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Federalismo educativo, en camino

Por: David Calderón

En el enfoque de derechos que hoy guía los compromisos internacionales de los que México hace parte, y que la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos ha ido incorporando cada vez con mayor claridad, en oleadas sucesivas, se ha ido superando la idea de que los derechos sociales son sólo algo “deseable”, pero mal distribuido por razones históricas (unos tienen mejor salud, educación o desarrollo porque… pues porque siempre ha sido así).

En una visión sólida y contemporánea, el derecho a la educación ya no es como tal equivalente a “servicios educativos”; eso sería un grave empobrecimiento. Así como el acento en pedagogía ha ido pasando de la “enseñanza” al aprendizaje, el acento ha pasado de una expansión de insumos a una responsabilidad por el logro, es decir, por el alcance progresivo de un ejercicio pleno y universal del derecho. En buen castellano, hay responsabilidades específicas de los gobiernos para asegurar el ejercicio del derecho a la educación.

El último Reporte Global de Monitoreo de la Educación que publica la UNESCO (GEM Report 2017/8, disponible en https://es.unesco.org/gem report/node/1464) tiene precisamente como tema la responsabilidad educativa. El derecho de los niños y jóvenes tiene como titulares de las obligaciones principalmente a los gobiernos, que deben rendir cuentas. Entre las recomendaciones que hace el Reporte está la de propiciar una viva discusión en los medios de comunicación sobre los resultados educativos, la fácil y universal consulta de indicadores relevantes, la participación de las organizaciones de sociedad civil para emplazar a los gobiernos, evaluando los logros y desafíos.

En México, desde 1992 son las entidades de la República las que administran las escuelas; ellas, las instancias que legal y explícitamente son los empleadores de los maestros, las responsables de su formación inicial y las encargadas de sostener su aprendizaje profesional. Mucho de lo que se concreta para bien, la implementación pulcra y puntual de la Constitución y las leyes, corresponde prevalentemente a los estados.

Muchos son los gobiernos que no comenzaron su mandato en 2012, y que continuarán después de la elección federal de 2018. La Constitución y las leyes, la autonomía del INEE, el activismo desde sociedad civil no son sexenales, y no cambian al otro día de la elección o de la toma de posesión. No olvidemos que en la gran mayoría de los planteles de educación obligatoria del país habrá clase el 2 de julio en la mañana. No hay soluciones mágicas, ni cambios unipersonales. Gane quien gane, la implementación principal del currículum en el aula y del aprendizaje profesional de los maestros ocurre en los estados.

Este federalismo efectivo, que se va abriendo paso en la realidad, es justamente un movimiento de progresividad. “Cada vez más, cada vez mejor” es la consigna, porque al mejorar surgen nuevos retos; porque es genial tener mejor permanencia pero pierde sentido si no la acompaña mejor aprendizaje; porque es bueno que la promoción sea por esfuerzo y no por cuotas políticas o gremiales, pero es mejor todavía que la promoción implique un pago superior inmediato, y un apoyo formativo a los directores para su función.

Para identificar e ilustrar esas tareas de las entidades, hoy publicamos la edición 2018 del Índice de Cumplimiento de la Responsabilidad Educativa a nivel estatal (ICRE) -se puede descargar libremente en www.mexicanosprimero.org-. Es un estudio que retoma los factores de inclusión en el derecho (la Permanencia, es decir, la proporción en la que cada estado del país se está logrando que cada generación llegue a la Educación Media Superior, y el Aprendizaje, la proporción en la cual, al final de la educación básica, quienes están incluidos en al escuela alcanzan el umbral mínimo de aprendizajes o más), y las responsabilidades que las leyes vigentes marcan para los gobiernos estatales en el campo educativo en aspectos críticos como preparación inicial de los maestros, inclusión desde primero de preescolar, instalaciones sanitarias y áreas deportivas y recreativas de las escuelas, carga de trabajo para los supervisores o cumplimiento del deber de nombrar y pagar tutores para los maestros que ingresan tras el concurso de selección).

El ICRE es un mapa para regresarnos todos a estudiar y subrayar qué prácticas son eficaces, visibilizarlas, tomarlas como inspiración, pues una práctica efectiva es por definición contextual y pertinente. Es una oportunidad para que los estados aprendan unos de otros, y no esperen que todas las soluciones las provea la SEP desde arriba y desde afuera. El país que soñamos es uno de resultados equivalentes, no de soluciones idénticas. El federalismo educativo auténtico, equidistante del atrincheramiento de caciques abusivos y de la languidez de los que necesitan que todo les digan cómo hacer, está echando raíces, y tiene un rostro creativo, resiliente, prometedor.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/federalismo-educativo-en-camino/

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Bebés y candidatos: el Pacto por la 1ª Infancia

Por. David Calderon

Aunque parezca una contradicción, en México vamos madurando en los temas referentes a la Primera Infancia. Ha sido un largo y trabajoso camino, pero en el último lustro se ha producido una notable convergencia entre los expertos en desarrollo, las organizaciones de incidencia en política pública, las fundaciones corporativas y los defensores de derechos de la infancia. Ese diálogo intenso ha decantado en multitud de programas y convenios de colaboración, que han cambiado el rostro del desarrollo integral en cuanto a promoción de la lactancia y del cuidado cariñoso y sensible, el aprendizaje con juego y la ruta integral de atenciones que corresponden a los menores de seis años, la rendición de cuentas sobre vacunación, la demanda sobre la calidad de la formación inicial y continua para los educadores de nivel preescolar.

El proyecto más reciente de este colectivo de asociaciones es la promoción de un Pacto Nacional por la Primera Infancia, en donde no sólo el impulso viene del núcleo de organizaciones ciudadanas, sino también de algunas instancias del Estado mexicano que han sabido sumarse, superando la tradicional resistencia de las autoridades mexicanas, grandes y pequeñas, que les gusta presumir como política de Estado de su autoría lo que les exigió durante años el frente de sociedad civil organizada.

El Pacto reúne las voluntades, el conocimiento experto y el prestigio de la experiencia en programas exitosos de todo corte –formación de familias en prácticas de crianza, voluntariado para asistir en estancias y guarderías, universalización de las mediciones de hitos del desarrollo de cero a cinco años-de más de 300 organizaciones, que cubren en conjunto todos los estados de la República. No es menor lograr el acuerdo en sociedad civil, y menos aún ceder al natural protagonismo que pudiera darse entre los cultivadores de grandes corrientes en el campo, desde (Plaza) Sésamo hasta Lego, desde Topaz hasta Un Kilo de Ayuda, desde la Comisión Nacional de Derechos Humanos hasta el Instituto Nacional de Salud Pública, desde Fundación Banorte hasta Fundación FEMSA, desde Save the Children hasta Mexicanos Primero.

El martes de esta semana, los cocreadores y apoyadores del Pacto se reunieron con 24 medios de comunicación para detallar el emplazamiento a los candidatos a la Presidencia. El Pacto también busca involucrar a las nueve gubernaturas que serán disputadas en julio próximo e incluso las más de mil 500 alcaldías, pero sin duda es crucial que haya un compromiso explícito de la persona que será la o el siguiente presidente de México.

Ahí explicamos que no se trata sólo de pedir la adhesión pública y comprometedora de los candidatos, ante la sociedad en general y con el testimonio de los medios de comunicación de mayor alcance, a unos principios abstractos. Los contenidos del Pacto son metas precisas y graduadas, a ser alcanzadas en los próximos seis años, en los aspectos clave de los derechos de los niños que requieren de protección especial y acción específica, las garantías para los casi 10 millones de niñas y niños que se encuentran en ese rango de edad año tras año.

Les estamos pidiendo que no sólo la o el próximo presidente se aboque a mitigar los efectos de los males que nos afectan, sino que priorice –como históricamente aún no se ha hecho- a ir a la raíz de las soluciones. Sin duda en los dos sexenios pasados hemos mejorado en los indicadores de derecho a la supervivencia de niñas y niños pequeños, pero aún estamos lejos de la calidad y consistencia requeridas para atender sus derechos al desarrollo o a la protección. La mayoría de los avances han sido dispersos, no siempre deliberados o al menos no planeados; y todo ello parte de que este grupo de la población que es –nunca mejor dicho- la base de la pirámide que suele no ser visible, y su atención para el ejercicio y restitución de derechos es un proceso no vigilado, no demandado, no disputado con energía.

Los adultos parece que siempre tienen tiempo: vamos mejorando, esto es lento, no cambian los indicadores de la noche a la mañana, dicen los funcionarios con frecuencia. Pareciera que el apremio es sólo de las y los niños; esta es su única infancia, y si no tiene la activación y resguardo, la interacción estimulante y el apoyo suficiente y equitativo, las generaciones de mexicanos serán incompletas, ya divididas y enfrentadas desde el inicio, promesa incumplida de su propia plenitud.

Por ello, estamos emplazando a que Margarita, Jaime, Ricardo, José Antonio y Andrés Manuel sean explícitos y puntuales. Que digan de frente al país y con todas sus letras que sí van a empezar por lo primero, y que además de comprometerse con las metas van a poner el dinero, las atribuciones de ley, los funcionarios, los planes y el mecanismo de información, monitoreo y rendición de cuentas que se necesita para saber que la suya no es una adhesión vacía y oportunista. Que podamos decir que bebés y candidatos sí se llevan, porque los segundos están al servicio de los primeros. Los bebés no votan, pero deben ser clave para definir la próxima elección.

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Bebés y candidatos: el Pacto por la 1ª Infancia

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El tiempo de la educación siempre es el presente

Por:  David Calderón

En el proceso de transformación educativa, las reformas a las leyes llevan su tiempo, pero no es ni lineal ni automático el paso del texto legal al cambio de prácticas en el aula. Así que se requiere de un sano y sensato equilibrio: ni esperar cambios mágicos, pues lo significativo requiere de perseverancia, ni –en el otro extremo– decir que hasta dentro de 25 años sabremos si el asunto funcionó.

No se les puede decir a las familias que sólo en el largo plazo la vida de sus hijos puede mejorar. La transformación educativa es un tema de “urgencia perseverante”: exigencia desde ya, pero continuada en el tiempo, sin desfallecer ni bajar las expectativas. Y eso implica una implementación educativa honesta y efectiva ya, desde hoy.

El tiempo de la educación siempre es el presente, es en el ahora. En estos momentos, en los que la corrupción, la impunidad y la seguridad ocupan casi todo el debate público, no se puede olvidar que dichos temas tienen la raíz de sus soluciones en la educación.

El ahora que estamos viviendo es ya de por sí convulso; pero además se acelera y se actúa en la prospectiva de la contienda electoral. Desde su arranque, hace ya más de 10 años, como Mexicanos Primero buscamos que el derecho de niñas, niños y jóvenes se ponga en el centro, en el primer lugar; se trata de poner su derecho a aprender primero. Y por eso, en la coyuntura electoral no podemos ser ajenos a ella y no vamos a serlo; queremos estar ahí por convicción y por identidad.

Somos y seremos, como iniciativa ciudadana, imparciales y apartidistas, pero nunca neutros. Estamos a favor de unos principios y propuestas, y en contra de otras. Y en las campañas nos expresamos. A nuestro juicio, la pasión con la queremos vivir hoy nos pone una alternativa: o nos echamos para atrás o nos echamos para adelante. Y la mejor manera para saber dónde es adelante son datos rigurosos y argumentos probados.

Así, hemos publicado La Escuela que Queremos (descargar sin costo en www.mexicanosprimero.org), un estudio que presenta 16 políticas públicas clave desde la aprobación de la reforma, en 2013, hasta el avance según el último dato al 12 de febrero de 2018.

La Escuela que Queremos nos ayuda a cumplir la misión de las expresiones de sociedad civil que, en el paso de una administración a otra, en el campo federal o bien de una gubernatura a otra, prevalezcan las políticas de Estado.

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El tiempo de la educación siempre es el presente

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Empieza por lo primero

Por: David Calderón

En los debates entre representantes de coaliciones y candidatos sobre el tema educativo, debemos poner a la luz, en su adecuada relevancia, en el desarrollo integral de la primera infancia (DIPI). El cartel de argumentos corre el riesgo de reducirse a la evaluación de los docentes y a la pobreza del contexto o de las escuelas mismas, pero no volteamos a ver con suficiente detenimiento lo que implican los primeros años de vida para las oportunidades de millones de mexicanos.

Para la escuela que queremos, no basta suponer que las personas llegarán sin obstáculos a inscribirse en la educación obligatoria (desde primero de preescolar), debemos, en cambio, asegurarnos activamente –con los medios legales, con los diseños institucionales y con las prácticas reales– que llegarán todos, que podrán constantemente acudir a la escuela y, la tarea más ardua, que llegarán listos para aprender juntos. El primero de primaria puede ser muy tarde, incluso con un gran replanteamiento de las normas y programas de la educación básica, como el que se desprende del cambio a la Constitución y las leyes que se va implementando en México desde 2013, los frutos pueden ser magros si no cuidamos un arranque en la vida digno y suficientemente activado.

El desarrollo integral de la primera infancia no es algo sólo posible y deseable, es el derecho de cada persona a alcanzar en el arranque de su vida –de los cero a los seis años de edad– la plenitud del potencial que le es propio, dado que su despliegue personal ocurre con una velocidad y profundidad que no tiene paralelo en otras etapas posteriores. Usamos “desarrollo” en su acepción más amplia, que involucra lo físico, la salud, lo cognitivo, lo socioemocional, la habilitación comunitaria y la identidad cultural específica.

En la práctica, el desarrollo óptimo que debe servir de arranque a la escuela que queremos está todavía lejos de alcanzarse.

Por ello, más de 300 organizaciones, presentes en todas las entidades de la República, estamos emplazando a los candidatos a la Presidencia para que se comprometan con el Pacto por la Primera Infancia “Empieza por lo Primero”. La propuesta incluye que no sólo firmen, sino que también prometan dedicar presupuesto, asignar funcionarios, modificar reglamentos y establecer un sistema de información y monitoreo para que las organizaciones de sociedad civil verifiquen el cumplimiento. Ya está el reto desde el lado de los ciudadanos. Será muy significativo saber quién sí firma desde el lado los políticos.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/empieza-por-lo-primero/

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Agentes de cambio y educación (2)

Por. David Calderón

Corremos el riesgo de pasar del entusiasmo fundacional a una visión demasiado optimista por parte de las autoridades mayores de educación, con números alegres y con frecuencia poco atenta a las críticas y divergencias, para luego caer en un tirón inverso en el péndulo; es decir, una evaluación muy negativa del proceso que siguió a la reforma constitucional y legal, que habla de agravio y de molestia, pero que puede desconocer la evidencia.

En “La Escuela que Queremos” (puede descargarse sin costo en www.mexicanosprimero.org), analizamos con datos oficiales y públicos, respaldados por solicitudes de información, los avances y los pendientes en 16 procesos de política pública, siguiendo lo que cambió en la realidad –y lo que no– a resultas de las adiciones y reformas del Artículo Tercero y su continuación en la Ley General de Educación, las dos nuevas leyes de observancia general, y los ajustes a las leyes estatales de las 32 entidades de la República.

En la obra sostenemos que, para pasar de los postulados de las leyes a la realidad de las aulas, además de los tres aspectos que expuse en el artículo anterior –mecanismos de participación y comunicación, completar el marco normativo y hacer accesible la información relevante y su uso– hay otros dos pendientes más que también son cruciales.

Uno es la presencia y desarrollo de capacidades para dar sustancia al compromiso. La clave de la transformación educativa, además de las propuestas hechas con solidez en su diagnóstico de arranque y metas de logro en su ejecución, están en el compromiso y la capacidad de los agentes de cambio. La actitud de esas personas –secretarios estatales, funcionarios intermedios, supervisores, directores, maestros, ATPs, miembros de los Consejos de Participación– es fundamental, pero dicho compromiso se queda sin substancia si no hay oportunidades de desarrollar sus capacidades técnicas.

Para la tarea educativa no todo es disposición e intuición; hay que respetar la lógica propia de la gestión educativa, que requiere de conocimiento experto, el cual no se improvisa ni tiene atajos. Los funcionarios educativos de cada periodo no pueden ser los alumnos que cuestan más caro al sistema educativo nacional, ni los nombramientos a esas tareas pueden tener como lógica la afinidad política y el reparto de un botín. Hay que ser tajantes: lo que es inaceptable entre maestros lo es igualmente entre funcionarios; el nombramiento debe traer méritos, conocimiento del sistema, independencia de lo gremial y lo político. Empujar las exigencias específicas de idoneidad de funcionarios será parte de las luchas próximas en materia educativa.

Otro pendiente es contar con los recursos necesarios para las transformaciones que marca la ley, lo que significa que para empezar estén claramente asignados, y para seguir, que sean ejercidos en forma honesta, oportuna, eficiente y transparente. Los recursos, especialmente la inversión de dinero, son el instrumento necesario de la política pública educativa, como hemos afirmado desde nuestro estudio (Mal)gasto. Hay que poner la bolsa donde se puso la boca. Si una propuesta de cambio en políticas públicas no tiene viabilidad financiera, entonces es una ilusión y probablemente una mentira. En el caso de la transformación educativa, hemos dejado perder oportunidades preciosas de mejora en esta etapa reciente porque no se previó el recurso necesario, porque se desvió o ejecutó con ineficiencia y negligencia.

Tres botones de muestra: a) No se previó pago suficiente para las tutorías de los profesores novatos, que se han hecho en forma tardía, intermitente e incompleta; b) No hay dinero asignado con toda claridad para los reconocimientos de promoción en la función, aumento de horas y reconocimiento de ingresos con lo alcanzado en Carrera Magisterial, lo que trajo la decepción y rechazo a otros procesos de reforma justo por parte de los mejores educadores profesionales del país; c) No se costeó la inversión para una formación dedicada, presencial y de aprendizaje entre pares para la apropiación por parte de los maestros del Modelo Educativo y menos para la dimensión socioemocional y el componente de Autonomía Curricular. Lo que más promete en lo pedagógico, lo propiamente educativo, está crónicamente subfinanciado.

Aquí está el reto a las autoridades actuales. Aquí también lo que han de solucionar los candidatos, y no alianzas gremiales o promesas de paja.

Fuente del Artículo:

Agentes de cambio y educación (2)

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Para comenzar bien, un compromiso

Por: David Calderón

En la Primera Infancia, de los cero a los 5 años de edad, ocurre a los seres humanos un proceso paradójico: nunca se aprende tanto y con tan profundas consecuencias como en esta etapa, y resulta a la vez un periodo de casi total dependencia. No por una enfermedad o debilidad posterior -“superveniente”, como dirían los abogados- sino en forma generalizada y estructural, las niñas y los niños más pequeños requieren de la asistencia constante y del cuidado deliberado de los adultos para asegurarles los mínimos vitales más elementales. Nuestro momento de ser los máximos aprendices coincide con nuestro momento de máxima fragilidad.

Ríos de tinta y trillones de bits han corrido, en los años recientes, para posicionar dos mensajes: la inversión social en los primeros tres años es la que más beneficios trae. Por cada unidad monetaria invertida en las personas de estas edades, el “retorno” social es de tres y hasta siete veces superior llegando a la vida adulta. Es decir, invertir en nutrición, salud y educación inicial es un posterior ahorro en las enfermedades crónicas que se evitaron o un menor gasto en seguridad y cárceles que no fueron necesarias, o bien, por el lado positivo, niñas y niños con adecuado ambiente y activación de capacidades serán ciudadanos más participativos, población económicamente activa que aporta más y mejor recaudación para redistribuir la riqueza, personas que, a su vez, vivirán su etapa de paternidad y maternidad en forma más dedicada y más sana que sus predecesores. Segundo mensaje: en esos mismo años se producen la mayor cantidad de conexiones neuronales, absolutamente críticas para las capacidades posteriores en lo afectivo y lo cognitivo, pero sin el cuidado y la ejercitación adecuadas generan un déficit que ahonda aceleradamente -como ningún otro factor que no sea guerra, hambruna o desplazamiento-las desigualdades entre los niños de familias más pobres y los de las familias más ricas. Conclusión: no poner atención prioritaria al Desarrollo Infantil Temprano es la peor política pública, la más contraria al crecimiento económico, la equidad y la estabilidad social. Ya tenemos Preescolar, para niñas y niños de 3 a 5 años, y para la etapa anterior, 0 a 3, la denominación que se usa es “Educación Inicial”.

Así de importante. Por eso es una gran noticia la publicación del acuerdo número 04/01/18 de la SEP, referido al Programa de Educación Inicial: Un Buen Comienzo, en el Diario Oficial de la Federación. El Programa es ambicioso, prolijo (¡110 páginas!) y todavía con los resabios del diseño curricular típico de la educación básica, pero hay que reconocerle dos grandes méritos: a) recapitula buena parte de los dispersos enfoques para abordar la responsabilidad del Estado en esta etapa (en 2014, UNICEF contó 45 esfuerzos diferentes de la Federación y 60 de los estados, entre intervenciones del CONAFE, CENDIS, guarderías, estancias, programas de visitas, etcétera), brindando un marco común sensato y compartible por los distintos especialistas y activistas; y b), pone las bases de una articulación de la propuesta educativa de México (aunque la SEP lo ha llamado “Modelo”, lo más adecuado sería llamarle “proyecto educativo”) que, ahora sí, cubre el arco que va desde el nacimiento hasta la educación para adultos, con la concepción de “educación para toda la vida”.

En otra ocasión me ocuparé de los contenidos. Baste decir que el documento es sólido y que plantea cinco principios rectores, muy congruentes con lo que la investigación y las prácticas efectivas a nivel internacional han confirmado:

1. El niño es un aprendiz competente (es decir, las actividades deben orientarse a enriquecer lo que ya ocurre, y no suponer que lo “creamos” con nuestra acción; los niños más pequeños, y tooodos los niños, ya están aprendiendo. No son sub-humanos o pre-humanos; son pequeñitos pero sienten, piensan, saben).

2. El niño como sujeto de derechos (esto es, no es opcional el respeto y promoción de su seguridad, de su libre expresión, a la vida libre de violencia, etc.).

3. Garantizar el juego y el aprendizaje (estos dos derechos de niñas y niños son los que deliberadamente se promueven con el Programa).

4. Orientar y enriquecer las prácticas de crianza (como dijimos, no todo se resuelve en instituciones; la educación inicial es incompleta si no involucra a las familias y toma en cuenta su contexto, sus aspiraciones y su cultura)

5. Ofrecer servicios educativos de calidad (que sean chiquitos no significa que niñas y niños de cero a seis merezcan poquito; no es adecuado tenerlos en condiciones precarias y es mejor una estrategia de activación con las familias y la comunidad, y no instalaciones insalubres o peligrosas, como mostró la tragedia de la guardería ABC, ni tampoco personal impreparado y mal pagado que no tiene la disposición o la formación adecuadas para estimular la exploración y el descubrimiento, el despliegue de los lenguajes y la convivencia armónica y afectuosa.

Ésa es la jugada dibujada, hoy, en el pizarrón nacional. Pero hace falta la selección nacional que se tome las metas y se obligue a financiar y monitorear los avances. Por ello, desde la sociedad civil, convocaremos a un Pacto Nacional por la Primera Infancia.

Esta historia, literalmente, continuará…

* Presidente Ejecutivo de Mexicanos Primero

Fuente del Artículo:

Para comenzar bien, un compromiso

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Qué esperamos ver en 2018 en educación. Parte 2

Por: David Calderón

El viernes pasado tuvimos una larga y esperanzadora conversación con directores de preescolares y primarias públicas. Fue una gran oportunidad de “cacharlos haciendo el bien”. Por ejemplo, Eduardo nos habló con vehemencia de su trabajo sobre el ánimo de los docentes para dignificar y tener altas expectativas en los turnos vespertinos, a los que se apoya tan poco. Irma expuso cómo hizo para que su Centro de Atención Múltiple pudiera contratar psicólogos especializados y cómo ahora también asisten a las escuelas circundantes para apoyar a los maestros frente a grupo en el sistema “regular”. Se promovieron a directores por concurso de oposición, y reconocen en ese proceso la oportunidad de llegar al nombramiento sin palanca ni al final de su vida laboral. Subrayaron también lo importante que ha sido recibir el apoyo de la sociedad civil para su formación como líderes escolares, pues se encontraron sin preparación específica ni acompañamiento de inducción tras el concurso.

Además de nuestra admiración y reconocimiento, en ese diálogo pudimos calibrar con experiencias reales los alcances, limitaciones y contradicciones en varios programas oficiales, y la tremenda soledad y la aún más grande determinación de ellas y ellos para brindar a niñas y niños lo que es su derecho. ¿Y eso qué peso tiene en las campañas?

No olvidemos que los partidos que buscan nuestro voto para julio próximo están ahora mismo en los gobiernos y los congresos. La desbandada de funcionarios y legisladores no exime a los que se quedan a cargo; por el contrario, acentúa la responsabilidad para continuar la tarea. Si los partidos quieren convencernos de que podrán más adelante con el reto, que desde ahora nos muestren que comprenden de qué se trata la transformación educativa que necesita el país y que demuestren eficacia para impulsarla.

¿Qué esperamos ver en 2018? Que se coloque en la mente de todos –los votantes, los aspirantes, los activistas, las voces en los medios- la necesidad de un cambio sustantivo en la formación y el acompañamiento de maestros. Ése debe ser el “objetivo del cambio posible”, como lo llama Jorge Javier Romero, el foco que marque el consenso para exigir a los candidatos, y para conformar la coalición plural que empuje su traducción en política pública.

Como país ya invertimos millonarios recursos, energía, ciclos de ensayo y error, y sobre todo duras opciones de vida para la evaluación de los maestros, pero falta la otra parte indispensable de la ecuación. Tiene que hacerse efectivo el diseño original: que la consecuencia de la evaluación sea el apoyo. Que tengamos evaluaciones sólidas, confiables y multidimensionales del quehacer docente, pero sobre todo finalizadas y hermanadas con un vigoroso sistema de formación inicial y continua. Que evaluar sirva para transformar las Normales y para que el modelo de aprendizaje profesional permanente no sea el de los “cursos en cascada” ni costosas y complejas –al final, estériles- plataformas en línea.

La evaluación cumple su propósito cuando sirve de punto de partida, no de llegada. La evaluación es fácilmente resentida y denostada cuando no se usa para reforzar, para apuntalar, para reconocer. Sirve, bien entendida, para designar maestros mentores de otros maestros; para que las buenas prácticas contagien e inspiren a hacer lo propio, con la contextualización debida y la pertinencia cultural y social del verdadero derecho a la educación.

Claramente debemos reorientar el gasto público, para que una instancia (¿una nueva instancia?) al menos tan grande y dotada de recursos como el INEE se haga cargo, con rigor e independencia de presiones sindicales y políticas, de la construcción de la identidad del docente como profesional del aprendizaje y como servidor público garante de derechos de niñas, niños y jóvenes.

De nada sirve pasar a la báscula, si no hay manera, voluntad y claridad de seguir la dieta y hacer ejercicio. Se ha dicho hasta el vértigo: solamente evaluar no mejora las competencias de los docentes, ni activa su talento, su capacidad de innovar o su ejemplaridad como orientadores de vida. Nada más cierto. Pero romper la báscula no adelgaza ni trae salud. Así, menos. En la opacidad, en la tiniebla, todos perdemos, y primero que ninguno los damnificados son niños y jóvenes.

Así que, más allá de apelar a las emociones y propiciar empatía con los candidatos ofreciendo vagas -¿vanas?- esperanzas de lo que vendrá, el asunto es si la contienda electoral se satura de desmemoria y descalificación individual del oponente. La alternativa es: exijamos a los de ahora, que aún hay tiempo y tienen cuentas qué rendir. Y que ya nos van precisando qué proponen los aspirantes para los profesionales del aprendizaje. No para sus cúpulas gremiales –lo que les ofrecen parece ser inconfesable- sino para Eduardo e Irma, para los maestros y maestras reales. Que nos digan cómo van a tratar el tema de las Normales y cómo saben que sí funciona y qué no en esas instituciones; cómo van a impulsar los reconocimientos económicos al buen desempeño; qué tipo de tutorías van a servir para consolidar sus habilidades. Que dejen claro que lo que se pone en cuestión, a fin de cuentas, es el derecho de millones de niñas y niños a no heredar las limitaciones de su punto de partida.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/que-esperamos-ver-en-2018-en-educacion-parte-2/

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