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España: Dime dónde vives y te diré si puedes tener beca de comedor

Por: Sara Plaza Casares

Solo el 2% de los escolares de Murcia y Melilla acceden a una ayuda para la comida, en Madrid el 9% y en Canarias el 25%. La desigualdad en la manera de asignar y repartir las becas produce un desequilibrio que denuncia Save the Children en su último informe.

Carola y su hija Eitana viven en Valencia. Carola trabaja como ayudante de cocina, gana 636 euros al mes y paga 390 euros de alquiler. Este mes le toca pagar 16,5 euros de comedor y, asegura que, aunque poco, es demasiado para ella. “Para mí pagarle el comedor, así sea lo mínimo, es demasiado. Porque no tengo, no puedo”, explica. Al final, admite que tiene que inclinar la balanza hacia un lado, hacia la alimentación de la niña. “No Eitana, yo ya vine comida del trabajo”, la cuenta cuando ella no puede llevarse nada a la boca.

Carola y Eitana son una familia monomarental. Según el INE el 49% de este tipo de familias se encuentra en riesgo de pobreza o exclusión social. El acceso a una beca comedor que cubra la totalidad de la tasa es el asidero al que muchas necesitan agarrarse. Pero esto no ocurre así en todas las Comunidades Autónomas. En España, sólo un 11,2% de las niñas y niños tienen ayudas para asistir al comedor, lejos del 27,4% que viven en situación de pobreza. Esto se traduce en que más de un millón de menores sin recursos no tienen acceso a beca comedor, según ha constatado Save the Children en su último informe. Euskadi es la única comunidad en el Estado en la que la totalidad de niños y niñas en riesgo de pobreza están totalmente cubiertos. Este informe constata que las diferencias entre autonomías son abismales.

En España, sólo un 11,2% de las niñas y niños tienen ayudas para asistir al comedor, lejos del 27,4% que viven en situación de pobreza. Esto se traduce en que más de un millón de menores sin recursos no tienen acceso a beca comedor.

“A la hora de poder acceder a al menos una comida saludable al día, para un niño no es lo mismo nacer en Euskadi que en Murcia o Ceuta”, dice Álvaro Ferrer, especialista de educación en Save the Children. Solo el 2% de los escolares de Murcia y Melilla acceden a esta beca, en Madrid el 9% y en Canarias el 25%. El principal motivo que promueve esta desigualdad es que los umbrales de renta para acceder a las becas comedor no se fijan de manera estatal.

“El Ministerio ha decidido excluir hasta ahora las ayudas de comedor escolar de los umbrales de renta que fija la normativa estatal de becas. De esta forma, los niveles de renta fijados a nivel autonómico para acceder son tan bajos que son inferiores al umbral de la pobreza. Solo en Euskadi, Ceuta, Melilla, Galicia y Extremadura lo superan. En cuatro comunidades autónomas esa ayuda ni siquiera implica gratuidad del servicio, exclusivamente bonificación parcial y familias en situación de pobreza siguen teniendo que pagar una parte”, explican desde Save the Children.

Además, existen otros condicionantes que dificultan un acceso equitativo a estas ayudas en todo el Estado y es el modo en el que se conceden. Mientras algunas autonomías dan las becas en función de si se cumplen o no ciertos requisitos, otras lo hacen por concurrencia competitiva, esto es, repartiendo entre quienes cumplen los requisitos hasta que se agota la partida presupuestaria. Ferrer pone el ejemplo de Ceuta y Melilla. “Estas dos ciudades han fijado ingresos por debajo del umbral de la pobreza para acceder a las becas pero tienen trampa: la ayuda no te la conceden de manera directa, depende del presupuesto. Se empieza a dar a partir de los que tengan la renta más baja; puedes cumplir el umbral pero las ayudas no llegan a todos. Y es grave porque en este caso la competencia es directa del Ministerio de Educación, por tanto no predica con el ejemplo”, asegura Ferrer.

Mientras, en un extremo de la tabla Euskadi invierte más de 118 euros por alumno, Murcia, Cantabria y Melilla ocupan el otro extremo con menos de 16 euros

Como resultado, hay un gran desequilibrio en la inversión anual por alumno y alumna entre cada comunidad, tal y como se refleja en el siguiente gráfico con datos del curso 2019-2020. Mientras, en un extremo de la tabla Euskadi invierte más de 118 euros por alumno, Murcia, Cantabria y Melilla ocupan el otro extremo con menos de 16 euros.

“El Ministerio ha decidido excluir hasta ahora las ayudas de comedor escolar de los umbrales de renta que fija la normativa estatal de becas. De esta forma, los niveles de renta fijados a nivel autonómico para acceder son tan bajos que son inferiores al umbral de la pobreza. Solo en Euskadi, Ceuta, Melilla, Galicia y Extremadura lo superan. En cuatro comunidades autónomas esa ayuda ni siquiera implica gratuidad del servicio, exclusivamente bonificación parcial y familias en situación de pobreza siguen teniendo que pagar una parte”, explican desde Save the Children.

Además, existen otros condicionantes que dificultan un acceso equitativo a estas ayudas en todo el Estado y es el modo en el que se conceden. Mientras algunas autonomías dan las becas en función de si se cumplen o no ciertos requisitos, otras lo hacen por concurrencia competitiva, esto es, repartiendo entre quienes cumplen los requisitos hasta que se agota la partida presupuestaria. Ferrer pone el ejemplo de Ceuta y Melilla. “Estas dos ciudades han fijado ingresos por debajo del umbral de la pobreza para acceder a las becas pero tienen trampa: la ayuda no te la conceden de manera directa, depende del presupuesto. Se empieza a dar a partir de los que tengan la renta más baja; puedes cumplir el umbral pero las ayudas no llegan a todos. Y es grave porque en este caso la competencia es directa del Ministerio de Educación, por tanto no predica con el ejemplo”, asegura Ferrer.

Mientras, en un extremo de la tabla Euskadi invierte más de 118 euros por alumno, Murcia, Cantabria y Melilla ocupan el otro extremo con menos de 16 euros

Como resultado, hay un gran desequilibrio en la inversión anual por alumno y alumna entre cada comunidad, tal y como se refleja en el siguiente gráfico con datos del curso 2019-2020. Mientras, en un extremo de la tabla Euskadi invierte más de 118 euros por alumno, Murcia, Cantabria y Melilla ocupan el otro extremo con menos de 16 euros.

Source: Save The Children

Sin comedor en la ESO
La ausencia de ayudas se une a una situación que se extrema cuando los alumnos y alumnas llegan a la adolescencia ya que hay una gran escased de comedor escolar en los institutos. “Solo uno de cada diez institutos públicos de secundaria tiene comedor escolar. ¿Tiene sentido que a los 12 años, en plena adolescencia, cuando además más aumenta el gasto en alimentación de las familias y cuando aumenta el riesgo de fracaso escolar, nos desentendamos de la alimentación del adolescente? Esto es inaceptable”, se queja el experto en Educación de Save the Children.

Son más los niños, niñas y adolescentes que acuden al comedor escolar en centros privados, a pesar de que hay más alumnado en situación desfavorecida en la red pública
Esta situación provoca un grave problema de equidad del alumnado que acude a la escuela pública frente al alumnado que acude a la escuela privada. Así, destacan desde Save the Children, son más los niños, niñas y adolescentes que acuden al comedor escolar en centros privados, a pesar de que hay más alumnado en situación desfavorecida en la red pública. “La mayor diferencia se observa en la ESO, donde menos de un 3% va al comedor en centros públicos y la proporción de usuarios se multiplica por ocho en los privados”, relatan desde esta organización.

Source: Save The Children

Para paliar esta situación, desde Save the Children proponen que todo niño, niña o adolescente que vive en una familia en situación de pobreza tenga derecho al comedor escolar gratuito, viva en la comunidad autónoma que viva. Y, tal y como explica Ferrer, proponen hacerlo por dos vías: “La primera, usando los fondos europeos, que en este momento el gobierno y las CCAA están decidiendo como van a gastar en los próximos cinco años. Todos los niños y las niñas están en la escuela, es la mejor manera de llegar a la infancia desfavorecida. Y la segunda, le pedimos al Ministerio de Educación que cambie la normativa estatal de beca para que todos los niños y las niñas que están en situación de pobreza tengan garantizada la beca comedor”.

Porque ir al comedor es también una herramienta para mejorar la equidad social. “El comedor es la puerta de entrada a la inclusión, frente a medidas como el reparto de alimentos que son estigmatizantes. Además, el comedor puede ser la puerta de entrada para otras intervenciones como acceso a refuerzo educativo o a actividades extraescolares; en un país en donde el 27% de los niños y niñas está en situación de pobreza”, remarca Ferrer.

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La ‘generación meta’, entre contratos hipotecarios inteligentes y salarios precarios tokenizados

Por: Ekaitz Cancela/Juan Carlos Miguel de Bustos

La llamada generación meta no solo ha sido víctima de dos enormes turbulencias económicas, sino de experimentos digitales de supervivencia.

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España: ‘Geografía e Historia en Canarias’, la asignatura pendiente en las islas

Por: Lidia Rodríguez

La polémica por la obligatoriedad de la asignatura de ‘Geografía e Historia en Canarias’ desvela la falta de contenidos en el currículo.

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Amnistía Internacional critica a España por abandonar al personal sanitario, a los migrantes y a los mayores de las residencias

“Nos enfrentamos a un mundo sumido en el caos”, señala Amnistía Internacional en su informe sobre 2020. Las tendencias de aumento del autoritarismo y “una virulenta cepa de dirigentes” que ha aprovechado la pandemia para sus propios intereses tiene su reflejo en el Estado español.
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Hacia una protección común: Roberto Esposito y el paradigma inmunitario

Por: Irene Ortiz Gala

Toda comunidad convive con su sistema inmunitario, lo que posibilita a la vez que pone en riesgo su propia existencia. El trabajo de Roberto Esposito nos permite pensar la articulación de estos dos polos en una propuesta que pone en el centro la vida: una biopolítica afirmativa.

«Pensar la comunidad»: sobre estas tres palabras Roberto Esposito ha construido un imponente sistema filosófico. Con estas tres palabras inicia Communitas (1998), el volumen que le situó en el escenario filosófico internacional. Pero preguntarse por la comunidad es también preguntarse por el ser humano, por su forma de ser y estar con los otros. La comunidad pensada por Esposito se aleja de los comunitarismos anglosajones, de las éticas de la comunicación y de la sociología organicista: la comunidad no es un sujeto más vasto. Tampoco es una voluntad compartida, ni la suma de muchos sujetos que, estando juntos, se vuelven más sujetos por pertenecer a esa entidad creada con su participación. Frente a los discursos que hablan de pertenencia, que toman la comunidad como una propiedad del sujeto, Esposito subraya el carácter expropiador de la comunidad. La comunidad, entonces, no es lo propio, a lo que pertenece el sujeto, sino precisamente aquello que le altera, que le expropia.

La investigación de Esposito sobre la comunidad no se entiende sin el papel que desempeña su reverso, la immunitas. Su estudio sobre el paradigma inmunitario, sin embargo, no debe confundirse con una simple metáfora política del sistema inmunitario con el que el cuerpo se defiende de agentes externos (la inmunidad es una categoría política que solo a finales del siglo XIX adquiere una significación médica). Lo que le interesa es la co-presencia contradictoria que se da entre la comunidad ―communitas― y la inmunidad ―immunitas―, es decir, la relación antagónica de pertenencia que se da entre estos dos términos. Para poder justificar esta co-presencia, Esposito recurre a la raíz etimológica que comparten ambas nociones: el munus. Este término tiene tres significados que nos acercan a la noción de comunidad: obligación, oficio y don. Esta última acepción, aparentemente contradictoria con las dos anteriores, lleva a Esposito a hablar de un don obligatorio, es decir, de un don que «se debe dar y no se puede no dar». Así, la comunidad, al menos desde su aproximación etimológica, recuerda que lo que es común es la deuda, la obligación de dar y, como ha señalado Miquel Seguró, la vulnerabilidad inherente a su apertura, a la expropiación de los sujetos (Vulnerabilidad, 2021).

Así como el ‘phármakon’, en dosis elevadas, puede causar la muerte del cuerpo, el exceso de inmunización tiene consecuencias dañinas para la vida ―individual o colectiva― que protege

La inmunidad como reverso de la comunidad, por el contrario, tiene que ver con la protección. La immunitas actúa como mecanismo que consigue liberar a un miembro de una obligación que el resto de la comunidad tiene. Si el munus es el don obligatorio que pone en relación a los individuos en una comunidad, la immunitas es el mecanismo que permite interrumpir esa obligación. Así, mientras la comunidad no puede ser explicada desde la gramática de lo propio, puesto que señala la alteración que es estar con los otros, la inmunidad se presenta como la interrupción de esa obligación y el repliegue a la protección de lo propio.

El polo inmunitario que conserva la vida o, más aún, la protege frente a las amenazas externas, porta en su interior una valencia estratégica que se arriesga a dirigirse contra su propio cuerpo. Este riesgo, claro, es el de un exceso de inmunización: una deriva autoinmunitaria. Así como el phármakon, en dosis elevadas, puede causar la muerte del cuerpo, el exceso de inmunización tiene consecuencias dañinas para la vida ―individual o colectiva― que protege. La profundidad de la paradoja a la que llega Esposito se formula a través del oxímoron que implica que, precisamente aquello que tiene que proteger, pueda llegar a ser la causa de la muerte. Como sucede en el caso de las enfermedades autoinmunitarias, Esposito alerta del riesgo tanatopolítico que corren los Estados que aplican medidas que, bajo la narrativa de proteger y cuidar la vida, la niegan y la fagocitan. Siguiendo la noción de autoinmunidad suicida empleada por Derrida tras el ataque del 11-S, Esposito acentúa la deriva tanatopolítica de las medidas de protección: esta puede realizarse, paradójicamente, a través de la muerte.

En política, los relatos que emplean una narrativa inmunitaria identifican una amenaza ―alguien o algo― que puede acabar con el cuerpo social. Estos discursos recurren a la metáfora del contagio y enfatizan el peligro al que se encuentra expuesto el cuerpo social al entrar en contacto con la amenaza señalada. Todos ellos comparten el uso de la interpretación organicista del Estado propia del siglo XX: el cuerpo político puede explicarse como un cuerpo biológico. Así, al igual que este último, el Estado puede enfermar, precisar de medicinas, ser sometido a cirugía e, incluso, si no se vence la amenaza, morir. La metáfora organicista da paso a considerar a aquellos individuos que representan un peligro para la comunidad como enfermedades que tienen que ser eliminadas. El político se convierte en médico ―diagnostica la salud del Estado― y, más concretamente, en cirujano ―pues puede llegar a extirpar una parte del cuerpo si se encuentra gangrenada―.

Frente a la amenaza que representa una enfermedad con potencial letal, las políticas inmunitarias se dirigen a la aniquilación de la enfermedad como única medida efectiva para evitar la muerte del organismo popular. Por supuesto, cuando se estudian las políticas inmunitarias y autoinmunitarias se suele traer a colación las medidas en torno a la Rassenhygiene [higiene de la raza], especialmente la ley promulgada el 14 de julio de 1933 sobre «La Prevención de la Transmisión de las Enfermedades Hereditarias». Sin embargo, las prácticas inmunitarias y autoinmunitarias no se circunscriben solo a los totalitarismos del siglo XX, sino que han conseguido mutar en nuevas expresiones en las políticas contemporáneas. Los Estados se representan como cuerpos que se enfrentan a la posibilidad de ser contagiados o atacados por los cuerpos que le están próximos ―y ya desde mediados del siglo XX, también aquellos que geográficamente no parecen tan cercanos―.

El relato de la lógica securitaria, especialmente en las últimas décadas, asume la infalibilidad del sistema inmunitario: la enfermedad ―el ataque― solo acontece porque se ha producido un fallo en el sistema ―inmunitario y de seguridad―. Bajo esta premisa surge el escenario de defender al cuerpo social no solo ante un peligro identificado, cumplido, sino también frente a amenazas potenciales, futuras. Este peligro futuro lleva a la política a adaptarse ante un riesgo que aparece como más violento que el pasado y ante el cual es necesario tomar todas las medidas posibles. Una lógica que necesariamente reclama mayor seguridad: si el sistema inmune no comete errores, no puede darse el contagio, no es posible que la amenaza se cumpla.

En un contexto de globalización, a la vez que las fronteras de los Estados prácticamente se han desdibujado para las mercancías y se han erigido más fuertes y violentas para las personas ―lo que no se ha traducido en una interrupción de los movimientos migratorios, sino en una mayor tasa de mortalidad―, los relatos inmunitarios han tratado de restablecer férreos límites frente a una amenaza no identificable. El peligro constante y anónimo ha incrementado la percepción de riesgo y, a la vez, ha legitimado el aumento de medidas de seguridad. Amenazas futuras e inciertas que cada partido político ha capitalizado en función de sus intereses: delincuencia, terrorismo, movimientos migratorios y también, como hemos visto recientemente, alertas sanitarias. En lugar de adecuar la protección al efectivo nivel de riesgo o amenaza, las prácticas autoinmunitarias adecuan la percepción del riesgo a la creciente necesidad de protección. Podríamos nombrar como «sociedades del riesgo» a estas comunidades que son el resultado de la amenaza constante e impersonal que, tratando de protegerse, comprometen la vida social que cuidan a través de una incesante demanda de protección.

Nos encontramos ante una oportunidad única para asumir la vulnerabilidad y la interdependencia de la vida, que no reconoce los límites establecidos por las fronteras de los Estados

El paradigma de la seguridad es ya una técnica normal de gobierno. Solo así, me parece, puede entenderse la pasividad ―si no la complicidad― de gran parte de la ciudadanía con ciertas políticas inmunitarias. Como recuerda René Girard, el terror que se infunde a la comunidad exige periódicamente un tributo de víctimas. La lógica del sacrificio es adoptada por las políticas inmunitarias, que incluyen en sus cálculos un cierto número de daños colaterales justificados en nombre de la prevención de un mal futuro.

A comienzos de año, Esposito publicó su último libro, Immunità comune, donde examina los mecanismos jurídico-políticos que empleó el sistema inmunitario social para enfrentarse a la amenaza sanitaria de la covid-19. Una de las cuestiones centrales que aparecen en este ensayo es que la seguridad que el Estado debía garantizar a sus ciudadanos se desplazó del ámbito social al sanitario: nada fue tan importante como la salud. En el caso de España, el estado de alarma ―anulado meses más tarde― y las medidas implementadas revelaron el nexo entre biología y praxis jurídica que requería la exigencia de seguridad sanitaria. El horizonte inmunitario y sus consecuencias se han revelado con toda su crudeza en los dos últimos años. Al inicio de la pandemia, algunos países como Reino Unido, Brasil y Estados Unidos basaron sus políticas en la conocida «inmunidad de rebaño», que favorecía a las franjas de población más jóvenes y mejor adaptadas y estaba dispuesta a sacrificar la vida de la población envejecida no productiva. El otro modelo, adoptado por la mayoría de países ―incluidos aquellos que al inicio apostaron por la inmunidad de rebaño―, instauró medidas de cuarentena y distanciamiento social. Como señala Esposito, este modelo solo podía ser válido en el momento previo a la vacunación, puesto que se trataba de una serie de prácticas biopolíticas negativas con importantes riesgos para la comunidad: un modelo que aseguraba la protección social precisamente a través de su des-socialización. Finalmente, una tercera vía apareció en escena una vez que se desarrollaron las vacunas: la posibilidad de una inmunidad común o de una co-inmunidad que, para funcionar, debía contemplar a la comunidad mundial.

Nos encontramos ante una oportunidad única para asumir la vulnerabilidad y la interdependencia de la vida, que no reconoce los límites establecidos por las fronteras de los Estados. El colapso de la inmunidad de los Estados ha revelado la insuficiencia de su carácter: podemos seguir optando por las prácticas autoinmunitarias de distanciamiento social, comunidades basadas en el miedo al contacto y, así, negar la comunidad, o podemos reconocer la co-dependencia que nos une y poner en práctica una inmunidad común. Aquella que entiende que la única forma de protección posible del individuo se da a través de la protección de los otros.

Obras citadas en el texto

―Borradori, B. (2003). La filosofía en una época de terror: diálogos con Jürgen Habermas y Jacques Derrida. Taurus.

―Esposito, R. (2003). Communitas. Origen y destino de la comunidad. Amorrortu.

―(2005). Immunitas. Protección y negación de la vida. Amorrortu.

―(2022). Immunità comune. Biopolitica all’epoca della pandemia. Einaudi.

―Girard, R. (2016). La violencia y lo sagrado. Anagrama.

―Seguró, M. (2021). Vulnerabilidad. Herder.

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España: Steilas anuncia un paro de tres horas el 7 de abril como protesta al Pacto Educativo Vasco

Por: Gessamí Forner

El sindicato Steilas, mayoritario entre los docentes de los centros públicos, ha anunciado hoy un paro de tres horas y media para el 7 de abril, día en que se votará en el Parlamento Vasco el Pacto Educativo Vasco, refrendado el 28 de marzo en la ponencia educativa.

Los paros se realizarán tanto en los centros públicos de infantil, primaria y secundaria como en las haurreskolak, entre las 7.30 y 11h. A las 10.30 las trabajadoras movilizadas se concentrarán frente a sus centros de trabajo, mientras que la concentración en el Parlamento Vasco será a las 9.30h.

El lema de la movilización es Ez saldu Eukal Eskola Publikoa (la escuela pública vasca no se vende, en castellano). “No queremos una ley que se destine supuestamente a resolver los problemas que genera este sistema segregador. Necesitamos una estructura que no genere tal segregación, y esa es la Escuela Pública Vasca. Por eso, ahora más que nunca, desde Steilas seguiremos luchando por una ley educativa que ponga en el centro a la Escuela Pública Vasca”, indica el sindicato.

Steilas recuerda que el nuevo pacto equipara la red pública con la privada concertada para blindar la financiación de los centros privados. “Por tanto, la educación pública no será el eje del sistema”, inciden. Que la red pública no aumentara su presencia fue, desde antes de iniciar la escucha a los agentes educativos, una línea roja para el consejero de Educación, Jokin Bildarratz, tal y como constataron fuentes a las que ha tenido acceso El Salto.

El texto “no apuesta por un marco de publificación sólido, ni tampoco contempla medidas para priorizar la matriculación en los centros públicos”. Asimismo, “no se han previsto medidas efectivas para superar la discriminación que el alumnado sufre por sus creencias, origen o situación socioeconómica”, alerta Steilas.

En cuanto al marco lingüístico, el sindicato critica que el pacto no realiza una apuesta decidida por el euskera, “ni menciona los recursos que se van a asignar y se delega la responsabilidad en el centro”. “No se habla de inmersión, no se superan las modelos y abre la puerta a las lenguas extranjeras, en detrimento del euskera”, añaden, y advierte que “supone un retroceso en cuanto al sistema educativo propio, dado que se ratifica la normativa estatal vigente”.

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España: El renacer de las librerías de barrio

Por: Yazmina Vargas

Una cuidada atención, con personal especializado, un buen fondo editorial y su activismo cultural impulsan a las librerías independientes.

Libreramente, Sopa de Sapo, Joker, Louise Michel, Zuloa y Kaxilda. Aunque sus nombres suenen diferentes, tienen varios rasgos en común: son librerías independientes. Y también poderosas. Cada día se enfrentan a grandes empresas, como Amazon, Fnac, La casa del libro o incluso Elkar, y a nuevos hábitos de compra, mucho más virtuales. Sin embargo, a pesar de las dificultades, ni cejan en su empeño ni pierden la ilusión. De hecho, casualidad o no, la librería más reciente en abrir sus puertas en Bilbao, hace unas semanas, se llama La ilusa.

En principio, puede parecer que las pequeñas y medianas librerías desaparecen porque las grandes cadenas tienen más visibilidad, invierten más dinero en promocionarse y posicionarse en internet. Los números, en cambio, dicen otra cosa. Las pequeñas librerías siguen ahí, aunque vivan en una lucha constante. Según el Observatorio de la Librería 2021, de la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Librerías (CEGAL), en el País Vasco son 144 y 3.208 en todo el Estado. El informe destaca su estabilidad y resistencia en una época de crisis y cambios.

La CEGAL agrupa a 1.100 librerías. Álvaro Manso, su portavoz, se muestra optimista ante el futuro: “Normalmente, es un sector que mantiene el número de puntos de venta. Sin embargo, en 2021 ha habido un crecimiento de nuevas aperturas, sobre todo, en espacios urbanos grandes. Por eso, no creo que las librerías vayan a desaparecer, han demostrado que tienen una gran resistencia”.

Librerías personales

Con la llegada de los libros digitales, hubo quien vaticinó que el papel desaparecería. Ahora están en auge los audiolibros y la forma en que compra la ciudadanía está cambiando: llena su cesta con un solo clic. Pese a todo, personas con un amor infinito hacia los libros e ideas novedosas abren sus librerías-refugio, ofrecen a bibliófilos y neófitos en la lectura ese manuscrito que sacie su curiosidad, su sed de experimentar nuevas aventuras y descubrir conocimiento. Es el caso de Joker, librería bilbaína especializada en cómics y novelas gráficas. Fernando Tarancón, uno de sus fundadores, recuerda que la posibilidad de cubrir un hueco que existía en el mercado hace ya 28 años. Eso y su juventud les animaron a crear Joker: “Nos dimos cuenta de que no había un local en Bilbao que se asemejara a lo que queríamos abrir. Es de agradecer que, después de tanto tiempo, la librería siga funcionando, podamos vivir de ella y la clientela nos sea fiel”.

“Cuidamos mucho las autoediciones, el material de las editoriales independientes y los fanzines”, dice Fernando Tarancón, de Joker

Zuloa es una de las librerías referentes en Vitoria-Gasteiz. Al mando está Txintxu Rodríguez desde hace 20 años, aunque se inauguró en 1988, cuando tres jóvenes montaron un establecimiento donde reinaba la cultura. Rodríguez continuó con la iniciativa y hoy son conocidos no solo por su librería especializada, sino también por disponer de un espacio exclusivo para presentaciones y exposiciones que hacen “por amor al arte”.

Con Sopa de Sapo, su librería, Naia Hernández parece homenajear a las sorgiñak y sus famosas pociones. Abrió en 2014, en Bilbao, y está especializada, como no podía ser de otra manera con ese nombre, en literatura infantil. “No nací con vocación de librera, pero me gustan los libros infantiles y eso me decidió a serlo”. Algo parecido les ocurrió a Kristina Sáez y Eneko Álvarez, que comenzaron su aventura de Louise Michel en esa misma ciudad dos años después: “Queríamos tener una librería feminista y crítica, afín al movimiento asociativo vasco y, aunque era una apuesta arriesgada, lo hemos logrado”, dice Sáez.

De sopas también sabe mucho Kaxilda, donde, además de comprar libros, se puede disfrutar de una buena comida. La idea surgió en Donostia en 2012. “Con el margen de ganancia que deja el libro, la supervivencia de una librería, por sí sola, es complicada, aunque estos años hemos llegado a un equilibrio, los ingresos de ambos espacios son parecidos. Sin embargo, no olvidamos que nuestro sueño principal es la librería”, explica Cristina Martínez, una de sus socias.

Librería Kaxilda
La librería Kaxilda, en Donostia, ofrece buena literatura y también comida

La librera Enya Diez es la culpable de liberar las mentes barakaldesas y de sus alrededores. Antes de crear Libreramente trabajó en Fnac pero, aunque fue feliz, tuvo que rendirse a lo que, para ella, era una evidencia: su posicionamiento sobre las multinacionales le impedía estar cómoda con algunos clientes y ventas. “Cuando necesitas comer, tu parte pobre gana a tu parte militante. Al final, mi conciencia feminista y de clase me llevaron a abrir mi propia librería”, comparte.

Lucha de amazonas

Es la líder mundial, sus ingresos han crecido durante el periodo 2004-2020, terminando solo ese último año con más de 385.000 millones de dólares, 5.500 de ellos en España. “Amazon es el vendedor de plataformas de libros más importante. Es un hecho”, reconoce Manso. Sin embargo, el portavoz de CEGAL confiesa que no cree en un sistema de venta que abarata el coste del envío del producto hasta la gratuidad en detrimento de las condiciones de sus trabajadores y genera un “gasto ecológico terrible” por los numerosos viajes que conlleva.

Amazon compite con todas las librerías y no se le puede hacer frente directamente. Eneko Álvarez, de Louise Michel, también critica su funcionamiento: “Es una gran multinacional que, además de no pagar los impuestos que debería, mantiene unas relaciones laborales con sus trabajadores poco envidiables. Me parece mucho mejor y más sostenible apoyar al comercio local”. Por eso, las librerías pequeñas y críticas como Louise Michel, y otras con las que comparten filosofía, como Katakrak en Iruñea, han lanzado la campaña Librerías contra Goliat, para amazonas, nosotras. Su mensaje es claro, “apoya a las verdaderas amazonas: las pequeñas librerías y las librerías críticas de tu ciudad”.

Para Enya Diez, de Libreramente, hay que saber contra quién o qué se puede luchar: “No puedo competir contra Amazon. Tengo que ser consciente de mis limitaciones, porque es como combatir contra el capital más extremo. La verdad es que a las personas consumidoras nos falta educación en comercio, en el sentido de que debemos saber que al comprar en esa gran empresa nuestro dinero se lo lleva alguien que quiere pagarse un viaje a la Luna. En cambio, si lo haces en el comercio de barrio estás dándoselo a alguien que lo necesita y que, además, apuesta por la economía circular”.

“Intento que entrar mi librería sea una experiencia y también hacer comunidad”, dice Enya Diez, de Libreramente

En CEGAL se dieron cuenta de que las librerías independientes no tenían un buen posicionamiento web y pasaban casi desapercibidas, por lo que crearon Todos tus Libros. “Esta plataforma de comercio online no surge con la idea de competir con Amazon, sino para trasladar la manera de vender y actuar de los libreros en los espacios físicos a internet, para crear una comunidad de lectores de las librerías independientes”, señala Manso. En la actualidad, se ha convertido en una buena alternativa a Amazon ya que, como explica Manso, ofrece la mayor disponibilidad de libros en español. “Creamos la plataforma en 2020 y se está consolidando como lugar de compra. Tenemos unos datos de crecimiento paralelos al de las librerías. Además, debe quedar claro que con este proyecto colaborativo no compras a una plataforma, sino a una librería. Porque nosotros queremos que su número crezca, un concepto opuesto a lo que venden Amazon u otras plataformas”, explica.

Joker, Sopa de Sapo, Louise Michel o Zuloa también forman parte de esta iniciativa. “Es un proyecto hecho por y para nosotras. Tenemos voz y voto. Nos escuchan y todo lo que se hace va en nuestro beneficio”, cuenta Naia Hernández. “A los socios de Joker nos ha parecido un proyecto fundamental e importante, aunque le queda mucho recorrido y cosas que mejorar. Algo que sabemos que va a pasar”, comparte Fernando Tarancón.

Pilares fuertes

Las librerías independientes tienen unas características especiales, fortalezas, que logran mantener lejos de las grandes distribuidoras y cadenas a las personas amantes de los libros. Por ejemplo, aquí hay espacio para los libros de pequeñas editoriales y de autoras y autores menos conocidos, por lo que la clientela encuentra joyas que en otras librerías no están o permanecen escondidas. “Me gusta colaborar con esas editoriales porque notas el cariño que ponen a su trabajo. Sientes cuando los libros están escritos por placer y no por encargo. Además, te tratan de tú a tú, las grandes ni siquiera contestan a los correos electrónicos. No se preocupan. Son empresas que han perdido la visión cultural”, protesta Diez desde Libreramente.

Eneko Álvarez y Kristina Sáez no tienen nada en contra de los best seller, pero su apuesta no va por ese camino: “Buscamos cierta calidad editorial y ensayos feministas y de pensamiento crítico que aporten conocimiento, cultura y sabiduría a quien los lee”, matiza Álvarez. En Joker, además de vender los cómics y novelas gráficas del momento, no se olvidan de lo que hay más allá: “Cuidamos mucho las autoediciones, el material de las editoriales independientes y los fanzines. Eso también tratamos de mimarlo”, explica Tarancón.

“Lo bonito es coger el libro, olerlo, sentir sus páginas, sus colores, y eso Amazon no puede ofrecerlo”, dice Naia Hernández, de Sopa de Sapo

Sin embargo, tener un buen fondo literario no es lo único que les salva. Otra de las grandes ventajas de estos establecimientos es su personal, sus libreras y libreros, alguien especializado, que va a ser capaz de encontrar lo que el cliente necesita. Naia Hernández, de Sopa de Sapo, cuida mucho la atención al público, la capacidad de recomendar y la disponibilidad de las libreras. “Si una persona viene con una inquietud concreta, somos capaces de darle respuesta y ofrecerle una variedad de libros que le pueden encajar. Además, las librerías aún tenemos una ventaja más frente a las grandes empresas, y es que puedes venir a la librería a descubrir libros nuevos y disfrutarlos con todos los sentidos, porque lo más bonito es poder coger el libro, manejarlo, olerlo, sentir sus páginas, sus colores y mirarlo por dentro”, afirma. “Intento que entrar a Libreramente sea una experiencia y también hacer comunidad. Me gusta crear lazos entre la clientela, que se conozcan entre sí y hablen”, reconoce Diez.

Activismo cultural

Una experiencia de compra-venta y una conversación sobre literatura no son lo único. Las librerías independientes, además, son un espacio donde obtener conocimientos y fomentar la cultura a través de presentaciones de libros, firmas de los autores, charlas, talleres, formaciones y exposiciones. Algunas lo hacen con el objetivo de fidelizar a sus clientes, atraer nuevas visitas, pero la mayoría apuesta por estas actividades con el fin de propagar y reivindicar el valor de la cultura.

“Lo hacemos porque forma parte de nuestra filosofía. El hecho de fidelizar clientes es un término muy mercantilista que no nos identifica. Las actividades culturales las hacemos como interlocución con la gente que nos apoya”, confiesa Cristina Martínez. En Sopa de Sapo también tienen un espacio polivalente que ofrece para actividades. “Nos gusta decir que estas mantienen la librería viva, hacen que todos nos pongamos las pilas para que los clientes vean que aquí sucede la magia”, comparte Naia Hernández.

“Fidelizar clientes no es el objetivo en sí. Lo que buscamos con los eventos es dar a conocer la temática de los libros, visibilizar autorías, editoriales independientes, artistas menos conocidos. Se trata de generar un espacio de debate agradable y cercano, aunque las actividades tienen un claro efecto llamada”, explica Kristina Sáez. Su compañero en Louise Michel, Eneko Álvarez, coincide: “La idea que tenemos al proponer diferentes eventos es la agitación cultural y el fomento del pensamiento crítico. Y esto crea una comunidad de personas interesadas alrededor de la librería que es beneficiosa”.

“Fidelizar clientes es un término muy mercantilista que no nos identifica”, añade Kristina Sáez, de Louise Michel

“No he montado una librería para hacer dinero. Es inviable siendo una librería pequeña de barrio y muy focalizada en el contenido. No, no hago activismo cultural para fidelizar clientes, lo hago porque he aprendido mucho de lo que sé gracias a formaciones gratuitas, que me han hecho sentir lo suficientemente válida e inteligente para atreverme con determinados libros. Y por eso hago las charlas y las formaciones. Quiero que la gente sepa. Esto es militancia cultural”, explica Enya Diez. Claro que esas actividades hacen que muchas clientas sean fieles a Libreramente. “Son leales a la librería porque se sienten a gusto. Nadie las va a mirar raro por no saber, por preguntar. Se ha creado un espacio seguro y por eso gusta tanto”, concluye.

Peligro de extinción

La compra online crece, actrices y actores de gran prestigio ponen su voz en audiolibros para atraer a un público nuevo y cadenas como Elkar, Fnac, El Corte Inglés o La Casa del Libro parecen no tener límites. Por eso, hay quienes piensan que las librerías y sus profesionales desaparecerán con el tiempo. “Hay que tener claro a qué llamamos ser librera. Porque no es lo mismo ser librera que ser dependienta en una tienda que vende libros. La diferencia está en que cuando preguntas a una librera sabe responderte, porque lee e investiga. Es lo que ocurre en las librerías independientes. Aquí hay libreras y, por suerte, se están abriendo este tipo de librerías con profesionales del sector. Soy positiva, pero me preocupa que a todas las personas que venden libros se les considere libreras, porque no es así”, reivindica Diez. “Pasa lo mismo con tiendas como Elkar. ¿Es una librería o un bazar? Porque ya no solo venden libros, hay paraguas, botellas, peluches, juguetes”, critica. Sin embargo, no todo es tan positivo, también hay una cosa que le da miedo: “Nos da menos apuro y vergüenza entrar a Fnac, que es grande y dentro te sientes una persona anónima o incluso invisible, que estar en una librería pequeña en la que automáticamente la persona del mostrador te va a saludar. Preferimos el anonimato, porque este neoliberalismo te hace ser una persona individual”, denuncia.

Librería Sopa de Sapo
La literatura infantil copa las estanterías de Sopa de Sapo CHRISTIAN GARCÍA

Eneko Álvarez, de Louise Michel, también ve con esperanza su futuro y el de su profesión. “Las librerías como la nuestra no se están extinguiendo. Seguimos aquí. Es una pena que algunas hayan tenido que cerrar, pero otras están cambiando su modelo, van hacia la especialización y el trato cercano. Y con eso ofrecen algo que no pueden dar las grandes cadenas, ni la compra online, que es totalmente aséptica”, explica. “Apostar por eso puede ayudar a evitar los malos augurios de la extinción de las librerías. En nuestro caso, es verdad que solo llevamos seis años, pero la tendencia ha sido positiva, entra mucha gente joven, con las ideas muy claras. Y eso me da buena sensación”, añade Kristina Sáez.

“Todos tus libros pretende trasladar la manera de vender y actuar de los librerías independientes en sus espacios físicos a internet”, dice Álvaro Manso, portavoz de CEGAL

La pandemia cerró los llamados sectores no esenciales, entre ellos las librerías independientes, que tuvieron que echar la persiana y lo pasaron mal. Muchos negocios se perdieron para siempre. Otras, sin embargo, ahí siguen. Abiertas. Luchando. Creando cultura. “Durante la pandemia y estos años tan duros, las librerías han aguantado, porque la gente se ha volcado en apoyar al comercio local. Además, se ha recuperado el hábito de la lectura al tener menos opciones de ocio”, señala Txintxu San Martín, de Zuloa. “Es verdad que Amazon hace daño, porque los compradores no son conscientes de que comprar ahí no es comprar en una librería. Se trata de una cadena logística que por el hecho de ser multinacional no respeta leyes como el precio fijo del libro, ya que es uno de los pocos artículos a nivel estatal que tiene un precio marcado con el que no se puede especular. Algo que Amazon no respeta y vende libros a precios muy por debajo del mercado. Hay una competencia desleal con el resto de proyectos libreros. Pero, pese a todo, no tengo tan claro que la profesión de librera vaya a desaparecer”, dice una ilusionada Cristina Martínez.

Hay esperanza, y la verdad es que muchas personas recurren a su librería de barrio para saciar su sed de lectura y cultura. Por eso, se siguen abriendo librerías, incluso en Bilbao, donde tienen que coexistir con grandes empresas y multinacionales. Beatriz y Sergio Albarrán son hermanos y acaban de inaugurar una librería, La ilusa, en el barrio San Francisco: “Vender libros en librerías pequeñas es todo un reto. Sin embargo, confiamos en que una parte importante de la sociedad está cada vez más concienciada con la importancia de consumir en comercios locales. Somos conscientes de las dificultades, pero no queremos convertirlas en obstáculos. En pocos establecimientos se puede vivir la experiencia de entrar en una librería como la nuestra y pasar un rato con una buena conversación”, comenta, con más emoción que miedo.

Fuente de la información e imagen: https://www.elsaltodiario.com

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