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Una especial “huelga” sobre el clima en la escuela

Por: Carmelo Marcén Albero

Durante esta semana ha cientos de acciones que culminarán el próximo 27 de septiembre en la huelga por el clima. La escuela puede ser un buen lugar para reflexionar sobre las causas y consecuencias de la emergencia climática.

Entre los días 20 y 27 de septiembre, cuando se reúnen en Nueva York los mandamases del mundo, hay planteada una rebelión contra el cambio climático que se quiere hacer visible con una huelga/acción por el clima a escala mundial. No es sencillo manejar una estrategia de este tipo en la escuela, confluyen muchas variables. No se trata de hacer un paro generalizado en las aulas, o de que los más mayores decidan si asisten a clase o no; pero sí que se pueden tratar los motivos que la han podido provocar. Para ello hay que encontrar momentos para reflexionar sobre el asunto, para posicionarse y emprender actuaciones propias o ante los demás.

Para empezar una acción conducente a la formación del pensamiento crítico, será necesario reconocer si en clase, claro está que en relación con las capacidades del alumnado, hay conocimiento/malestar por los desafíos de la crisis climática. De poco sirven los grandes postulados si no hay una aproximación a su entramado en aspectos tan sencillos como los que componen la vida cotidiana. En segundo lugar, hay que enterarse y debatir sobre causas y consecuencias de lo que se ha dado en llamar crisis/emergencia climática global; el alumnado tiene noticias del asunto y quizás ha visto de cerca alguna consecuencias. Es posible que no llegue a comprender del todo dicha crisis. La simple enumeración no es suficiente; es necesario encontrar entre toda la clase, mejor si se ocupa de ello el centro al completo, las causas del desaguisado climático que nos amenaza y, de alguna forma, ordenarlas en importancia e intensidad, proximidad y afección a más o menos gente.

Seguro que tras esas reflexiones/indagaciones se generarán momentos de asombro, acaso incredulidades y, por qué no decirlo, ganas de actuar. Por eso, en tercer lugar, deben identificarse cuáles son los destinatarios de la queja, porque si se protesta por algo se debe hacer ante alguien.

Puede que sea conveniente conocer al detalle iniciativas como “Fridays for Future” (Viernes para un futuro) que tuvo visibilidad en la huelga de los viernes que hacían chicas y chicos, también en nuestros institutos y en alguna universidad, para denunciar el silencio cómplice de los políticos y gobiernos frente a la crisis climática. A lo que parece, estos estudiantes tenían claro quiénes eran los destinatarios de sus demandas y protestas; al menos lo expresaban con claridad en sus llamadas a los políticos y grupos empresariales.

Habría que preguntarse en clase qué hace ponerse de acuerdo a tanta gente para hablar de cosas parecidas al mismo tiempo. Sepa el alumnado que la fecha elegida para la huelga, 27 de septiembre de 2019, coincide con la Cumbre de Acción Climática impulsada por la ONU que estos días tiene lugar en Nueva York. Allí están muchos de los que mandan en este mundo (políticos, empresas, organismos internacionales, etc.) y que son responsables de una buena parte de los desafíos que tiene delante la gente. Pero ojo, hay que tener presente siempre que una protesta simple no resuelve un tema tan complejo como la crisis climática.

La huelga, que ha sido respaldada por muchas organizaciones (más de 300 en España), está impulsada por los jóvenes; son quienes más tienen que perder. Quienes ahora están en nuestras aulas, desde educación primaria hasta la universidad, se van a ver afectados en mayor o menor medida. Con seguridad, buena parte conocen “Youth for Climate”, también la figura de Greta Thumberg. Por eso, han de decidir si quieren mostrar fuera del centro educativo su disconformidad con el devenir de los acontecimientos climáticos. Cuando hayan pasado unos años podrán reconocer si la iniciativa, y su figura más visible y mediática, ha modificado la historia de la participación social y, ojalá, comprobarán el cambio de rumbo que en esos años frenó la grave crisis climática. ¿Quién sabe si alguien de nuestras clases no quiera emular a las chicas y chicos que alzan la voz ahora y llegue a ser una activista de referencia en España? Unamos las voces de nuestros alumnos a las de los jóvenes de todo el mundo que desde hace unos años cantan su futuro, cual partisanos, en “Sing for the climate”, también en español:

En fin, parece claro que quienes más culpa tienen en la generación del cambio climático son los entramados políticos y empresariales que dominan el mundo, pero no solo ellos. Convendría que quienes en la comunidad educativa se posicionen contra la irresponsabilidad de los otros, ya sean centros escolares o no, lo hagan con madurez crítica, acompañada de actos de reducción personal de sus impulsores climáticos. Da más fundamento a cualquier acción reivindicativa. Pueden enterarse de lo que ha programado para estos días la Alianza por la Emergencia Climática.

No está de más recordar que el Objetivo núm. 13 urge a adoptar medidas para frenar el cambio climático. Por desgracia, por ahora, está rodeado de la maldición del aluvión de declaraciones, poco más; a pesar de fundamentar sus urgencias en evidencias y en investigaciones científicas. Pero la dejadez mundial acalla a quienes se manifiestan contra una situación crítica.

“Verdad, compromiso y acción”, dice el manifiesto que anima a la huelga. En la escuela, la huelga se hace al menos trabajando un poco cada día por el clima. La educación debería ser una estrategia de construcción social y de reparación ambiental. ¡Qué mejor manera de readaptar sus currículos!

Fuente e imagen: https://eldiariodelaeducacion.com/ecoescuela-abierta/2019/09/20/una-especial-huelga-sobre-el-clima-en-la-escuela/

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La insostenible levedad escolar con los ODS

Por: Carmelo Marcén 

Si la escuela permanece adormecida, resignada, ante el mundo exterior, no es escuela, sino un lugar por el que se pasa; de ahí su levedad.

El silencio veraniego desaparece de las aulas. Ahora las llenan personas con intereses diversos, portan con ellas tanto esperanzas como rutinas: unas antiguas mientras que otras quieren ser nuevas. El inicio de curso tiene algo, o bastante, de renovación, pero una buena parte de las novedades de septiembre, en forma de ilusionantes compromisos, no siempre se consolidan. Curso tras curso las lecciones van y vienen; en ocasiones para quedarse definitivamente. Unas las traen los libros mientras que otras surgen del interés de los implicados en el hecho educativo: profesorado y alumnado, administraciones y familias.

Las lecciones potencian capacidades cuando se produce una alianza entre el profesorado y el alumnado, tal que se encuentra utilidad a los aprendizajes, más todavía cuando estos se experimentan de alguna forma en la vida. El resto de lo enseñado, útil o no, se olvidará o se guardará en la memoria; una buena parte desaparecerá una vez se haya esfumado el estímulo, limitado muchas veces a complacer a quienes enseñan y así obtener una buena nota.

La escuela debe ser ya el escenario de lo deseable para la vida, donde se comparta experiencia y búsqueda, pero también el lugar en el que se cuestionen definitivamente bastantes abstracciones con poco recorrido, como no sea para justificar las materias curriculares. Si la escuela permanece adormecida, resignada, ante el mundo exterior, no es escuela, sino un lugar por el que se pasa; de ahí su levedad. Para vigorizarse debería recoger más y mejor la trama de la vida y dejarse de contenidos curriculares poco útiles. Pero no puede hacerlo por sí sola; necesita el comprometido impulso de las autoridades educativas, junto con el incentivo y el acompañamiento de la sociedad que la sostiene. Lo logrará cuando se haga visible su entidad entre la vorágine diaria del entramado político y social, tan alejado de los intereses de quienes aprenden y enseñan. También le iría bien asomarse a los medios de comunicación, tan despreocupados de la escuela de la vida, aunque incorporen noticias de actualidad. Ambos espacios, política y medios de comunicación, contribuyen a sostener la levedad social frente a la escuela comprometida.

La vida es global, se construye en interacción personal y colectiva con el mundo exterior. De esa relación surgen los temas de interés, que podrían ser los del trabajo escolar. Cuando en todo el mundo gente se revuelve ante la crisis global que padece el planeta, solo cabe que la educación emerja como escenario múltiple y diverso, tanto en la educación informal o no formal como en las escuelas. Por desgracia, la mayoría de estas permanecen calladas o levemente alerta, ocupadas en el estricto cumplimiento de los mandatos curriculares, muy vigilados por los departamentos de Educación respectivos, que ni siquiera atienden a las demandas de la imprescindible gestión ambiental que les formulan desde sus centros.

En esto, como en casi todo lo que tiene interés educativo y social, es mejor ver el vaso medio lleno. Si bien no faltan escuelas que vierten en el suyo sostenibilidad y compromisos, habrá que inundar más vasos y, además, evitar que las aguas se estanquen. Por eso, el recipiente, que en este caso se llama enseñanza y aprendizaje, deberá tener la boca ancha para permitir evaporaciones que impregnen el ambiente y acoger nuevos caudales, cargados de materias renovadoras.

Lo deseable para el futuro debe impulsar la vida cotidiana escolar; la escuela y la vida han de estar en sintonía. Hoy son más valiosas escuelas ecosociales, bien sea por convicción ante los desafíos del futuro o, si se quiere, por necesidad.

Resulta que los gobiernos de los estados han firmado los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) y están empezando a construir sus Agendas 2030. Sin embargo, no hemos oído que consideren que el alumnado que transita por la enseñanza primaria y secundaria deba cambiar sus estilos de aprendizaje y preparar sus capacidades de cara a ese año 2030 en el que se hará el primer balance de los cambios consolidados; cuando serán actores principales de vida. ¡Asombroso!, pero cierto.

Si no se puede construir un Pacto educativo de verdad, habrá que intentar y conseguir, al menos, una coalición sobre un programa educacional, entre todos los actores políticos y educativos, que impulse permanentemente los ODS en la enseñanza obligatoria y postobligatoria, igualmente en la educación no formal e informal.

La sostenibilidad social y ecológica es una necesidad de hoy para mañana. No se puede leer lo que pasa en el mundo con los aprendizajes tradicionales; son necesarios nuevos escenarios de búsqueda de capacidades personales y colectivas. La necesaria rebelión educativa consiste en encontrar una utilidad manifiesta del hecho educativo a partir de la lectura crítica de lo que pasa en el mundo cercano o lejano, que invite al compromiso y a la participación, sin olvidar la rigurosa gestión ambiental de las instalaciones escolares. ¡Basta ya de complacencias marcadas en la aproximación a “lo verde”!, por más que estas estén sostenidas por un buen hacer profesional.

Todo esto es, más que nada, una invitación a cambiar el futuro; al menos a empezar a verlo de otra manera.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/ecoescuela-abierta/2019/09/13/la-insostenible-levedad-escolar-con-los-ods/

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Proyecto de trabajo sobre salud y contaminación del aire en la ciudad II

A la vuelta de vacaciones habrá que poner en marcha un proyecto de respiración saludable, del cual se pueden articular ya las primeras fases. El profesorado ha de moverse rápido.

Carmelo Marcén Albero (www.ecosdeceltiberia.es)

Tras haber realizado una aproximación real, compartida, sobre las ciudades que queremos, se puede construir un entramado dinámico de la problemática del aire contaminado, para colgar de él sus causas y consecuencias. En primer lugar se dibuja, en la pizarra o en la PDI, un gran árbol titulado “Con el aire de la ciudad viaja la salud”. A partir de una tormenta de ideas, el alumnado explicitaría las causas por las cuales el aire está contaminado en las ciudades y las consecuencias que acarrea en sus habitantes. Cada una de las causas se rotula en una tarjeta, real o virtual, y se adhiere a la raíz; se hace lo mismo con las consecuencias, pero se sitúan en las ramas/hojas. Es posible que haya que mover las tarjetas que cada grupo había ido colocando; se habla y se decide colectivamente. Lo más probable es que se necesite profundizar en las causas y dar algún detalle de las consecuencias. Por el tronco que une ambas pueden colgarse alternativas, si es posible jerarquizadas.

Desde lo próximo, la problemática concreta de salud y medio ambiente urbano, se debería viajar más lejos, el profesorado sobre todo, por el mapa interactivo de contaminación y salud que propone la OMS (Organización Mundial de la Salud), incluso se puede invitar al viaje al alumnado. Una vez alcanzada una visión global, expuestas y debatidas cuestiones varias, el profesorado debe ajustar las opiniones sobre la situación y las medidas propuestas, dar algunos retoques al proyecto. Después, o entre tanto, hay que invitar al alumnado a visitar la iniciativa “Cambiemos el aire”, pues sus infografías seguro que le atraen al tema y encaminan alguna reflexión personal y colectiva.

Esta compleja visión hay que cotejarla con la realidad. El alumnado debería saber que muchos ayuntamientos, quizás el suyo, se empeñan en diseñar para el futuro ciudades menos carbonizadas y quieren hacerlas expertas en movilidad. Para eso van peatonalizando calles y posibilitando el transporte sostenible mediante autobuses híbridos o eléctricos, tranvía y carriles bici. Algún equipo debería informarse en la web de su ayuntamiento sobre las medidas puestas en marcha y las que se prevén próximamente para comentarlo en clase y reconocer las acciones colaborativas que cada uno individualmente puede acometer. Todo lo manifestado y expuesto debe quedar recogido por escrito.

También convendría que el centro valorase, y en su caso se apuntase, a los caminos escolares: itinerarios que centros educativos y ayuntamientos han diseñado para dar autonomía a los escolares en sus desplazamientos diarios a los centros y así evitar que las familias utilicen el vehículo propio para llevarlos. En este punto incide la ilusión de hacer la ciudad más habitable para los niños que puso en marcha Francesco Tonucci en 1991. Hay que viajar con el alumnado a La cittá dei bambini. El profesorado debería valorar las características del proyecto italiano por si algunas iniciativas sirven para incorporarlas al propio.

Aún pueden hacer más: inviten a alguien del servicio correspondiente del ayuntamiento o del centro de salud para que cuente al alumnado qué tipo de conductas urbanas aumentan las emisiones de los diferentes tipos de partículas que contaminan el aire. También, que hable de las alternativas que el municipio ha puesto en marcha para minimizar este problema. Para completar lo que digan habría que investigar las razones por las que la red de ciudades “C40 Cities”, Barcelona y Madrid entre ellas, se empeña en desarrollar un plan global para liderar la lucha contra la contaminación y el cambio climático.

Como actividad de aplicación, cabe proponer que el alumnado redacte una composición personal sobre la ciudad que quiere y la exponga en su clase. En el diálogo posterior habrá que reflexionar sobre si esa ciudad está deseada a partir de la perspectiva personal, desde la opción de la ciudad como sistema complejo en interacción, o pensando en la ciudad como una parte condicionante del medioambiente global.

Con todo lo realizado se completaría una gran carpeta La ciudad que queremos, que contendría investigaciones, testimonios escritos y gráficos, conclusiones y alternativas. La carpeta viajaría, sin contaminar, por todas las aulas del centro, hayan participado o no en el proyecto, para que los esfuerzos y las conclusiones sean conocidos, para que se hiciesen otras aportaciones.

La larga propuesta acaba aquí. Si alguien tiene interés en conocer más datos y alternativas puede acercarse al “Observatorio Salud y Medio Ambiente DKV Ecodes”, en especial a su monográfico número 2. Allí, se incluyen estudios que recogen muchos datos interesantes, informes completos y se aportan sugerencias para construir entre todos una vida más saludable y sostenible en la ciudades. Si alguien todavía no está convencido del riesgo que el deterioro ambiental supone para la salud de los niños debe leer los avisos del “Comité de Salud Ambiental” de la Asociación Española de Pediatría.

La ciudad pertenece a los jóvenes de cualquier edad, debería protegerlos. Sin embargo, investigaciones recientes alertan, una vez más, del peligro que supone el aire contaminado para la infancia; en este caso es HEALT quien habla de Madrid. Una ecociudad es el modelo de convivencia más saludable; luchen por conseguirla.

Ahora que ha acabado el curso escolar en las escuelas españolas y de otros países, es momento de prever que a la vuelta de vacaciones habrá que poner en marcha un proyecto de respiración saludable, del cual se pueden articular ya las primeras fases. El profesorado ha de moverse rápido.

Volveremos en septiembre con nuevas propuestas para que las escuelas sean cada vez más sostenibles. Animen al alumnado a que practique en verano algo de lo que aquí hemos recomendado.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/ecoescuela-abierta/2019/06/28/proyecto-de-trabajo-sobre-salud-y-contaminacion-del-aire-en-la-ciudad-ii/

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Proyecto de trabajo integrado sobre salud y contaminación del aire en la ciudad (I)

El estudio del aire urbano, su contaminación o no, hay que abordarlo con ejemplos concretos, perceptibles por el alumnado, pero relacionados con otros para que se vea una malla de la complejidad urbana.

Una parte importante de la población mundial vive en las ciudades, para bien y para mal. Allí encuentra acomodo y a la vez debe compartir espacios, ventajas e inconvenientes. Entre estos se encuentra la contaminación del aire, que crece cada día y tiene múltiples efectos en la salud de las personas. Para hablar de ella en la escuela se requiere tiempo; es la única forma de hacer una lectura reposada y compartida de lo cotidiano, para valorar la importancia que tiene la vida para quienes transitan por la ciudad y para el conjunto llamado medioambiente; para que se avance hacia un futuro menos carbonizado. Por consiguiente, una propuesta didáctica sobre este asunto deberá ser necesariamente larga.

Recordemos, por insistir que no quede pues muchos dirigentes y ciudadanos lo olvidan, que toda ciudad debe ser educadora; un territorio para enseñar a las personas, un lugar en donde se respiren relaciones satisfactorias y vida saludable, se sepan aminorar las dificultades que comporta ser muchos juntos y querer satisfacer las necesidades diarias, personales y colectivas. En todo este contexto, el aire contaminado es uno de los principales vectores de vida. El profesorado debe conocer, y explicarlo al alumnado de forma aplicada, que la mala calidad del aire tiene graves consecuencias en la salud y en el rendimiento escolar; así lo han demostrado trabajos desarrollados dentro de la iniciativa Urban planning” de ISGlobal.

El estudio del aire urbano, su contaminación o no, hay que abordarlo con ejemplos concretos, perceptibles por el alumnado, pero relacionados con otros para que se vea una malla de la complejidad urbana. Debe llevarse a cabo a distintas escalas, tanto en primaria como en secundaria. Podría tener cabida en áreas como Conocimiento del Medio y en materias afines a la geografía y el medioambiente; también en cualquier otra que tenga algo que decir en educación ciudadana, tan necesaria y a la vez alejada de las aulas. Pero sería más conveniente que “Salud y contaminación urbana” pudiese constituir por sí misma un proyecto de trabajo de centro, del estilo de los que la administración recomienda en la escasa parte liberada de las ataduras del horario escolar. Resulta interesante desde todos los puntos de vista que se mire: permite analizar el presente y proyectar el futuro, enlazar lo individual con lo social, consolidar el sentimiento de pertenencia ciudadana entre los escolares, trabajar conocimiento curricular y cotidiano, mezclar salud y hábitos de vida, apelar al cambio de actitudes y a la consolidación de una serie de valores de alta trascendencia colectiva. Además, y no es poco, ayuda a combatir la fragmentación del saber y el dominio disciplinar que tan presentes están en la escuela; en suma, es una clara apuesta por la visión compleja de la vida. En cuestiones de salud o interacción con el medioambiente, un proyecto de trabajo o estudio nos parece el mejor escenario de aprendizaje posible.

Hay que recordar al profesorado que la malla urbana natural y social es en sí misma un conocimiento integrado, y como tal debería abordarse, de una manera especial en la educación primaria; también en secundaria rompiendo las celdas curriculares de las diferentes materias, en particular aquellas que se agrupan dentro de las Ciencias Sociales o Naturales. Permite percibir la realidad propia, en partes o como un todo, y compararla con la de otras ciudades; facilita aproximaciones parciales a una problemática que es resultado de un conjunto de interacciones; se puede retomar en diferentes cursos escolares y con otros grupos de alumnos; incluso puede llegar a ser un proyecto educativo del centro. Duraría varios años, admitiría nuevos tratamientos, con distintos niveles de investigación-acción por parte del alumnado, y también del profesorado.

Convendría que el profesorado acordase previamente sus formatos para tener los objetivos bien visibles, para concretar las estrategias acordes. Esta tarea colectiva se podría incentivar si se cuelga un cartel a la entrada del centro con la alerta de la OMS (Organización Mundial de la Salud) lanzada en su informe de 2016 WHO releases country estimates on air pollution exposure and health impact, que decía que 9 de cada 10 personas respiran aire contaminado, lo cual tiene graves riesgos para su salud; los datos se confirmaron en el informe correspondiente a 2017. Un segundo mensaje en el mismo cartel invitaría a la participación de toda la comunidad educativa en su limpieza/mejora. Esta petición serviría al profesorado como punto de encuentro para organizar el proyecto en los distintos cursos. También hay que tener presente, para que el interés por la tarea y la preocupación transformadora no decaigan, que los fallecimientos (7 millones de personas) por esta causa cada año en todo el mundo son 4 veces superiores a los que originan juntas patologías tan terribles como el sida, la tuberculosis y la malaria.

En las distintas materias y cursos se puede comenzar, para la reflexión del profesorado e incentivar al alumnado, con una visita virtual colectiva a Ciudades que queremos. Ciudades hechas para que las personas puedan vivir bien y sanas del ISGlobal (Instituto de Salud Global) de Barcelona. Allí se plantean interrogantes sobre cuestiones básicas de la vida diaria y se desmenuzan claves que animan cualquier debate; sin duda, empujan a la participación, aportan motivos para la investigación del alumnado sobre lo que sucede en su ciudad.

Continuará…

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El trampolín del Día del Medio Ambiente para caminar hacia la Agenda 2030 escolar

Sería más correcto conseguir que el medioambiente se perciba como un entramado complejo, con una dimensión planetaria, sujeto a ritmos acelerados por la intervención humana, que se manifiesta a menudo con episodios dolorosos para las personas.

Carmelo Marcén Albero

Este año el Día Mundial del Medioambiente se centra en la contaminación del aire.

Desde hace unas décadas el 5 de junio se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente. Esta fecha sirve de recordatorio para lanzar una mirada crítica hacia el estado global del entorno más o menos próximo, también, y cada vez más, de denuncia ambiental sobre el ecosistema planetario. Este año se construye alrededor de la contaminación del aire y su acto principal se celebra en China; ¡Vaya paradoja!

En torno a ese día tenemos la sensación, o la certeza, de que el medioambiente, así junto queda más completo y tiene una dimensión de globalidad que es su principal característica, padece una serie de problemas a los que debe enfrentarse ya. Pero, ¿quién le pone voz al planeta?, ¿o lo escucha?. Sin embargo, no hay duda de que las debilidades que cuestionan su futuro tal cual lo conocemos son muy concretas; es más, buena parte de ellas han sido generadas por la especie humana que, a su vez, sufre sus efectos y es parte imprescindible de su mejora. Esta es la gran contradicción de la conciencia ambiental: las personas somos causa y efecto de parte de sus bienes y males en ese día y en el futuro. Aquí radica de manera especial la dimensión de vulnerabilidad global y, consecuentemente, la urgencia por actuar.

Normalmente, en este día, en la escuela y fuera de ella, se hace una lectura plana del término medioambiente: lugar donde vivimos. Esta conceptualización ha limitado hasta ahora la potencia educadora que supuestamente se asimila a un día mundial. Sería más correcto conseguir que el medioambiente se perciba como un entramado complejo, con una dimensión planetaria, sujeto a ritmos acelerados por la intervención humana, que se manifiesta a menudo con episodios dolorosos para las personas –son ecovulnerables– y para la permanente entropía del medio natural. Por eso, es urgente asociar las dinámicas mundiales en lo social, económico y ambiental con las crecientes situaciones de indefensión, que ya no es coyuntural sino estructural, según cuentan la ONU y otras organizaciones internacionales ecosociales y demuestran grupos de expertos científicos. Para enfrentarse a ellas son necesarias estrategias colectivas que logren reducir sus efectos y, a la vez, permitan adaptarse a retos tan graves y grandes como, por ejemplo, el cambio climático. Esa debería ser la estrategia básica del permanente “Día del Medio Ambiente”.

Señalemos que la ONU concretó hace unos años caminos de salida para la situación crítica social y ambiental en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Suponen un tránsito ético hacia la equidad que discurre por itinerarios trazados por la progresiva eliminación de la pobreza, por una mejora de la nutrición de las personas a través de alimentos más saludables porque ponen en primer lugar el consumo responsable y la reducción de la huella ecológica para no esquilmar la Tierra. Lo intentan en un contexto de promoción y universalización de la salud, visible en la mejora de la calidad del aire y del agua, en la eliminación de la pobreza energética a partir del uso de energías limpias y sostenibles, en la ralentización del cambio climático, en la conservación de le biodiversidad. Todas las anteriores prácticas son un camino para lograr la igualdad de derechos de las personas, que se fundamentan también en la protección de sus vidas, en el dominio universal de la justicia ética y de la paz como medio de supervivencia.

La Agenda 2030, que surge de los ODS, supone un esfuerzo colectivo, de todas las personas e instituciones para todas las personas y el planeta. Las administraciones, de forma especial las educativas, deben impulsar con determinación verdaderos enfoques de equidad, asegurar la igualdad de oportunidades, luchar contra la segregación escolar: fomentar la participación de las familias y el alumnado para conseguir un clima escolar acorde con los ODS. Además, es urgente un aumento de los recursos en forma de becas y ayudas a las personas, y de mejoras en la gestión ambiental de los centros, muy lejana ahora de los retos ambientales planteados.

La escuela para la vida como principio rector se debe imponer a las tradicionales tendencias que buscan la acumulación de los contenidos disciplinares, que poco sirven para entender lo que cada día acontece. Su quehacer cotidiano se debería estructurar en torno a ejes y mallas didácticos, ambientales y sociales: el ejercicio de la equidad, la promoción de una sociedad abierta, demócrata e integradora, o el respeto activo hacia el planeta. El profesorado es parte principal en la generación de cambios éticos. Debe contemplar su trabajo como promotor de la igualdad y la equidad, como animador educativo para la acción positiva hacia el medioambiente. Para lograrlo, necesita, además de una formación pertinente, implicarse en la selección de aquellos aspectos curriculares que favorezcan el tratamiento de los ODS, hasta que llegue el tan deseado y profundo cambio curricular. En el camino, los Proyectos Educativo y Curricular deben estructurarse en torno a una educación que se implica en el conocimiento experimental de los 17 objetivos y las 169 metas de los ODS, en la consecución de aquellos que están más cerca de su ámbito competencial. En estos momentos, el profesorado, como la educación y la escuela, no puede ser neutral.

En este sentido, hay que subrayar que no basta la buena voluntad, demostrada en numerosos centros educativos que han desarrollado iniciativas más o menos puntuales sobre estas temáticas. El siempre pendiente Pacto Educativo debe fijarse más en la finalidad de la escuela y su relación con la vida que en su estructura organizativa; las circunstancias lo exigen y aquí no caben opciones políticas reservadas.

La Agenda 2030 escolar se debe basar en la práctica democrática de la ciudadanía del mundo, en la percepción de la vulnerabilidad, en la participación de toda la comunidad educativa. Habrá de reflexionar sobre la necesidad de adoptar cambios en el estilo de vida para que en ese año se hagan realidad una buena parte de los derechos universales en las personas –el alumnado de hoy es actor del mañana en relación con el planeta del que forman parte. En fin, que les aconsejamos una inmersión en los ODS; rellenen de compromisos su Agenda 2030 escolar. La gente de ESenRED hace días que empezó y lo cuentan.

Carmelo Marcén Albero (www.ecosdeceltiberia.es)

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/ecoescuela-abierta/2019/05/31/el-trampolin-del-dia-del-medio-ambiente-para-caminar-hacia-la-agenda-2030-escolar/

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El bolígrafo escribe a mi escuela para alertar del uso del plástico

Por: Carmelo Marcén

En EEUU se tiran cada año 1.600 millones de bolígrafos. China fabrica 38.000 millones en ese tiempo. La mayor parte están hechos de plástico. Tal vez es hora de hablar de sus usos.

En tiempos ya le dedicamos aquí un artículo, preocupados por el escaso reconocimiento universal que disfrutaba a pesar del papel que ha desempeñado en la educación. Pero debo confesar que hacía tiempo que no mantenía comunicación con él, ocupado en entender asuntos más grandes como el cambio climático, la pérdida de la diversidad o el consumismo que está acabando con el planeta.

Me vino otra vez al encuentro porque en casa me preguntaron a qué contenedor debía llevarse un bolígrafo de plástico una vez utilizado. De entrada dije que al amarillo, pues la mayoría llevan partes plásticas y metálicas. En mi familia nos picó la curiosidad y contamos los bolígrafos que teníamos. La sorpresa fue mayúscula: ¡Eran 68!, ahora que casi todo lo escribimos en el ordenador y lo guardamos en archivos o nos lo imprime la impresora. Los había de todos colores y modelos: más o menos anatómicos, con muelle o sin él, silenciosos o con clic anunciador de estar dispuestos al uso, y recargables o no. Entre estos, unos portaban una carga estilizada y otros la tenían con sección circular mayor.

Admiro a los bolígrafos desde que me hicieron más fácil la escritura; los de más edad aprendimos con ellos a anotar cosas con algo que no fuera un lápiz y a dejar constancia de nuestros sentimientos y proyectos. Por mi reconocimiento hacia ellos, supe que fue el húngaro László Bíró quien los imaginó al observar el viaje de una piedra por un charco y patentó en 1938 un artilugio que iba a revolucionar la escritura y, por extensión, la cultura universal. La persecución nazi lo hizo huir desde su país a Argentina. Desde allí “los lapicitos a tinta Birome”, así se llamaban, llegaron a EE.UU., donde, como casi siempre, se hicieron con las patentes más prometedoras.

Para quienes hace muchos años que abandonamos la escuela, no se nos olvida el impulso de las marcas americanas como Reynolds y Parker –la aristocracia de la escritura– y sobre todo la francesa Bic. Hay que contar que el señor Marcel Bich vio hacia 1950-1961 en la punta esférica de Byrone una manera de poner en la mano de todo el mundo un bolígrafo que le permitiese la escritura ágil y por eso compró la patente para Europa. De todo ello quedó constancia en aquel cantarín anuncio que los chicos y chicas de hoy deben escuchar. Tanto éxito ha tenido el Bic que figura en un lugar importante del MOMA (Museo de Arte Moderno de Nueva York) y en el Centro Pompidou de París (Museo Nacional de Arte Moderno).

Indaguen con el alumnado cómo ven el bolígrafo: pídanle que escriba una frase sobre él o que le dedique calificativos. Anoten lo uno y lo otro en la pizarra y jueguen con estas ideas; es posible que así se valore la importancia de las cosas pequeñas. De paso, les pueden informar que hoy casi todos están fabricados con poliestireno, aunque la bolita deslizante suele ser de acero y el capuchón de propileno. Hagan un cuenteo de los bolígrafos que portan chicos y chicas en sus estuches. Anoten el número total, a cuantos salen por persona, separen los que sean o no recargables, miren si alguno de ellos está fabricado con un material diferente al plástico. Cuenten al alumnado la carta que ha escrito a mi clase para relatarnos sus pesadumbres, que el tiempo y las nuevas modas no hacen sino aumentarlas. Se lamenta de que, a pesar de seguir prestando sus servicios con humildad y sin excesivo costo, se ha visto arrinconado por los ordenadores y tabletas. Me dice que da igual que sus diseños sean elegantes y modernos, su figura más o menos anatómica, con o sin tecnología punta, etc. Muchas veces ni se usa; cuando sí se hace, si la carga de tinta no fluye como debiera o se termina, todo él acaba en la basura. Tiene razón, la acelerada “sociedad del ahora mismo” en la que estamos inmersos desdeña lo todavía útil, aunque sustituirlo por algo igual o similar suponga un aumento considerable de materia y energía, además de provocar efectos contaminantes como la acumulación de tóxicos en el medioambiente.

Pero el mensaje más contundente que quería hacerme llegar el bolígrafo era su adhesión a una campaña para reducir el mundo plástico. En ella se propone que no se fabriquen bolígrafos de un solo uso y que se elaboren con plástico 100% reciclable, además nos invitaba a instalar contenedores para su recuperación en todos los centros educativos, asociaciones de barrios, papelerías, ayuntamientos, etc. Nos informaba de que cada año se desechan unos 1.600 millones de ellos en Estados Unidos de América –lo asegura la EPA, que es la Agencia de Protección Ambiental–, que en China se fabrican unos 38.000 millones.

En la misma carta, nos anima a pasarnos por una papelería o por la sección de material escolar de la gran superficie comercial, para fotografíar su plastificado estuchado y proyectar en clase las imágenes, para ver si nos dicen algo. Así podremos saber si predominan los de un solo uso y ver si portan o no instrucciones de reciclado o recarga; también nos decía que nos fijemos si en esos comercios venden cargas para renovar una y otra vez su uso. Al final, con letras grandes, nos informaba de que no deben arrojarse al contenedor amarillo, que ha conocido una empresa, Terracycle, que los recoge y trata sus materiales; en su web informan de sus puntos de recogida, que en ocasiones están en colegios o ayuntamientos, y de la forma de hacérselos llegar si no se pueden llevar a esos lugares.

Finalizaba la carta con un consejo que debería hacerse universal y recordarse siempre: ¡Fuera ya de la escuela los bolígrafos de un solo uso!

Fuente e imagen: https://eldiariodelaeducacion.com/ecoescuela-abierta/2019/05/17/el-boligrafo-escribe-a-mi-escuela-para-alertar-del-uso-del-plastico/

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cooperación genuina, Nicaragua, alimentación saludable

La salud planetaria pide ayuda a la escuela porque necesita un cambio de dieta urgente

Por: Carmelo Marcén

A lo largo de varios cursos, en primaria y secundaria, la escuela enseña algo sobre los alimentos y da a conocer a los escolares qué es mejor que coman y por qué, cuáles son los alimentos y nutrientes que más convienen a su cuerpo.

Convirtamos las escuelas en escenarios múltiples relacionados con la alimentación: campos de cultivo, supermercados, cocinas de casa y mesas de comedor. Dado que puede que el alumnado, en general, no esté muy implicado en este asunto cotidiano, podemos fomentar su curiosidad con un par de frases que se atribuyen a personajes célebres, haciendo hincapié en qué dijeron y cuándo, y pedirle que opinen sobre ellas. Dicen más o menos así: “Nuestra comida debería ser nuestra medicina y nuestra medicina debería ser nuestra comida” (Hipócrates, médico griego que vivió hace 2.500 años) y “comer es una necesidad, pero comer de forma inteligente es un arte” (La Rochefoucauld, filósofo moralista francés y escritor del siglo XVII). Ahora que se están poniendo de moda concursos televisivos sobre cocina, incluso los hay infantiles, se debería incidir en que la alimentación está muy ligada a la salud, por eso necesita seleccionar alimentos y nutrientes con inteligencia. Demos tiempo a que el alumnado exprese sus ideas, hable de sus hábitos y tomemos nota en la pizarra o en la PDI de sus saberes y desconocimientos, de sus deseos, para trabajarlos posteriormente.

En este sentido, y dirigida a todo el mundo, la FAO tiene una página especial dedicada a la alimentación y nutrición escolar en el mundo, en donde da consejos sobre la nutrición en general con una serie de directrices sobre las comidas escolares o la conveniencia de utilizar los productos locales para la alimentación. Incorpora guías alimentarias por países. También se puede consultar la estrategia Naos Come sano y muévete. 12 decisiones saludables de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición. Una buena guía para programar actividades con el alumnado, pues plantea situaciones de la vida corriente y da sencillos consejos para la práctica personal y colectiva. Es la edición de 2012, pero hay más números de la Estrategia Naos que resultan de utilidad para abordar cuestiones de alimentación y salud en la escuela. La página de la FAO incluye otros enlaces por países con estrategias de salud como El plato del bien comer en la página de México, las Guías alimentarias de Costa Rica o Chile, entre otras de los países latinoamericanos. También habla de un asunto trascendente y sujeto a comentarios varios: anima a preservar la biodiversidad como sistema complejo que nos asegura una alimentación variada.

Por si no se había reparado en ello, las dietas humanas están totalmente vinculadas con la sostenibilidad ambiental. Es indudable que el incremento de la producción de alimentos en los últimos 50 años ha contribuido a mejorar la reducción del hambre severa y la esperanza de vida pero también ha generado cambios de dieta poco saludables. Las tradicionales –basadas más en alimentos de origen vegetal– han cambiado hacia un “modelo alimentario de estilo occidental” –un alto consumo de calorías, alimentos altamente procesados, bastantes azúcares añadidos, sodio y grasas no saludables– procedentes de altas cantidades de productos animales, con los consabidos peajes ambientales de los que ya hemos hablado en este blog; en ellos, el gran incremento de productos utilizados en la ganadería intensiva para hacerla económicamente rentable, que después dañan el planeta y nuestra salud. Por otro lado, no se está priorizando el consumo de alimentos vegetales de temporada y de agricultura de cercanía.

Todo esto está teniendo sus impactos en la salud humana, a escala personal y colectiva, con elevados gastos sanitarios, pero también es insostenible a escala ambiental. La producción actual de alimentos ya está impulsando el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la contaminación y demasiados cambios drásticos en los usos del suelo y el agua; seguramente nuestros alumnos desconocen que para producir un kilo de ternera hacen falta 15.000 litros de agua según la FAO. La revista Science publicaba un artículo de título esclarecedor “Reducir los impactos medioambientales de la comida a través de los productores y consumidores” en mayo de 2018; en él afirmaba que el 83% de la superficie cultivable del mundo se destina a alimentar animales. Por eso no debe extrañar que mucha gente haya adoptado dietas basadas principalmente en los vegetales, veganos o no, y que otras personas colaboren en ONG animalistas, o que Greenpeace recomiende reducir la ingesta de carnes y lácteos un 50% en el año 2050. Si quieren más fundamentación de esta cuestión, lean el artículo Plate and the Planet de Harvard Chan; no tiene desperdicio ese plato del planeta. Alíñenlo con La dieta perfecta para salvar el planeta y la salud del ser humano, publicado en El País. Y mantengan siempre en la despensa EAT Lancet, que se titula como la plataforma mundial basada en la ciencia para la transformación del sistema alimentario.

No se queden únicamente con estos aperitivos. Comenten en equipo entre el profesorado si apuestan por “la dieta de salud planetaria” que han recomendado los científicos, y recoge en parte un artículo publicado por la CNÑ (la CNN en español), que aseguran que puede salvar muchas vidas y al planeta. Revisen con el alumnado lo que comieron el día anterior. Hagan grupos de alimentos y razonen si su dieta es más o menos saludable, para cada uno y para el planeta. El debate que se puede plantear en clase es sumamente interesante. De todo lo que hemos dicho aquí cabe hablar: el largo o corto viaje desde el campo a la mesa tiene repercusiones en la vida individual, colectiva y en la del planeta.

Por cierto, seguro que en el desarrollo curricular de su curso se habla, en su materia o en otras, de alimentación y nutrición, tanto a escala individual como atendiendo a las producciones alimenticias planetarias y al comercio mundial de alimentos. Abordarlo en clase es conveniente pero cabría que todo el centro educativo colaborase en un proyecto de trabajo, secuenciado y progresivo, sobre esta temática. Es más, resulta imprescindible si en su centro hay comedor escolar.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/ecoescuela-abierta/2019/04/12/la-salud-planetaria-pide-ayuda-a-la-escuela-porque-necesita-un-cambio-de-dieta-urgente/

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