We are all going to make it’ / ‘Todos lo vamos a lograr’
‘Have Fun Staying Poor / ‘Pásalo bien siendo pobre’
Los historiadores del futuro se preguntarán cómo la supuesta generación más preparada de la historia ha pasado, en apenas una década, de ser calificada peyorativamente como nini (ni estudia ni trabaja) a entrar a marchas forzadas en el metaverso. La crisis financiera tumbó cualquier aspiración de la clase media de escalar en la sociedad y escapar de la precariedad. También derribó el mito de que la educación universitaria garantiza un salario digno. Cuando la capacidad de ahorro es prácticamente inexistente entre amplias capas de la sociedad joven, el sistema quiere que gastemos cada centavo no destinado a la reproducción vital en comprar propiedades inmobiliarias virtuales o invertir en personajes de videojuegos. Pareciera como si la única solución a los enormes problemas materiales y existenciales de la generación post-15m pasara por invertir en criptomonedas como el bitcoin, un activo igual de tóxico que los derivados financieros diseñados para hipotecar a millones de familias en el ciclo capitalista anterior, aunque con un componente mucho más especulativo, volátil y un coste ambiental éticamente inasumible.
No podemos estimar si la burbuja de las NFTs y el metaverso estallará pronto, aunque puedan existir indicios, pero es posible analizar las falsa ideología que ha creado como una expresión del capitalismo tardío. La llamada generación meta no solo ha sido víctima de dos enormes turbulencias económicas (el crash de 2007 y la escasez provocada por la epidemia del coronavirus, ahora acentuada por las dislocaciones de la guerra en Ucrania), sino de experimentos digitales de supervivencia.
La web 2.0 fue un revulsivo para recomponer la arquitectura financiera global, permitiendo que el dinero de los grandes fondos de inversión que provocaron la crisis fluyera hacia Silicon Valley
La web 2.0 fue un revulsivo para recomponer la arquitectura financiera global, permitiendo que el dinero de los grandes fondos de inversión que provocaron la crisis fluyera hacia Silicon Valley. La generación joven, aunque no solo, fue programada para integrarse en un sistema en el que se interrelacionan dispositivos inteligentes, softwares, aplicaciones y redes sociales. Esta era la esencia del capitalismo digital, donde las grandes empresas de Silicon Valley consolidaron modelos de negocio impensables para cualquier economista hace unos pocos años gracias a la gestión de los datos de millones de personas que pasan enormes cantidades de tiempo en sus aplicaciones.
Así, el metaverso potencia al infinito este modelo de acumulación: la recolección de los datos y de las múltiples identidades que las personas pudieran utilizar en ese universo, desde los gestos o las acciones hasta los movimientos y las interacciones proporcionan el conocimiento perfecto para las empresas. Existen pruebas suficientes de que esta información se destinará mayoritariamente a la mercantilización permanente de la vida mediante estrategias de publicidad aún más salvajes, como muestran las últimas patentes registradas por Facebook-Meta, quien está desarrollando herramientas que incluyen un replicador de piel, tecnologías para trackear el movimiento de los ojos o el cambio en el rostro y mejorar la experiencia virtual o aumentada. Por ejemplo, a una persona se le mostrarán gráficos más brillantes en función de donde se deposite su mirada, o su avatar reflejará lo que haga en la vida real. Y lo hace multiplicando en un 20% sus gastos en capital, o empleando a 2.000 personas solo en España con el fin de prolongar, sistematizar y profundizar la vigilancia estructural de cada una de las actividades que realicemos en el metaverso.
Si los modelos de negocio de empresas como Facebook nos hicieron adictos y dependientes a sus plataformas digitales, la reconversión a Meta trata de que la nueva generación endeudada gaste todo lo que ingresa
Si los modelos de negocio de empresas como Facebook nos hicieron adictos y dependientes a sus plataformas digitales, la reconversión a Meta trata de que la nueva generación endeudada gaste todo lo que ingresa gracias a redes financieras descentralizadas, mantenga su dinero en constante circulación y se empobrezca para favorecer el nuevo alma especulativo del sistema capitalista. Este espacio emerge como la última expresión del sueño tecnológico: un mundo virtual abierto, persistente, en tiempo real e interoperable que podría –aún no existe– construirse usando las denominadas tecnologías web3, que vislumbran una existencia más ‘democratizada’: todos podemos ser sujetos emprendedores, creadores, inversores o cualquier figura impuesta para negar al individuo la liberación de sus cadenas.
Francis Fukuyama en la Web3
Para entender cómo se ha legitimado el metaverso podemos fijarnos en la exposición que realiza Evgeny Morozov en The Crypto Syllabus sobre sus condiciones de posibilidad: las tecnologías propuestas para la web3 se caracterizan eminentemente por la autorreferencialidad y la performatividad. El primer elemento puede observarse en el discurso antimarxista de los intelectuales orgánicos de la cripto esfera, y muchos grandes empresarios, quienes heredan la premisa posterior a la Guerra Fría. Esta narración es autorreferencial porque la historia de la tecnología empieza en Internet y termina en el metaverso. Así lo apuntaba Zuckerberg en la presentación de la nueva Meta al señalar que el metaverso es la continuación de la web 2.0, una nueva etapa.
Si bien el metaverso no existe, quienes lo están construyendo son los GAFAM, especialmente Meta, y las marcas de lujo, de ropa deportiva, el arte especulativo (NFT) y videojuegos quieren que todo pase a través de ellas. Por eso, otro componente autorreferencial puede verse en que la mayoría de ejemplos para defender el metaverso se refieren a los proyectos de las empresas en este espacio virtual. La creación de este espacio tiene lugar según las necesidades de las empresas que invierten en su construcción, lo que reproduce una visión particular sobre cómo debería trabajar, consumir e incluso vivir la mayoría de la gente hacia todas las esferas de la experiencia online. Este es un fenómeno estético de primer orden, similar a lo ocurrido con la uberización de la economía, donde una empresa establece una narrativa para imponer determinado paradigma sobre el mercado laboral en todo el mundo. Parafraseando a Facebook, ‘muévete rápido y rompe cosas’, concretamente los derechos logrados en el último siglo.
La segunda característica de la web3 es la performatividad, es decir, crea nuevas realidades y metas en base al lenguaje que utilizan los capitalistas que invierten en ella. Según Morozov, esta es la mentalidad correcta para pensar en la Era del Metaverso: “Si no hay una realidad, crearemos una hablando de ella para que exista”. De hecho, si estamos debatiendo sobre este tema en la esfera pública es porque Microsoft ha invertido 70.000 millones en la empresa de videojuegos Activision Blizzard, una de tantas de las masivas inversiones de las Big Tech en el metaverso, porque Facebook (ahora Meta) ha creado una campaña publicitaria en la que ha invertido miles de millones en desarrollo tecnológico con el fin de blanquear su imagen o porque gigantes compañías como Google y Epic Games, marcas como Gucci y Nike, o incluso minoristas como Walmart, están entrando sin piedad a invertir.
Los capitalistas de riesgo del metaverso han invertido decenas de millones en lanzar publicaciones en todo tipo de plataformas, podcasts y revistas para determinar los nuevos temas de conversación sobre esta nueva realidad
En total, la Web3 representó más del 0,2% de la inversión global total de capital de riesgo, una suma considerable si entendemos que era menos del 0,05% en el año anterior. Esto es, la mayoría de las empresas del metaverso alimentan ellas mismas la transición hacia un espacio virtual donde todo cambie para que sus modelos de negocio persistan. De manera paralela, a fin de lograr sus objetivos, los capitalistas de riesgo del metaverso han invertido decenas de millones en lanzar publicaciones en todo tipo de plataformas, podcasts y revistas periodísticas para determinar los nuevos temas de conversación sobre esta nueva realidad (aumentada o virtual). Una de las firmas que más esfuerzos ha realizado en influir a la opinión pública es a 16z, cuyo fundador y director ejecutivo es Marc Andreessen, inversor y desarrollador de software que lleva en la junta directiva de Facebook desde 2008.
Más allá de la descripción corporativa sobre el futuro del metaverso, se advierten ciertos cambios en las relaciones sociales que dichas tecnologías tratan de imponer. Para ello analizamos las relaciones creadas en torno a la propiedad digital, especialmente en el sector inmobiliario, así como la relación con el trabajo (producción) y los juegos (consumo), los cuales introducen una nueva perspectiva sobre la condición de clase en este sujeto virtual, atrapado entre contratos hipotecarios inteligentes y salarios precarios pagados en tokens.
Wall Street 4.0
“Los precios de la propiedad en el mundo físico son inalcanzables para la mayor parte de la generación Z”, afirmó el CEO de una empresa pionera en el metaverso antes de sugerir comprar propiedad inmobiliaria digital mediante NTFs y criptomonedas como una inversión alternativa. Entre quienes han apostado fuerte en algunas plataformas descentralizadas para obtener miles de millones en ganancias se encuentra Metaverse Group, una firma que ofrece un conjunto de servicios centrados en la compra, el desarrollo y la administración de terrenos digitales.
También están las empresas que crean metaversos basados en blockchain para vincular la propiedad digital con tokens no fungibles, donde destacan Decentraland y The Sandbox. Esta última, financiada por Softbank (quien fuera inversor principal de Uber), ha registrado más de 200 millones de dólares en ventas de suelo virtual. Si bien ambas se centran en crear mundos virtuales autónomos y personalizados, otros desarrolladores quieren convertir la Tierra en una parcela gigante de títulos inmobiliarios. Este es el caso de Superwold, una plataforma que utiliza la realidad aumentada para crear una superposición digital del mundo físico, donde los usuarios pueden comprar terrenos virtuales que se puede visitar con el uso de gafas de realidad aumentada (el Taj Mahal puede comprarse por 50 ETH, o 156,000 dólares, y la Torre Eiffel por el doble).
De este modo, el metaverso ha pasado a ser un gran negocio en muy poco tiempo. La realidad es que lo mueve a los promotores no son soluciones a los problemas reales; son las cifras. Se habla de un mercado de un billón de dólares en unos pocos años. Esa es la nueva realidad.
De acuerdo a datos de DappRadar publicados por Vice, en la última semana de noviembre de 2021 los usuarios estaban comprando terrenos en el metaverso por valor de 100 millones de dólares. En el último trimestre de ese año, el volumen de transacciones en el metaverso fue un 155% más alto que los tres trimestres anteriores combinados, alcanzando los 330 millones de dólares. Por otro lado, los bienes inmobiliarios en Decentraland se cotizaban a un promedio de 26,800 dólares por transacción en diciembre, un 154 por ciento más que en octubre, y los terrenos en The Sandbox se vendían por un 500 por ciento más que en esa misma fecha. Grayscale, que presume de ser “el administrador de activos de moneda digital más grande del mundo”, estimó en un informe reciente que el metaverso ahora representa una “oportunidad de ingresos de un billón de dólares”. De ello da cuenta la volatilidad de los precios inmobiliarios digitales, que han subido entre un 400 % y un 500 % en los últimos meses. Los lugares más caros suelen estar cerca de donde se congregan muchos usuarios; por ejemplo, alguien pagó recientemente 450.000 dólares para ser el vecino de Snoop Dogg en el mundo virtual de Sandbox. Los principales artistas, incluidos Justin Bieber, Ariana Grande y DJ Marshmello, también actúan con sus propios avatares. Incluso Paris Hilton hizo de DJ en una fiesta de Nochevieja en su propia isla virtual.
La superestructura del metaverso camina a ser la verdadera versión digital (o 4.0) de la plaza financiera que las plataformas digitales de Silicon Valley nunca consiguieron ser
Todo apunta a que la juventud está pasando de tener una cuenta en redes sociales a convertirse en traders. La superestructura del metaverso, gracias a las tecnologías desarrolladas en la base de la web3, camina a ser la verdadera versión digital (o 4.0) de la plaza financiera que las plataformas digitales de Silicon Valley nunca consiguieron ser. Wall Street va por delante con sus mercados especulativos sobre los valores futuros de las materias primas, acciones, etc. El metaverso supone extender los mercados financieros a todo tipo de actividad (los NFTs, terrenos virtuales, edificios virtuales, etc.)
Especulación inmobiliaria en cadena de bloques
“La década de 2010 viene determinada en el caso español de las formas de extracción (y socialización) de rentas según el patrón inmobiliario-financiero”, constata el sociólogo Emmanuel Rodríguez en el El efecto clase media (Traficantes de Sueños, 2022). Si la ideología de las grandes finanzas impuso que la única forma de conseguir dinero era a través de servicios financieros, como el crédito, hipotecas u otros derivados, el metaverso trata de continuar con lógica de hacer dinero con las finanzas, aunque expandiéndose hacia los hijos de los estratos sociales que más han perdido con esta ideología.
El imaginario virtual pasará rápidamente a la vida real en esas ciudades donde aún resulta enormemente complicado encontrar una vivienda, reproduciendo lógicas inmobiliarias salvajes
Diversos informes han explorado los dominios de aplicación del blockchain al sector inmobiliario, uno de los grandes gérmenes de la pasada crisis, y han diferenciado entre la aplicación de la cadena de bloques a la emisión y negociación de valores, a la inversión inmobiliaria y a los activos físicos. Esto significa que el imaginario virtual pasará rápidamente a la vida real en esas ciudades donde aún resulta enormemente complicado encontrar una vivienda, reproduciendo lógicas inmobiliarias salvajes al mundo virtual. Por ejemplo, una sola persona ya posee los terrenos digitales de la Alhambra y los grandes monumentos de Málaga.
Como recogía la prensa especializada, los proveedores inmobiliarios aún no aceptan criptomonedas, pero (los desarrolladores) las aceptarán para “atraer a un segmento completamente nuevo y más joven, en general, de la población“. A este respecto, Miami ha sido el precursor en los Estados Unidos en proyectos inmobiliarios que aceptan moneda digital para los pagos. Property Markets Group Inc., con sede en Nueva York, dijo el verano pasado que aceptaría criptomonedas en sus proyecto inmobiliario E11even Hotel & Residence. PMG también está aceptando criptomonedas en el proyecto planificado Waldorf Astoria Hotel & Residences Miami. Como señalaba otro inversor, “creo que la generación Z irá un paso más allá y harán que las criptomonedas sean parte de un cambio mayor en la tecnología de propiedades inmobiliarias que creará la eficiencia que tanto se necesita en áreas donde los procesos manuales engorrosos han sido la norma durante mucho tiempo».
Los trabajos académicos muestran directamente que la tecnología blockchain ha salido al rescate del sector inmobiliario, pues permite la tokenización masiva de activos inmobiliarios residenciales y constituye el elemento fundamental de la “revolución industrial” en curso. En efecto, aquella donde la única fábrica existente es un monedero (wallet) con acceso a toda nuestra cartera de inversión; evidentemente, gestionada a través de Blackrock, Vanguard Fund, o cualquier otro gestor de activos físicos que se adentre en este negocio virtual. La aplicación de la tecnología al metaverso ofrece grandes oportunidades para la inclusión de instituciones financieras tradicionales en las redes digitales. Sea este el Banco Santander, el BBVA, JP Morgan, HSBC, u otras entidades que ya han comenzado a lanzar sus iniciativas en criptomonedas, resulta evidente que dicha tecnologías han comenzado a redefinir el papel del omnipresente sector bancario, desplazándose así hacia la economía de tokens emergente.
Las finanzas tienen todas las puertas sensoriales abiertas para determinar los futuros planes de desarrollo socioeconómico de las generaciones más jóvenes y diseñar servicios en el metaverso que se adapten a sus necesidades empresariales. La curiosidad es que la tecnología blockchain que está en la base del metaverso y de las criptomonedas tiene como característica esencial la descentralización, lo que parece ser equivalente a que no existen grandes diferencias de poderes…
Las llamadas ciudades inteligentes y los contratos de hipoteca que se puedan generar en los enclaves físicos y digitales servirán para expandir los imaginarios neoliberales al metaverso
En este sentido, las llamadas ciudades inteligentes y los contratos de hipoteca que se puedan generar en los enclaves físicos y digitales servirán para expandir los imaginarios neoliberales al metaverso. Un estudio incluso soñaba con la idea de que los usuarios y los propietarios del suelo pudieran disfrutar de un proceso de contratación más inmersivo, fácil de usar y visualizado, ofreciendo incluso datos sobre cómo las empresas de tecnologías de la propiedad (las llamadas Proptech) y los agentes inmobiliarios diseñan servicios para alcanzar una tasa de ventas mayor. “Esto puede ayudar a interrumpir el sector inmobiliario tradicional y transformarlo en un sector inmobiliario inteligente en línea con los requisitos de la industria 4.0.” Como decíamos, llámese industria 4.0 o Wall Street con esteroides. Un discurso que han comenzado a hilar las grandes consultoras para vendérselo a sus clientes. “No crea en las exageraciones: el metaverso es una evolución, no una revolución. Y es una que los líderes empresariales no deben ignorar,” expresaba Pricewaterhousecoopers, la primera de las Big Four en levantar una torre en el metaverso. Por su parte, Deloitte ha lanzado un nuevo estudio y servicio de metaverso gracias a las herramientas Omniverse de Nvidia para ‘democratizar’ el acceso a sus servicios por parte de los creadores que buscan construir mundos de realidad virtual y aumentada (empoderarse a través de la financiarización). Y esta misma consultora trata de imponer el blockchain como la base del “nuevo arrendamiento”.
Suscribiendo la tesis de Maurizio Lazzarato de que la figura del hombre endeudado constituye el mecanismo de gestión del capitalismo contemporáneo, algunos expertos en comunicación se refieren a este fenómeno para explicar que el Bitcoin y las fintech funcionan como vectores de expansión o masificación de esta lógica social. Cada individuo se convierte en un inversor (llámese creador) a través de sus dispositivos de comunicación, replicando el comportamiento de los profesionales del mercado financiero, que nunca levantan la cabeza de sus teléfonos para evitar perder oportunidades de lucro. Dado que una amplia capa de la población ya era adicta a invertir largas horas en consumir memes, comunicar sensaciones con otras personas u otras formas de ocio cibernético, la promesa del metaverso es que cada individuo puede obtener más rentabilidad –y por tanto el sistema capitalista es más rentable– si invierte ese tiempo interactuando con todo un ecosistema de aplicaciones de complejos servicios financieros. No es quedar atrapado entre timelines o stories, ni son simplemente los datos que el supuesto capitalismo de vigilancia extrae, sino la manera en que el individuo queda atrapado en una burbuja donde cada céntimo que intercambia en criptomonedas tiene relación directa con el sistema financiero.
El teletrabajo o la lucha de clases en el metaverso
El problema no es, desde luego, tecnológico. Si las generaciones jóvenes están obligadas a participar del sistema financiero es porque se enfrentan a un mercado laboral cada vez más precario, con salarios bajos y ocupaciones poco cualificadas. Ello tiene su correlación directa con la manera en que los grandes capitalistas han utilizado la tecnología históricamente para aumentar su rentabilidad. Como han argumentado los estudiosos del mundo del trabajo, una de las formas de conseguirlo en las décadas de 1980 y 1990 fue la introducción de los llamados “métodos de racionalización del trabajo”, que fue seguida de avances en herramientas que rastrean, miden y marcan el ritmo del trabajo para intensificar el tiempo de trabajo. Es cierto que las tecnologías de vigilancia permiten una incremento en los niveles de productividad para que las firmas empresariales sigan haciendo dinero en los periodos de recesión, pero ello es el resultado –y no la causa– de una lucha más amplia, la de clases, que hasta ahora ha ganado el capital.
Sobre la manera en que ello tiene lugar, Microsoft informó que combinará ‘las capacidades de realidad mixta de Microsoft Mesh’, que ‘permite a las personas en diferentes ubicaciones físicas unirse a experiencias holográficas colaborativas y compartidas’, con las ‘herramientas de productividad más conocidas de Microsoft Teams, donde las personas pueden unirse a reuniones virtuales, enviar chats, colaborar en documentos compartidos y más’. “Nuestros expertos en productividad han observado dos tendencias: los trabajadores remotos son mucho más eficientes de lo que la mayoría de los líderes empresariales jamás imaginaron, pero se extrañan los unos a los otros”.
Fuera de toda la retórica corporativa, que presenta estos avances como una forma de que los trabajadores sean más felices y se lo pasen mejor, los sociólogos indican que esta combinación aumentará las formas cada vez más invasivas e implacables de vigilancia algorítmica. A este respecto, destaca el potencial para generar riesgos psicosociales, ya que las tecnologías del Metaverso podrían habilitar nuevas formas de ciberacoso. También se indica que si estas ‘oficinas del Metaverso’ realmente se extienden hacia la aplicación empresarial podrá aumentar considerablemente el ejército digital de reserva mundial, pues aumentará el número de trabajadores disponibles a demanda.
Ello tendrá consecuencias negativas sobre los salarios, incrementará la competencia y precarizará aún más algunas profesionales no virtuales. Si las empresas pueden tener oficinas en el metaverso también accederán a una fuerza laboral mundial de trabajadores remotos, aumentando su tendencia hacia subcontratar el trabajo de oficina hacia países con salarios mucho más bajos y una protección laboral más débil. Esto ya se encuentra presente en Filipinas, pero en pocos años los avatares felices de sujetos explotados llegarán a los países europeos.
Además, también existe la amenaza de que estos trabajadores sean entendidos como autónomos, al igual que el proletario que ahora compone la economía de servicios (llamada economía colaborativa) y se sometan a las estratagemas legales de las grandes tecnológicas para no reconocer sus derechos laborales. Por ejemplo, quién duda de que el pago de la jornada en criptomonedas, otra característica esperada del metaverso, se podrá utilizar para atacar la protección de los trabajadores (o hacerla desaparecer directamente) y devaluar sus salarios mediante tokens.
La uberización y tokenización del trabajo
Las lógicas descritas no son ninguna especulación, más aún si tenemos en cuenta el auge de lo que en el sector se ha denominado como “jugar para ganar” (play-to-earn). Esta condición posmoderna es la sucesora natural de la acarreada por la uberización y gamificación del trabajo. De hecho, se trata de la convergencia entre ambas mediante nuevas estrategias para debilitar la capacidad de negociación individual –y ya no digamos colectiva– de cada obrero / gamer. La plataforma Axie Infinity, basada en blockchain, atestigua esta tendencia. Tras una inversión inicial de unos mil dólares, cada jugador puede trabajar en el videojuego desarrollando personajes, superando pantallas o consiguiendo artilugios que en el juego vende a cambio de tokens basados en Ethereum, los cuales se pueden gastar en NFT de activos virtuales o intercambiar por moneda fiduciaria. Esto es, las nuevas generaciones pueden acceder a un salario mediante el juego, desapareciendo de su cabeza a edades tempranas la existencia de, por ejemplo, la lucha sindical, la movilización, la protesta o la acción social organizada.
Es imposible saber cuántas personas están jugando para ganar en este momento, pero todas las señales apuntan a que se encuentran en aumento. Un marcador es la relación entre juegos y billeteras digitales (las wallet, cuentas que la gente usa para recibir y almacenar criptomonedas). Hasta marzo del pasado año, alrededor de 51.000 carteras diarias estaban conectadas a contratos digitales relacionados con juegos en el ecosistema blockchain, según DappRadar (una cifra similar a los empleados que tenía Facebook en 2020). Tan solo tres meses después, a finales de 2021, esa cantidad se disparó en un 599% hasta los 359.284 (una cantidad cercana a la suma de los empleados de Apple, Google y Microsoft). Resulta evidente que el metaverso es un espacio en línea donde reinan las finanzas descentralizadas o DeFi, fusionando criptomonedas, tecnología blockchain, tokens no fungibles a los videojuegos. Ahora bien, ¿cuál es la promesa que ofrece a las nuevas generaciones? Como expresa uno de los artículos más demoledores sobre el metaverso publicado en Bloomberg.
“Imagina poder ganar dinero jugando a Mario Kart porque, en este experimento mental, puedes ser Mario todo el tiempo que quieras… Como tu Mario es un NFT, es imposible duplicarlo. Y como eres el dueño de Mario, tu go-kart siempre es mejor y más rápido que aquellos pilotados por otras caras conocidas en el Reino, como Luigi, Toad y la Princesa Peach. Dada la economía del mercado existente, es posible que debas pagar más por NFT Mario, pero también ganarás más porque es el jugador más rápido. Mario está ahí, esperándote para ganar Mariocoins. Puedes vender Mario a otro jugador si quieres. Y si has jugado bien, podría valer más ahora que cuando lo compraste. Tal vez hayas demostrado lo lucrativo que puede ser Mario. Tal vez más gente quiera jugar a Mario Kart. O tal vez el valor de Mariocoin se haya disparado porque todo el mundo habla de ello en las redes sociales…”
Sin embargo, la sostenibilidad de tales ingresos dependerá de la voluntad de los jugadores más adinerados de continuar haciendo compras en el juego con monedas fiduciarias, lo que, según señala hasta un ex cargo senior del Banco Santander en un informe para el Bennett Institute, equivale a la reproducción de las relaciones de poder colonial. Además, dado que el principal impulsor de estas economías virtuales es la venta de las llamadas “máscaras” (bienes virtuales que permiten a los jugadores cambiar su apariencia en el juego), estas lógicas podrán incrementarse a medida que aumenta la interoperabilidad en el metaverso y las máscaras puedan llevarse de un juego a otro; vendiendo, alquilando o regalando a otros jugadores; utilizándolo como garantía de pago; etc.
Más allá de la propaganda corporativa, lo cierto es que existen riesgos enormes de erosionar aún más la capacidad de las generaciones jóvenes de generar ingresos
Más allá de la propaganda corporativa, lo cierto es que existen riesgos enormes de erosionar aún más la capacidad de las generaciones jóvenes de generar ingresos. De manera automática, el trabajo puede pasar a convertirse en un juego, y de ahí en una acción susceptible de perder el valor como mercancía de quien la realiza.
Ello da cuenta del carácter especulativo de esta lógica laboral y, como describen los estudios recientes, el comienzo de una nueva criptoburbuja en la industria del juego, que también podría dar lugar a estafas y proyectos sobrevalorados. De nuevo, si es que no estalla antes. No hará falta explayarse sobre las consiguientes pérdidas de ingresos entre los estratos más pobres que podría desencadenar entre las persona dependientes de esta vía de acceso al crédito para garantizar su capacidad de reproducción material. De hecho, algunos trabajos científicos estiman que los tokens derivados de “jugar para ganar” observados han perdido más del 50 % de su valor. En suma, el dinero que una persona consigue jugando a un juego, en teoría su salario o ingreso real, se adquiere mediante una experiencia de juego gamificada, así como sujeta a las lógicas de vigilancia, donde no existe siquiera relación laboral entre la plataforma y el jugador, llegando incluso el dinero conseguido mediante esta vía a devaluarse hasta en la mitad de su valor.
La transformación neoliberal de las últimas décadas trata de encontrar nueva sede en el metaverso, imponiendo de nuevo la ideología populista de la financiarización como un medio para brindar bienestar a los ciudadanos comunes. Si la primera crisis tatuó en la juventud post-obrera la imposibilidad de ahorrar, las condiciones materiales de pauperización y el acceso al crédito como único mecanismo de subsistencia, el metaverso es la estetización de la mercantilización de la nueva vida en la red: trata de colocarnos unas tecnologías más avanzadas que un telefóno móvil para negar la brutalidad contra la última generación de desposeídos y el derecho de las masas a organizarse para acabar con las relaciones de propiedad. Primero se les llamó ninis, luego millennials, más tarde Zs y después la generación ‘Y’. Ahora escuchamos en los medios reseñas complacientes sobre la última estrategia de criminalización, objetivización y naturalización del capitalismo en nuestros cuerpos. ¡Ha llegado la generación meta!
Fuente de la información e imagen: https://www.elsaltodiario.com