orgánica en la fotosíntesis. Se habla muy mal, ahora a menudo, cuando se identifica como gas responsable del cambio climático, cuando todos conocemos que han sido las actividades humanas las que han aumentado sus proporciones naturales en el aire hasta convertirlo en el bicho malo. Por cierto, convendría citar también el vapor de agua, más conocido, o el metano. Este se podría asociar a los pedos de los herbívoros; más que nada por darle un poco de chispa a esa lección, aunque seguramente todos conocemos el potencial dañino del metano que esconden las tierras heladas o algunos fondos marinos que con eso del aumento de la temperatura global están listos para envenenarnos mucho más el aire que respiramos.

En fin, hablar del CO2 no contamina, por ahora; ignorarlo es un síntoma de escasa sabiduría, en la vida y en la escuela, que puede llevarnos a serias enfermedades personales y colectivas. Abramos una vez más las ventanas de nuestra clase para mirar hacia el mundo real, ahora tan de moda con eso de la Cumbre del Clima Chile-Madrid. Eso sí, si no estamos cerca de una vía urbana con un tráfico horroroso.

Fuente e Imagen: https://eldiariodelaeducacion.com/ecoescuela-abierta/2020/01/17/el-mundo-invisible-de-los-gases-tambien-habita-la-escuela/

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El fitoplancton se apunta a la lucha contra el cambio climático

Por: Carmelo Marcén

El fitoplancton pasa absolutamente desapercibido. Es diminuto. Y a pesar de eso parecer ser el mayor productor de oxígeno del planeta, además de estar en la base de la cadena alimenticia. Es tiempo de que la educación le preste más atención.

De vez en cuando hay que llevar a la escuela cuestiones de la vida que pasan desapercibidas y, sin embargo, tienen una alta trascendencia. Es lo que le sucede al fitoplancton. Es posible que no se sepa mucho de él porque sus componentes son diminutos, porque parece que hay mucho o porque no se asoma a nuestra comida ni se vende en las grandes superficies; quizás se debe a que cuesta algo pronunciar esa “c” que lo identifica.

En realidad, este olvido lo arrastran otros muchos seres vivos muy útiles para la biodiversidad, y para nosotros, como las mariposas, los gusanos, los hongos o líquenes, etc. ¡Qué pena que se hable de ellos en pocas materias escolares! Y habría que hacerlo, incluso se podrían presentar al alumnado de los cursos más pequeños; si quieren en el contexto de un viaje exploratorio novelado al estilo de Julio Verne, que ya habló de mares fosforescentes en sus 20.000 leguas de viaje submarino. Las causantes de todo esto eran unas bacterias (Vibrio harveyi) que forman parte del fitoplancton y que ahora iluminan ese mar de ardora, del que National Geographic nos ilustra mucho y bien. Descubran en su clase la atractiva imagen de la luminiscencia, que tan presente está en la naturaleza aunque nos pase desapercibida.

Retomen el interés por el fitoplancton. Escriban la palabreja en la pizarra -descompóngala en sus dos partes-, denle un cierto sentido de curiosidad; apóyense si quieren en las muchas imágenes sencillas que encontrarán en Youtube. Hablen de todo esto con el alumnado y cuenten por qué la bióloga Penny Clishom dijo que el fitoplancton, que ya estuvo en el origen de la vida, es algo así como “el microorganismo que hace funcionar el planeta en secreto”. Utilicen esta excusa para hablar de la importancia de la biodiversidad, pero no solo en la clase de ciencias; forma parte de la cultura básica universal que se exhibe en la vida cotidiana.

Ayuden al alumnado a descubrir que los bosques, los grandes y frondosos árboles de selvas y taigas,  no están solos en su lucha contra la contaminación del aire y el acelerado cambio climático. Los diminutos que forman el fitoplancton –que vive no lejos de la superficie del mar– les ayudan, y mucho, en el proceso de la fotosíntesis que, sin entrar en detalles complejos de entender, es la fábrica donde desaparece el dióxido de carbono y se elabora el anhelado oxígeno que da la vida. Tan importante es el papel del fitoplancton que puede afirmarse, lo recoge bien National Geographic, que el verdadero pulmón del planeta está en los océanos, pues producen, si los dejan los elementos cantaminantes como los plásticos– entre el 50 % y 85 % del oxígeno liberado al aire. Aunque habrá que resaltar que el fitoplancton es un fabricante de oxígeno muy lento; además tiene muchos depredadores, no solamente las ballenas que tragan cada día millones de cianobacterias y demás componentes del plancton.

En el mar casi todo asombra. Ese bosque marino de fitoplancton que parece invisible tiene que ver también con el color del mar. De hecho muchos científicos opinan que la contaminación marina que va en aumento y acabará con una parte del fitoplancton –que lleva disminuyendo ya hace un siglo– provocará un cambio en la coloración de las aguas de océanos y mares.

El plancton que alimenta al mundo está en riesgo, a pesar de constituir el universo más rico de consumidores primarios que sostiene la cadena alimenticia. La pérdida del fitoplancton, los científicos hablan de que cada año desaparece en torno al 1 %, resquebrajaría la vida global. Se dice que ha podido disminuir en torno al 40 % en el Hemisferio norte desde 1950. Seguro que ahora también se ve amenazado por los microplásticos que inundan todas las aguas marinas. Pero también hemos leído recientemente noticias positivas: parece que el fitoplancton ártico puede resistir al cambio climático tras una rápida evolución que le permite aguantar temperaturas más elevadas. ¿Hay ahí también una esperanza para el resto de los seres vivos, incluidos nosotros? Si es así se llama adaptación. Imaginamos que algo se ha hablado del asunto en la Cumbre por el Clima Chile Madrid COP25 que estos días se celebraba.

¿A que merecía la pena hablar del fitoplancton? La trascendencia para la vida –sea en forma real o imaginada– no se debe medir por el tamaño de quien presta el servicio, sino por este. Anotemos esta idea y démosle curso entre el alumnado; hagámosla parte de los nuevos desarrollos curriculares, en lo que debe fluir también la interdependencia en el sistema global que es la ecosfera. Experimenten en sus clases; verán que muchas veces la atención a algo pequeño mueve el interés por aprender, máxime si nos procura tantos beneficios. El descubrimiento de mundos nuevos es una manera de abrir los horizontes de la imaginación. La escuela, agobiada por el cumplimiento de los desarrollos curriculares, olvidó que el mundo está fuera de sus paredes.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/ecoescuela-abierta/2019/12/13/el-fitoplancton-se-apunta-a-la-lucha-contra-el-cambio-climatico/

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El clima es también nuestro: invitémoslo a una cumbre escolar

 

Carmelo Marcén Albero

Una conferencia internacional de la dimensión de la Cumbre del Clima de Madrid COP25 celebrada cerca de casa es algo que se debe aprovechar para generar cultura social. Es de esos eventos que los jóvenes nunca deberían olvidar, aunque en principio les atraiga más el estreno de una serie o la celebración de determinado concierto o competición deportiva. Sería deseable que este hito se asociase al curso escolar en el que se encuentran ahora, porque los jóvenes y adolescentes serán los más afectados por la crisis climática, como alerta UNICEF entre otras entidades. Su futuro climático y, por tanto, personal está marcado con rayones negruzcos, pero también podrían disiparse en parte y recordar este diciembre por ello.

Todo empieza el lunes de la semana próxima, el 2 de diciembre. Podríamos darle notoriedad en los centros educativos replicando un escenario similar en los colegios e institutos, durante los 12 días que dura; en caso contrario, la comunidad educativa en general sería cómplice de algún que otro desajuste futuro. Si la conferencia reclimatizadora escolar se organizase bien, con compromiso, ayudaría a la sensibilización ante problemas que afectan a muchas personas aquí mismo y en todo el mundo, podría fomentar valores democráticos de participación activa. Además, serviría para compartir esperanzas y deseos y, lo más importante, para llegar a acuerdos en el centro escolar y decidir cuándo y cómo se ponen en marcha las actuaciones. Para avanzar en la búsqueda de compromisos hará falta emplear estrategias atrevidas que primen el trabajo colaborativo. Porque esta conferencia debe incrementar para siempre el interés educativo en los problemas ambientales, de los cuales la crisis climática se ha convertido en una emergencia planetaria y así lo denuncia la OMM (Organización Meteorológica Mundial), que se manifiesta muy crítica y combativa en temas tan próximos como la salud global y de la infancia y adolescencia. También lo recogen la OMS (Organización Mundial de la Salud) y el reciente informe La cuenta atrás sobre cambio climático y salud publicado en The Lancet. Aquí cerca, en Barcelona, por ejemplo, hay investigaciones que demuestran que el aire que respiran los escolares por su ubicación no es nada saludable como vienen denunciando plataformas como Eixample respira, entre otras. Por eso, insistimos en que los centros programen su propia Conferencia sobre el Clima Saludable.

El clima es muy nuestro, por activa y por pasiva. Suponemos que los colegios e institutos ya habrán mejorado su gestión ambiental, o estarán camino de hacerlo (de esto hemos hablado en otras entradas de este blog). Tendrán planes para la reducción de la energía que consumen, para minimizar la carga contaminante de los desplazamientos de sus miembros, para gestionar mejor los recursos materiales que emplean. Caso de que no sea así, urge concretarlos y revisar los efectos positivos que conllevan, tanto en las emisiones de gases como en la reducción de los gastos del centro.

En el escenario escolar cuentan mucho los ejemplos: se imita lo que se quiere ser, mejor si se puede ver. Hay que aprovechar el impacto mediático de movimientos como Fridays for future, iniciado por  Greta Thunberg, y otros más como Extinction Rebellion que muestran una juventud preocupada por un futuro incierto. La idea principal de esta actividad formativa, avalada por la ciencia y resaltada por la reciente llamada de 2.000 científicos, avisa de que los plazos para resolver esa crisis se agotan, ya es una emergencia planetaria. Por eso, han surgido plataformas como Teachers for future, que quieren ayudar desde la escuela a mejorar el clima global o las recientes Escuelas Andaluzas por el clima.

Las actuaciones escolares que se programen –entendido que no es una moda efímera, sino una necesidad estructural– deben apoyarse en la adquisición de valores democráticos mediante estrategias, ya conocidas por el profesorado, como: rigurosa búsqueda de información, organización, comunicación, diálogo, debate, propuestas, acuerdos, resoluciones y, sobre todo, compromisos ante un clima que es nuestro. En algunos centros funcionan los “clubes del Clima”, a los cuales se apunta el alumnado y el profesorado de forma voluntaria. De su trabajo aportan sugerencias para la adaptación y la mitigación del cambio climático en cada centro escolar.

Si se quiere dar forma a un proyecto de innovación que aglutine al centro, y pueda ser presentado a las autoridades educativas para su reconocimiento, se podrían considerar los siguientes objetivos:

  • Reconocer que el cambio climático es, al menos, una parte cada vez más significativa de todos nosotros, lo mismo por sus causas que por las consecuencias.
  • Conseguir las implicaciones personales (profesorado y alumnado) y de la comunidad educativa como colectivo en la mitigación de las causas y en la adaptación a las consecuencias.
  • Crear conciencia de ciudadanía activa, crítica y comprometida, en materia de desarrollo sostenible, en todas sus dimensiones espaciales y sociales.
  • Mejorar las habilidades comunicativas y la práctica de los valores democráticos entre el alumnado a través de la práctica del debate u otras metodologías en torno a la crisis/emergencia climática, tal que lleven a compromisos reales.
  • Reclamar una actuación contundente de las administraciones para resolver los problemas de contaminación ambiental que afectan a los centros escolares y dañan la salud colectiva.

Para darle forma, a modo de ejemplo, cabría realizar una serie de estrategias sencillas:

  • Presentación de las temáticas objeto de debate.
  • Trabajo en equipos para anotar las causas de la crisis climática, escribir las repercusiones y relacionarlas con las causas. Habría que dedicar atención especial a la contaminación del aire, a la movilidad intra o interurbana, etc., dado que es aquí donde más insiste el informe de The Lancet. También para avanzar las responsabilidades y compromisos en las propuestas de solución.
  • Trabajo en grupo clase para la búsqueda de consensos y elaboración de las propuestas, así como la selección de unos compromisarios, representantes, que lleven lo acordado a las reuniones generales.
  • Sesiones de debate, bien programadas y con tiempo suficiente, en el centro entre los representantes/compromisarios de todas las clases para acordar unas prioridades del centro de cara a aminorar las causas de la crisis climática y adaptarse a sus efectos. Conduciría a la elaboración de la Ruta de compromisos del centro.
  • Remisión a los responsables municipales y educativos de las conclusiones del trabajo y de las demandas del centro para que se reclimaticen y así cuiden la salud de los escolares.
  • Comunicación a las familias de que el centro se ha organizado para ser un foco activo en la lucha contra el cambio climático.

El clima saludable nos afecta mucho; es, en buena parte, cosa nuestra; luego en su solución algo podemos decir y hacer. Convendría que se formasen comisiones ambientales (profesores y alumnos, personal laboral y familias) que hagan el seguimiento de los proyectos o compromisos pactados. Esto no es cosa de una semana, debe durar años y ser parte fundamental en los Proyectos Educativo y Curricular; por lo visto, el clima no dejará de ser algo nuestro.

Hasta que llegue la evaluación del trabajo llevado a cabo, habrá que dejar constancia en lugares visibles de las acciones positivas, ya sean del centro, de una determinada clase o de los individuos. ¡Suerte y perseverancia!, pues cuesta más hacerlo que decirlo.

Aunque hay que avisar de que lo que se necesita en realidad es algo más: transformar el mundo, no el clima. Interesa que el profesorado lea –debata con el alumnado para identificar la posición de cada cual– los veinte indicadores y medidas para lograrlo que propone Ecologistas en Acción, organización siempre atenta a lo que pasa hoy y puede suceder mañana en nuestro complejo medioambiente.

Carmelo Marcén Alber} 

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Abramos una ventana a las mariposas

Por: Carmelo Marcén 

Las mariposas pueden ser una buena excusa para hablar de los efectos del cambio climático en la naturaleza y para comprender las interrelaciones en el medio ambiente.

Los programas escolares tienen cosas buenas y otras no tanto. Entre las primeras es que enteran de bastantes asuntos al alumnado, de esos que se queda con algunos y otros los orilla o se le olvidan. Lo que le enseñan, y aprende, lo utiliza a su conveniencia curso tras curso; así va configurando su formación escolar, construyendo su bagaje personal en forma de capacidades acrecentadas. Pero los currículos tienen también su parte un poco menos acertada –acaso por incierta en su configuración– y escasamente útil para entender lo que sucede en el día a día; presentan el mundo de las cosas y los fenómenos como acabados, anclados en materias, poco prestos para animar el mundo de las ideas en forma de pensamiento particular. Especialmente llamativa, y poco esperanzadora, es la visión cerrada e inamovible, demasiadas veces meramente descriptiva, que dan del mundo natural, de los bichos no domésticos, dicho así genéricamente, o de la interacción entre individuos diversos y ambiente cambiante.

En ese mundo de la naturaleza estática que los currículos presentan no emergen finales abiertos, incógnitos, si bien unos y otros tipos son causa y consecuencia de lecciones de vida. Podría ser un día cualquiera en un curso indeterminado. Alguien, en su clase, sentiría cierta insatisfacción sobre el complejo asunto de la naturaleza escolar; no estaría seguro de que sus alumnos lo entendiesen. Por eso, se le ocurriría abrir una ventana en su aula para que entrasen mariposas, de las de verdad; si bien, lo que pudo ser sencillo en otros tiempos ahora le resultaría difícil.

Cada vez hay menos mariposas; perdieron el reloj del tiempo de tal forma que ni siquiera interactúan con las plantas; sustento y fin de su corta vida. Antes, al decir de Pablo Neruda, uno podía contemplar su marcha volante, como una llamarada. Una y otra vez se posaban en las flores, libando el néctar necesario; pero al final la Mariposa de otoño del chileno se desvanecía.

Pregunten en clase cuánto tiempo hace que alguien estuvo cerca de una de ellas, si acaso se ven muchas en las salidas al campo, en las visitas a los parques. Dicen los científicos que por la Península revolotean unas 4.700 especies de lepidópteros, pero también alertan de que desde 1990 sus poblaciones se han reducido un 40% en las praderas, su hábitat más querido. Han identificado también las causas de su desaparición: la intervención humana que se concreta en el uso de pesticidas y la alteración o destrucción de hábitats.

Ahora, en la escuela quedaron como un recordatorio de que se encuadran en la clase insectos –los hay millones de millones–, y en el orden lepidópteros, que le da un toque de distinción a las mariposas. Poco más, acaso permanecen quietas en forma de unas cuantas imágenes en los libros.

Estos insectos no han recibido el reconocimiento fecundador que se merecen, siempre oscurecido por los ropajes de colores que portan la mayoría; acaso las antiguas culturas centroamericanas han sido una excepción, en el arte europeo revolotean en Mariposas y amapolas de Van Gogh. Este olvido a pesar de que su poder polinizador, tanto de las mariposas diurnas como nocturnas, que beneficia a las plantas que aseguran su existencia construyendo semillas, y a los animales que aprovechan sus frutos. Qué decir de lo que aportan en la generación de nuestra dieta diaria, y en la salud colectiva.

Busquen las mariposas en sus libros, en sus currículos, lleven a la escuela visiones diversas, curiosidades si quieren, sobre el maravilloso mundo de los lepidópteros y sus adaptaciones. No se olviden de las migraciones, de las diferencias entre inviernos y veranos, fríos y calores, noche y día, terrenos sobrados de agua o desérticos, etc. Pidan al alumnado que adopte de forma virtual alguna, que se entere de su vida para presentarla a los demás. Cuando las lecciones se abordan de forma participada y crítica se relacionan muchas cosas, se valoran las ventajas de la asociación de interdependencia que siempre se da en las redes y cadenas tróficas, incluidas aquellas en las que participamos los humanos. Por ejemplo, las prácticas agrícolas con los ciclos de los seres polinizadores.

Hagamos caso a los estudios científicos como el que se publicó hace 3 años realizado por investigadores el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF) de Cataluña, el Museo de Ciencias Naturales de Granollers (MCNG) y la Universidad de las Islas Baleares en la revista Oikos. Tras observaciones continuadas durante 17 años, concluía que las mariposas y las flores ya no se coordinan como antaño, no actúan al mismo tiempo, debido sin duda al cambio climático. Imaginen con el alumnado qué cambiaría en la naturaleza y cómo se podrían ver afectadas sus vidas si se confirma/generaliza este desacoplamiento en la biodiversidad. Todo por la desaparición de las “sencillas” mariposas.

Abran una ventana continuada al mundo de las mariposas, de los insectos, en su escuela. Antes o después, pueden leer el cuento La lengua de las mariposas de Manuel Rivas; aprecien las metáforas de la relación entre el maestro y sus alumnos en una escuelita enclavada en el atroz mundo de la preguerra civil española del siglo pasado.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/ecoescuela-abierta/2019/11/22/abramos-una-ventana-a-las-mariposas/

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El contenedor virtual de los aprendizajes plásticos

La web del centro puede ser un buen lugar en el que tener un «contenedor virtual» en el que el alumnado, aunque no solo comparta información sobre los plásticos, para reciclarla y compartirla con otras personas.

Por la escuela también pasan los plásticos. ¿Cuántos? Muchos, en realidad demasiados cada día. Seguramente, el alumnado sabría nombrar de carrerilla 20 o más cosas plásticas que se aprecian a simple vista en cualquier clase. A la vez, nuestros chicos y chicas, que han vivido en un mundo plastificado, en contadas ocasiones se han planteado que una buena parte de esas cosas que en un momento les son útiles acabarán como basura. Normal, pues ellos, como también muchos adultos, desconocen si tal o cual objeto podría ser o no un residuo aprovechable. Hay que reconocer, mal que nos pese, que todavía fallamos en esto del pensamiento plástico, jóvenes y mayores. Por eso, nos queda mucho trabajo por delante en las escuelas, sin tener seguro el éxito.

Algunos centros ya han repartido contenedores amarillos para depositar objetos plásticos y otros recogen materiales diversos como el papel. ¡Enhorabuena! Pero no se queden ahí: desde aquí proponemos que se abran recipientes virtuales en la web del centro. En esos espacios cabrían muchas cosas plásticas propias que el alumnado, también el profesorado y las familias, iría depositando en forma de ideas y prácticas para su posterior reutilización o reciclaje. Cabrían también ejemplos vistos por España y el mundo; de todas actuaciones se puede recuperar algo.

No se trata solamente de amontonar cosas y hechos para sentirse bien o para el conocimiento de quienes visiten esos contenedores. La web del centro debería estar preparada para que quienes la visiten se lleven “productos” de los que extraigan aprendizajes plásticos, o los compongan a partir de hilos que se habrán encontrado entremezclados con objetos, o dejen constancia escrita y gráfica de lo que han hecho para reducir su consumo plástico.

Lo que allí cabe es un gran documental que proporciona imágenes de la vida cotidiana de chicos y chicas del siglo XXI. Pero cada contenedor debe ser dinámico en lo personal y colectivo. Alguien acudirá a él para dejar algo, convencido de que no conviene perder nada plástico; acaso buscará mejorar la gestión de los plásticos, la propia y la de los demás. Seguro que habrá mensajes de quienes sienten el compromiso de que se puede usar menos y mejor lo que tenemos. Por eso, antes o después de poner en marcha el recipiente, dependiendo de los escolares con quienes se trabaje o de lo adelantado que esté el centro educativo en su gestión plástica, se podría empezar en cada clase anotando todos los materiales y objetos que se usan habitualmente. Después clasificarlos con atributos: imprescindibles o no; de un solo uso o varios; recuperables en todo o en partes; de uso individual o colectivo;  para llevarlo al contenedor amarillo o dejarlos en otro sitio; de mayores o de pequeños; feos o bonitos, etc.

Entérese el profesorado, y comente con el alumnado, de qué va la iniciativa “Zero Waste”, y reflexione si vamos hacia ella, y con qué velocidad y grado de compromiso. Una idea sencilla para comprometerse ya: separen diez plásticos/objetos de los que podrían prescindir ahora mismo, otros diez a corto plazo y algunos que costaría mucho.

Estos contenedores virtuales no reciben la visita los camiones de recogida de residuos para llevarlos a una planta; por el contrario, son muchas las personas que reciclan y recuperan. Dediquen un tiempo en sus clases a cuestionar si funciona bien o no el sistema de recogida de los contenedores amarillo del centro y quienes llevan a cabo la gestión, también si se vacía a menudo el contenedor amarillo que tienen más próximo a su domicilio.

No está de más recordar, y a la vez lamentar, que algo tan sencillo como que nos digan con claridad qué depositar en los contenedores amarillos que hay distribuidos por los pueblos y ciudades no está resuelto. Busquemos información. Quizás una llamada al servicio municipal de recogida del ayuntamiento o a la empresa que lo gestiona, sirva. Aunque no quedaría de más que desde los centros educativos se presionase para que en el contenedor amarillo figurasen pegadas las instrucciones sobre lo que va allí y lo que no. Incluso los consumidores bien “desplastificados” se despistan ante estos fallos de gestión.

Ante todo, quienes lancen a la Red los contenedores virtuales escolares deben hacer ver que no solo tienen una función de recogida. Antes bien, son cofres donde se guardan materiales, ideas, ejemplos y dudas que en sí son un tesoro, pues permiten ser reutilizadas o recicladas en experiencias nuevas. Sí, dudas o realidades, deseos o compromisos, aciertos o errores, cosas grandes y pequeñas, actuaciones individuales y colectivas, que depositan quienes las tienen y, principalmente, las quieren resolver para sí mismos o para los demás. Si bien, debemos aprender que lo primero es reducir consumos plásticos o plastificados. Por eso, los recipientes en red deben estar activos y ser retroalimentados periódicamente.

No se olviden de dar las gracias a la comunidad educativa por acercar a la sociedad local al “Zero Waste”. Mientras llega, únanse a las acciones que demandan a los supermercados la gradual eliminación del sobreempaquetado plástico; como ejemplo puede servir esta que promueve Greenpeace.

¡Ah, un consejo práctico: inciten al compromiso ambiental, pero no se agobien ni persigan a los escolares poco activos!

Carmelo Marcén Albero

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/ecoescuela-abierta/2019/10/18/el-contenedor-virtual-de-los-aprendizajes-plasticos/

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La igualdad de género en la Agenda 2030 escolar

Por: Carmelo Marcén

Ante una situación de desigualdad de género en algo tan básico como la educación, las escuelas deberían revisar sus proyectos educativos para conocer de qué forma se aborda este asunto.

Cada vez se demuestra con más hechos que la progresiva y contundente igualdad de género -mal que nos pese todavía no consolidada- es un requisito indispensable para alcanzar la Agenda 2030; no solo es así porque lo formule el ODS 5 -en el sentido de su trascendencia para reconocer un derecho universal, para empoderar a todas las personas e instituciones, escuelas incluidas-, sino porque en un contexto de crisis se necesitan todas las energías posibles, y las mujeres han dado muestras de sus grandes capacidades en múltiples casos.

En muchos escenarios sociales se sostiene que el camino más adecuado para generalizar la igualdad de género en el disfrute de los derechos universales lo marca la educación recibida y atesorada a lo largo de la vida. Se adquiere/construye tanto en un sistema reglado como en una sociedad culturalmente proactiva, que lo escenifica a menudo en la educación formal y en la informal, por medio de mensajes y comportamientos. Seguro que esta práctica la compartirían miles de millones de personas bien intencionadas, deseosas de conseguir ese derecho para todas las mujeres cuanto antes. Sin duda, muchas estarán alarmadas por lo que sucede en países de todos conocidos; también ante posiciones contradictorias escuchadas en el contexto de opiniones políticas emergentes en partidos de ultraderecha europeos, así como por los despistes proactivos de las administraciones.

Veamos lo que dice el reciente informe GEM 2019 de la UNESCO, cuyo sugerente subtítulo aboga por construir puentes para la igualdad de género. Resalta que, en el conjunto de la población mundial, «más de la mitad de la ayuda a la educación del G7 se destina a la consecución de la igualdad de género«, con países especialmente involucrados como Canadá.  Pero, a la vez, avisa de que esto no deja de ser una cifra, contrapuesta a las deficiencias de muchas escuelas diseminadas por todo el mundo.

Desde hace unos años la UNESCO se empeña en demostrar que una educación continuada y de calidad constituye la mejor estrategia para enfrentarse a los complejos desafíos del futuro mundial, que cada día llega con más precipitación. La educación para la igualdad de género, utilicen otra expresión identificativa de género más amplia si lo desean, tiene una doble intención: por un lado, la completa educación de niñas, jóvenes y mujeres como derecho humano universal, todavía no logrado. Por otro, es un requisito indispensable para cualquier país que quiera un desarrollo sosteniblemente ético y que aspire a que este se consolide en un espacio de paz.

Es tiempo de que nuestra escuela se ponga delante del espejo mundial y se imagine, como recoge el informe, que se encuentra, soporta, alguna de estas situaciones:

  • Es parte de la alta tasa de abandono escolar, y de graduación, que sufren niñas y jóvenes en enseñanza obligatoria de muchos países.
  • Conoce, o sufre, la violencia sexista que le inutiliza el acceso a la educación, como a las niñas en más del 25% de países.
  • Las chicas ven deteriorada su educación por la necesidad de atender a tareas domésticas familiares, cosa que no hacen los chicos.
  • La escuela no dispone de instalaciones adecuadas para resolver la higiene menstrual de las jóvenes; otras ni siquiera están equipadas con baños para el lavado de manos con agua y jabón.

El profesorado y el alumnado han de ser conscientes de la realidad de estas situaciones; saber que la paridad educativa en primaria todavía está lejos en más de un tercio de países, en más de la mitad en secundaria, especialmente en el segundo ciclo de esta. No estaría de más preguntarse en reuniones de equipos didácticos, en grupos de trabajo del centro, también con el alumnado, si en el entorno próximo se pueden dar situaciones de menoscabo de niñas y jóvenes en su derecho universal de disfrutar de las mismas condiciones educativas que los chicos.

Inviten al alumnado a que elabore un friso familiar de niñas, madres y abuelas sobre la titulación alcanzada, que pregunten a las protagonistas si la educación les ha servido para su desarrollo personal o profesional; cuándo, cómo y por qué. Animen al alumnado a que exponga en clase los resultados de sus indagaciones y a que elaboren algunas conclusiones. Pregúntenle sobre la titulación académica que espera alcanzar en el año 2030 y las razones que le encaminan hacia ella.

Ante una situación de desigualdad de género en algo tan básico como la educación, las escuelas deberían revisar sus proyectos educativos para conocer de qué forma se aborda este asunto. A la vez, habrían de insistir ante las autoridades para conseguir que la igualdad de género, en todas sus dimensiones y ámbitos, sea más visible en la reforma curricular y quede recogida en los libros de texto; por ejemplo, para que haga hincapié en la participación de las niñas en los programas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, como aconseja la UNESCO.

Por ahora, la igualdad de género es un horizonte difuso en la Agenda 2030 global. Por cierto, sería interesante que en sucesivas sesiones los claustros y equipos educativos conociesen y comentasen algunos aspectos de los informes GEM de la UNESCO de los años precedentes.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/ecoescuela-abierta/2019/10/04/la-igualdad-de-genero-en-la-agenda-2030-escolar/

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El atrevido curso de la necesaria Agenda 2030

Por: Carmelo Marcén 

¿Qué razones hay para no empezar con valentía una rebelión educativa transformadora que acerque la escuela a los ODS?

¡No digan que no los conocen! Son nombrados por mucha gente, casi siempre en forma de deseos asociados a un futuro más o menos cercano. Nadie habla mal de ellos; en realidad muchos los citan a menudo, y poco más. Los buscan, eso dicen, los gobiernos, los ayuntamientos, las empresas; hasta salen como anuncio en varias cadenas de televisión. Se podría decir que va bien la cosa; incluso les han puesto una imagen chulísima: una corona circular con varios sectores de colores, que representan a la vida diversa, también a algo que tenemos o nos falta. Al menos eso pensamos bastante gente, algunos profesores y profesoras también. Por si en esa escuela no saben de quienes hablo, se los presento: los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), impulsados por la ONU y firmados/comprometidos por dos centenares de países. Son algo así como un deseo emocional, y a la vez una necesidad vital. Puestos a imaginar, serían algo parecido a un inmenso holograma social, tan magnífico que se puede divisar desde todo el mundo.

Pero claro, la riqueza emocional suele ser a menudo efímera, en particular si se encuentra con dificultades existenciales. Por eso, si deseamos que el mundo, mucha gente al menos, camine con los ODS en su tránsito hacia la equidad deberá hacerse todo lo posible por hacer realidad los deseos como: la progresiva eliminación de la pobreza, la mejora de la nutrición de las personas a través de alimentos más saludables porque quienes mandan ponen en primer lugar el consumo responsable y la reducción de la huella ecológica para no esquilmar la tierra; la promoción y universalización de la salud en un contexto liderado por los gobiernos y querido por las personas, que se hace visible, entre otros parámetros, en la considerable mejora de la calidad del aire y del agua; la drástica reducción de la pobreza energética, a partir del uso de energías limpias y sostenibles, tal que ayude a la ralentización/mejora de la crisis climática, y muchas más cosas. Todas las anteriores prácticas buscan la igualdad de derechos de las personas, que se fundamentan en la protección de sus vidas, en el dominio universal de la justicia ética y de la paz como medio de supervivencia. Esta debe ser la estampa visible, a medio plazo, de una buena parte de los ODS.

¿Qué pinta la escuela en todo esto? Primero decir sin ambages que este tiene que ser el curso de la preparación y primeros pasos de la Agenda 2030 escolar. Basta ya de escuelas enciclopédicas; va siendo hora de que se ocupen de enseñar la vida y para la vida. La escuela para la vida debe ser el principio rector que se imponga progresivamente a las tradicionales tendencias que se empeñan en la acumulación de los contenidos disciplinares. ¿Todavía hay gente que duda que la escuela es un laboratorio de vida y un teatro de aprendizaje sobre ella, en lo personal, social y ambiental? Los gobiernos y departamentos de Educación todavía no se han enterado; será por eso que no aspiran a eliminar los desperfectos sostenibles ni entienden que la escuela es una parte importante de la acción educadora en estos temas. Tampoco lo conciben en la educación no formal, de la que también son en parte responsables, y la informal, a la que también podrían contribuir.

Mírense nuestros gobiernos en el espejo de la vida. Verán que son necesarias reformas educativas contundentes. Los parches, más o menos verdes, en la educación formal y no formal no preparan al alumnado para desincentivar el caos en el que los humanos hemos metido a la entrópica vida natural. Hace falta algo más para que se comprometan de verdad en la tarea colectiva. Los departamentos educativos son poco dados a cambios profundos. Sin embargo, como principales responsables de la educación reglada y socializadora, crítica si quiere ser relevante, deberían impulsar una escuela que, como parte del colectivo, fundamente su trabajo diario en ejes didácticos que dinamicen la transversalidad de iniciativas ambientales y sociales: el ejercicio de la equidad, la promoción de una sociedad abierta, demócrata e integradora, o el respeto activo hacia el planeta. La educación obligatoria lo logrará si se desprende de los corsés curriculares, si se implica en una secuencia progresiva en torno a proyectos revisablesalrededor de estas temáticas. Este escenario aproximaría a la escuela a los ODS, pensados para las personas, en primer lugar, que transitan por un planeta incierto y maltrecho, en buena parte por la acción humana.

Hay que convencer al profesorado de que es parte principal en la generación de cambios éticos. Hay que hacerle ver la importancia de su trabajo como promotor de la igualdad y la equidad, como animador educativo para la acción positiva hacia el medioambiente. Para lograrlo, necesita escenarios de formación que lo conviertan en comprometido partícipe en la elaboración de la Agenda 2030 escolar. Así podrá seleccionar aquellos aspectos curriculares que favorezcan el tratamiento de los ODS, hasta que llegue el tan deseado y profundo cambio curricular. En el camino, los Proyectos Educativo y Curricular deben estructurarse en torno a unos aprendizajes basados en el conocimiento experimental de los 17 objetivos y las 169 metas de los ODS, en la consecución de aquellos que están más cerca de su ámbito competencial. Hoy el profesorado, como la educación y la escuela, no puede ser neutral. La multiforme crisis que tenemos delante exige la participación universal en su mejora.

En consecuencia, hay que pasar de la palabra a la acción, de los argumentos a los compromisos; además, urgentemente. Este sentido transformador en niños y niñas, adolescentes hacia el futuro, debe primar en el sistema educativo. Sirva de recordatorio que la buena voluntad, mostrada por muchas administraciones y derrochada en bastantes centros educativos, no basta hoy ante la situación de emergencia que tenemos planteada. Se necesita una estrategia educativa valiente –exigente, consensuada y participada– para que sea realidad un cambio de modelo de vida. El siempre pendiente Pacto Educativo debe fijarse más en la finalidad de la escuela y su relación con la vida que en su estructura organizativa; las circunstancias lo exigen y aquí no caben opciones políticas reservadas.

¿Qué razones hay para no empezar con valentía una rebelión educativa transformadora que acerque la escuela a los ODS?

Fuente e imagen: https://eldiariodelaeducacion.com/ecoescuela-abierta/2019/09/27/el-atrevido-curso-de-la-necesaria-agenda-2030/

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